domingo, 24 de noviembre de 2024

Una crisis que invita a cambiar el rumbo

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El origen mismo de la pandemia producida por el COVID -19 parece estar asociado a temas ambientales, más precisamente a la relación del hombre con su entorno: el virus se transmite de animales a personas a través de la exposición directa o indirecta.Una crisis que invita a cambiar el rumbo

Según la OMS, este tipo de virus ha sido el causante del 75% de las enfermedades infecciosas en la última década y ello está íntimamente relacionado con el achicamiento exponencial que sufren los hábitats naturales por el avance de la urbanización y las actividades económicas, principalmente de tipo extractivo.

Lo cierto es que la actual crisis del COVID tiene una antesala tan negada como conocida. Porque esta crisis sanitaria que agravará la crisis económica de los países, se suma a otras precedentes, también de gran magnitud, como la crisis ecológica y climática, a las que el mundo sigue sin brindar respuestas.

En este contexto, han surgido una importante cantidad de reportes que se empecinan en mostrar mejoras en los indicadores ambientales del planeta, como producto del parate económico que han producido las cuarentenas en los países.

Dejemos algo en claro: no existen ventajas ambientales en una pandemia. Ninguna. Primero, porque cualquier parámetro reposa hoy sobre la base de un elevadísimo costo en términos de padecimiento humano, y el ambiente no puede ser entendido sino en relación con las personas, su salud, la preservación de la vida.

Y en segundo lugar, porque no puede concebirse el ambiente disociado de la producción y la actividad económica sino, enmarcado en un modelo de producción y consumo que respete los ciclos y límites ecológicos y nos brinde la posibilidad de un bienestar para todas las personas.

Por tanto, indicadores que surgen como resultado de la suspensión transitoria de actividades industriales y de comercio no pueden ser considerados como datos válidos, relevantes o permanentes.

Peligro presente e inminente

Tenemos que tener en cuenta que el impacto que pueda producir esta pandemia es, como lo reconoce el secretario general de la ONU, António Guterres, significativamente menor al que tendría una potencial crisis climática.

La diferencia radica en que la emergencia de la COVID-19 nos coloca ante una situación de peligro presente e inminente que obliga a actuar ahora, mientras que la crisis climática -al igual que la mayor parte de los impactos que se producen sobre el ambiente- resulta acumulativa, incierta como el punto de hervor de la leche, que llega de un momento a otro y rebalsa el líquido sobre la hornalla.

Pero que esto no sea motivo de engaño: aunque hoy parezcan graduales, las consecuencias eventualmente serán devastadoras.

Sin embargo, y pese a la contundencia de lo planteado, la íntima relación entre la crisis sanitaria, económica y climática hoy todavía no es observada. Mucho menos abordada.

La emergencia del COVID también nos demuestra que es posible y hasta necesario que, ante un evento con consecuencias catastróficas a nivel sistémico, se puedan adoptar medidas preventivas razonables para evitar males mayores, sin la necesidad de tener que esperar a que se produzcan evidencias de los daños, los que una vez ocurridos pueden tornarse irreversibles.

Esto es lo que la comunidad ambiental denomina decisiones basadas en el principio precautorio, y es lo que habitualmente los gobiernos se niegan a hacer, bajo el argumento de que tomar medidas de control climático, sin contar con evidencia de posibles daños, podría perjudicar a la economía en lo inmediato. Ignoran que el cazo continúa sobre la hornalla encendida, donde el hervor es inminente.

El mundo no será el mismo una vez superada la crisis de la COVID-19; de eso nadie parece tener dudas.

Los cambios que se producirán serán muchos y significativos. No obstante, la pandemia no hará desaparecer los problemas subyacentes, sino que posiblemente, en el caso de los ambientales y climáticos, vuelva a prorrogar las acciones necesarias para enfrentarlos, olvidando incluso que el origen de esta crisis también está en la relación que como sociedad tenemos con la naturaleza.

Por ello es mucho lo que estará en juego a la salida de la pandemia, y dependerá de las decisiones económicas que se adopten.

En lo que hace a nuestro país, las propuestas que se conocen apuntan, como es lógico, a captar inversiones externas que promuevan la generación de divisas que el país necesita para expandir el empleo y afrontar sus compromisos internacionales, relativizando una y otra vez los impactos socioambientales que ello pueda producir.

El escenario no es nada sencillo. Queda en claro, como decía Albert Einstein que “no podremos resolver los problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”. Mientras tanto, la leche burbujea.

(*) Es director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN)

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