Por Jorge Castro
Agregó el general Milley que la guerra de Ucrania ha adquirido características globales debido a que “…la invasión rusa amenaza con socavar no solo la paz y la estabilidad europea, sino la global”. Frente a esto – precisó – “…hay más de 400.000 soldados estadounidenses en guardia desplegados en 155 países en el mundo, que llevan a cabo operaciones diarias de preparación para el combate”.
EE.UU– en suma – realiza esta guerra de carácter global a la cabeza de Occidente y la canaliza a través de la OTAN. Para esta empresa monumental, la superpotencia dispone de un presupuesto de U$S 813.000 millones en 2022, el doble del resto del mundo sumado; y específicamente, en lo que se refiere a la guerra de Ucrania, y al reforzamiento del flanco Este de la OTAN, destina este año U$S 6.900 millones.
Es evidente que EE.UU está ganando el conflicto en Ucrania a través del dominio de la Guerra de la Información, que es el instrumento decisivo de las contiendas del siglo XXI, que por definición se despliega en la categoría estratégica propia de la época que es la instantaneidad y utilizando fundamentalmente imágenes antes que conceptos.
Por eso es que a 8 meses de su derrota catastrófica en Afganistán, las perspectivas estratégicas globales de EE.UU han mejorado notablemente mostrándolo en una posición ofensiva en el terreno crucial de la información.
También ha restablecido en forma inequívoca su hegemonía sobre los países de Europa, incluyendo los 2 principales, Alemania y Francia, mientras que Gran Bretaña ha asumido nuevamente su papel histórico de socio privilegiado con la superpotencia que la caracteriza desde la 2da Guerra Mundial.
Es verdaderamente notable lo que ha ocurrido con Alemania, que después de dudar durante 30 años sobre aumentar o no sus gastos de defensa, en menos de 2 semanas creó un Fondo de más de 100.000 millones de euros para inversiones y gastos militares, y lo llevó de +1.2% a +4% del producto con extraordinaria celeridad.
De ahí que la guerra con Rusia se haya convertido en la prioridad estratégica absoluta de EE.UU, lo que ocurrirá, previsiblemente, “por muchos años”.
Lo notable es que la tendencia de fondo de la época va exactamente en el sentido contrario, que es la transferencia del poder mundial en forma crecientemente acelerada del Atlántico al Pacífico, de Occidente a Oriente, de EE.UU y el G-7 a China/Asia.
Hoy la clase media asiática, con ingresos comparables a los norteamericanos, encabezada nítidamente por la República Popular, se aproxima ya a las 1.000 millones de personas, en tanto China, específicamente, disputa la primacía con EE.UU en el dominio de las tecnologías de avanzada de la 4ta revolución industrial, que son el núcleo del poder en la época.
Pero hay que agregar además que más de 60% de la fuerza de trabajo industrial de la República Popular, que es la 1era potencia manufacturera del mundo, tendrá grado universitario o terciario en 2030, lo que sería una población semejante a la norteamericana.
En todo lo que se refiere al significado histórico del conjunto China/Asia en el siglo XXI hay que precisar siempre cuál es el tiempo de verbo que se utiliza y en este caso es lo que sucede actualmente, o incluso más, esencialmente es lo que ya ha ocurrido.
Por último, conviene subrayar que, en territorio ucraniano, y en términos estrictamente militares/operativos, la ventaja estratégica corresponde inequívocamente a Rusia y ello por 2 motivos absolutamente cruciales: sigue vigente en plenitud la estructura estratégica fundamental de la guerra de Ucrania, constituida por 2 componentes. El primero, es que no hay intervención militar de EE.UU ni de la OTAN en el conflicto. El otro es que la relación de fuerzas entre el ejército ruso y el ucraniano es 8 a 1.
Esto le otorga a Putin y al mando ruso una amplia libertad de acción y una completa iniciativa. Ellos deciden cómo, cuándo y dónde atacar y en qué momento hacerlo.
Por eso el conflicto se ha transformado en el Norte de Ucrania en una guerra de desgaste y largo plazo, en tanto en el Sur-Este los acontecimientos han tomado una extraordinaria celeridad en una guerra de cerco y aniquilamiento que llevan a cabo las fuerzas rusas en relación a las unidades de elite del ejército ucraniano, ubicadas al este del rio Dnieper y frente a la región del Donbas.
A partir de ahora los términos de todo posible acuerdo de paz serán escritos con los resultados de los combates en el Sur-Este ucraniano.
En el mundo de hoy son 3 las categorías estratégicas: 2 son las clásicas, espacio y tiempo, y la otra la propia del siglo XXI, la instantaneidad de las informaciones. EE.UU domina la última, Rusia la segunda y la primera es el terreno de batalla del Sur-Este ucraniano.
