En términos cuantitativos la realidad es irrefutable: el
certamen que se desarrolla en la Costa Azul crece año a
año en forma tan espectacular como su escenario. En
Gráfica, de 4.338 entries en 1995 se pasó a 7.097 en
esta edición, y en Fílmica, de 4.210 a 4.926.
Paralelamente, la cifra de delegados rozó este año los
7.000, provenientes de los más recónditos puntos del
planeta: junto a los habitues europeos, americanos y japoneses, los
contingentes de peregrinos venidos de Asia, Africa y los
países del ex bloque soviético, constituyeron una
efervescente Babel que desbordó los auditorios del Palais, los
hoteles, los restaurantes y los cafés. Lo que, obviamente,
aumentó el beneplácito y la prosperidad de los
organizadores del Festival y la estructura comercial de esta
pequeña villa que parece haber sido diseñada como la
perfecta escenografía para montar todo tipo de feria de
vanidades.
El crecimiento en cantidad es razonable y, hasta cierto punto, de
toda justicia; la muestra de Cannes, con 45 años de historia,
es una maquinaria prolijamente aceitada donde se da cita el grueso de
la mejor publicidad del mundo y sus jurados &endash;más
allá de las concesiones obligadas por una lógica
marketinera&endash; son figuras top de la actividad, todo lo cual
hace que sus Leones se coloquen entre los galardones más
deseados.
Pero, si es válido que de cantidad vive el negocio, no
sólo los números alcanzan para una competencia que,
precisamente, debe premiar la calidad de una materia tan poco
cuantificable como la creatividad. Y aquí es inevitable caer
en la recurrente y controvertida cuestión de los criterios de
premiación, ciertas contradicciones discursivas y los
intereses económicos subyacentes en todo evento de esta
índole.
El valor de los premios
“Cannes es como el Mundial de fútbol o las
Olimpíadas del ámbito publicitario”, dijo Donald Gunn,
histórico gurú de Leo Burnett y flamante presidente
electo del Festival. Con esa lógica, se justificaría
que siempre deba haber Grand Prix; siempre hay alguien que llega
primero a la meta en los 100 metros llanos o gana más partidos
que los demás equipos. Hasta ahí, la cosa parece
inobjetable.
Pero aun aceptándolo como criterio, el razonamiento tiene
sus fisuras. Extremándolo &endash;que es una forma de probar
las lógicas&endash;, también tendrían que
asignarse oros en todas las categorías, cosa que no ocurre.
Por otra parte, en las pruebas olímpicas no necesariamente se
baten cada vez los récords anteriores, ni es lo mismo el
Brasil campeón con Pelé en México ´70 que el que
ganó por penales en Estados Unidos ´94. O sea que cabe asumir
que hay años en que el estándar es inferior. Entonces,
en un certamen que no es una puja deportiva, ¿es “justo y
necesario” otorgar los máximos galardones? ¿O, en
realidad, como continúa el rezo de la misa católica,
“es nuestro deber y salvación”?
“Las agencias que pagan US$ 300 o 500 por cada inscripción
tienen derecho a que se repartan los premios mayores”,
señalaba un periodista en el café del Palais. A riesgo
de incordiar con la lógica, vienen a la memoria las palabras
que año a año repite el dueño del Festival,
Roger Hatchuel: “Cannes es la universidad de verano para los
publicitarios”. En una universidad &endash;privada y costosa como
ésta&endash; los alumnos podrían reclamar alegremente
el derecho a que se pusieran notas sobresalientes en todas las
materias. Algo cruje en el razonamiento.
Sin reivindicar la postura extrema del inefable Frank Lowe,
sería interesante encontrar algún criterio que no se
ciña férreamente al paradigma olímpico e
incorpore la cuestión del nivel de excelencia. Quizá
sea difícil; o no, y baste con el sentido común y la
valentía de los jurados para decir: “señores, este
año no hay ninguna pieza tan sobresaliente como para merecer
el Grand Prix”. No sería la muerte de nadie, ni siquiera de
quienes tiemblan aferrados a las cajas registradoras. Levantar el
estándar estimula la competencia y suele ser un buen negocio.
