En los primeros días de la Internet comercial, allá por mediados de la década del 90, las compañías de plataformas tecnológicas insistían en imponer la idea de que ellas eran como la plaza del pueblo: conductos pasivos para las acciones de otros, facilitadores de una serie de actividades y pensamientos pero no responsables por ellos. La idea era que los emprendedores de garaje que iniciaban carteleras de mensajes, salas de chateo o motores de búsqueda no tenían ni habilitación legal ni económica para vigilar o hacerse responsables por las acciones de otros, que pedirles tal cosa significaría impedir el desarrollo de Internet.
Hoy todo ha cambiado. Hoy las poderosas compañías tecnológicas tienen el poder suficiente para despertarse una mañana y decidir que alguien no tenga derecho de acceso a Internet. No deberían tener ese poder, pero lo tienen. En Estados Unidos, al menos, se benefician con leyes que las tratan como especiales para permitirles sortear toda una serie de temas legales que cualquier otra compañía debe afrontar. Esto significa miles de millones de dólares en subsidios al negocio más poderoso del mundo, dice hoy Rana Foroohar en el Financial Times.
La gallina de los huevos de oro es una sección muy poco conocida de la legislación de la Federal Trade Commission. La Sección 230 de la Communications and Decency Act (CDA) fue redactada en 1996 para eximir a las compañías tecnológicas de responsabilidad sobre casi todo tipo de contenido ilegal o acciones perpetradas por sus usuarios . En los últimos años la industria tecnológica ha destinado una increíble cantidad de dinero y esfuerzo para mantener la sección 230 como garantía de impunidad.
Pero esa ley ahora se ve atacada por políticos poderosos. El 1 de agosto un grupo de senadores demócratas y republicanos , presentó un proyecto para crear un agregado a la sección 230 para las firmas tecnológicas que, a sabiendas, facilitan el tráfico sexual. Esto fue impulsado por el horro que provocó la noticia de backpage.com, una firma que creó activamente una plataforma para el tráfico sexual online, para su propio beneficio.
Todos, a excepción de las grandes firmas tecnológicas, avalan este proyecto. Pero a los grandes grupos les preocupa que se abra una caja de Pandora de problemas legales para ellas. “Toda la industria de Internet quiere terminar con el tráfico sexual, pero hay formas de hacerlo sin enmendar una ley fundacional para legitimar los servicios de Internet”.
Big Tech se sigue presentando a sí misma como la plaza del pueblo mientras habla del camino resbaloso de la censura.
Pero la industria no tiene ni la capacidad ni el derecho de seguir auto vigilándose. En un mundo donde Big Tech tiene el poder de agitar las llamas del “lenguaje del odio” y las noticias falsas, y también de eliminarlos cuando y donde decide, la ley de 1996 que las regimenta ha quedado obsoleta. Es evidente que Internet se ha convertido en un lugar totalmente diferente y necesita nuevas leyes.