El año de los Leones herbívoros

    En términos cuantitativos la realidad es irrefutable: el
    certamen que se desarrolla en la Costa Azul crece año a
    año en forma tan espectacular como su escenario. En
    Gráfica, de 4.338 entries en 1995 se pasó a 7.097 en
    esta edición, y en Fílmica, de 4.210 a 4.926.
    Paralelamente, la cifra de delegados rozó este año los
    7.000, provenientes de los más recónditos puntos del
    planeta: junto a los habitues europeos, americanos y japoneses, los
    contingentes de peregrinos venidos de Asia, Africa y los
    países del ex bloque soviético, constituyeron una
    efervescente Babel que desbordó los auditorios del Palais, los
    hoteles, los restaurantes y los cafés. Lo que, obviamente,
    aumentó el beneplácito y la prosperidad de los
    organizadores del Festival y la estructura comercial de esta
    pequeña villa que parece haber sido diseñada como la
    perfecta escenografía para montar todo tipo de feria de
    vanidades.

    El crecimiento en cantidad es razonable y, hasta cierto punto, de
    toda justicia; la muestra de Cannes, con 45 años de historia,
    es una maquinaria prolijamente aceitada donde se da cita el grueso de
    la mejor publicidad del mundo y sus jurados &endash;más
    allá de las concesiones obligadas por una lógica
    marketinera&endash; son figuras top de la actividad, todo lo cual
    hace que sus Leones se coloquen entre los galardones más
    deseados.

    Pero, si es válido que de cantidad vive el negocio, no
    sólo los números alcanzan para una competencia que,
    precisamente, debe premiar la calidad de una materia tan poco
    cuantificable como la creatividad. Y aquí es inevitable caer
    en la recurrente y controvertida cuestión de los criterios de
    premiación, ciertas contradicciones discursivas y los
    intereses económicos subyacentes en todo evento de esta
    índole.

     

    El valor de los premios

    “Cannes es como el Mundial de fútbol o las
    Olimpíadas del ámbito publicitario”, dijo Donald Gunn,
    histórico gurú de Leo Burnett y flamante presidente
    electo del Festival. Con esa lógica, se justificaría
    que siempre deba haber Grand Prix; siempre hay alguien que llega
    primero a la meta en los 100 metros llanos o gana más partidos
    que los demás equipos. Hasta ahí, la cosa parece
    inobjetable.

    Pero aun aceptándolo como criterio, el razonamiento tiene
    sus fisuras. Extremándolo &endash;que es una forma de probar
    las lógicas&endash;, también tendrían que
    asignarse oros en todas las categorías, cosa que no ocurre.
    Por otra parte, en las pruebas olímpicas no necesariamente se
    baten cada vez los récords anteriores, ni es lo mismo el
    Brasil campeón con Pelé en México ´70 que el que
    ganó por penales en Estados Unidos ´94. O sea que cabe asumir
    que hay años en que el estándar es inferior. Entonces,
    en un certamen que no es una puja deportiva, ¿es “justo y
    necesario” otorgar los máximos galardones? ¿O, en
    realidad, como continúa el rezo de la misa católica,
    “es nuestro deber y salvación”?

    “Las agencias que pagan US$ 300 o 500 por cada inscripción
    tienen derecho a que se repartan los premios mayores”,
    señalaba un periodista en el café del Palais. A riesgo
    de incordiar con la lógica, vienen a la memoria las palabras
    que año a año repite el dueño del Festival,
    Roger Hatchuel: “Cannes es la universidad de verano para los
    publicitarios”. En una universidad &endash;privada y costosa como
    ésta&endash; los alumnos podrían reclamar alegremente
    el derecho a que se pusieran notas sobresalientes en todas las
    materias. Algo cruje en el razonamiento.

    Sin reivindicar la postura extrema del inefable Frank Lowe,
    sería interesante encontrar algún criterio que no se
    ciña férreamente al paradigma olímpico e
    incorpore la cuestión del nivel de excelencia. Quizá
    sea difícil; o no, y baste con el sentido común y la
    valentía de los jurados para decir: “señores, este
    año no hay ninguna pieza tan sobresaliente como para merecer
    el Grand Prix”. No sería la muerte de nadie, ni siquiera de
    quienes tiemblan aferrados a las cajas registradoras. Levantar el
    estándar estimula la competencia y suele ser un buen negocio.