Bueno, pero no extraordinario
Todo esto tiene que ver con la apreciación que
prevalecía en buena parte de los creativos y periodistas
internacionales que participaron de esta 45º edición de
Cannes &endash;y que ya se había palpado en el
Clío&endash;, en el sentido de que la media de la
producción del ´97 fue inferior a la de otros años y
que las campañas que se alzaron con los Grand Prix no
tenían la estatura deseable para semejante distinción.
“Fue un buen año, pero no extraordinario”, admitió
el chairman del jurado, Jean Marie Dru, en la conferencia de prensa
en que se anunciaron los premios de Gráfica. “Se otorgó
más o menos la misma cantidad de Leones que el año
pasado, pero muchos menos oros”, señaló.
Por tercera vez consecutiva, el Grand Prix fue para la publicidad
de un automóvil, en este caso la campaña de lanzamiento
del nuevo Volkswagen Beetle realizada por la agencia estadounidense
Arnold Communications. Trece avisos de estética muy despojada:
fondo blanco, el vehículo muy pequeño en distintos
colores y posiciones, y copies breves que jugaban alrededor del
revival del épico escarabajo (“un auto como éste
aparece sólo dos veces en la vida” o “si uno fue realmente
bueno en una vida pasada, vuelve como algo mejor”). Era imposible no
añorar el breakthrough que significó en su momento el
“Think small”.
En Print & Posters las dos improntas relevantes fueron la
prevalencia de lo visual y la hegemonía de las campañas
(se llevaron nueve de la veintena de oros distribuidos). Una que
pisó fuerte y peleó hasta último momento por el
GP fue la de Apple, realizada por TBWA Chiat/Day, con fotos de
personajes como Picasso, Einstein y Gandhi y el eslogan “Think
different”, que además parece haber sido buena fuente de
inspiración para una reciente campaña local.
Los argentinos, si bien debieron conformarse con el bronce,
juntaron media docena en una performance más que aceptable.
Claro que los grandes protagonistas fueron Gran Bretaña, que
se alzó con una treintena de Leones (40% de los oros), y
Brasil, que coleccionó 26.
La sorpresa &endash;agradable, por cierto&endash; la brindó
Uruguay, con su León de Plata para la excelente campaña
creada por Ginkgo Saatchi & Saatchi para Tylenol.
El certamen de Young Creatives, que convocó a equipos de 30
países &endash;entre ellos la dupla argentina
Jáuregui/Pigni&endash; fue ganado por Portugal, seguido por
Sudáfrica y Australia.
La hegemonía light
La short list de fílmica ratificó lo que se
había vislumbrado en gráfica: la cosecha ´97
difícilmente pasará a la historia. El saludable
abandono de la apuesta a la superproducción tiene sentido
cuando en lugar de ésta se priorizan las grandes ideas; en
general, ése no fue el caso.
A la hora de los premios, como en Gráfica, hubo menos oros:
23, contra 31 platas y un aluvión de 67 bronces. En su eterna
puja con los británicos, Estados Unidos se tomó
revancha y acaparó 40 Leones. El Grand Prix fue a parar a la
exitosa agencia de San Francisco Goodby Silverstein & Parners por
su campaña para Nike, que nunca había accedido a ese
lauro aun con piezas más impactantes, como algunas de las de
Wieden & Kennedy. Los avisos muestran a tenistas, golfistas y
aerobistas perseguidos por la policía e insultados por la
gente, para concluir con el leit motiv “¿Qué
pasaría con nuestros atletas si los tratáramos como a
los skateboarders?”. Según afirmó Dru, se trata de una
campaña “simple, pequeña y agradable”; lo cual es
cierto, y aplicable a varias otras que integraron el Palmares.
Los jurados, encabezados por su chairman, se empeñaron en
insistir en que “las viejas estrategias no corren más, hay que
volver a la vida real”. A pesar del énfasis, no pudieron
aclarar cuáles eran esas estrategias vetustas ni tampoco a
qué aludían con “la vida real”. Puestos a interpretar
sus palabras de un modo literal, cabe suponer que habría que
abominar del “1984” de Apple, con el que Lee Clow concretó un
verdadero breakthrough hace 14 años o, más
recientemente, del “Drugstore” de Levi´s &endash;que en el ´95
hubiera merecido el Grand Prix&endash; ya que al fin y al cabo el
refinado talento de John Hegarty lo había convertido en un
corto cinematográfico con la estética y el clima de un
film de los hermanos Cohen. Y ni qué hablar de “Good vs. Evil”
de Nike, que en el ´96 perdió el GP a manos del pequeño
y naif aviso para Rolo. Es cierto, en aquel endemoniado partido de
fútbol entre el bien y el mal, Tarsem &endash;su
director&endash; no se privó de espectacularidad alguna, pero
difícilmente alguien con absoluta honestidad podrá
plantear que en la pieza no había un concepto potente y toda
una estrategia de la marca para posicionarse tanto en un mercado como
en un plexo de valores.
