Batallas judiciales por marcas y patentes en Internet

La propiedad intelectual pura no parece apta para amparar el nuevo software y sus aplicaciones en la Red. Los derechos del inventor informático no son claron en ningún país, faltan precedentes y las leyes son anacrónicas.

4 diciembre, 2002

La Patents & Trade Office (PTO) norteamericana, que funciona en el
departamento federal de Comercio, actualmente procesa cada año unas 2.500
solicitudes de patentes relativas al "software para métodos comerciales",
contra poco más de 300 a mediados de la década pasada. Según
Comercio, la PTO recibe en total más de 33.500 presentaciones anuales para
marcas registradas.

En los comienzos de la era informática la PTO mezquinaba patentes sobre
software, sosteniendo que los programas representan cadenas de instrucciones
y lo mismo ocurre cualquier manual de mecánica. Este temperamento fue
dado vuelta en un fallo de 1998 (State Street Bank&Trust vs. Signature
Financial Group
), por el cual los métodos del comercio electrónico
son patentables. Hasta entonces, los jueces estadounidenses ubicaban estos conjuntos
de instrucciones al amparo de derechos de autor y no de patentes.

Hay derechos y derechos…

Los derechos de autor se refieren a una idea o un texto en tanto se manifiesten
vía soporte físico. En general, los marcos jurídicos canónicos
como el argentino o el brasileño -asociados al Código Napoleónico-
suelen ser más específicos. En otras palabras, las leyes amparan
nuevos productos o procedimientos que impliquen inventiva y sean industrialmente
útiles. De ahí que algunos jurisconsultos vean más factible
patentar ideas informáticas locales en Estados Unidos.

Puesto negro sobre blanco, en la Argentina el software se protege como
obra y, por consiguiente, propiedad intelectual; igual que un libro. No existe
copyright sobre las ideas por sí mismas, déficit
que siempre se ha notado el universo de los medios. En realidad, ya hay precedentes
negativos, entre ellos un fallo que impidió patentar un software para
apuestas esgrimiendo fundamentos perfectamente aplicables al comercio electrónico.

Más aún, la legislación local de patentes impide taxativamente
registrar programas de computación, porque no los considera inventos.
Por el contrario, el software está protegido en la vieja ley 11.723 modificada
vía la 25.036, que extiende la propiedad intelectual a los programas
informáticos. Pero, como se ha señalado, el problema es que estas
normas no hacen a la idea abstracta, sino a su expresión tangible, factor
que restringe la protección de los programas de computación a
sus soportes.

Ahora bien, la práctica reciente parece apuntar en dirección
contraria al canon doctrinario. La administración nacional de Patentes
ha aceptado registrar métodos o procesos de computación en casos
donde el software no sea una automatización de procesos industriales
conocidos o la operación dependa claramente del método o el proceso.
Pero, en el mejor estilo latino, la ANP afirma no estar patentando software….

Allá tampoco es fácil

Bien vistas, las características proteicas y la innovación permanente,
claves del e-business, multiplican los problemas jurídicos. Así,
el remate invertido (reverse auction) provocó una batalla judicial entre
Priceline.com -tiene la patente- y Microsoft, cuyos clientes pueden fijar precios
de hoteles usando el sitio turístico Expedia.com.

Los expertos esperan fallo favorable al dueño de la marca, aunque no
siempre sea así.
Por ejemplo, un jurado (no ya el juez) dictaminó en 1997 que Adobe Systems-Photoshop
no infringían cinco patentes de software, propiedad de Quantel. El tribunal,
pues, rebotó un pedido de indemnización por US$ 138 millones.
¿Por qué? Simple: porque los peritos judiciales se atuvieron a
una interpretación "histórica": Priceline.com no había
demostrado que sus patentes eran originales, útiles y no obvias, al menos
en lo tocante a los servicios ofrecidos por Microsoft. Para mayor abundancia,
esta firma podría a su vez hacer invalidar las patentes de Quantel produciendo
-en el mejor estilo Perry Mason- una sola evidencia de "arte anterior"
en el caso de las aplicaciones en litigio.

