Hace poco menos de un año, los ámbitos especializados reflejaban
pesimismo
sobre la viabilidad del robot bípedo. El principal desafío en la
construcción de robots humanoides, decían, sería desarrollar
software específico para cada tarea que el robot tenga que realizar. Por
ejemplo, un robot mayordomo tendría que poder ir a buscar un vaso de agua.
Eso quiere decir que debe ser programado para abrir armarios, extender el brazo,
tomar objetos con suavidad, bajarlos y depositarlos sobre una superficie, abrir
una canilla y decidir cuándo el vaso está lleno. Esas tareas requerirían
una enorme cantidad de sensores e inteligencia artificial que no son ni baratos
ni simples. También se decía que muy probablemente los robots de
servicio del futuro no tendrían piernas, pues eso es algo muy complejo
y caro que no cumple ninguna función como no sea la de hacer que el robot
se vea más humano. Los allegados a la industria coincidían en pronosticar
robots con ruedas o con vías para deslizarse.
Pero el 17 de febrero, en el ámbito de la reunión anual de la American
Association for the Advancement of Science, fue presentado un robot que camina
sobre dos piernas a lo largo de una superficie plana. La máquina de unos
50 centímetros de alto fue bautizada por el Massachusetts Institute of
Technology (MIT) que lo construyó, “Toddler”, palabra
inglesa que se refiere al bebé inseguro que apenas comienza a caminar.
Durante la presentación Toddler avanzaba lentamente por la pasarela que
se había preparado para exhibirlo cuando un niño curioso estiró
la mano para tocarlo. Haciendo honor a su nombre, se bamboleó un poco,
y luego de estabilizarse, prosiguió su camino.
Si alguna vez va a haber robots caminando entre los humanos, es posible que se
parezcan a esta máquina y otras dos, también presentadas el mismo
día. Uno fue construido en la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York)
y el otro, en la Universidad Tecnológica de Delft, Países Bajos.
Todos fueron diseñados en forma notablemente diferente de las creaciones
estándar. Uno de ellos se mueve tan bien que podría llegar a caminar
tranquilamente y sin prisa durante todo un día, no los 20 o 30 minutos
que logran la mayoría de los robots actuales sin recarga de alimentación.
La naturalidad que se ha logrado en los movimientos tiene una importancia tremenda
para la futura fabricación de prótesis inteligentes (piernas y pies)
para reemplazo de amputados.
Estos tres nuevos ejemplares son descendientes de aparatos mecánicos
que se desplazan sobre piernas desde hace casi un siglo. Aquellos aparatos –
como bamboleantes pingüinos y luego robots de dos piernas – no usaban ningún
tipo de carga para su movilidad. Usaban, en cambio, la fuerza de gravedad y
sólo podían mantener el equilibrio caminando en superficies inclinadas.
Luego hubo versiones más modernas de esas máquinas – llamadas
caminadores dinámicos pasivos – que se construyeron durante décadas
y se pensaron como útiles modelos de locomoción humana.
El doctor Andy Ruina, director del equipo de la Universidad de Cornell, explica
que antes las máquinas no podían caminar sobre superficies planas,
sólo inclinadas. Ahora las investigaciones de las tres universidades
han demostrado que las clásicas máquinas de dinámica pasiva
no necesitan depender de la fuerza de gravedad. Estos nuevos robots llevan pequeños
motores para poder caminar sobre superficie llana.
Además, también a diferencia de aquellos — como el famoso robot
bípedo Asimo (de Honda) que tenía complejísimos algoritmos
de control que exigían mucha computación en tiempo real — las
máquinas de Cornell, MIT y Delft caminan sobre algoritmos de control
simples y no requieren compleja computación en tiempo real. Tienen sensores
para detectar contactos en el suelo y sus únicos comandos son señales
de on/off que emiten en cada paso.
Para reforzar la demostración de que el andar de estos nuevos robots
no depende de fuerza mecánica sino electrónica, el robot de Delft
tiene un balde azul por cabeza y el de Cornell lleva un pájaro de plástico
anaranjado pegado a la suya. “Todo esto sugiere”, explicó el
doctor Ruina, “que el andar humano podría requerir controles bastante
simples”.
