Otro avance hacia la vida artificial

Investigadores de la Universidad Rockefeller (Estados Unidos) están dando los primeros pasos en el esfuerzo por lograr una forma de vida artificial.

4 enero, 2005

Crearon pequeñas vesículas sintéticas que, por su capacidad de procesar genes, se asemejan a una forma básica de célula biológica.

Las partes de lo que denominan “biorreactores vesiculares” provienen de diversas formas de vida. Sus paredes, suaves, están hechas de moléculas grasas tomadas de clara de huevo. El contenido de la célula en sí está hecho de un extracto de tripa del insecto E. Coli, al que se le quitó todo su material genético. Al agregarle genes, el fluido celular empezó a producir proteínas como lo haría una célula normal.

El primer ensayo se hizo con el gen de una proteína fluorescente verde tomada de una especie de medusa. La fluorescencia de la proteína mostraba que los genes estaban siendo transferidos.

Con un segundo gen, proveniente de la bacteria Staphylococcus aureus, los investigadores lograron que sus células crearan pequeños poros en sus paredes. Eso permitió que los nutrientes en la “sopa” que las rodeaba entraran de manera que las células pudieran funcionar, en algunos casos, varios días.

Albert Libchaber, líder del proyecto, aclara que estos biorreactores no están vivos sino que simplemente realizan pequeñas reacciones químicas que también se reproducen en fluidos biológicos libres de células.

El nuevo campo que realiza este tipo de investigaciones se llama “biología sintética” y su objetivo es rediseñar, o crear desde cero, organismos enteros.

El bioempresario Craig Venter, quien encabezó la iniciativa comercial para decodificar el genoma humano, ahora está intentando reducir el contenido genético de una bacteria a lo mínimo necesario para sobrevivir.

La esperanza de Albert Libchaber es avanzar hacia un organismo sintético mínimo, con una pared celular diseñada y una mezcla de circuitos genéticos que le permitirían mantenerse, por sí mismo, como una célula viviente.

Según Libchaber no hay peligro en los experimentos. No sólo las células son artificiales sino que sólo pueden funcionar en el cultivo de nutrientes que él les suministra.

Los detalles del trabajo de Libchaber con Vincent Noireaux han sido publicados por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Las investigaciones han provocado todo un debate de corte filosófico y ético sobre el significado de la vida natural.

Crearon pequeñas vesículas sintéticas que, por su capacidad de procesar genes, se asemejan a una forma básica de célula biológica.

Las partes de lo que denominan “biorreactores vesiculares” provienen de diversas formas de vida. Sus paredes, suaves, están hechas de moléculas grasas tomadas de clara de huevo. El contenido de la célula en sí está hecho de un extracto de tripa del insecto E. Coli, al que se le quitó todo su material genético. Al agregarle genes, el fluido celular empezó a producir proteínas como lo haría una célula normal.

El primer ensayo se hizo con el gen de una proteína fluorescente verde tomada de una especie de medusa. La fluorescencia de la proteína mostraba que los genes estaban siendo transferidos.

Con un segundo gen, proveniente de la bacteria Staphylococcus aureus, los investigadores lograron que sus células crearan pequeños poros en sus paredes. Eso permitió que los nutrientes en la “sopa” que las rodeaba entraran de manera que las células pudieran funcionar, en algunos casos, varios días.

Albert Libchaber, líder del proyecto, aclara que estos biorreactores no están vivos sino que simplemente realizan pequeñas reacciones químicas que también se reproducen en fluidos biológicos libres de células.

El nuevo campo que realiza este tipo de investigaciones se llama “biología sintética” y su objetivo es rediseñar, o crear desde cero, organismos enteros.

El bioempresario Craig Venter, quien encabezó la iniciativa comercial para decodificar el genoma humano, ahora está intentando reducir el contenido genético de una bacteria a lo mínimo necesario para sobrevivir.

La esperanza de Albert Libchaber es avanzar hacia un organismo sintético mínimo, con una pared celular diseñada y una mezcla de circuitos genéticos que le permitirían mantenerse, por sí mismo, como una célula viviente.

Según Libchaber no hay peligro en los experimentos. No sólo las células son artificiales sino que sólo pueden funcionar en el cultivo de nutrientes que él les suministra.

Los detalles del trabajo de Libchaber con Vincent Noireaux han sido publicados por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Las investigaciones han provocado todo un debate de corte filosófico y ético sobre el significado de la vida natural.

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