     

    Bueno, pero no extraordinario

    Todo esto tiene que ver con la apreciación que
    prevalecía en buena parte de los creativos y periodistas
    internacionales que participaron de esta 45º edición de
    Cannes &endash;y que ya se había palpado en el
    Clío&endash;, en el sentido de que la media de la
    producción del ´97 fue inferior a la de otros años y
    que las campañas que se alzaron con los Grand Prix no
    tenían la estatura deseable para semejante distinción.

    “Fue un buen año, pero no extraordinario”, admitió
    el chairman del jurado, Jean Marie Dru, en la conferencia de prensa
    en que se anunciaron los premios de Gráfica. “Se otorgó
    más o menos la misma cantidad de Leones que el año
    pasado, pero muchos menos oros”, señaló.

    Por tercera vez consecutiva, el Grand Prix fue para la publicidad
    de un automóvil, en este caso la campaña de lanzamiento
    del nuevo Volkswagen Beetle realizada por la agencia estadounidense
    Arnold Communications. Trece avisos de estética muy despojada:
    fondo blanco, el vehículo muy pequeño en distintos
    colores y posiciones, y copies breves que jugaban alrededor del
    revival del épico escarabajo (“un auto como éste
    aparece sólo dos veces en la vida” o “si uno fue realmente
    bueno en una vida pasada, vuelve como algo mejor”). Era imposible no
    añorar el breakthrough que significó en su momento el
    “Think small”.

    En Print & Posters las dos improntas relevantes fueron la
    prevalencia de lo visual y la hegemonía de las campañas
    (se llevaron nueve de la veintena de oros distribuidos). Una que
    pisó fuerte y peleó hasta último momento por el
    GP fue la de Apple, realizada por TBWA Chiat/Day, con fotos de
    personajes como Picasso, Einstein y Gandhi y el eslogan “Think
    different”, que además parece haber sido buena fuente de
    inspiración para una reciente campaña local.

    Los argentinos, si bien debieron conformarse con el bronce,
    juntaron media docena en una performance más que aceptable.
    Claro que los grandes protagonistas fueron Gran Bretaña, que
    se alzó con una treintena de Leones (40% de los oros), y
    Brasil, que coleccionó 26.

    La sorpresa &endash;agradable, por cierto&endash; la brindó
    Uruguay, con su León de Plata para la excelente campaña
    creada por Ginkgo Saatchi & Saatchi para Tylenol.

    El certamen de Young Creatives, que convocó a equipos de 30
    países &endash;entre ellos la dupla argentina
    Jáuregui/Pigni&endash; fue ganado por Portugal, seguido por
    Sudáfrica y Australia.

     

    La hegemonía light

    La short list de fílmica ratificó lo que se
    había vislumbrado en gráfica: la cosecha ´97
    difícilmente pasará a la historia. El saludable
    abandono de la apuesta a la superproducción tiene sentido
    cuando en lugar de ésta se priorizan las grandes ideas; en
    general, ése no fue el caso.

    A la hora de los premios, como en Gráfica, hubo menos oros:
    23, contra 31 platas y un aluvión de 67 bronces. En su eterna
    puja con los británicos, Estados Unidos se tomó
    revancha y acaparó 40 Leones. El Grand Prix fue a parar a la
    exitosa agencia de San Francisco Goodby Silverstein & Parners por
    su campaña para Nike, que nunca había accedido a ese
    lauro aun con piezas más impactantes, como algunas de las de
    Wieden & Kennedy. Los avisos muestran a tenistas, golfistas y
    aerobistas perseguidos por la policía e insultados por la
    gente, para concluir con el leit motiv “¿Qué
    pasaría con nuestros atletas si los tratáramos como a
    los skateboarders?”. Según afirmó Dru, se trata de una
    campaña “simple, pequeña y agradable”; lo cual es
    cierto, y aplicable a varias otras que integraron el Palmares.

    Los jurados, encabezados por su chairman, se empeñaron en
    insistir en que “las viejas estrategias no corren más, hay que
    volver a la vida real”. A pesar del énfasis, no pudieron
    aclarar cuáles eran esas estrategias vetustas ni tampoco a
    qué aludían con “la vida real”. Puestos a interpretar
    sus palabras de un modo literal, cabe suponer que habría que
    abominar del “1984” de Apple, con el que Lee Clow concretó un
    verdadero breakthrough hace 14 años o, más
    recientemente, del “Drugstore” de Levi´s &endash;que en el ´95
    hubiera merecido el Grand Prix&endash; ya que al fin y al cabo el
    refinado talento de John Hegarty lo había convertido en un
    corto cinematográfico con la estética y el clima de un
    film de los hermanos Cohen. Y ni qué hablar de “Good vs. Evil”
    de Nike, que en el ´96 perdió el GP a manos del pequeño
    y naif aviso para Rolo. Es cierto, en aquel endemoniado partido de
    fútbol entre el bien y el mal, Tarsem &endash;su
    director&endash; no se privó de espectacularidad alguna, pero
    difícilmente alguien con absoluta honestidad podrá
    plantear que en la pieza no había un concepto potente y toda
    una estrategia de la marca para posicionarse tanto en un mercado como
    en un plexo de valores.

    “Afortunadamente, hemos visto en general un humor menos
    ácido y un drama menos denso”, sostuvo Dru, en algo que habla
    más del criterio del jurado que del signo de los tiempos; de
    la mirada light de una posmodernidad que, al borde del fin del
    milenio, puede que esté exhibiendo sus últimos gestos
    ya que, esa realidad a la que se dice hay que volver, es cada vez
    más ácida y densa que lo que se quiere asumir. Y esto
    se vio claramente en la persistente dureza de los avisos de bien
    público.

     

    El golazo brasileño

    La Argentina consiguió un oro con el controvertido aviso de
    Pragma para Oreo, dos platas &endash;uno para Agulla & Baccetti
    por las “Escupidas” (aspiradora Delonghi) y otro para Lautrec por
    “Pareja” (aperitivo Herba)&endash; y un bronce, que inauguró
    la leonera de VegaOlmosPonce con su pieza “Luna de miel” (CTI
    Celular).

    Muchos connacionales &endash;creativos, productoras,
    periodistas&endash; adhirieron con entusiasmo a la tendencia de
    minimizar el peso de la producción, estimando que aumenta las
    chances de las piezas locales. Esto, que es cierto, puede
    también convertirse en un arma de doble filo, ya que el rigor
    y el despliegue en ese rubro sigue siendo una asignatura pendiente
    que no parece prudente archivar so pena de continuar cultivando el
    criollo paradigma de “lo atamos con alambre”.

    La otra impronta observada &endash;saludar el predominio de los
    avisos “simples, simpáticos y agradables”&endash; tampoco
    suena como un buen aporte a la creatividad local, impulsada en los
    últimos tiempos hacia una bienvenida mayor audacia e
    irreverencia y que, precisamente, quizá requiera avanzar
    más hacia conceptos e ideas fuertes que la terminen de dotar
    de una personalidad definida.

    En este sentido vale el ejemplo de los vecinos brasileños
    que, a través de los años, han sabido conjugar
    sabiamente esos ingredientes. Así, en esta edición, se
    dieron el lujo de hacerse del trofeo de Agencia del Año (que
    se asigna sumando los puntos de todos los premios obtenidos en
    gráfica y fílmica: 10 por cada Grand Prix, 7 por cada
    oro, 5 por cada plata, 3 por cada bronce y 1 por cada puesto en short
    list) que fue a las manos de DM9DDB Publicidade. La estadounidense
    TBWA Chiat/Day ocupó el segundo puesto, y el tercero fue para
    otra brasileña: Almap/BBDO.

    La Palma de Oro a las productoras se la llevó
    @Radical.Media, de Estados Unidos, seguida por un empate entre su
    compatriota Propaganda/Satellite Film y la británica Outsider.

    El Journalists Award recayó en un más que sencillo
    aviso holandés de PMSvW/Young & Rubicam para una academia
    de inglés. A diferencia de lo ocurrido en la mayoría de
    las ediciones, en que la pieza premiada por los periodistas
    solía ser la challenger del Grand Prix, ésta obtuvo
    &endash;con justicia&endash; un módico bronce.

    El Anunciante del Año fue Renzo Rosso, titular de la
    fábrica de jeans y ropa casual Diesel, un cuarentón tan
    informal y desinhibido como la comunicación de su empresa. El
    italiano subió al escenario del Palais con los cuatro miembros
    top de su staff, todos luciendo una máscara que
    reproducía su rostro, en un juego de confusión que,
    además de simpático, puso en escena un meritorio
    espíritu de equipo.

