Las conexiones de quinta generación prometen más velocidad, menos demoras, respuestas casi instantáneas, nuevas oportunidades y aplicaciones para empresas y particulares. ¿Por qué, entonces, se demora tanto en difundirse en la vida cotidiana? Para dar una respuesta corta y simple: Porque Estados Unidos, que va muy a la zaga con respecto a China, asusta a los países diciendo que si usan tecnología Huawei (la empresa china que la incorpora) tendrán al estado chino espiando sus actividades y robando información.
El panorama está teñido de temores de seguridad nacional y la futura ventaja competitiva. Las pujas internacionales sobre los estándares para la tecnología 5G no obedecen solo a quién tiene más velocidad o más eficiencia. Reflejan más que nada los conflictos políticos entre Estados Unidos y China — y en menor grado, Europa – sobre cómo se va a desarrollar y utilizar la futura tecnología.
La expansión de esa tecnología – que ha sido calificada como esencial para el progreso económico – también adquirió importancia porque las viejas redes van a desaparecer. En Gran Bretaña Vodafone y EE se proponen dar de baja a las redes 3G para 2023.
Pero los estándares que se fijen para la red de próxima generación — quién los decide y cómo se van a aplicar – será algo tan importante para la seguridad nacional y la seguridad individual como la geopolítica del despliegue de equipamiento por el mundo.
“Los acuerdos de arquitectura técnica son acuerdos de poder”, dice Laura DeNardis, profesora de comunicación en la American University de Washington DC y especializada en gobierno de Internet e Infraestructura.
La primera víctima de la guerra
Hasta ahora, la víctima evidente de la lucha por el poder ha sido Huawei, la compañía china de tecnología. El gobierno británico le prohibió la entrega de equipamientos en el país después de 2021. Eso dio un fuerte golpe a sus ingresos.
Pero Beijing ha sido muy prolífico en sus esfuerzos por fijar la agenda de 5G, un método en abierto desafío a los esfuerzos de Estados Unidos por poner a la tecnología china en la lista negra.
DeNardis dice que una área donde es vital fijar estándares es la llamada “Internet de las Cosas”, redes donde todo tipo de dispositivos están conectados entre sí.
“La Internet ya pasó de ser algo para conectar personas. Implica comunicaciones y controles para cosas conectadas”·, dice. La Internet de las Cosas ya superó la etapa de hogares donde se pueden encender las luces o la cafetera desde el celular. Se están popularizando las ciudades inteligentes altamente conectadas, y eso genera debates sobre las medidas que habría que tomar para controlar el uso de tecnologías como el reconocimiento facial.
Las ciudades inteligentes también plantean problemas de seguridad, personal y de estándares. Un informe publicado en 2020 y financiado por el gobierno australiano encontró que el centro de datos construido por Huawei en Papua Nueva Guinea presentaba serias vulnerabilidades de seguridad.
Europa pretende tener una participación en el establecimiento de estándares de conectividad. Poner disponibilidad de 5G en todas partes, y fijar los estándares para la tecnología son temas que figuran en los “Principios para la década Digital” que publicó la Unión Europea en enero de este año.
Pero los estándares 5G no son solamente un tema de geopolítica internacional, señala DeNardis añadiendo la cuestión de la disrupción de vuelos internacionales en Estados Unidos. En enero las principales aerolíneas norteamericanas advirtieron que la inminente introducción de 5G es un peligro pues interfiere con los equipos necesarias para los despegues y aterrizajes. “En una sociedad avanzada”, dice, “el tema de la colocación de antenas 5G no debería llegar a la prensa ni a las redes sociales . Eso es algo que se debería dirimir en la trastienda. Al hacerse público, se alimenta la desconfianza de la gente en la tecnología 5G.”
Pero mientras continúa el debate por los estándares de 5G, ya se está desarrollando su sucesora: la tecnología 6G. La competencia se calienta.