Esa es la cuestión: la ausencia de aplicaciones específicas previas,
en un marco tan fluido como el e-commerce, convierte a casi toda novedad aparente
en "patentable" sólo porque hay software implicado. No importa
si se trata de compra, venta, publicidad, diseño o procesos creativos.

Volviendo a la perspectiva histórica, queda claro que los problemas
jurídicos analizados se originan y seguirán originándose
en la propia existencia de ámbitos tecnológicos imprevisibles.
Entonces, se precisará mucho tiempo para definir quiénes habrán
ganado o perdido esta enmarañada guerra, donde lo legal suele confundirse
con lo legítimo, como pasa en el mundo político y social.

Gente rápida

Sobran los botones de muestra. Por ejemplo, Imagine.com es un sitio de expertos
on line dispuestos a contestar todo tipo de preguntas empleando un motor de
búsqueda que liga a esos agentes con quienes necesitan su asesoramiento.
Con esta idea, se podría armar instantáneamente una nueva empresa
de Internet, y para hacerla más seductora, bastaría con permitir
que los usuarios seleccionasen expertos y fijaran honorarios.

No obstante, el negocio ya estaba registrado: en 1999, la PTO había
otorgado derechos exclusivos de propiedad intelectual al multimillonario Jay
Walker (Walker Digital). La patente de marras -métodos y aparatos para
un sistema de redes comerciales asistidas criptográficamente para facilitar
actividades comerciales basadas en expertos- contiene más de 200 apartados
que definen con la mayor latitud factible la venta de conocimiento por Internet.

Walker, su estilo y sus emprendimientos, en verdad, encarnan toda una escuela:
la "fábrica de ideas". La suya no es justamente convencional:
veinte de sus 60 empleados trabajan en la división jurídica, preparando
a razón de dos solicitudes de patentes por semana. Una de ellas, relacionada
con ventas impulsadas por el comprador en Internet, dio origen a la ya mencionada
Priceline.com.

La compañía nunca mostró ganancias. Pese a esto y hasta
el achatamiento de los paneles Nasdaq, los inversores llevaron el paquete accionario
de Priceline a más de US$ 10.000 millones. En el proceso, Walker hizo
una fortuna. En realidad, mientras duró el auge, la capacidad de Priceline.com
para atraer capitales probaba que el método Walker Digital funcionaba.
Todavía hoy, la firma tiene docenas de patentes en carpeta. Algunas tan
curiosas como la que "inventa" pedir hamburguesa desde una Palm Pilot
y retirarlas por la ventanilla del servicio Automac..

En un plano paralelo, CyberGold ha registrado la idea de emplear incentivos
para lograr que el consumidor preste atención a avisos en Internet. Otra
compañía, Open Market, dispone de dos patentes indispensables
para el e-commerce. Una le concede derechos sobre un método para asegurar
el pago con tarjetas de crédito en la Red.. La otra se basa en el concepto
de "changuitos electrónicos" y es un modelo usado ya por muchos
sitios que permite al comprador seleccionar los artículos que llevará
después.

Abogados virtuales

Como si todo lo anterior fuese poco, Internet Capital Group. e IBM estaban organizando,
a mediados de 2000, un sitio comunitario on line para compra y venta de propiedad
intelectual. El portal además conectará potenciales compradores
de patentes con abogados que pueden asistirlos en sus compras. O sea, gestión,
asesoramiento e intermediación informatizada en un contexto de un buffet
virtual. Y ya hay un puñado de sites que ofrecen servicios similares.

Al fin de cuenta y por encima de tanta incertidumbre jurídica local
e internacional, las patentes vinculadas al e-commerce atraen empresas e inversores.
Viceversa, cualquier emprendimiento en este sector exige ideas originales para
remontar vuelo y sobrevivir. Como sucede de otras áreas, Internet general
constantemente innovaciones cuyos efectos "hacia fuera" son difíciles
de prever. Pero algo es seguro: tarde o temprano, los cambios llegan a los reductos
más conservadores, aun en materia de leyes y justicia.

