Ocurre con esto lo que desde hace mucho tiempo viene ocurriendo con la difusión en la prensa general de tantos artículos sobre medicina y salud. Nosotros, los personajes de a pie, no somos médicos ni estamos en condiciones de interpretar correctamente cierta información. Apenas conocemos las mediciones “que deberían ser las normales”. Cualquier otra cosa se nos escapa. Los artículos periodísticos, y ahora los aparatitos medidores de cada vez más cosas, nos dan la información imprescindible y alto más. Resultado: nervios.
A la tradicional hipocondría, que es una afección caracterizada por preocupación constante y angustiosa por la salud, se agrega ahora la cibercondría, la nueva forma de ansiedad introducida por la Internet de las Cosas.
La sed que tenemos por información sobre nuestra salud es enorme y el mercado responde con cada vez más dispositivos que miden el funcionamiento de nuestro organismo. El resultado era esperable, aumento de la ansiedad. Pero además toda esa información recogida genera también debates sobre privacidad , control, almacenamiento de la información y sus efectos sobre el mercado de las proveedoras de seguros de salud.
Al final vamos a terminar diciendo como aquel periodista que, en el proceso de escribir una historia, dijo fastidiado: “No me molesten con más información”.