“Afortunadamente, hemos visto en general un humor menos
ácido y un drama menos denso”, sostuvo Dru, en algo que habla
más del criterio del jurado que del signo de los tiempos; de
la mirada light de una posmodernidad que, al borde del fin del
milenio, puede que esté exhibiendo sus últimos gestos
ya que, esa realidad a la que se dice hay que volver, es cada vez
más ácida y densa que lo que se quiere asumir. Y esto
se vio claramente en la persistente dureza de los avisos de bien
público.
El golazo brasileño
La Argentina consiguió un oro con el controvertido aviso de
Pragma para Oreo, dos platas &endash;uno para Agulla & Baccetti
por las “Escupidas” (aspiradora Delonghi) y otro para Lautrec por
“Pareja” (aperitivo Herba)&endash; y un bronce, que inauguró
la leonera de VegaOlmosPonce con su pieza “Luna de miel” (CTI
Celular).
Muchos connacionales &endash;creativos, productoras,
periodistas&endash; adhirieron con entusiasmo a la tendencia de
minimizar el peso de la producción, estimando que aumenta las
chances de las piezas locales. Esto, que es cierto, puede
también convertirse en un arma de doble filo, ya que el rigor
y el despliegue en ese rubro sigue siendo una asignatura pendiente
que no parece prudente archivar so pena de continuar cultivando el
criollo paradigma de “lo atamos con alambre”.
La otra impronta observada &endash;saludar el predominio de los
avisos “simples, simpáticos y agradables”&endash; tampoco
suena como un buen aporte a la creatividad local, impulsada en los
últimos tiempos hacia una bienvenida mayor audacia e
irreverencia y que, precisamente, quizá requiera avanzar
más hacia conceptos e ideas fuertes que la terminen de dotar
de una personalidad definida.
En este sentido vale el ejemplo de los vecinos brasileños
que, a través de los años, han sabido conjugar
sabiamente esos ingredientes. Así, en esta edición, se
dieron el lujo de hacerse del trofeo de Agencia del Año (que
se asigna sumando los puntos de todos los premios obtenidos en
gráfica y fílmica: 10 por cada Grand Prix, 7 por cada
oro, 5 por cada plata, 3 por cada bronce y 1 por cada puesto en short
list) que fue a las manos de DM9DDB Publicidade. La estadounidense
TBWA Chiat/Day ocupó el segundo puesto, y el tercero fue para
otra brasileña: Almap/BBDO.
La Palma de Oro a las productoras se la llevó
@Radical.Media, de Estados Unidos, seguida por un empate entre su
compatriota Propaganda/Satellite Film y la británica Outsider.
El Journalists Award recayó en un más que sencillo
aviso holandés de PMSvW/Young & Rubicam para una academia
de inglés. A diferencia de lo ocurrido en la mayoría de
las ediciones, en que la pieza premiada por los periodistas
solía ser la challenger del Grand Prix, ésta obtuvo
&endash;con justicia&endash; un módico bronce.
El Anunciante del Año fue Renzo Rosso, titular de la
fábrica de jeans y ropa casual Diesel, un cuarentón tan
informal y desinhibido como la comunicación de su empresa. El
italiano subió al escenario del Palais con los cuatro miembros
top de su staff, todos luciendo una máscara que
reproducía su rostro, en un juego de confusión que,
además de simpático, puso en escena un meritorio
espíritu de equipo.
Por lo demás, lo de siempre: tediosas ceremonias de entrega
de premios &endash;ya no hay más sketches o shows, aunque
tampoco se los extraña; ¿no será hora de convocar
a algún creativo para organizarlas?&endash; conducidas por una
figura de la actividad (esta vez le tocó a Michael Conrad, de
Leo Burnett), seguidas de fiestas multitudinarias plenas en manjares,
bebidas, música y show off; más fiestas organizadas por
las distintas delegaciones y, como siempre, cada noche, la escala
final en el bar del Martinez, pródiga en intercambios
culturales.
