La transformación digital de los yacimientos no convencionales en Argentina se apoya en salas de control de última generación. Conectividad satelital, automatización operativa y monitoreo remoto sostienen la curva ascendente de producción en la formación que redefine la balanza energética nacional.
En Vaca Muerta, el cambio no se mide solo en barriles de petróleo o en metros cúbicos de gas. La verdadera diferencia está en la capacidad de procesar y transmitir datos en tiempo real desde una de las geografías más adversas del país. Los nuevos hubs tecnológicos integran infraestructura crítica diseñada para funcionar sin margen de error, automatizar procesos y permitir que decisiones estratégicas se tomen a cientos de kilómetros de los pozos.
“Integrar tecnología no es instalar sensores; es rediseñar la operación completa”, resume Christian Rodríguez, de Newtech Group. En un sector donde las distancias y el clima dificultan la supervisión presencial, las salas premium se consolidan como el centro operativo que conecta el terreno con la estrategia.
Infraestructura que resiste el entorno
Los sistemas que utilizan las principales petroleras en la cuenca neuquina están diseñados para soportar calor, polvo y humedad. Videowalls de operación continua, procesadores de video multipantalla y equipos de videoconferencia de alta gama aseguran que la información fluya sin interrupciones. A ello se suma infraestructura crítica con UPS, racks industriales y cableado certificado bajo normas internacionales.
Las estaciones de trabajo responden a criterios de ergonomía y velocidad de reacción. El uso de controladores KVM, monitores múltiples y headsets especializados refuerza la capacidad de respuesta en jornadas de alta exigencia.
La conectividad como punto de partida
La operación en territorios aislados depende de redes híbridas. Enlaces satelitales, LTE privadas y arquitecturas adaptadas garantizan una transmisión continua de datos. Sin ese soporte, las decisiones se basarían en conjeturas. Rodríguez lo resume con una advertencia: “Sin red confiable, no hay datos. Y sin datos, hay más riesgos y más gastos”.
La automatización cambia el pulso operativo
Con la conectividad asegurada, entran en juego los sensores y sistemas de automatización. La recolección de datos sobre presión, temperatura y vibraciones permite anticipar fallas y estandarizar procesos. Reportes del Departamento de Energía de Estados Unidos muestran que estas tecnologías reducen fallas operativas en más de 40% al reforzar la integridad de oleoductos y otras infraestructuras críticas.
Los centros de control automatizados también disminuyen los errores más frecuentes: la pérdida de información entre turnos, la falta de coordinación en emergencias y las omisiones en los registros. No eliminan la intervención humana, pero sí la orientan hacia tareas de mayor valor agregado.
La escala de Vaca Muerta exige gestión digital
La magnitud del yacimiento no convencional impulsa inversiones y acelera la transformación digital. Según Rystad Energy, la producción de petróleo en el primer trimestre de 2025 creció 26% interanual hasta alcanzar 447.000 barriles diarios. En gas seco, el aumento fue de 16%. Estos números consolidan a Argentina en el camino hacia la autosuficiencia energética.
McKinsey proyecta que el desarrollo completo de Vaca Muerta requerirá alrededor de US$ 45.000 millones en los próximos años, con una duplicación de la producción de crudo en cinco años y una triplicación hacia 2032.
El impacto ya se percibe en el comercio exterior. Durante 2024, las exportaciones de combustibles y energía crecieron 22,3% y sumaron US$ 9.677 millones, el 12,1% del total exportado por el país. En paralelo, las importaciones de combustibles se redujeron 49,4%.
Un engranaje indispensable
El análisis de Wood Mackenzie refuerza la tendencia: América Latina necesitará un flujo sostenido de inversiones para mantener el crecimiento del sector energético. En Argentina, la clave está en que la infraestructura tecnológica acompañe el ritmo de Vaca Muerta.
Los hubs premium no son un complemento, sino la condición necesaria para garantizar eficiencia, anticipar contingencias y consolidar el músculo productivo del país. Cada dato procesado en tiempo real es, al mismo tiempo, un barril asegurado y una decisión tomada con mayor precisión.