Hace poco menos de un año, los ámbitos especializados reflejaban
pesimismo
sobre la viabilidad del robot bípedo. El principal desafío en la
construcción de robots humanoides, decían, sería desarrollar
software específico para cada tarea que el robot tenga que realizar. Por
ejemplo, un robot mayordomo tendría que poder ir a buscar un vaso de agua.
Eso quiere decir que debe ser programado para abrir armarios, extender el brazo,
tomar objetos con suavidad, bajarlos y depositarlos sobre una superficie, abrir
una canilla y decidir cuándo el vaso está lleno. Esas tareas requerirían
una enorme cantidad de sensores e inteligencia artificial que no son ni baratos
ni simples. También se decía que muy probablemente los robots de
servicio del futuro no tendrían piernas, pues eso es algo muy complejo
y caro que no cumple ninguna función como no sea la de hacer que el robot
se vea más humano. Los allegados a la industria coincidían en pronosticar
robots con ruedas o con vías para deslizarse.
Pero el 17 de febrero, en el ámbito de la reunión anual de la American
Association for the Advancement of Science, fue presentado un robot que camina
sobre dos piernas a lo largo de una superficie plana. La máquina de unos
50 centímetros de alto fue bautizada por el Massachusetts Institute of
Technology (MIT) que lo construyó, “Toddler”, palabra
inglesa que se refiere al bebé inseguro que apenas comienza a caminar.
Durante la presentación Toddler avanzaba lentamente por la pasarela que
se había preparado para exhibirlo cuando un niño curioso estiró
la mano para tocarlo. Haciendo honor a su nombre, se bamboleó un poco,
y luego de estabilizarse, prosiguió su camino.
Si alguna vez va a haber robots caminando entre los humanos, es posible que se
parezcan a esta máquina y otras dos, también presentadas el mismo
día. Uno fue construido en la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York)
y el otro, en la Universidad Tecnológica de Delft, Países Bajos.
Todos fueron diseñados en forma notablemente diferente de las creaciones
estándar. Uno de ellos se mueve tan bien que podría llegar a caminar
tranquilamente y sin prisa durante todo un día, no los 20 o 30 minutos
que logran la mayoría de los robots actuales sin recarga de alimentación.
La naturalidad que se ha logrado en los movimientos tiene una importancia tremenda
para la futura fabricación de prótesis inteligentes (piernas y pies)
para reemplazo de amputados.
Estos tres nuevos ejemplares son descendientes de aparatos mecánicos
que se desplazan sobre piernas desde hace casi un siglo. Aquellos aparatos –
como bamboleantes pingüinos y luego robots de dos piernas – no usaban ningún
tipo de carga para su movilidad. Usaban, en cambio, la fuerza de gravedad y
sólo podían mantener el equilibrio caminando en superficies inclinadas.
Luego hubo versiones más modernas de esas máquinas – llamadas
caminadores dinámicos pasivos – que se construyeron durante décadas
y se pensaron como útiles modelos de locomoción humana.
El doctor Andy Ruina, director del equipo de la Universidad de Cornell, explica
que antes las máquinas no podían caminar sobre superficies planas,
sólo inclinadas. Ahora las investigaciones de las tres universidades
han demostrado que las clásicas máquinas de dinámica pasiva
no necesitan depender de la fuerza de gravedad. Estos nuevos robots llevan pequeños
motores para poder caminar sobre superficie llana.
Además, también a diferencia de aquellos — como el famoso robot
bípedo Asimo (de Honda) que tenía complejísimos algoritmos
de control que exigían mucha computación en tiempo real — las
máquinas de Cornell, MIT y Delft caminan sobre algoritmos de control
simples y no requieren compleja computación en tiempo real. Tienen sensores
para detectar contactos en el suelo y sus únicos comandos son señales
de on/off que emiten en cada paso.
Para reforzar la demostración de que el andar de estos nuevos robots
no depende de fuerza mecánica sino electrónica, el robot de Delft
tiene un balde azul por cabeza y el de Cornell lleva un pájaro de plástico
anaranjado pegado a la suya. “Todo esto sugiere”, explicó el
doctor Ruina, “que el andar humano podría requerir controles bastante
simples”.