Software institucional: ¿vuelve la competencia despiadada?

Si vuelven las locas ambiciones y las guerras sin cuartel en tecnología, será el fin del espíritu cooperativo. Eso afectaría a los usuarios, que exigen sistemas más baratos y mejor integrados. Cualquier golpe estratégico puede cambiar todo.

16 junio, 2004

Ése es el mensaje implícito en las revelaciones sobre el intento de Microsoft para comprar SAP, líder mundial en software empresario. La movida hubiese tornado el gigante informático hegemónico en materia de sistemas complejos y sería un golpe de gracia a rivales como PeopleSoft-JDEdwards, Oracle y la mismísima IBM.

No sorprende, pues, que quienes vislumbran conspiraciones de William Gates por todas partes hayan vuelto al ataque. “Lo único inalterable en el ADN de Microsoft es la compulsión al predominio mundial”, opina James Gosling (Sun Microsystems), genio inventor del lenguaje Java.

Hasta conocerse el gambito de Microsoft, parecía que Gates estuviese llevando el mercado de software –“industria”, le dicen quienes no saben economía- a una fase de paz y cooperación mutua. No era difícil ver por qué: las grandes empresas, que gastaban muchísimo en 1996-2000, descubrieron que los sistemas comprados no encajaban entre sí. Por tanto, las inversiones en tecnología informática (TI) fueron bajando y, hoy, las compañías tratan de sacar mayores réditos gastando menos.

El fenómeno fue notado pronto por las huestes de Gates, que ya se habían hecho de una reputación tratando con desdén a los clientes y promoviendo (2002) un plan de licencias leonino e impopular. Hoy vuelven a impulsarlo para “castigar” a usuarios de Linux.

Este mismo año, presionado por las sanciones de la Comisión Europea, Gates enterró volando el hacha con Scott McNealy (Sun) y cerró su primer pacto con Lawrence Ellison (Oracle). Dada la inquina mutua entre los tres, ambas movidas llamaron la atención. Pero más lo hicieron la alianza concertada en mayo con SAP y los US$ 440 millones pagados para arreglar una demanda de InterTrust, rival en software para medios digitales.

Sin embargo, bastaron dos hechos –la frustrada compra de SAP, el licenciamiento oneroso de miles de patentes- para demostrar que aquellas nuevas alianzas no entrañaban, necesariamente, el alba de una era cooperativa. A cuatro años del derrumbe tecnológico en Wall Street, hay serios motivos para temer que otra fase volátil asoma en TI, esta vez vía el software institucional.

Oracle, tercera en ese segmento, viene tratando de impedir que el departamento federal de Justicia bloquee su oferta hostil (US$ 7.700 millones) por PS-JDE, segunda en igual sector. De prosperar, el conglomerado resultante se acercaría a SAP, líder en aplicaciones, tales como sistemas para gestión financiera, de las cuales dependen las modernas multinacionales. Precisamente, el primer intento de Oracle, en septiembre, inspiró a Microsoft la idea de absorber SAP.

Mientras tanto, IBM pelea una batalla legal propia. Su apoyo al sistema operativo abierto Linux –rival de Windows- la hizo objeto de una demanda por US$ 5.000 millones, interpuesta por SCO Group, una pequeña firma de software. Quizás empujada por gente de Gates, SCO sostiene que Linus Torvalds –el suecofinés creador de Linux- ha copiado material suyo al redactar el programa básico. Pero Linux es ya clave en la estrategia de IBM y una de las razones de que los programas de fuente abierta, mayormente producidos por voluntarios, tengan hoy mercado entre grandes empresas.

Días atrás, empero, Sun, la compañía pionera en Linux, hizo algo inesperado. Tras dar marcha atrás y convenir una tregua con Microsoft, planea convertir Solaris –su propio instrumento operativo- en un sistema de fuente abierta, para competir con Linux. Esto también alimenta suspicacias: ¿será posible que McNealy se haya rendido a Gates?

Todo lo anterior hace pensar que, cuando se trata de tecnología para aplicaciones empresarias –indispensables para grandes conglomerados y gobiernos-, los vaivenes del futuro podrían ser peores que los del pasado.

Observando cómo encajan las piezas del rompecabezas, es fácil entender qué fuerzas están en juego. Los sistemas computados se arman con tres tipos genéricos de software, que forman “pilas” o conjuntos verticales. Los límites entre los “ladrillos” de esa argamasa tecnológica tienden hoy a licuarse, por tres razones principales.

Una es la obsesión por nuevos motores de crecimiento. Moverse hacia segmentos o mercados (ladrillos) adyacentes en la misma pila es una forma de hacerlo. Así, SAP –que viene haciendo desde tiempo atrás partes del “middleware” (periferia) para sus aplicaciones, ha invertido mucho en NetWeaver, un instrumento que compite directamente con IBM y BEA Systems.

Por su parte, Oracle ha redactado su propio programa de aplicaciones para rivalizar con SAP y ofrece una plataforma para desarrollarlas que compite con las de IBM y BEA. Además, la firma de Ellison –sospechan varios analistas- podría intentar la compra de BEA, si lo de PS-JDE no funcionase.

