En biotecnología, percibir nexos remotos es una clave

Durante años, Bose Corporation (equipos de audio) se dedicó a un problema nada relacionado con el sonido: mejorar la suspensión de los autos. Fue el caso piloto de una nueva tendencia.

22 agosto, 2006

El fundador, Amar Bose, sospechaba que su experiencia en acústica podría permitir a un coche sortear baches y lomos de burro. Así, en 2004, presentó una suspensión que desechaba los aditivos convencionales, en favor de bobinas y carretes de alto voltaje. Ahora, negocia con automotrices. Esto ejemplifica un método llamado “puenteo de conocimientos”.

Vale decir, tomar habilidades de un campo y aplicarlas a otro totalmente distinto, creando productos o servicios sin precedentes. Un reciente estudio aplica la idea a un sector promisorio: la biotecnología.

Ahí está el caso de la universidad de Stanford, donde se inició y se patentó la tecnología para recombinar cadenas de ácido desoxirribonucleico (ADN). La entidad ha licenciado a muchas firma y su conjunto constituye un laboratorio único. A su vez, las franquiciadas son intensivas en tecnología y generan patentes propias que citan a las básicas y se citan entre sí.

Entretanto, los “puenteadores de conocimiento” contratan investigadores provenientes de muchas áreas. También entran en alianzas o trabajan con inversores de riesgo, un grupo que tiene todo tipo de contactos, pues vinculan las empresas en sus carteras a recursos de terceros y mercados laborales centrados en ciencia, técnica e innovación.

Luego de hacer números, los investigadores concluyen que el puenteo de conocimientos es una aventura rentable. Por ejemplo, en el sector farmoquímico –al cual pertenece la biotecnología-, un amplio grupo de emprendedores tienen mejores posibilidades que otros en cuanto a obtener aprobación de la Food & drug Administration norteamericana. Por lo mismo, consiguen más fondos vía ofertas públicas iniciales que quienes no “ven” los nexos entre áreas dispares.

Detectar esa aptitud de atraer capital de riesgo no es fácil, aunque existan pilas de estudios al respecto. Un trabajo de Wharton ofrece algunos indicios de sesgo “antiintuitivo”, al señalar que buscar ese capital les insume tiempo y energías a los managers, impidiéndoles percibir nexos entre conocimientos dispares. Otro problema es que enfocarse en desarrollar, fabricar y vender productos suele hacer que una firma deje de privilegiar el tipo de investigación que genera patentes.

Las compañías analizadas en aquel estudio fomentan efectivamente puentes entre áreas diversas, pero no sin riegos. A menudo, gente de formación heterogénea no se complementa bien y no depara idea ni resultados positivos. Los “puentes” exigen bastante más que reclutar cerebros en una amplia gama de campos. También es necesario crear una especie de “cámaras compensadoras”, donde se intercambien ideas, sugerencias y proyectos.

El fundador, Amar Bose, sospechaba que su experiencia en acústica podría permitir a un coche sortear baches y lomos de burro. Así, en 2004, presentó una suspensión que desechaba los aditivos convencionales, en favor de bobinas y carretes de alto voltaje. Ahora, negocia con automotrices. Esto ejemplifica un método llamado “puenteo de conocimientos”.

Vale decir, tomar habilidades de un campo y aplicarlas a otro totalmente distinto, creando productos o servicios sin precedentes. Un reciente estudio aplica la idea a un sector promisorio: la biotecnología.

Ahí está el caso de la universidad de Stanford, donde se inició y se patentó la tecnología para recombinar cadenas de ácido desoxirribonucleico (ADN). La entidad ha licenciado a muchas firma y su conjunto constituye un laboratorio único. A su vez, las franquiciadas son intensivas en tecnología y generan patentes propias que citan a las básicas y se citan entre sí.

Entretanto, los “puenteadores de conocimiento” contratan investigadores provenientes de muchas áreas. También entran en alianzas o trabajan con inversores de riesgo, un grupo que tiene todo tipo de contactos, pues vinculan las empresas en sus carteras a recursos de terceros y mercados laborales centrados en ciencia, técnica e innovación.

Luego de hacer números, los investigadores concluyen que el puenteo de conocimientos es una aventura rentable. Por ejemplo, en el sector farmoquímico –al cual pertenece la biotecnología-, un amplio grupo de emprendedores tienen mejores posibilidades que otros en cuanto a obtener aprobación de la Food & drug Administration norteamericana. Por lo mismo, consiguen más fondos vía ofertas públicas iniciales que quienes no “ven” los nexos entre áreas dispares.

Detectar esa aptitud de atraer capital de riesgo no es fácil, aunque existan pilas de estudios al respecto. Un trabajo de Wharton ofrece algunos indicios de sesgo “antiintuitivo”, al señalar que buscar ese capital les insume tiempo y energías a los managers, impidiéndoles percibir nexos entre conocimientos dispares. Otro problema es que enfocarse en desarrollar, fabricar y vender productos suele hacer que una firma deje de privilegiar el tipo de investigación que genera patentes.

Las compañías analizadas en aquel estudio fomentan efectivamente puentes entre áreas diversas, pero no sin riegos. A menudo, gente de formación heterogénea no se complementa bien y no depara idea ni resultados positivos. Los “puentes” exigen bastante más que reclutar cerebros en una amplia gama de campos. También es necesario crear una especie de “cámaras compensadoras”, donde se intercambien ideas, sugerencias y proyectos.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades