El dilema de la Opep

    El precio de cotización del crudo WTI (West Texas Intermediate) en el
    mercado petrolero de contado alcanzó a US$ 22,09 el barril promedio año
    en 1996. En 1997 descendió a US$ 20,67. En el ´98 se desplomó
    a US$ 14,61 (en dólares constantes alcanzó valores semejantes
    a los de la crisis de mediados de la década pasada). En septiembre de
    1997 la caída de Tailandia inauguró la crisis de las economías
    del sudeste asiático. El crecimiento sostenido de la producción
    y la retracción de la demanda repitieron el fenómeno mundial de
    la sobreoferta de crudo.


    La Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) está debilitada para imponer una estrategia propia. Privan las suspicacias y las divisiones. Todos saben que los acuerdos para reducir la producción se anuncian para que nadie los cumpla. Por eso, en marzo de 1998 la Opep inició una estrategia alternativa: intentar acuerdos de reducción de la producción con países productores que no pertenecen a la organización, como México, Noruega, Rusia y Omán.


    Los acuerdos entre la Opep y los países extra Opep (negociados entre marzo y julio de 1998) se comprometieron a retirar de la producción mundial 3,1 millones de barriles/día (Mmbd). Cada país asumió un recorte productivo y los acuerdos tienen vigencia hasta el 1º de julio de 1999. En marzo de este año los países interlocutores del anterior acuerdo se comprometieron a un nuevo recorte de 2,1 millones de barriles adicionales.


    Si los acuerdos se cumplen, se retirarían del mercado unos cinco millones de barriles día de oferta y podríamos estar en vísperas del nacimiento de una nueva organización de productores (países de la Opep con países que no pertenecieron a la organización), esta vez creada con el beneplácito de las multinacionales del petróleo. El precio objetivo de los nuevos acuerdos de restricción productiva es de US$ 18 por barril.


    Contra esta retracción de oferta de los productores ha conspirado la vuelta al mercado de Irak y su imperiosa necesidad de exportar crudo. En virtud de los últimos arreglos con la ONU, Irak está produciendo a 96% de su capacidad (produce 2,2 Mmbd, exporta 1,8 Mmbd y cuenta con una capacidad instalada de 2,3 Mmbd). Como sus cupos exportables están fijados en dólares por semestre, si caen los precios puede exportar más volumen. Se espera que en 1999 aumente su capacidad de producción hasta 3 Mmbd, con lo que podrá inyectar al mercado hasta 2,6 Mmbd. También se pronostica un aumento de la producción en los países de la ex URSS aunque Rusia se haya sumado al acuerdo.


    Por el lado de la demanda, la recesión en la mayor parte de las regiones del mundo no augura buenas ventas. La caída del producto mundial afecta directamente el consumo petrolero.


    ¿Y si nadie cumple?


    Si los acuerdos en vigencia se violaran, como en el pasado, y los precios petroleros no tuvieran una recuperación sostenida, es posible que asistamos al colapso definitivo de la OPEP.


    Si cayera la OPEP, no importa qué nueva organización de productores podría suplantarla sino hasta dónde aumentará la producción petrolera y cuál será el piso de los precios del crudo. Es cierto que los engaños mutuos primaron en los anteriores acuerdos de cuota, pero también es cierto que Arabia Saudita (con 25% de las reservas mundiales y los pozos más productivos del mundo) nunca abandonó su papel de ajuste del sistema. Es esto lo que está en riesgo si la suspicacia vuelve a prevalecer en los nuevos compromisos asumidos.


    La tecnología ha reducido los costos petroleros totales. John Browne, de la British Petroleum, ha hecho trascender cifras de US$ 3,5 por barril para los costos de reposición de reservas y de US$ 3 para los costos de producción. Con estos costos totales y en medio de la obsesión por la contaminación de los combustibles fósiles ­lo que va a obligar a internalizar costos ambientales en el precio de los productos petroleros­, es posible convivir con precios de US$ 10 por barril de petróleo.


    Arabia Saudita y Venezuela podrían volcar al mercado 15 millones de barriles más por día sin necesidad de inversiones significativas. Con un costo total de US$ 3 para producir un barril, los sauditas pueden empezar a hacer cálculos sobre la conveniencia de duplicar su producción y maximizar sus ingresos presentes. Con un barril a US$ 13 y una producción de ocho millones de barriles por día obtienen US$ 80 millones diarios (deduciendo todos los costos). Duplicando la producción, e imaginando que el precio del barril caiga a US$ 9, obtendrían US$ 96 millones por día.


    Con esos números en la mesa, difícilmente los sauditas acepten seguir siendo variable de ajuste de los acuerdos de restricción productiva. Internamente, las demandas sociales presionan a maximizar el flujo presente de la cuenta petrolera. Por el contrario, el lobby de las multinacionales del petróleo, con fuerte influencia en el Congreso de Estados Unidos, va a presionar en el sentido contrario. Por eso la política tiene mucho que decir en el tema; ¿puede Estados Unidos arriesgarse a aceptar un gobierno fundamentalista islámico en Arabia Saudita?

    El final está abierto, pero plantea dos alternativas. O esta vez todos
    honran los acuerdos y la retracción de la oferta consolida precios en
    torno de los US$ 18 el barril, o los sauditas rompen definitivamente la Opep
    y duplican su producción ­seguidos por los venezolanos­, estableciendo
    un nuevo escalón de precios por debajo de los US$ 10 el barril.