    Por lo demás, lo de siempre: tediosas ceremonias de entrega
    de premios &endash;ya no hay más sketches o shows, aunque
    tampoco se los extraña; ¿no será hora de convocar
    a algún creativo para organizarlas?&endash; conducidas por una
    figura de la actividad (esta vez le tocó a Michael Conrad, de
    Leo Burnett), seguidas de fiestas multitudinarias plenas en manjares,
    bebidas, música y show off; más fiestas organizadas por
    las distintas delegaciones y, como siempre, cada noche, la escala
    final en el bar del Martinez, pródiga en intercambios
    culturales.

    La nota diferente fue la pasión por palpitar el Mundial:
    los argentinos abroquelados frente a la pantalla gigante del bar del
    Carlton, la torcida brasileña en el Majestic, y el resto por
    todas partes, ya que los televisores brotaban hasta en la arena.

    En la gala final, desde las terrazas del Palm Beach, los fuegos
    artificiales parecieron más imponentes y duraderos que nunca,
    y desataron un baile frenético. Fuegos fatuos, danzas
    tribales; quizá un conjuro para convocar a los dioses de la
    fecundidad y lograr que los Leones recuperen su fiereza.

     

    Todos a clase

    Fuera de los eminentemente técnicos, como el de efectos
    especiales o el de Kodak, y el tradicional “New Directors Showcase”
    de Saatchi & Saatchi que presenta trabajos de los talentos
    llamados a brillar en el futuro dentro de esa disciplina y que, en
    esta edición, incluyó al argentino Pucho Mentasti, hubo
    un par de seminarios que se destacaron por su poder de convocatoria.

    Uno fue “La elección de la gente”, organizado por el diario
    estadounidense USA Today, que desde el año pasado
    reemplazó en el patrocinio del Festival al Wall Street
    Journal. Como ya lo habían explicado en la edición
    anterior, el periódico realiza regularmente el Ad Track, una
    encuesta mensual sobre avisos publicitarios de 1.000 entrevistas
    telefónicas en las que se hacen tres preguntas básicas:
    ¿lo vio?, ¿le gusta?, ¿cree que es efectivo?
    Habitualmente, los comerciales más premiados suelen ser los
    elegidos por los consumidores.

    Los invitados al panel y la promesa de una “vívida
    discusión” auguraban un sabroso resultado. Sin embargo,
    Stephen Graham, VP de Comunicaciones de Marketing de AT&T,
    Geoffrey Frost, director global de Publicidad de Nike, y John Hayes,
    VP de Publicidad Global de American Express se limitaron a explicar
    suscintamente porqué sus empresas hacen la publicidad que
    hacen. Así, Graham admitió que debieron abandonar los
    avisos agresivos hacia la competencia porque los consumidores los
    odian, Hayes razonó que el uso de celebridades en sus avisos
    &endash;como Jerry Seinfeld y Tiger Woods&endash; los acerca
    más fácilmente a sus futuros usuarios, y Frost
    reconoció que sus piezas muchas veces despiertan
    controversias. Consultado por MERCADO acerca de cómo inciden
    en una marca prioritariamente orientada a los jóvenes las
    denuncias de explotación del trabajo infantil en países
    periféricos, el hombre de Nike se escabulló por la
    tangente del remanido “estamos investigando y lo haremos hasta las
    últimas consecuencias”. La “vívida discusión”
    lamentablemente quedó para mejor momento.

    El plato fuerte fue la exhibición del documental “La A a la
    Z de separar a la gente de su dinero”, segunda parte de la
    trilogía en la que el alemán Hermann Vaske viene
    investigando cuál es el lugar de la publicidad en el mundo
    posmoderno. Con el estupendo Dennis Hopper como hilo conductor
    &endash;a través de la composición de múltiples
    personajes&endash; el film recorre un alfabeto deliberadamente armado
    para desarrollar una exploración de la creatividad, que
    hilvana breves intervenciones de personajes como, entre otros,
    directores de cine &endash;David Lynch, Wayne Wang, los hermanos
    Cohen&endash;, publicitarios &endash;John Hegarty, Ted Bell, Neil
    French, Marcello Serpa&endash;, músicos &endash;Laurie
    Anderson, David Bowie, Bono&endash; o políticos &endash;Mijail
    Gorvachov, Vaclav Havel.