La nota diferente fue la pasión por palpitar el Mundial:
los argentinos abroquelados frente a la pantalla gigante del bar del
Carlton, la torcida brasileña en el Majestic, y el resto por
todas partes, ya que los televisores brotaban hasta en la arena.
En la gala final, desde las terrazas del Palm Beach, los fuegos
artificiales parecieron más imponentes y duraderos que nunca,
y desataron un baile frenético. Fuegos fatuos, danzas
tribales; quizá un conjuro para convocar a los dioses de la
fecundidad y lograr que los Leones recuperen su fiereza.
Todos a clase
Fuera de los eminentemente técnicos, como el de efectos
especiales o el de Kodak, y el tradicional “New Directors Showcase”
de Saatchi & Saatchi que presenta trabajos de los talentos
llamados a brillar en el futuro dentro de esa disciplina y que, en
esta edición, incluyó al argentino Pucho Mentasti, hubo
un par de seminarios que se destacaron por su poder de convocatoria.
Uno fue “La elección de la gente”, organizado por el diario
estadounidense USA Today, que desde el año pasado
reemplazó en el patrocinio del Festival al Wall Street
Journal. Como ya lo habían explicado en la edición
anterior, el periódico realiza regularmente el Ad Track, una
encuesta mensual sobre avisos publicitarios de 1.000 entrevistas
telefónicas en las que se hacen tres preguntas básicas:
¿lo vio?, ¿le gusta?, ¿cree que es efectivo?
Habitualmente, los comerciales más premiados suelen ser los
elegidos por los consumidores.
Los invitados al panel y la promesa de una “vívida
discusión” auguraban un sabroso resultado. Sin embargo,
Stephen Graham, VP de Comunicaciones de Marketing de AT&T,
Geoffrey Frost, director global de Publicidad de Nike, y John Hayes,
VP de Publicidad Global de American Express se limitaron a explicar
suscintamente porqué sus empresas hacen la publicidad que
hacen. Así, Graham admitió que debieron abandonar los
avisos agresivos hacia la competencia porque los consumidores los
odian, Hayes razonó que el uso de celebridades en sus avisos
&endash;como Jerry Seinfeld y Tiger Woods&endash; los acerca
más fácilmente a sus futuros usuarios, y Frost
reconoció que sus piezas muchas veces despiertan
controversias. Consultado por MERCADO acerca de cómo inciden
en una marca prioritariamente orientada a los jóvenes las
denuncias de explotación del trabajo infantil en países
periféricos, el hombre de Nike se escabulló por la
tangente del remanido “estamos investigando y lo haremos hasta las
últimas consecuencias”. La “vívida discusión”
lamentablemente quedó para mejor momento.
El plato fuerte fue la exhibición del documental “La A a la
Z de separar a la gente de su dinero”, segunda parte de la
trilogía en la que el alemán Hermann Vaske viene
investigando cuál es el lugar de la publicidad en el mundo
posmoderno. Con el estupendo Dennis Hopper como hilo conductor
&endash;a través de la composición de múltiples
personajes&endash; el film recorre un alfabeto deliberadamente armado
para desarrollar una exploración de la creatividad, que
hilvana breves intervenciones de personajes como, entre otros,
directores de cine &endash;David Lynch, Wayne Wang, los hermanos
Cohen&endash;, publicitarios &endash;John Hegarty, Ted Bell, Neil
French, Marcello Serpa&endash;, músicos &endash;Laurie
Anderson, David Bowie, Bono&endash; o políticos &endash;Mijail
Gorvachov, Vaclav Havel.
La lista de entrevistados es inmensa y toda al nivel de los
nombres mencionados, lo que, sumado a las breves y entretenidas
secuencias narrativas y a la inteligente ironía que lo
recorre, hacen de este material algo absolutamente imperdible.
La irrupción cibernética
La nueva categoría de los Cyber Lions, para marketing y
publicidad interactivos, registró 401 entries &endash;265 web
sites y 136 avisos&endash; provenientes de 23 países. Como era
previsible, Estados Unidos abrumó con sus 189 inscripciones,
mientras que Brasil fue el único competidor latinoamericano.
