Los nuevos términos y condiciones para los desarrolladores de aplicaciones del dispositivo Glass de Google prometen poner patas para arriba el modelo de negocios que hasta ahora impera en los teléfonos inteligentes: no podrán incluir ni publicidades de terceros ni podrán cobrar por vender sus productos en Google Play.
La noticia es importante ya que Google ha empezado a producir el producto, que cuenta con una cámara de 5 megapixeles y controles de voz, para que los desarrolladores puedan jugar con él e inventar aplicaciones que atraigan a los consumidores al dispositivo.
Los desarrolladores están ansiosos, demás está decir, y luego del anuncio acerca de especificaciones del producto, lo están aún más. Aparentemente contará con una estructura que permitirá al usuario escuchar música sin necesidad de usar auriculares gracias a la tecnología de olas de sonido. También contará con una batería de larga duración que promete mantener al usuario conectado durante todo el día. Sus 16 GB de espacio permitirán almacenar audio y video y navegar con facilidad; además, podrá conectarse via Bluetooth y Wi-fi a otros dispositivos.
Pero no son los desarrolladores el colectivo al que Google debe temer más, si busca comercializar su producto. Un grupo activista llamado Stop The Cyborgs escribió recientemente que buscan que las personas “piensen qué límites debe tener la tecnología y busquen activamente soluciones y no que acepten, con fatalidad, la dirección que impulsan las empresas más innovadoras”. Para ellos Glass no será el producto más innovador de la historia sino, lamentablemente, el más controversial.
Para los desarrolladores, al menos, la controversia sobre el producto se centra en cómo harán dinero si no pueden cobrar por sus aplicaciones ni habilitar publicidad de terceros.