    La lista de entrevistados es inmensa y toda al nivel de los
    nombres mencionados, lo que, sumado a las breves y entretenidas
    secuencias narrativas y a la inteligente ironía que lo
    recorre, hacen de este material algo absolutamente imperdible.

     

    La irrupción cibernética

    La nueva categoría de los Cyber Lions, para marketing y
    publicidad interactivos, registró 401 entries &endash;265 web
    sites y 136 avisos&endash; provenientes de 23 países. Como era
    previsible, Estados Unidos abrumó con sus 189 inscripciones,
    mientras que Brasil fue el único competidor latinoamericano.
    Desbordante de optimismo, el actual presidente del Festival, Roger
    Hatchuel, pronosticó un dinámico futuro para el rubro:
    “En cinco años más, Internet puede muy bien ser el
    mayor ámbito de competencia del certamen”.

    Con un jurado propio, integrado mayoritariamente por titulares de
    empresas dedicadas a este tipo de desarrollos tecnológicos
    &endash;sólo Ogilvy & Mather y Grey defendían los
    colores de las agencias de publicidad tradicionales&endash;, los
    cibernautas aparecían todavía como personajes
    exóticos en la fauna habitual de Cannes.

    Uno de los entries más pequeños y baratos se
    alzó con el Grand Prix, lo que parece confirmar el aserto de
    que la Web es el medio más democrático de la historia.
    El site creado por la británica The Hub Communications para el
    fotógrafo radicado en Londres, Frank Herholdt, se midió
    con rivales de la talla de Ford, IBM y Microsoft para alcanzar el
    primer lugar en el podio.

    El presidente del jurado dijo que la votación para los 16
    premios otorgados “fue virtualmente unánime”. De los 15 Cyber
    Lions dorados, diez fueron para Estados Unidos, dos para Gran
    Bretaña y uno para Alemania, Australia y Brasil. De todas
    maneras, la experiencia demostró la necesidad de organizar
    mejor las categorías de premios, quizá
    ordenándolas por sectores como los Leones tradicionales.

    Una recorrida por los sites y avisos interactivos ganadores
    permite concluir que la actividad se encuentra recién al
    comienzo de un largo camino. Hasta ahora, prevalece el discurso de la
    propia tecnología, engolosinada consigo misma e
    inevitablemente autorreferente. La creatividad, las grandes ideas y
    conceptos desarrollados con imaginación y eficacia,
    todavía no han logrado anidar en el corazón de la
    maraña de clicks y links. Una de dos: o los tecnólogos
    abrevan humildemente en aquellas fuentes, o los creativos se
    interesan de verdad y aprenden el lenguaje propio de este nuevo
    medio.

    Por otra parte, los participantes del certamen se encargaron de
    enviar un claro mensaje a los providers de telecomunicaciones: el
    medio no va a alcanzar una plena excelencia creativa mientras no se
    obtenga mayor ancho de banda. Y esto vale para todo el mundo,
    también para la Argentina.

     

    La nueva categoría de los Cyber Lions, para marketing y
    publicidad interactivos, registró 401 entries &endash;265 web
    sites y 136 avisos&endash; provenientes de 23 países. Como era
    previsible, Estados Unidos abrumó con sus 189 inscripciones,
    mientras que Brasil fue el único competidor latinoamericano.
    Desbordante de optimismo, el actual presidente del Festival, Roger
    Hatchuel, pronosticó un dinámico futuro para el rubro:
    “En cinco años más, Internet puede muy bien ser el
    mayor ámbito de competencia del certamen”.

    Con un jurado propio, integrado mayoritariamente por titulares de
    empresas dedicadas a este tipo de desarrollos tecnológicos
    &endash;sólo Ogilvy & Mather y Grey defendían los
    colores de las agencias de publicidad tradicionales&endash;, los
    cibernautas aparecían todavía como personajes
    exóticos en la fauna habitual de Cannes.