La Patents & Trade Office (PTO) norteamericana, que funciona en el
departamento federal de Comercio, actualmente procesa cada año unas 2.500
solicitudes de patentes relativas al "software para métodos comerciales",
contra poco más de 300 a mediados de la década pasada. Según
Comercio, la PTO recibe en total más de 33.500 presentaciones anuales para
marcas registradas.

En los comienzos de la era informática la PTO mezquinaba patentes sobre
software, sosteniendo que los programas representan cadenas de instrucciones
y lo mismo ocurre cualquier manual de mecánica. Este temperamento fue
dado vuelta en un fallo de 1998 (State Street Bank&Trust vs. Signature
Financial Group
), por el cual los métodos del comercio electrónico
son patentables. Hasta entonces, los jueces estadounidenses ubicaban estos conjuntos
de instrucciones al amparo de derechos de autor y no de patentes.

Hay derechos y derechos…

Los derechos de autor se refieren a una idea o un texto en tanto se manifiesten
vía soporte físico. En general, los marcos jurídicos canónicos
como el argentino o el brasileño -asociados al Código Napoleónico-
suelen ser más específicos. En otras palabras, las leyes amparan
nuevos productos o procedimientos que impliquen inventiva y sean industrialmente
útiles. De ahí que algunos jurisconsultos vean más factible
patentar ideas informáticas locales en Estados Unidos.

Puesto negro sobre blanco, en la Argentina el software se protege como
obra y, por consiguiente, propiedad intelectual; igual que un libro. No existe
copyright sobre las ideas por sí mismas, déficit
que siempre se ha notado el universo de los medios. En realidad, ya hay precedentes
negativos, entre ellos un fallo que impidió patentar un software para
apuestas esgrimiendo fundamentos perfectamente aplicables al comercio electrónico.

Más aún, la legislación local de patentes impide taxativamente
registrar programas de computación, porque no los considera inventos.
Por el contrario, el software está protegido en la vieja ley 11.723 modificada
vía la 25.036, que extiende la propiedad intelectual a los programas
informáticos. Pero, como se ha señalado, el problema es que estas
normas no hacen a la idea abstracta, sino a su expresión tangible, factor
que restringe la protección de los programas de computación a
sus soportes.

Ahora bien, la práctica reciente parece apuntar en dirección
contraria al canon doctrinario. La administración nacional de Patentes
ha aceptado registrar métodos o procesos de computación en casos
donde el software no sea una automatización de procesos industriales
conocidos o la operación dependa claramente del método o el proceso.
Pero, en el mejor estilo latino, la ANP afirma no estar patentando software….

Allá tampoco es fácil

Bien vistas, las características proteicas y la innovación permanente,
claves del e-business, multiplican los problemas jurídicos. Así,
el remate invertido (reverse auction) provocó una batalla judicial entre
Priceline.com -tiene la patente- y Microsoft, cuyos clientes pueden fijar precios
de hoteles usando el sitio turístico Expedia.com.

Los expertos esperan fallo favorable al dueño de la marca, aunque no
siempre sea así.
Por ejemplo, un jurado (no ya el juez) dictaminó en 1997 que Adobe Systems-Photoshop
no infringían cinco patentes de software, propiedad de Quantel. El tribunal,
pues, rebotó un pedido de indemnización por US$ 138 millones.
¿Por qué? Simple: porque los peritos judiciales se atuvieron a
una interpretación "histórica": Priceline.com no había
demostrado que sus patentes eran originales, útiles y no obvias, al menos
en lo tocante a los servicios ofrecidos por Microsoft. Para mayor abundancia,
esta firma podría a su vez hacer invalidar las patentes de Quantel produciendo
-en el mejor estilo Perry Mason- una sola evidencia de "arte anterior"
en el caso de las aplicaciones en litigio.

