Incluso hay consenso en el camino que debemos seguir: el de la digitalización y el respeto a la ecología.
Yo creo que debemos añadir la atención a las necesidades sociales; para no dejar a nadie atrás.
En este artículo presento un campo de aplicaciones con un objetivo que debería incluirse en un futuro deseable. Se trata de darle un impulso digital y verde al cuidado de nuestros mayores, intentando que permanezcan en sus casas el mayor tiempo posible con las mejores atenciones.
El núcleo central consistiría en construir una plataforma digital inteligente. Tendría que ser capaz de gestionar, de manera personalizada, los consumos, servicios y cuidados de los mayores. La eficiencia podría apoyarse en recursos ya existentes, como la red de pequeños comercios.
Una consecuencia adicional sería la creación de puestos de trabajo vinculados a la asistencia, que son de carácter local. Estas ocupaciones tendrán un importantísimo incremento en un mundo con un nivel creciente de automatismos en el que desaparecerán otros empleos.
La economía de las canas
En 2018 la Comisión Europea publicó un informe en el que decía que la Silver Economy (la relacionada con las personas con canas, las de más de 50 años) supondrá un 38 % del PIB de la UE y ocupará a 88 millones de trabajadores (38 % del empleo). Desde entonces, ha habido varias convocatorias de proyectos que trataban de preparar a nuestras economías para abordar este fenómeno.
Una parte importante de esta economía de las canas está vinculada al cuidado de las personas mayores. La actual pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de rediseñar el modelo basado en residencias.
Según el INE, en España en 1980 las personas de más de 70 años suponían un escaso 6,6 % de la población. Desde entonces no ha dejado de crecer a razón de al menos 2,5 puntos porcentuales cada 10 años: en 2020 los mayores eran un 14,5 % y supondrán en torno al 25 % en 2050.
Una plataforma digital para los mayores
La idea que planteo para afrontar este reto es un sistema informático inteligente que registrase e hiciese encajar todas las piezas. Y, sobre todo, que fuese capaz (hay que insistir) de personalizar el trato con los usuarios.
Desde un punto de vista abstracto, el sistema debería ofrecer servicios. Entre otros, asistencia domiciliaria, cuidados relacionados con la salud o supervisión de tratamiento o actividades.
También serviría como plataforma de compras locales de todo tipo incluyendo aquí comidas, medicinas y ropa o calzado.
Para conseguirlo, el sistema necesitaría habilidades de aprendizaje automático. Debería poder captar las peculiaridades de cada persona en sus pedidos. De esta forma, el sistema podría anticiparse a las necesidades; como hacen los sistemas de recomendación. En este caso, podrían decir que “las personas parecidas a usted han disfrutado de este servicio”.
También el sistema debería añadir las peculiaridades de cada persona en sus pedidos. Por ejemplo, las comidas adecuadas a su estado de salud. O los gustos no explícitos pero aprendidos tras procesar el historial de actividades con algoritmos de inteligencia artificial.
Cada persona debe sentir que se le atiende de manera esmerada, preocupándose de todos los detalles. Lo que haría que se sintiese más segura en su entorno habitual. Pero con cuidados adaptados a sus necesidades, que van cambiando, y con un sistema capaz de entenderlas y adaptarse a ellas.
Oportunidad para el pequeño comercio
El pequeño comercio tiene hoy un porvenir incierto si no acertamos a darle las herramientas para convivir con las grandes cadenas globales. Puede haber terreno para todos si los pequeños comercios aprovechan sus mejores cualidades: la proximidad y la confianza de sus clientes.
En este proyecto, el pequeño comercio jugaría un papel fundamental. Serían los intermediarios con un sistema digital cuyo manejo podría resultar una barrera para los mayores. La comunicación con los comerciantes de toda la vida es algo natural.
La identificación con el sistema podría usar herramientas de reconocimiento facial desde estos establecimientos y arrancar, de esta manera, la comunicación entre el sistema inteligente y los mayores.
Los pequeños comercios cobrarían por su labor. Su catálogo de productos se ampliaría enormemente pues serían los productos y servicios de toda la plataforma. Servirían de puntos de recogida y de compra de los artículos.
Por otra parte, la oferta de estos establecimientos podría venderse en más lugares.
En los casos en los que elaboran sus productos (como restaurantes), los pequeños comercios podrían reconvertirse a fabricantes bajo demanda, produciendo solo los encargos que recibiesen. Esto supondría un ahorro importante pues se evitaría el despilfarro de los alimentos no consumidos.
Una consideración más que resulta importante desde el punto de vista ecológico. Incluir al pequeño comercio en esto tiene también la ventaja de incorporar su red de transportes y su cadena de suministros. Realmente tienen una logística muy eficaz para las necesidades no urgentes (casi ninguna lo es de verdad).
El papel de lo público
En todo lo anterior los poderes públicos deben jugar un papel básico. Un sistema inteligente de estas características necesita datos personales sensibles. Por tanto, será imprescindible una gestión ética, fundamentalmente de los datos de tipo médico.
Por otra parte, el despliegue de un sistema de estas características necesitará una inversión (no muy grande). Lo razonable es que desde el sector público se corra con esta inversión que reducirá considerablemente el gasto en salud. Las residencias no serían de uso generalizado (con el consiguiente ahorro). Por otra parte, sería inviable dotarlas de plazas para una proporción del orden del 20 % de la población en los próximos años.
También hay que pensar que se podría sacar algún rendimiento económico directo a todo esto. Con las precauciones de privacidad máximas, se podría alquilar la plataforma a terceros para que puedan ofrecer productos complementarios a los suministrados por los establecimientos locales.
Pero el beneficio más importante sería la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos mayores, y de todos por la sostenibilidad y justicia de nuestro entorno.
(*) Catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, Universidad de Oviedo