    Uno de los entries más pequeños y baratos se
    alzó con el Grand Prix, lo que parece confirmar el aserto de
    que la Web es el medio más democrático de la historia.
    El site creado por la británica The Hub Communications para el
    fotógrafo radicado en Londres, Frank Herholdt, se midió
    con rivales de la talla de Ford, IBM y Microsoft para alcanzar el
    primer lugar en el podio.

    El presidente del jurado dijo que la votación para los 16
    premios otorgados “fue virtualmente unánime”. De los 15 Cyber
    Lions dorados, diez fueron para Estados Unidos, dos para Gran
    Bretaña y uno para Alemania, Australia y Brasil. De todas
    maneras, la experiencia demostró la necesidad de organizar
    mejor las categorías de premios, quizá
    ordenándolas por sectores como los Leones tradicionales.

    Una recorrida por los sites y avisos interactivos ganadores
    permite concluir que la actividad se encuentra recién al
    comienzo de un largo camino. Hasta ahora, prevalece el discurso de la
    propia tecnología, engolosinada consigo misma e
    inevitablemente autorreferente. La creatividad, las grandes ideas y
    conceptos desarrollados con imaginación y eficacia,
    todavía no han logrado anidar en el corazón de la
    maraña de clicks y links. Una de dos: o los tecnólogos
    abrevan humildemente en aquellas fuentes, o los creativos se
    interesan de verdad y aprenden el lenguaje propio de este nuevo
    medio.

    Por otra parte, los participantes del certamen se encargaron de
    enviar un claro mensaje a los providers de telecomunicaciones: el
    medio no va a alcanzar una plena excelencia creativa mientras no se
    obtenga mayor ancho de banda. Y esto vale para todo el mundo,
    también para la Argentina.

     

    Jean Marie Dru, presidente del Jurado

    “No hay idea si no hay salto creativo”

    Elusivo a la hora de evaluar el estándar creativo de los
    materiales presentados, Dru es uno de los pocos franceses que se ha
    atrevido a teorizar y formular una metodología en el
    ámbito del marketing y la publicidad. Y lo ha hecho con
    éxito, hasta el punto que Michael Conrad, vicepresidente de
    Leo Burnett, la ha adoptado como una suerte de manual de estudio en
    su organización.

     

    Jean Marie Dru, cofundador y chairman del BDDP Group, una agencia
    global con base en París y oficinas en 27 países, fue
    el encargado este año de llevar las riendas de los jurados de
    Gráfica y Fílmica en un Festival que se desarrolla en
    Cannes, tiene su bunker organizativo en Londres y se desvive por
    seducir por igual a norteamericanos, rusos y chinos.

    Con ese estilo tan francés que remite inevitablemente al
    discurso diplomático, Dru soslaya la comparación del
    material, cuyo juzgamiento le tocó en suerte dirigir, con el
    de otras ediciones del certamen. “Yo vengo a Cannes desde 1973 y
    siempre escucho lo mismo: ´el de hace tres &endash;o cuatro o
    siete&endash; años fue mejor´. Me parece que la gente
    sobreestima el pasado”, afirma.

    La escasa disposición a hablar, si del Festival se trata,
    deviene en entusiasta locuacidad cuando se toca el tema de su libro
    Disrupción. Dando vuelta las convenciones y sacudiendo el
    mercado que, publicado un par de años atrás, tuvo un
    fuerte impacto y lo constituyó en uno de los teorizadores
    más interesantes en la materia. “Se trata de una
    metodología de publicidad y marketing, algo intermedio; no me
    gusta clasificar las cosas categóricamente. Comenzó por
    un punto muy simple: exigimos demasiado a los creativos. Se les pide,
    por ejemplo, ´digan que este detergente lava mejor y háganlo
    en forma creativa´. ¿Cómo pueden hacerlo?; la idea es
    tratar de ser creativo antes de que comience el proceso de la
    creación, ser creativo en la etapa de la estrategia. Para
    algunos esto no es posible, creen que la estrategia debe ser
    relevante pero no original, y es al revés. En la estrategia
    hay que tener una perspectiva que ayude a los creativos a serlo. En
    mi agencia, el director creativo tiene el derecho de rechazar un
    brief si le parece que es chato, vulgar”, sostiene con
    énfasis.

