La economía transita por un camino de “prueba y error”

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Las advertencias del staff del FMI deben ser leídas en “clave de fin de año”. Al parecer, la Argentina tiene margen para mostrar resultados de aquí a fin de septiembre, para asegurarse el desembolso del 10 de diciembre previsto en el acuerdo, de nada menos que US$ 6,2 mil millones.

Así surge del Informe del IERAL de la Fundación Mediterránea titulado “Tras las advertencias del FMI, un sendero de “prueba y error” y un Plan B en posible gestación”.

Las advertencias del staff del FMI deben ser leídas en “clave de fin de año”.

Al parecer, la Argentina tiene margen para mostrar resultados de aquí a fin de septiembre, para asegurarse el desembolso del 10 de diciembre previsto en el acuerdo, de nada menos que US$ 6,2 mil millones.
Los desafíos técnicos y políticos para lograrlo son mayúsculos, y el gobierno ha comenzado a transitar este tercer trimestre por un sendero de “prueba y error” que, si no diera resultados, planteará opciones más extremas de política económica
Ante las crecientes dificultades, el Banco Central ha salido al rescate de la deuda interna, pero estas intervenciones tienen severos efectos colaterales y no puede ser infinitas. Desde principios de junio, se estima que el BCRA ha emitido pesos por 1,1 millón de millones comprando bonos del Tesoro en el mercado secundario, cifra equivalente a 1,5 puntos del PIB.
Lo que explica el impacto al alza que ha tenido sobre la brecha cambiaria y las expectativas de inflación, ya que esta movida se superpone a la emisión directa a favor del Tesoro por 1,0 % del PIB prevista para el año.

El piso de la inflación de 2022 explicado por expansión monetaria se acerca al 85 % interanual. No se pueden cambiar las expectativas de inflación si no se ataca la combinación de variables fiscales y monetarias que dan lugar a ese fenómeno.

Recientes anuncios del Banco Central apuntan a acelerar la liquidación de granos por parte de los productores, abriendo la posibilidad de acceder a “dólar ahorro” sin las restricciones del cupo de 200, por hasta el 30 % de la operación. El mecanismo, prevé que el 70 % de la venta de granos pueda ser depositado en una especie de caja de ahorro en pesos ajustable por el tipo de cambio oficial, una suerte de seguro “anti-devaluación” que ya no puede ser ofrecido por el BCRA a través de operaciones de “dólar futuro” (Rofex). Es posible que haya algún volumen adicional de operaciones en el mercado de granos a propósito de estas medidas, pero con un efecto muy acotado en el tiempo
El deterioro del sector externo no se explica por el eventual atraso en la liquidación de granos, o por el peso puntual de las facturas de gas importado, sino por la acumulación de desbordes fiscales y monetarios, que se expresan en inflación que atrasa el tipo de cambio real y demanda agregada que no puede ser satisfecha por la oferta local.

Desde junio de 2019 a igual mes de 2022, las importaciones de productos industriales pasaron de 3648 a 6537 millones de dólares, un aumento de 79,2%.

Anualizando el dato de junio, se tienen compras al exterior de productos industriales por 78,5 mil millones de dólares en 2022, vs 43,8 mil millones en 2019, aplicando igual metodología. La diferencia de 35 mil millones, en parte explicada por un atraso cambiario del orden del 20 % en el período, está lejos de ser sustentable.

Para que la dinámica fiscal y monetaria sea consistente en lo que resta de 2022 el gobierno deberá trabajar activamente en el control del gasto público, ya que la política monetaria ha quedado subordinada a la necesidad de financiar directa e indirectamente al Tesoro.

Las partidas destinadas a financiar el déficit de las empresas estatales y la inversión pública son las primeras candidatas al ajuste, ante la falta de avances en el recorte a los subsidios energéticos y del transporte. Las internas del oficialismo y la relación Nación-Provincias serán puestas a prueba en este escenario.

El otro instrumento para encauzar las cuentas fiscales pasa por evitar que el gasto corriente del sector público copie la trayectoria de la recaudación. En un escenario de aceleración de la tasa de inflación, esta tarea puede verse facilitada. Esto porque las partidas de gasto público se mueven con inercia, en parte atadas a la inflación pasada, permitiendo hacer un ajuste si se tiene la convicción y la fortaleza política para hacerlo

Obsérvese al respecto la escalera ascendente de inflación interanual en lo que va del año, y lo que puede proyectarse para próximos meses. En enero, el acumulado de doce meses de la variación del IPC se ubicaba en el 50 %, en 4 meses pasó al escalón del 60 % interanual y los datos de julio habrán de inaugurar el peldaño del 70 % , con un 80 % interanual que sería alcanzado hacia setiembre/octubre.

Por supuesto que la evolución desfasada de gasto e ingresos es un instrumento que puede funcionar en el corto plazo, pero no se puede descansar en ese mecanismo en un horizonte de mediano plazo. Al contrario, usar y abusar de la escalera ascendente de la inflación puede derivar en una espiral de devaluación, precios y salarios

En la medida en que el sendero de “prueba y error” no logre revertir el deterioro de las expectativas y/o las principales fracciones del oficialismo le quiten el apoyo a los últimos pasos dados por la conducción económica, hay pocas opciones disponibles para enfrentar la crisis con chances de revertirla.

No pueden desecharse medidas en línea con la devaluación de fin de 2013, principios de 2014, pero sí subrayar los riesgos que surgen de las diferencias de contexto.  En aquella oportunidad, la inflación interanual se ubicaba en el 26,7 %, la brecha cambiaria era del 64 %, el nivel de las reservas netas del

Banco central se ubicaba en torno a los 16 mil millones de dólares, mientras que, a nivel político, no existían fisuras relevantes en el seno del oficialismo. Las condiciones del presente obligan a pasos cuidadosos, reforzando al máximo las pocas anclas disponibles

Una devaluación sin anclas puede inaugurar una “etapa superior” de la espiral de precios, dólar y salarios, por lo que es clave que la política fiscal sea suficientemente potente para que, a su vez, la política monetaria recupere el rol de regenerar la demanda de pesos, objetivo que no se puede lograr si la emisión está subordinada al financiamiento directo e indirecto del Tesoro. Sin esas anclas, las eventuales políticas de ingresos que puedan intentarse tendrían vida corta.

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