La guerra de Ucrania se ha convertido en el conflicto arquetípico del siglo XXI; y lo que está en juego allí es la posibilidad del surgimiento de un nuevo orden global, que nazca en Europa y se extienda al mundo.
Todo esto está en juego y presumiblemente se resuelva en las próximas semanas.
Es imperioso un acuerdo de paz
La producción de petróleo ruso caería más de 3 millones de barriles diarios a partir de abril y esto desencadenaría el mayor shock petrolero de los últimos 50 años, arriesgando a llevar los precios energéticos a niveles récord, con un inexorable impacto recesivo en la economía mundial (IEA/Agencia Internacional de Energía).
Rusia es el mayor exportador mundial de petróleo, y produce más de 12 millones de barriles por día, de los cuales coloca en el exterior unos 8 millones de barriles diarios.
Las sanciones impuestas a Rusia por EE.UU, la Unión Europea (UE) y el Reino Unido por la invasión a Ucrania excluyen al sector energético, pero el boicot de las compañías transnacionales norteamericanas y europeas ha provocado un impacto que obliga a la Federación Rusa a cerrar más de 30% de su producción.
Esto significa que la producción petrolera rusa se hundiría en 1.5 millones de barriles diarios (b/d), a los que habría que sumar más de 1 millón de b/d de productos derivados.
La consecuencia de esta brutal disrupción sería que la oferta mundial de crudo disminuiría en 3 millones de b/d, o más, ante la reducción de la demanda que ocurriría forzosamente en el 2do y 3er trimestre del año.
El simple anuncio, por decisión del presidente Joe Biden, de que EE.UU dejaba de comprar 700.000 b/d de petróleo ruso desencadenó un shock en los precios del crudo que los llevó de U$S 118/barril a U$S 148/b en la última semana de febrero, aunque luego se redujo a U$S 114/b.
Lo que implica el shock energético que se avecina, según la estimación de una agencia internacional tradicionalmente ajena a toda visión catastrófica, es que podría experimentarse en el 2do trimestre de este año un precio de U$S 200 el barril, o más, lo que tendría consecuencias hondamente recesivas en la economía mundial, sin distinción de regiones ni de sectores.
Las sanciones internacionales, comerciales, financieras, económicas impuestas a Rusia por iniciativa de EE.UU, la Unión Europea (UE) y Gran Bretaña, han resultado extraordinariamente efectivas. Es el mayor caso de estrangulamiento financiero/económico/comercial impuesto a un país determinado en toda la historia del mundo moderno.
Por eso, la economía rusa, con un producto de U$S 1.8 billones – un tamaño aproximadamente igual al de Brasil -, se contraería este año entre -7% y -17% del producto, con un rublo que ya se ha devaluado 45%, mientras se generalizan los despidos y el cierre de actividades.
Hay un punto de especial importancia a retener, es que este castigo excepcional económico/financiero/comercial no ha impedido en modo alguno la ofensiva militar de las fuerzas rusas en Ucrania, sino que, todo lo contrario, la ha intensificado.
La situación estratégica de la guerra puede resumirse en el hecho de que no existe posibilidad alguna de una intervención militar de EE.UU o de la OTAN en el territorio ucraniano, debido a que acarrearía un choque directo e inmediato con las fuerzas rusas, con riesgo cierto de una impensable deriva nuclear en el centro de Europa.
Esta es una guerra en suma que puede durar mucho tiempo y a medida que se extiende su duración el costo humano es cada vez mayor y el impacto negativo, nítidamente catastrófico, en la economía mundial aumenta cada vez más.
La consecuencia operativa de ese cuadro estratégico básico es que el presidente Vladimir Putin tiene en sus manos una total libertad de acción, y conserva 100% de la capacidad de iniciativa, que es la clave que decide todo choque bélico desde que los hombres se enfrentan armas en la mano.
De ahí el carácter imperativo, más aún hondamente necesario, que adquieren las negociaciones de paz entre rusos y ucranianos.
Aquí si es preciso contar los días y las horas porque se mide en sufrimiento humano y en consecuencias nefastas para la economía global.
El presidente Xi Jinping de la República Popular le señaló al mandatario norteamericano Joe Biden en la reciente reunión vía zoom entre ambos 2 puntos fundamentales: ninguna guerra, cualquiera sea la legitimidad de sus objetivos, beneficia al mundo y es responsabilidad primordial de las 2 superpotencias, en un ejercicio esencial de gobernabilidad del sistema global, promover la paz en Ucrania.
Si se combinan la necesidad económica, el sufrimiento humano y la voluntad y lucidez de las superpotencias quizás sea posible afirmar que la paz se aproxima en Ucrania.