No obstante, los contactos de Microsoft con SAP representan algo mucho más ambicioso. Aunque hegemónica en PC y con un pie en software para servidores y bases de datos, la firma no es fuerte en software institucional multifunción. Copar SAP le habría conferido a Gates capacidad y credibilidad ante potenciales clientes de primera magnitud.

Una segunda fuente de volatilidad sectorial es que, en algunas capas de la pila, utilidades y crecimiento están aflojando. En parte, esto deriva de una tendencia: toda nueva tecnología, una vez transformada en insumo común (“commodity”), queda sumergida en la infraestructura básica de la cual dependen los sistemas.

“Existe un proceso de sedimentación”, afirma Kenneth Berryman (McKinsey). “Sistemas operativos y periferias absorben más funciones. Irónicamente, eso les impide a las tecnológicas vender más, especialmente porque los usuarios esperan mejor software a menor precio”. El surgimiento de la fuente abierta ha acelerado esas tendencias. Los proveedores que viven a expensas de las capas inferiores de la pila –vg., Sun- sienten los efectos y afrontan alternativas de hierro.

Microsoft ha quedado bastante al margen de ese proceso. En parte, porque no es fuerte en sistemas informáticos institucionales, donde los ladrillos de la pila se ven más fragmentados. Además, su estrategia de incorporar casi todos los componentes de software en una pila propia, patentada, la diferencia del resto. “Gates tiene poder de mercado suficiente para frenar tendencias a convertir TI en mero insumo”, piensa Ellison. No obstante, aún no logra trabar el lento, inexorable avance de Linux y sistemas similares en el mundo PC.

La tercera y más profunda fuente de volatilidad es la tendencia hacia la integración de sistemas, promovida por tecnologías que permiten a diversos proveedores operar juntos. “Los directores de informática pugnan por pautas abiertas”, afirma Torvalds. “Pero, para las grandes compañías tecnológicas, es una amenaza, pues ingresos y oportunidades ceden a medida como se desciende en la pila”.

Aun si los sistemas abiertos facilitan “tejer” sistemas informáticos a partir de componentes de software aislados, las pilas totalmente integradas siguen siendo fuertes. Eso explica las ambiciones a largo plazo de Microsoft, Oracle y otros.

Dos tercios de las nuevas aplicaciones de SAP se empaquetan en software Microsoft. Controlar la firma alemana le permitiría al gigante captar más mercado y excluir a rivales como IBM y Oracle. “Su objetivo podría ser comprar SAP y eliminar todo el software institucional que no corra por Windows”, sospecha McNealy. “Cualquiera nueva aplicación SAP correría sólo sobre bases de datos Microsoft. Su objetivo final es, claro, acabar con PeopleSoft y Oracle”.

Ése es el mensaje implícito en las revelaciones sobre el intento de Microsoft para comprar SAP, líder mundial en software empresario. La movida hubiese tornado el gigante informático hegemónico en materia de sistemas complejos y sería un golpe de gracia a rivales como PeopleSoft-JDEdwards, Oracle y la mismísima IBM.

No sorprende, pues, que quienes vislumbran conspiraciones de William Gates por todas partes hayan vuelto al ataque. “Lo único inalterable en el ADN de Microsoft es la compulsión al predominio mundial”, opina James Gosling (Sun Microsystems), genio inventor del lenguaje Java.

Hasta conocerse el gambito de Microsoft, parecía que Gates estuviese llevando el mercado de software –“industria”, le dicen quienes no saben economía- a una fase de paz y cooperación mutua. No era difícil ver por qué: las grandes empresas, que gastaban muchísimo en 1996-2000, descubrieron que los sistemas comprados no encajaban entre sí. Por tanto, las inversiones en tecnología informática (TI) fueron bajando y, hoy, las compañías tratan de sacar mayores réditos gastando menos.

El fenómeno fue notado pronto por las huestes de Gates, que ya se habían hecho de una reputación tratando con desdén a los clientes y promoviendo (2002) un plan de licencias leonino e impopular. Hoy vuelven a impulsarlo para “castigar” a usuarios de Linux.

Este mismo año, presionado por las sanciones de la Comisión Europea, Gates enterró volando el hacha con Scott McNealy (Sun) y cerró su primer pacto con Lawrence Ellison (Oracle). Dada la inquina mutua entre los tres, ambas movidas llamaron la atención. Pero más lo hicieron la alianza concertada en mayo con SAP y los US$ 440 millones pagados para arreglar una demanda de InterTrust, rival en software para medios digitales.

Sin embargo, bastaron dos hechos –la frustrada compra de SAP, el licenciamiento oneroso de miles de patentes- para demostrar que aquellas nuevas alianzas no entrañaban, necesariamente, el alba de una era cooperativa. A cuatro años del derrumbe tecnológico en Wall Street, hay serios motivos para temer que otra fase volátil asoma en TI, esta vez vía el software institucional.

