La revolución tecnológica que produjo el siglo 20 estuvo inspirada por la Segunda Guerra Mundial. La física y la ingeniería se combinaron para producir energía atómica, cohetes, aviones y muchas otras cosas que revolucionarían el mundo. Si bien esas investigaciones terminaron siendo adaptadass para uso civil, el trabajo había sido financiado por los gobiernos al servicio de la violencia.
Hoy el mundo se encuentra otra vez a las puertas de una explosión innovadora, pero con algunas diferencias. Según el libro The Age of Living Machines, escrito por la doctora Susan Hockfield, presidente emérita del Massachusetts Institute of Technology, la próxima revolución tecnológica no la presidirán los físicos sino los biólogos y esta vez no estará motivada por el peligro de la guerra sino la promesa de la paz.
Cita, por ejemplo, el caso de las baterías que usan material biológico para almacenar energía. la idea de una batería orgánica que produce minimos desechos tóxicos fue propuesta por primera vea por Angela Belcher eb 1999 cuando era profesora junior de química en la Universidad de Texas en Austin. En aquel momento sus colegas opinaron que la teoría era una locura. Hoy, Belcher maneja el laboratorio del MIT que cultiva baterías naturales a partir de virus diseñados especialmente para resolver el problema de almacenar energía de manera limpia y compacta.
El libro plantea que este tipo de trabajo interdisciplinario, y especialmente la convergencia de biología e ingeniería, dará soluciones a las grandes crisis que acosan a la humanidad: escasez de energía, agua, medicina y alimentos.
La crisis del agua es presentada en el libro como uno de los mayores peligros para la salud y el bienestar de las humanidad. Solo 5% del agua del planeta es potable. Urge, entonces, convertir las fuentes actuales en líquido apto para el consumo, algo que hasta el siglo 20 era impensable. Hoy la respuesta podría encontrarse en una diminuta proteína generada por el cuerpo humano, desconocida hasta 1990.
Durante mucho tiempo a la comunidad científica les intrigó la forma en que el agua viaja de una célula a otra en el cuerpo humano. Parecía haber un canal que permitía que solo el agua permeara las membranas de las células; como si hubiera algún tipo de filtro. Pero el misterioso método de filtrado siguió sin ser identificado durante mucho tiempo.
A finales de los 80, un físico investigador llamado Peter Agre del Johns Hopkins University Medical Center hizo un descubrimiento importante. Mientras se encontraba trabajando en otro problema descubrió una proteína que parecía funcionar como un canal de agua para las células. Identificó las cadenas específicas de ADN que codificaban esa proteína misteriosa y las copió. Luego las inyectó en otras célula. Con esa inyección de proteína, obtuvo canales que transportaban agua atravesando las membranas de las células. A esa proteína transportadora de agua la llamó “aquaporin”.
Desde el año 2000 los investigadores trabajan en un método para convertir aquaporin en una herramienta para la purificación masiva del agua.
Actualmente, en China y Dinamarca trabajan para crear un sistema de filtrado para el agua hogareña que use membranas a base de proteínas. Aquaporin A/S, es una compañía danesa que ya está desarrollando métodos de potabilizaicón del agua con esas proteínas que está trabajando en la creación de enormes filtros hechos con material orgánico para permitir a los agricultores y productores industriales reusar el agua.
Hockfield dice en su libro que el descubrimiento de la proteína aquaporin y su transformación en una herramienta de usos industriales no habría sido posible sin mentes imaginativas que combinen disciplinas. Y esos resultados deben ser convertidos en herramientas industriales con visión de largo plazo e interés en la humanidad.
Para desarrollar la biotecnología que pueda superar los desafíos del futuro, los gobiernos de todo el mundo tendrán que incentivar esta visión de largo plazo para la inversión y comprometerse a financiar la investigación pacífica.
Quien quiera que desee liderar en la próxima revolución biotecnológica deberá comprometerse con un método creativo de investigación interdisciplinaria desde ahora. Hockfield cree que la mejor opción para sobrevivir como raza humana está en la convergencia científica.
“Si entendemos el potencial de la biotecnología, seamos científicos o no, nos daremos cuenta de que la naturaleza misma puede ayudarnos a resolver los problemas que enfrentamos.”
Hockfield sugiere que un buen método para alentar la inversión privada serían los beneficios impositivos. También dice que la inmigración es uno de laso motores más poderosos para la innovación y advierte que limitar la entrada y los programas de intercambio, como siempre ha hecho Estados Unidos, afectará el trabajo de buscar innovaciones salvadoras.
Se pregunta si es posible inspirar a todas la naciones a inventar un nuevo camino que reduzca los peligros de ahogarnos en los mares, de morirnos de sed por falta de agua potable, de morir prematuramente de enfermedades no diagnosticadas y no tratadas, de vivir impedidos por discapacidades y de sufri inestabilidad política precipitada por la falta de acceso a los alimentos .
La respuesta para ella es afirmativa.