Desbordante de optimismo, el actual presidente del Festival, Roger
Hatchuel, pronosticó un dinámico futuro para el rubro:
“En cinco años más, Internet puede muy bien ser el
mayor ámbito de competencia del certamen”.
Con un jurado propio, integrado mayoritariamente por titulares de
empresas dedicadas a este tipo de desarrollos tecnológicos
&endash;sólo Ogilvy & Mather y Grey defendían los
colores de las agencias de publicidad tradicionales&endash;, los
cibernautas aparecían todavía como personajes
exóticos en la fauna habitual de Cannes.
Uno de los entries más pequeños y baratos se
alzó con el Grand Prix, lo que parece confirmar el aserto de
que la Web es el medio más democrático de la historia.
El site creado por la británica The Hub Communications para el
fotógrafo radicado en Londres, Frank Herholdt, se midió
con rivales de la talla de Ford, IBM y Microsoft para alcanzar el
primer lugar en el podio.
El presidente del jurado dijo que la votación para los 16
premios otorgados “fue virtualmente unánime”. De los 15 Cyber
Lions dorados, diez fueron para Estados Unidos, dos para Gran
Bretaña y uno para Alemania, Australia y Brasil. De todas
maneras, la experiencia demostró la necesidad de organizar
mejor las categorías de premios, quizá
ordenándolas por sectores como los Leones tradicionales.
Una recorrida por los sites y avisos interactivos ganadores
permite concluir que la actividad se encuentra recién al
comienzo de un largo camino. Hasta ahora, prevalece el discurso de la
propia tecnología, engolosinada consigo misma e
inevitablemente autorreferente. La creatividad, las grandes ideas y
conceptos desarrollados con imaginación y eficacia,
todavía no han logrado anidar en el corazón de la
maraña de clicks y links. Una de dos: o los tecnólogos
abrevan humildemente en aquellas fuentes, o los creativos se
interesan de verdad y aprenden el lenguaje propio de este nuevo
medio.
Por otra parte, los participantes del certamen se encargaron de
enviar un claro mensaje a los providers de telecomunicaciones: el
medio no va a alcanzar una plena excelencia creativa mientras no se
obtenga mayor ancho de banda. Y esto vale para todo el mundo,
también para la Argentina.
La nueva categoría de los Cyber Lions, para marketing y
publicidad interactivos, registró 401 entries &endash;265 web
sites y 136 avisos&endash; provenientes de 23 países. Como era
previsible, Estados Unidos abrumó con sus 189 inscripciones,
mientras que Brasil fue el único competidor latinoamericano.
Desbordante de optimismo, el actual presidente del Festival, Roger
Hatchuel, pronosticó un dinámico futuro para el rubro:
“En cinco años más, Internet puede muy bien ser el
mayor ámbito de competencia del certamen”.
Con un jurado propio, integrado mayoritariamente por titulares de
empresas dedicadas a este tipo de desarrollos tecnológicos
&endash;sólo Ogilvy & Mather y Grey defendían los
colores de las agencias de publicidad tradicionales&endash;, los
cibernautas aparecían todavía como personajes
exóticos en la fauna habitual de Cannes.
Uno de los entries más pequeños y baratos se
alzó con el Grand Prix, lo que parece confirmar el aserto de
que la Web es el medio más democrático de la historia.
El site creado por la británica The Hub Communications para el
fotógrafo radicado en Londres, Frank Herholdt, se midió
con rivales de la talla de Ford, IBM y Microsoft para alcanzar el
primer lugar en el podio.
El presidente del jurado dijo que la votación para los 16
premios otorgados “fue virtualmente unánime”. De los 15 Cyber
Lions dorados, diez fueron para Estados Unidos, dos para Gran
Bretaña y uno para Alemania, Australia y Brasil. De todas
maneras, la experiencia demostró la necesidad de organizar
mejor las categorías de premios, quizá
ordenándolas por sectores como los Leones tradicionales.
