Pacto inalámbrico

Hewlett-Packard cerró un acuerdo trienal de investigaciones con DoCoMo, desprendimiento celular del grupo NTT. Objetivo: la estructura para una red inalámbrica cuya eventual capacidad sea tal que ni valga la pena medirla.

27 febrero, 2002

En japonés docomo significa “en cualquier lado”.

La firma japonesa es el máximo proveedor mundial en materia de Internet móvil. En Japón, alrededor de 72% de los celulares está conectado en forma permanente a la Red, proporción que no sube de 6% en Estados Unidos. Por ende, la cúpula de H-P estima que, si pudiese ofrecer al consumidor norteamericano un paquete atractivo (video, datos, gráficos y voz en banda ancha y alta velocidad) que llegue a todas partes –esquinas, estaciones de tren, subte y ómnibus, playas, áreas remotas-, captaría clientes a montones.

El problema es armar semejante red inalámbrica. Cualquier compañía de telecomunicaciones (telco, en la jerga) debería invertir miles de millones para convertir un sistema celular de banda angosta en uno de banda ancha. Y ni hablar de ultraancha. No se trata sólo de mejorar o actualizar, porque los actuales dispositivos telefónicos e inalámbricos en EE.UU. marchan a apenas 9.600 bitrios/segundo; o sea, menos de un quinto de la velocidad promedio en un módem de mesa que ni siquiera puede aspirar a la banda ancha.

La velocidad de una PC tiene que cuadruplicarse para lograr acceso instantáneo a la Red o mostrar videos con calidad cinematográfica.

Además, el protocolo o técnica de aplicación inalámbrica (WAP) que conecta los dispositivos actuales a Internet apenas alcanza unos pocos cientos de sitios en versión blanco y negro, cuya pobre calidad se ha planificado deliberadamente para visores chicos. Así, la batería publicitaria de Sprint, AT&T, Palm o Kyocera, con sus mágicos aparatitos “inteligentes” o “astutos”, sólo aumenta la frustración del usuario ante esta “web inalámbrica” tan embrionaria.

En japonés docomo significa “en cualquier lado”.

La firma japonesa es el máximo proveedor mundial en materia de Internet móvil. En Japón, alrededor de 72% de los celulares está conectado en forma permanente a la Red, proporción que no sube de 6% en Estados Unidos. Por ende, la cúpula de H-P estima que, si pudiese ofrecer al consumidor norteamericano un paquete atractivo (video, datos, gráficos y voz en banda ancha y alta velocidad) que llegue a todas partes –esquinas, estaciones de tren, subte y ómnibus, playas, áreas remotas-, captaría clientes a montones.

El problema es armar semejante red inalámbrica. Cualquier compañía de telecomunicaciones (telco, en la jerga) debería invertir miles de millones para convertir un sistema celular de banda angosta en uno de banda ancha. Y ni hablar de ultraancha. No se trata sólo de mejorar o actualizar, porque los actuales dispositivos telefónicos e inalámbricos en EE.UU. marchan a apenas 9.600 bitrios/segundo; o sea, menos de un quinto de la velocidad promedio en un módem de mesa que ni siquiera puede aspirar a la banda ancha.

La velocidad de una PC tiene que cuadruplicarse para lograr acceso instantáneo a la Red o mostrar videos con calidad cinematográfica.

Además, el protocolo o técnica de aplicación inalámbrica (WAP) que conecta los dispositivos actuales a Internet apenas alcanza unos pocos cientos de sitios en versión blanco y negro, cuya pobre calidad se ha planificado deliberadamente para visores chicos. Así, la batería publicitaria de Sprint, AT&T, Palm o Kyocera, con sus mágicos aparatitos “inteligentes” o “astutos”, sólo aumenta la frustración del usuario ante esta “web inalámbrica” tan embrionaria.

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