Habrá una quinta, pero la verdad es que el resultado importa poco. El software de Google va ganando por goleada.
Pero el verdadero shock –para jugadores de Go y de ajedrez (que según los expertos no es tan complejo como el milenario juego chino)- fue la primera victoria del artefacto de AlphaGo de Google, elaborado por su subsidiaria DeepMind. La facilidad con que ganó fue tan inesperada que se convirtió en hito central de una historia de 2.500 años.
Es que para tener chance, el software debió desarrollar el equivalente de la intuición humana (equivalente, pero no igual, como lo descubrió Lee Sedol en carne propia).
Es probable que las máquinas sean cada vez más inteligentes y reemplacen en muchas tareas al ser humano, pero la victoria de la cuarta partida para Lee Sedol es una esperanza para la humanidad de que podrá seguir en control de las máquinas. Un clásico temor es que el veloz avance de la inteligencia artificial puede terminar en nuestra propia destrucción, no porque sean perversas, sino porque puedan desarrollar imprevisibles y catastróficos medios de alcanzar los objetivos que el mismo ser humano les impone. Si llegaran a pensar de modo malicioso sería terrible porque sus pensamientos serían imposibles de ser detectados.
El lado positivo es que las máquinas pueden ayudar a ampliar las fronteras de las capacidades intelectuales del hombre y detectar soluciones en problemas de compleja y urgente resolución.