El principio del cocodrilo

    A pesar de la ola de privatizaciones, que terminó con

    los excesos de intervención del sector público, la

    imagen de los gobiernos tiende a empeorar en todo el mundo.

    ¿Esto revela un mayor escepticismo del público? ¿O

    se debe, como sostienen muchos políticos, a la influencia

    crítica de la prensa?

    Nos enfrentamos, no tanto al escepticismo, sino al problema de las

    expectativas crecientes. Para conseguir que los elijan, los

    políticos hacen muchas promesas y cumplen con relativamente

    pocas. Y lo mismo puede decirse de la mayoría de las empresas.

    Por otra parte -ya que hablamos del papel de la

    prensa- los periodistas jóvenes tienden a creer,

    quizás a partir del caso Watergate, que van a conseguir fama y

    fortuna sacando a la luz casos de corrupción, exponiendo a un

    gobierno (o a una compañía) que hizo algo mal. Los

    medios se vuelven, así, cada vez más competitivos. Y la

    prensa tiene una enorme influencia sobre las elites. Los medios y las

    elites contribuyen, a su vez, a elevar el nivel de exigencias sobre

    las instituciones, que encuentran cada vez más difícil

    cumplir con esos altos estándares de conducta. El resultado de

    todo esto es la pérdida de confianza.

    Quizás el efecto positivo de este fenómeno sea la

    creciente atención de las empresas a la opinión

    pública y la mayor disposición a brindar

    información a la prensa.

    Es que no tienen otra opción. Deben asumir seriamente sus

    responsabilidades sociales y demostrar que lo hacen. Las relaciones

    públicas han madurado, pasaron a ser una disciplina por

    mérito propio, que va desde el diseño de la imagen

    corporativa hasta las relaciones con la prensa. Hay una amplia gama

    de herramientas que pueden usar las empresas para asegurarse de que

    todos los públicos (organizaciones no gubernamentales,

    empleados, proveedores, legisladores, funcionarios públicos,

    autoridades locales) estén informados y que sientan que, si

    hacen preguntas, recibirán una respuesta franca y abierta.

    ¿Cuáles son los factores que más influyen

    actualmente en la imagen de una empresa?

    Es una buena pregunta, para la que no tengo una respuesta simple.

    Depende de quién opine. Si hablamos con miembros del

    parlamento, en Gran Bretaña, 60% dirá que el factor

    principal es el tratamiento que reciben los empleados de la empresa.

    Alrededor de un tercio sostendrá que lo más importante

    es la actitud de la compañía ante el medio ambiente.

    Entre 27 y 28% dará más importancia a la calidad de los

    productos. Alrededor de una cuarta parte dirá que lo esencial

    es cómo trata la empresa a sus clientes. Pero, ante la misma

    pregunta, encontraremos prioridades muy diferentes para el

    público en general, los empleados o los inversionistas

    institucionales; cada uno de ellos tiene su propio criterio. La

    compañía tiene que comunicarse eficazmente, en forma

    directa, con cada uno de esos públicos y no debe caer en la

    tentación de decirle cosas diferentes a cada uno, porque muy

    rápidamente quedaría expuesta.

    ¿Ha habido un desplazamiento en el orden de las exigencias

    del público en general? ¿Qué es más

    importante ahora, la calidad de los productos, la política de

    recursos humanos o la responsabilidad con el medio ambiente?

    Los productos eran más importantes hace diez años.

    En Europa (no sé si esto es así en la Argentina) la

    responsabilidad con los empleados es ahora un tema mucho más

    relevante.

    Sin embargo, no se advierte una gran reacción de la

    opinión pública contra los despidos masivos.

    Esa es una cuestión diferente. Tengo datos de hasta veinte

    años atrás, que demuestran que cada vez más

    gente comprende que, si una compañía protege puestos de

    trabajo a expensas de su eficiencia, todos perderán. Y que, si

    reduce el personal, podrá poner a un puñado de personas

    en una situación difícil, pero el resto

    mejorará. Sé que es un concepto complejo pero, aun

    así, ha sido aceptado por el público.