Oracle, tercera en ese segmento, viene tratando de impedir que el departamento federal de Justicia bloquee su oferta hostil (US$ 7.700 millones) por PS-JDE, segunda en igual sector. De prosperar, el conglomerado resultante se acercaría a SAP, líder en aplicaciones, tales como sistemas para gestión financiera, de las cuales dependen las modernas multinacionales. Precisamente, el primer intento de Oracle, en septiembre, inspiró a Microsoft la idea de absorber SAP.

Mientras tanto, IBM pelea una batalla legal propia. Su apoyo al sistema operativo abierto Linux –rival de Windows- la hizo objeto de una demanda por US$ 5.000 millones, interpuesta por SCO Group, una pequeña firma de software. Quizás empujada por gente de Gates, SCO sostiene que Linus Torvalds –el suecofinés creador de Linux- ha copiado material suyo al redactar el programa básico. Pero Linux es ya clave en la estrategia de IBM y una de las razones de que los programas de fuente abierta, mayormente producidos por voluntarios, tengan hoy mercado entre grandes empresas.

Días atrás, empero, Sun, la compañía pionera en Linux, hizo algo inesperado. Tras dar marcha atrás y convenir una tregua con Microsoft, planea convertir Solaris –su propio instrumento operativo- en un sistema de fuente abierta, para competir con Linux. Esto también alimenta suspicacias: ¿será posible que McNealy se haya rendido a Gates?

Todo lo anterior hace pensar que, cuando se trata de tecnología para aplicaciones empresarias –indispensables para grandes conglomerados y gobiernos-, los vaivenes del futuro podrían ser peores que los del pasado.

Observando cómo encajan las piezas del rompecabezas, es fácil entender qué fuerzas están en juego. Los sistemas computados se arman con tres tipos genéricos de software, que forman “pilas” o conjuntos verticales. Los límites entre los “ladrillos” de esa argamasa tecnológica tienden hoy a licuarse, por tres razones principales.

Una es la obsesión por nuevos motores de crecimiento. Moverse hacia segmentos o mercados (ladrillos) adyacentes en la misma pila es una forma de hacerlo. Así, SAP –que viene haciendo desde tiempo atrás partes del “middleware” (periferia) para sus aplicaciones, ha invertido mucho en NetWeaver, un instrumento que compite directamente con IBM y BEA Systems.

Por su parte, Oracle ha redactado su propio programa de aplicaciones para rivalizar con SAP y ofrece una plataforma para desarrollarlas que compite con las de IBM y BEA. Además, la firma de Ellison –sospechan varios analistas- podría intentar la compra de BEA, si lo de PS-JDE no funcionase.

No obstante, los contactos de Microsoft con SAP representan algo mucho más ambicioso. Aunque hegemónica en PC y con un pie en software para servidores y bases de datos, la firma no es fuerte en software institucional multifunción. Copar SAP le habría conferido a Gates capacidad y credibilidad ante potenciales clientes de primera magnitud.

Una segunda fuente de volatilidad sectorial es que, en algunas capas de la pila, utilidades y crecimiento están aflojando. En parte, esto deriva de una tendencia: toda nueva tecnología, una vez transformada en insumo común (“commodity”), queda sumergida en la infraestructura básica de la cual dependen los sistemas.

“Existe un proceso de sedimentación”, afirma Kenneth Berryman (McKinsey). “Sistemas operativos y periferias absorben más funciones. Irónicamente, eso les impide a las tecnológicas vender más, especialmente porque los usuarios esperan mejor software a menor precio”. El surgimiento de la fuente abierta ha acelerado esas tendencias. Los proveedores que viven a expensas de las capas inferiores de la pila –vg., Sun- sienten los efectos y afrontan alternativas de hierro.

Microsoft ha quedado bastante al margen de ese proceso. En parte, porque no es fuerte en sistemas informáticos institucionales, donde los ladrillos de la pila se ven más fragmentados. Además, su estrategia de incorporar casi todos los componentes de software en una pila propia, patentada, la diferencia del resto. “Gates tiene poder de mercado suficiente para frenar tendencias a convertir TI en mero insumo”, piensa Ellison. No obstante, aún no logra trabar el lento, inexorable avance de Linux y sistemas similares en el mundo PC.

La tercera y más profunda fuente de volatilidad es la tendencia hacia la integración de sistemas, promovida por tecnologías que permiten a diversos proveedores operar juntos. “Los directores de informática pugnan por pautas abiertas”, afirma Torvalds. “Pero, para las grandes compañías tecnológicas, es una amenaza, pues ingresos y oportunidades ceden a medida como se desciende en la pila”.

Aun si los sistemas abiertos facilitan “tejer” sistemas informáticos a partir de componentes de software aislados, las pilas totalmente integradas siguen siendo fuertes. Eso explica las ambiciones a largo plazo de Microsoft, Oracle y otros.

Dos tercios de las nuevas aplicaciones de SAP se empaquetan en software Microsoft. Controlar la firma alemana le permitiría al gigante captar más mercado y excluir a rivales como IBM y Oracle. “Su objetivo podría ser comprar SAP y eliminar todo el software institucional que no corra por Windows”, sospecha McNealy. “Cualquiera nueva aplicación SAP correría sólo sobre bases de datos Microsoft. Su objetivo final es, claro, acabar con PeopleSoft y Oracle”.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades