Igual que el modelo T de Ford, que debutó en 1908, los autos de hoy tienen cuatro ruedas, un volante y asientos. A Henry Ford no lo costaría mucho sentarse al volante de un auto actual, pero quedaría totalmente desconcertado con la tecnología bajo el capó, estiman Matthew Claudel y Carlo Ratti en un trabajo que publica la consultora McKinsey.
Los autos de hoy son, en muchos sentidos, computadoras de alto desempeño que corren a 100 km por hora. La digitalización del automóvil ha llevado a importantes transformaciones, pero la era de las redes apenas comienza a vislumbrar el potencial de un producto único: el auto sin chofer.
Gracias al advenimiento de la computación ubicua, distintas formas de tecnología semiautónoma, como el control de crucero con capacidad de adaptación, el estacionamiento paralelo automático y las advertencia de choche, ya están suficientemente difundidas.
Es cierto, ya existen los autos totalmente autónomos. Varios fabricantes, entre los que se incluyen BMW, Ford, GM, Toyota y Volkswagen, han integrado esos sistemas a sus flotas y esperan comenzar a vender autos “Premium” con diferentes grados de autonomía ya en 2016. El MIT ha trabajado con investigadores locales en Singapur para hacer un prototipo y google lo está usando ya en California. Si bien todavía no se puede comprar así nomás un auto totalmente autónomo, la autonomía, en cierto sentido, el próximo paso en una evolución continua.
Los autos y la ciudad
¿Pero cuál es el sentido de un auto que no necesita del conductor? ¿Hay algún importante beneficio más allá de poder mandar mensajes de texto sin culpa mientras vamos al trabajo? La respuesta, dicen los autores, está en las grandes tendencias que van hacia transformaciones sociales y urbanas. En los últimos 20 años, las herramientas digitales cambiaron la forma en que la gente se encuentra, accede al conocimiento y navega—todo eso montado sobre redes, sensores, comunicación móvil e información en tiempo real. Esas tecnologías solo están comenzando a entrar en el espacio urbano. En efecto, cada vez más inteligencia está bañando nuestras ciudades. Ya es posible recolectar información en tiempo real, sin interrupciones, en todas las dimensiones de la vida urbana. HubCab, por ejemplo, es una visualización interactiva basada en la web que observa cómo conectan la ciudad de Nueva York los 170 millones anuales de viajes en taxi.
Una tendencia paralela encontramos en el automóvil: los autos recogen información sobre los pasajeros y sobre el medio ambiente. Los sistemas dentro del auto pueden detectar si el conductor tiene sueño y hay sensores que pueden medir el nivel de estrés de quien está manejando. Fuera del auto, hay radares, cámaras y escáners láser que pueden “leer” la calle o la ruta y así responder. Los autos autónomos están en la intersección de estas dos líneas de desarrollo, beneficiándose de los avances en el interior del auto y en la calle.
Los investigadores en el MIT SENSEable City Laboratory están interesados en las consecuencias urbanas de la tecnología autónoma. Los vehículos sin chofer tendrán un impacto impresionante en la vida urbana cuando comiencen a desdibujar la línea divisoria entre modos de transporte privado y público. “Tu” auto podría llevarte al trabajo a la mañana y luego llevar a alguien más de la familia o, para el caso, a cualquiera: después de dejarte en tu destino no se queda parado sin hacer nada en el estacionamiento durante, digamos 20 horas al día. Al combinar la posibilidad de compartir un auto, especialmente en una ciudad como Nueva York, la investigación del MIT ha demostrado que sería posible llevar a cada pasajero a su destino a la hora que tienen que estar allí, con 80% menos de autos.
Sacar de las calles cuatro de cada cinco autos tiene consecuencias impresionantes para las ciudades desde el punto de vista del ambiente, tránsito, eficiencia y hasta estacionamiento. En la mayoría de las ciudades, por ejemplo, el espacio designado a estacionamiento significa una enorme cantidad de terreno, que termina siendo inútil la mayor parte del día. Con menos autos, gran parte de este espacio quedaría libre para otros usos Semejante reducción en el número de autos también bajaría drásticamente y el costo (y el derivado consumo de energía) de construir caminos. Un estudio de ingeniería descubrió que la automatización podría cuadruplicar la capacidad en cualquier autopista. Y, claro, menos autos también podrían significar menos ruido y menos impacto ambiental.
También pueden optimizarse algorítmicamente los patrones de manejo de los autos individuales. Como los vehículos autónomos no se pierden, cran menos congestión y acortan los tiempos de viaje. Lo que es más importante, también harían más seguras las calles y rutas: más de 30.000 personas mueren al año en Estados Unidos en accidentes de tránsito y 1,2 millones en el mundo.
Obstáculos
Uno de los grandes desafíos del futuro sin chofer es la logística y la legislación. En especial los seguros, plantean interrogantes: cuando en un accidente hay involucrado un auto sin nadie que lo maneje, ¿quién tiene la responsabilidad? La aceptación social es otro componente importante: ¿los conductores están dispuestos a sacar las manos del volante?
Un tercer desafío es la seguridad digital. Todos sabemos de los virus, pero el tema es qué hacer si alguien hackea un auto autónomo y cambia el pedal del acelerador por el pedal de freno o, todavía peor, cr4ea un caos en las intersecciones.
Como ha ocurrido siempre, estiman los investigadores, la tecnología seguirá su camino y ninguno de esos problemas es insoluble. En este momento, la transición está lista para ocurrir, pero varias cosas deberán ordenarse en los próximos años, específicamente fuera del auto, para preparar el avance.
En este momento, unos poquísimos (menos de 6) estados norteamericanos permiten los vehículos autónomos en sus rutas, pero ya hay muchos (y también países) que comienzan a considerar la cuestión. El gobierno federal está trabajando en la creación de una política nacional para el futuro desarrollo, pero avanza lentamente.
Es muy probable que el auto autónomo se comience a usar en forma gradual, primero, convirtiendo en estándar más funciones semiautónomas, como el GPS, luego pasando a los sistemas que permiten a los conductores elegir entre sacar las manos del volante en ciertas situaciones (como congestión de tráfico o estacionar) y finalmente los vehículos totalmente autónomos.
Desde el punto de vista tecnológico, el auto sin chofer ya llegó: la tarea mayor será que lo adopten las ciudades. A medida que la tecnología madure una cosa es segura: los desafíos de movilidad del mundo se solucionarán con silicio más que con asfalto.