Hace muchos años ya que se habla de la posibilidad de que los robots roben empleos. Eso está mal. Los robots realizan tareas y un empleo consta siempre de una multitud de tareas diferentes. De manera que los robots no van a quitar empleos, pero los van a cambiar profundamente.
Gran parte de la literatura reciente argumenta que los robots son insuperables para realizar las tareas rutinarias y que todavía muchas de las otras quedan reservadas a los seres humanos.
En el libro titulado A World Without Work Daniel Susskind argumenta que la definición de lo que es una tarea rutinaria es cada vez más borrosa. Cada vez más los robots realizan tareas que de rutinarias tienen poco. Queda entonces la pregunta: ¿Los robots van a tomar todos los empleos humanos en la década que se inicia? No. Pero esa no es la pregunta que hay que formular. Las máquinas se dedican exclusivamente a realizar tareas y las personas reorganizan los empleos de acuerdo con eso. El resultado es que se gana en productividad.
Pero hay buenas razones para creer, dice Susskind en su libro, que esas reorganizaciones serán dolorosas en la próxima década y que algunas personas quedarán incapacitadas permanentemente para contribuir económicamente en la forma que suponían o esperaban.
Por encima de todo, concluye el libro, las instituciones políticas no podrán adaptarse al desafío.