    Usted diría, entonces, que hoy existe más

    comprensión, o más confianza, del público hacia

    el mundo de los negocios.

    No necesariamente. Desde hace 20 años, el público

    británico viene diciéndonos que una

    compañía generalmente gana 40 peniques por cada libra

    de su cifra de ventas. Y, en realidad, el promedio es de 8 peniques;

    el público piensa que las empresas ganan cinco veces

    más.

    ¿Conoce la expresión fat cats (gatos gordos)? Si usted

    reúne a un grupo de consumidores británicos, en los

    primeros diez minutos alguien se referirá a las empresas como

    los “gatos gordos”, que comen muy bien a expensas de sus empleados y

    del consumidor y que, además, no pagan sus impuestos. La gente

    desconfía mucho de las compañías.

    Daría la impresión de que la cuestión del

    medio ambiente adquiere creciente importancia en la opinión

    pública. ¿Esto es así en todas partes?

    Hemos investigado este tema en 35 países. Y lo que vemos es

    que aquí también se aplica el orden de jerarquía

    de las necesidades humanas. Cuando la economía anda bien en un

    país, la preocupación por el medio ambiente aumenta.

    Cuando los tiempos se tornan difíciles, baja.

    Y estos cambios también se dan en los individuos. Para un

    muchacho de 13 o 15 años, el medio ambiente puede ser la

    preocupación número uno. Pero cuando ese adolescente

    llega a los 19 años, y no puede conseguir un empleo, le echa

    la culpa al sistema educativo, a sus padres, a todos, y el medio

    ambiente pasa al final de la lista de prioridades. Después, a

    los 25 o 30 años, tiene hijos, y se pregunta en qué

    mundo los está criando. Entonces, el medio ambiente vuelve a

    adquirir importancia. Con esto quiero decir que mucho depende de las

    circunstancias personales de cada uno y del país en que vive.

    Con lo que parece confirmarse aquello de que la

    preocupación por el medio ambiente es un lujo que no pueden

    darse los pobres.

    Yo lo llamo “el principio del cocodrilo”. Si uno está con

    el agua hasta el cuello y rodeado de cocodrilos, ¿cuánto

    le puede importar el recalentamiento de la atmósfera?

    MORI ha desarrollado un modelo de análisis de marcas,

    empresas y productos, en el que se revaloriza el viejo concepto de la

    “publicidad boca a boca”. ¿Cómo funciona esto?

    Es un modelo que toma en cuenta la cantidad de personas que

    recomiendan espontáneamente una compañía o un

    producto; lo que denominamos advocacy. Marks & Spencer, en Gran

    Bretaña, por ejemplo, consigue que 15% del público

    esté dispuesto a recomendar sus productos a otras personas de

    manera espontánea. Creo que 12% recomendaría British

    Airways del mismo modo.

    El “boca a boca” es, sin duda, la forma más barata y eficaz

    de publicidad. Y representa un avance con respecto a la

    satisfacción del cliente.

    ¿Cuál es el factor decisivo en este tipo de

    respuesta?

    El servicio post-venta. Saber que si algo sale mal, la

    compañía lo arreglará. Si usted compró

    algo que no le queda bien, Marks & Spencer se lo cambia sin

    preguntas.

    ¿Este es el eslabón entre la satisfacción y

    la lealtad?

    Más que eso. El paso siguiente a la lealtad es convertirse

    en defensor del producto, la compañía o la marca. Y

    esto es lo que medimos en MORI para compañías de todo

    el mundo. Funciona para bancos, aerolíneas, comercios

    minoristas, etc. Y lo aplicamos no sólo con los consumidores,

    sino con los empleados, para saber cuántos

    recomendarían espontáneamente a otros que trabajen en

    una empresa.