Por Michelle Madeline Cámara Mora (*)
En el momento en que se genera incertidumbre en la sociedad debemos establecer un marco laboral que reporte beneficios a todas las partes implicadas: ciudadanía, empresa y administración.
Podemos ver que, a lo largo de la historia, se ha anunciado en muchas ocasiones el fin del trabajo cuando lo que terminó sucediendo es que se modificó y adaptó a la realidad social y económica del momento. Es también lo que sucede ahora y lo que anuncia cambios sociales importantes.
Pero esto no es más que una tendencia acelerada: ya en 2016, el Foro Económico Mundial señaló que más de la mitad de las personas que estudiaban en ese momento terminarían trabajando en empleos que todavía no existían.
No es una sorpresa que el mercado laboral lleve una velocidad y capacidad de cambio muy superior a la educativa, dejando atrás la formación centrada en conocimientos y contenidos formativos rígidos. Las carreras profesionales que contemplen competencias vinculadas con la innovación y la capacidad de adaptación y sean capaces de operar en entornos digitales se alejarán de esa obsolescencia.
Polarización del trabajo
La tecnología será, sin duda, un nicho importante de nuevos trabajos y mejorará la calidad de algunos de los ya existentes, mientras que los trabajos que sean peligrosos o repetitivos se automatizarán. Pasaremos a un modelo polarizado en el que, por un lado, tendremos empleos más cualificados y, por el otro, empleos relacionados con actividades de servicio, con una necesidad baja o media de cualificación.
Dentro de los empleos cualificados podremos ver: analistas de seguridad de la información, especialistas en internet de las cosas (IoT) o especialistas en automatización de procesos, entre otros.
De la otra parte, los trabajos serán, por ejemplo, de ventas o de producción de contenidos. La tecnología será, sin duda, un nicho importante de nuevos trabajos y mejorará la calidad de los ya existentes.
Hombres y máquinas: nueva pareja laboral
En el informe de 2020 del Foro Económico Mundial sobre el futuro del trabajo se indica que, para 2025, unos 85 millones de puestos de trabajo pueden ser reemplazados por máquinas, pero que también surgirán 97 millones adaptados a esta nueva configuración máquina-humano. Así, más que establecer una limitación de puestos de trabajo, parece que realmente lo que cabe esperar es una auténtica transformación del sector laboral.
Con la incursión de las máquinas se automatizarán trabajos rutinarios, peligrosos o de aceleración de procesos y, en cambio, se generarán nuevos trabajos para su diseño, creación, manejo y supervisión. Por tanto, si la tendencia global es hacia la tecnologización, pensar que los informáticos deben insertarse en todos los sectores laborales es ilógico, tal y como estamos viendo en la actualidad.
Se están añadiendo competencias tecnológicas a las profesiones tradicionales para que sean capaces de operar en entornos digitales. Por ejemplo, un médico que puede operar con un robot, un policía que vigila a través de un dron o un comercio textil de barrio que es capaz de vender online.
En 2017, la consultora McKinsey & Company planteaba como escenario posible que, en 2030, entre 75 y 375 millones de trabajadores tengan que cambiar sus categorías profesionales. Para ello será necesario adquirir un mayor nivel educativo o desarrollar competencias sociales y emocionales de creatividad, pensamiento crítico, etcétera. En definitiva, habilidades difíciles de automatizar.
Esto se refleja también en otros informes, como el del Foro Económico Mundial de 2020, que indica que competencias como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la tolerancia al estrés, la resiliencia y la flexibilidad cobrarán enorme importancia para las empresas.
Este tipo de competencias dan ventaja a los trabajadores sobre la tecnología, ya que son necesarias para el desarrollo laboral y son fundamentalmente humanas y difíciles de replicar por las máquinas. Por tanto, son estas competencias las que debemos potenciar y no intentar imitar o ganar a la tecnología en tareas más automatizables. La mejora de competencias y el reciclaje profesional ganan importancia y se hacen fundamentales para la adaptación al nuevo cambio laboral.
No cambiaremos personas por robots
Nos encontramos ante la cuarta revolución industrial, que está transformando la sociedad y la economía mundial y se caracteriza por una tecnología más asequible y pequeña, un internet ubicuo, por la inteligencia artificial y el machine learning. Pero este escenario tan complejo, disruptivo y eminentemente tecnológico requiere, y requerirá, nuevos puestos de trabajo. Algunos ya existen (especialistas en inteligencia artificial, desarrolladores de plataformas de comercio electrónico), otros son difícilmente imaginables sin un estudio prospectivo.
La distribución de estos procesos de tecnologización no será homogénea ni sectorial ni geográficamente y, consecuentemente, tampoco lo será la de los puestos de trabajo. Más que robots reemplazando humanos, parece que la tendencia será que los humanos trabajen con robots. Dicho de otra manera: cambiaremos nuestra forma de trabajar.
Esta idea incluye nuestra forma de relacionarnos con el trabajo y nuestra consideración sobre el mismo. Otras tendencias globales, no necesariamente tecnológicas, incluyen el trabajo por proyectos, la orientación a resultados y la concienciación por el medioambiente, entre otras.
Los empleados son personas y sufren problemas humanos como el agotamiento o la frustración laboral. Esto puede llevar a tendencias de renuncia a puestos de trabajo, incluso en momentos de incertidumbre.
La única tendencia que parece constante en un escenario laboral cambiante es su clara vinculación con aquello de lo que se nutre: las personas.
En consecuencia, considerar individualmente nuestra proyección laboral, atendiendo a las megatendencias tecnológicas y sociales, nos situará en una mejor posición en el futuro mercado laboral. A su vez, los empresarios y responsables de recursos humanos deberán considerar estas megatendencias en la gestión de sus equipos asumiendo que, ante todo, son personas.
(*) Profesora del departamento de Criminología y Seguridad, Universidad Camilo José Cela