Una recorrida por los sites y avisos interactivos ganadores
permite concluir que la actividad se encuentra recién al
comienzo de un largo camino. Hasta ahora, prevalece el discurso de la
propia tecnología, engolosinada consigo misma e
inevitablemente autorreferente. La creatividad, las grandes ideas y
conceptos desarrollados con imaginación y eficacia,
todavía no han logrado anidar en el corazón de la
maraña de clicks y links. Una de dos: o los tecnólogos
abrevan humildemente en aquellas fuentes, o los creativos se
interesan de verdad y aprenden el lenguaje propio de este nuevo
medio.
Por otra parte, los participantes del certamen se encargaron de
enviar un claro mensaje a los providers de telecomunicaciones: el
medio no va a alcanzar una plena excelencia creativa mientras no se
obtenga mayor ancho de banda. Y esto vale para todo el mundo,
también para la Argentina.
Jean Marie Dru, presidente del Jurado
“No hay idea si no hay salto creativo”
Elusivo a la hora de evaluar el estándar creativo de los
materiales presentados, Dru es uno de los pocos franceses que se ha
atrevido a teorizar y formular una metodología en el
ámbito del marketing y la publicidad. Y lo ha hecho con
éxito, hasta el punto que Michael Conrad, vicepresidente de
Leo Burnett, la ha adoptado como una suerte de manual de estudio en
su organización.
Jean Marie Dru, cofundador y chairman del BDDP Group, una agencia
global con base en París y oficinas en 27 países, fue
el encargado este año de llevar las riendas de los jurados de
Gráfica y Fílmica en un Festival que se desarrolla en
Cannes, tiene su bunker organizativo en Londres y se desvive por
seducir por igual a norteamericanos, rusos y chinos.
Con ese estilo tan francés que remite inevitablemente al
discurso diplomático, Dru soslaya la comparación del
material, cuyo juzgamiento le tocó en suerte dirigir, con el
de otras ediciones del certamen. “Yo vengo a Cannes desde 1973 y
siempre escucho lo mismo: ´el de hace tres &endash;o cuatro o
siete&endash; años fue mejor´. Me parece que la gente
sobreestima el pasado”, afirma.
La escasa disposición a hablar, si del Festival se trata,
deviene en entusiasta locuacidad cuando se toca el tema de su libro
Disrupción. Dando vuelta las convenciones y sacudiendo el
mercado que, publicado un par de años atrás, tuvo un
fuerte impacto y lo constituyó en uno de los teorizadores
más interesantes en la materia. “Se trata de una
metodología de publicidad y marketing, algo intermedio; no me
gusta clasificar las cosas categóricamente. Comenzó por
un punto muy simple: exigimos demasiado a los creativos. Se les pide,
por ejemplo, ´digan que este detergente lava mejor y háganlo
en forma creativa´. ¿Cómo pueden hacerlo?; la idea es
tratar de ser creativo antes de que comience el proceso de la
creación, ser creativo en la etapa de la estrategia. Para
algunos esto no es posible, creen que la estrategia debe ser
relevante pero no original, y es al revés. En la estrategia
hay que tener una perspectiva que ayude a los creativos a serlo. En
mi agencia, el director creativo tiene el derecho de rechazar un
brief si le parece que es chato, vulgar”, sostiene con
énfasis.
En su obra, Dru establece un proceso que consta de tres pasos:
convención, disrupción, visión. “Primero se
trata de determinar cuáles son los commodities del
pensamiento, esas ideas hechas que tiene la gente y sobre las que ni
siquiera piensa; en publicidad en general no se hace eso. Por
ejemplo, se toma una marca, se la compara con otras y se explican las
diferencias. A mí me interesa, en cambio, lo que tienen en
común, y ésa es una convención. Si uno la
encuentra, entonces quizá se le ocurra cómo romperla;
pero no se trata de romperla porque sí, tiene que tener una
idea de hacia dónde ir, y ésa es la visión.”
Como explica en su libro, la discontinuidad está en el
corazón de la disrupción, que necesariamente implica
ruptura, un antes y un después en la vida de una marca. “No
hay idea si no hay salto creativo; de otro modo, lo que se tiene son
inteligentes reformulaciones de estrategias que, sin una idea real,
no resultan poderosas.”
Puesto a señalar algún aviso que ilustre esto de la
disrupción, no duda: “El de Apple, ´1984´; el abordaje
publicitario era tan revolucionario como el producto en sí.
Con esa campaña, Apple sumó una discontinuidad
publicitaria a una discontinuidad en el mercado mismo”.