Esa es la cuestión: la ausencia de aplicaciones específicas previas,
en un marco tan fluido como el e-commerce, convierte a casi toda novedad aparente
en "patentable" sólo porque hay software implicado. No importa
si se trata de compra, venta, publicidad, diseño o procesos creativos.

Volviendo a la perspectiva histórica, queda claro que los problemas
jurídicos analizados se originan y seguirán originándose
en la propia existencia de ámbitos tecnológicos imprevisibles.
Entonces, se precisará mucho tiempo para definir quiénes habrán
ganado o perdido esta enmarañada guerra, donde lo legal suele confundirse
con lo legítimo, como pasa en el mundo político y social.

Gente rápida

Sobran los botones de muestra. Por ejemplo, Imagine.com es un sitio de expertos
on line dispuestos a contestar todo tipo de preguntas empleando un motor de
búsqueda que liga a esos agentes con quienes necesitan su asesoramiento.
Con esta idea, se podría armar instantáneamente una nueva empresa
de Internet, y para hacerla más seductora, bastaría con permitir
que los usuarios seleccionasen expertos y fijaran honorarios.

No obstante, el negocio ya estaba registrado: en 1999, la PTO había
otorgado derechos exclusivos de propiedad intelectual al multimillonario Jay
Walker (Walker Digital). La patente de marras -métodos y aparatos para
un sistema de redes comerciales asistidas criptográficamente para facilitar
actividades comerciales basadas en expertos- contiene más de 200 apartados
que definen con la mayor latitud factible la venta de conocimiento por Internet.

Walker, su estilo y sus emprendimientos, en verdad, encarnan toda una escuela:
la "fábrica de ideas". La suya no es justamente convencional:
veinte de sus 60 empleados trabajan en la división jurídica, preparando
a razón de dos solicitudes de patentes por semana. Una de ellas, relacionada
con ventas impulsadas por el comprador en Internet, dio origen a la ya mencionada
Priceline.com.

La compañía nunca mostró ganancias. Pese a esto y hasta
el achatamiento de los paneles Nasdaq, los inversores llevaron el paquete accionario
de Priceline a más de US$ 10.000 millones. En el proceso, Walker hizo
una fortuna. En realidad, mientras duró el auge, la capacidad de Priceline.com
para atraer capitales probaba que el método Walker Digital funcionaba.
Todavía hoy, la firma tiene docenas de patentes en carpeta. Algunas tan
curiosas como la que "inventa" pedir hamburguesa desde una Palm Pilot
y retirarlas por la ventanilla del servicio Automac..

En un plano paralelo, CyberGold ha registrado la idea de emplear incentivos
para lograr que el consumidor preste atención a avisos en Internet. Otra
compañía, Open Market, dispone de dos patentes indispensables
para el e-commerce. Una le concede derechos sobre un método para asegurar
el pago con tarjetas de crédito en la Red.. La otra se basa en el concepto
de "changuitos electrónicos" y es un modelo usado ya por muchos
sitios que permite al comprador seleccionar los artículos que llevará
después.

Abogados virtuales

Como si todo lo anterior fuese poco, Internet Capital Group. e IBM estaban organizando,
a mediados de 2000, un sitio comunitario on line para compra y venta de propiedad
intelectual. El portal además conectará potenciales compradores
de patentes con abogados que pueden asistirlos en sus compras. O sea, gestión,
asesoramiento e intermediación informatizada en un contexto de un buffet
virtual. Y ya hay un puñado de sites que ofrecen servicios similares.

Al fin de cuenta y por encima de tanta incertidumbre jurídica local
e internacional, las patentes vinculadas al e-commerce atraen empresas e inversores.
Viceversa, cualquier emprendimiento en este sector exige ideas originales para
remontar vuelo y sobrevivir. Como sucede de otras áreas, Internet general
constantemente innovaciones cuyos efectos "hacia fuera" son difíciles
de prever. Pero algo es seguro: tarde o temprano, los cambios llegan a los reductos
más conservadores, aun en materia de leyes y justicia.

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