Pero los fabricantes observan que a la gente que se obsesiona con las enfermedades, esa herramienta les aumenta la ansiedad.
Esto plantea preocupaciones éticas. Hay muchas de esas personas y son clientes convenientes porque son una fuente de ingresos, pero tal vez sería mejor sugerirles que busque ayuda psicológica en lugar de tantas consultas médicas.
En otro plano, las aplicaciones permiten que los usuarios controlen su presión, su corazón, su nivel de glucemia y todos los datos vitales que indican salud estable. Pero esas mismas herramientas, en manos de obsesivos, pueden convertirse en arma de doble filo y en lugar de darles tranquilidad los hacen vivir tensionados.
Los datos médicos los deberían seguir controlando los médicos, que son quienes conocen lo suficiente como para poder interpretarlos con relación a muchos otros factores relacionados. Un lego lee sin interpretar, y cuando no entiende, se preocupa.