En la gala posterior a la entrega de premios de Gráfica,
cuando MERCADO le preguntó cuál era la
disrupción de la campaña ganadora, Dru, elegantemente,
optó por alzar su copa de champaña y propuso dejar el
análisis para una mejor ocasión.
Opinión
“La pasé mejor como jurado que como espectador”
Por Ramiro Agulla
Sábado 20 de junio. Todavía no llegó nadie a
Cannes. Sólo los jurados. El aviso de Pragma con el leoncito
de Parmalat deseándome suerte. El aviso de mi agencia que me
emociona. Planchar la ropa que se arrugó. Cena de jurados.
Tratar de sentarse con el presidente del Festival. Amenazar con
desorden. Presentarse con cada uno de los jurados de manera efusiva.
Ver películas. Votar. Regalarle camisetas de Argentina con su
nombre impreso atrás a cada uno de los jurados. Mundial. “Oh,
Argentina. ¡Batistuta! ¡Ortega!” Hotel Majestic. El hotel
de los jurados.
Habitaciones 32X, 31X, 42X. Listas. Pasillos. Recomendaciones.
Almorzar con algunos jurados en algún lugar discreto. No poder
almorzar con Dolores. Ver películas. Votar. Decirle al
japonés que los anglos están discriminando lo oriental.
“Votan todo 1, yo los vi”. Sacar un Movicom. No atender nunca el
teléfono de la habitación. Acostarse temprano. Estar
despierto desde que empieza porque, si no, cuando dejaste de bostezar
ya te desaparecieron tu short-list.
Decirle al presidente del jurado, que es francés, que los
anglos están votando todo 1 a lo francés y lo latino.
“Yo los vi. Vos lo podés chequear.” Confío en su lado
latino. Se lo digo. El jurado polaco aparece con la camiseta
argentina. “Les aclaro que los hermanos de Oreo son hermanos de
verdad.” Canto, porque me gusta cantar, las bandas pegadizas de Disco
Delivery o CTI en los coffe break. Pedirle películas
argentinas al español para que el español me las pida a
mí, pero como tengo un compromiso con el holandés, yo
le pido a Holanda y el holandés le pide a España y
España a la Argentina.
Pasillos. Discusiones. Donna Weinheim de BBDO New York protesta al
presidente porque “los hispano-parlantes, incluido Brasil, votan en
bloque”. Yo protesto al presidente porque “Donna y los anglos votan
en bloque”. Gustos compartidos. Necesito la mano arriba del italiano.
Tengo que promover una película italiana que me da
vergüenza. Ver películas. Votar. El jurado alemán
aparece con la camiseta argentina. Hablar con Brasil. Sus
películas fuertes están al final de las
categorías. Las argentinas al principio. Ya tengo tres platas.
Se me cae Disco. Pedirle al canadiense que sea él el que
refresque la memoria de las películas argentinas porque si lo
hago yo Donna sabrá que son latinas.
Ya tengo bronce para CTI. Necesito un oro. Oreo tiene plata y creo
que puede. Pero no se puede pedir un upgrade para tu país. Que
lo pida Brasil. Ya soy amigo del hindú. Me invitó a
Bombay. Argumento Oreo. Junta 14 votos. No basta. Volvemos a votar
porque es un buen amigo y cumple los pactos. Oro para Oreo, Pragma,
Rodrigo y Lucho. Me gusta. Grand Prix para Nike. Me gusta. Me lamento
por Fargo, que tuve que soltarle la mano porque estaba en la misma
categoría que Oreo. Me lamento por Disco, Scholl y TyC.
Sólo esta última estuvo a tres votos de un bronce. Pido
que el jurado aparezca en la entrega después del reel y no
antes, así el público podía aplaudirnos o
abuchearnos. De cualquier modo sería más divertido. Al
jurado le gustó la idea. A la organización, le
pareció muy arriesgada.
Fue duro pero estimulante. Fue cansador pero no aburrido.
Conocí gente y me conocieron. Fue bueno para la Argentina. Fue
bueno para Agulla & Baccetti. Fue bueno para mí.
No fui todo lo profesional que soy. Pero sí todo lo
argentino.
Volvería a ser jurado otra vez. Es más divertido que
estar esperando en la playa.. ¿o no?
