Para las grandes empresas energéticas de los países centrales el gran problema ahora es mantener a punto la seguridad de sus sistemas. Consideran que, al ser privadas, son el primer blanco de ataque de no solo criminales comunes sino también de gobiernos hostiles.
Hoy el complejo sistema energético es vulnerable a accidentes y a la intervención deliberada. Las cadenas de suministro que van de un país a otro, la apertura de la red a todos los niveles significa que todos los consumidores – particulares, empresas y todos los que dependen de la energía, como hospitales, cadenas de frío y transporte – todos son vulnerables a un ataque al servicio.
La compañía internacional de seguros Marsh & McLennan acaba de publicar un trabajo en el que explica los riesgos de esta situación y cómo se ven amplificados por las relaciones entre consumidores y proveedores de la industria, todas basadas en Internet.
Dicen allí que no hay datos confiables sobre las escala de los problemas sufridos hasta ahora porque las empresas tratan de no hablar mucho sobre los atropellos a sus sistemas de seguridad y mucho menos sobre cualquier pago que hayan hecho a los delincuentes. Pero, justamente por esa interrelación, incluso las compañías que se mantienen vigilantes en el control de sus sistemas, son vulnerables si algunos de sus socios no son tan celosos.