    En su obra, Dru establece un proceso que consta de tres pasos:
    convención, disrupción, visión. “Primero se
    trata de determinar cuáles son los commodities del
    pensamiento, esas ideas hechas que tiene la gente y sobre las que ni
    siquiera piensa; en publicidad en general no se hace eso. Por
    ejemplo, se toma una marca, se la compara con otras y se explican las
    diferencias. A mí me interesa, en cambio, lo que tienen en
    común, y ésa es una convención. Si uno la
    encuentra, entonces quizá se le ocurra cómo romperla;
    pero no se trata de romperla porque sí, tiene que tener una
    idea de hacia dónde ir, y ésa es la visión.”

    Como explica en su libro, la discontinuidad está en el
    corazón de la disrupción, que necesariamente implica
    ruptura, un antes y un después en la vida de una marca. “No
    hay idea si no hay salto creativo; de otro modo, lo que se tiene son
    inteligentes reformulaciones de estrategias que, sin una idea real,
    no resultan poderosas.”

    Puesto a señalar algún aviso que ilustre esto de la
    disrupción, no duda: “El de Apple, ´1984´; el abordaje
    publicitario era tan revolucionario como el producto en sí.
    Con esa campaña, Apple sumó una discontinuidad
    publicitaria a una discontinuidad en el mercado mismo”.

    En la gala posterior a la entrega de premios de Gráfica,
    cuando MERCADO le preguntó cuál era la
    disrupción de la campaña ganadora, Dru, elegantemente,
    optó por alzar su copa de champaña y propuso dejar el
    análisis para una mejor ocasión.

     

    Opinión

    “La pasé mejor como jurado que como espectador”

    Por Ramiro Agulla

    Sábado 20 de junio. Todavía no llegó nadie a
    Cannes. Sólo los jurados. El aviso de Pragma con el leoncito
    de Parmalat deseándome suerte. El aviso de mi agencia que me
    emociona. Planchar la ropa que se arrugó. Cena de jurados.
    Tratar de sentarse con el presidente del Festival. Amenazar con
    desorden. Presentarse con cada uno de los jurados de manera efusiva.
    Ver películas. Votar. Regalarle camisetas de Argentina con su
    nombre impreso atrás a cada uno de los jurados. Mundial. “Oh,
    Argentina. ¡Batistuta! ¡Ortega!” Hotel Majestic. El hotel
    de los jurados.

    Habitaciones 32X, 31X, 42X. Listas. Pasillos. Recomendaciones.
    Almorzar con algunos jurados en algún lugar discreto. No poder
    almorzar con Dolores. Ver películas. Votar. Decirle al
    japonés que los anglos están discriminando lo oriental.
    “Votan todo 1, yo los vi”. Sacar un Movicom. No atender nunca el
    teléfono de la habitación. Acostarse temprano. Estar
    despierto desde que empieza porque, si no, cuando dejaste de bostezar
    ya te desaparecieron tu short-list.

    Decirle al presidente del jurado, que es francés, que los
    anglos están votando todo 1 a lo francés y lo latino.
    “Yo los vi. Vos lo podés chequear.” Confío en su lado
    latino. Se lo digo. El jurado polaco aparece con la camiseta
    argentina. “Les aclaro que los hermanos de Oreo son hermanos de
    verdad.” Canto, porque me gusta cantar, las bandas pegadizas de Disco
    Delivery o CTI en los coffe break. Pedirle películas
    argentinas al español para que el español me las pida a
    mí, pero como tengo un compromiso con el holandés, yo
    le pido a Holanda y el holandés le pide a España y
    España a la Argentina.

    Pasillos. Discusiones. Donna Weinheim de BBDO New York protesta al
    presidente porque “los hispano-parlantes, incluido Brasil, votan en
    bloque”. Yo protesto al presidente porque “Donna y los anglos votan
    en bloque”. Gustos compartidos. Necesito la mano arriba del italiano.
    Tengo que promover una película italiana que me da
    vergüenza. Ver películas. Votar. El jurado alemán
    aparece con la camiseta argentina. Hablar con Brasil. Sus
    películas fuertes están al final de las
    categorías. Las argentinas al principio. Ya tengo tres platas.
    Se me cae Disco. Pedirle al canadiense que sea él el que
    refresque la memoria de las películas argentinas porque si lo
    hago yo Donna sabrá que son latinas.

    Ya tengo bronce para CTI. Necesito un oro. Oreo tiene plata y creo
    que puede. Pero no se puede pedir un upgrade para tu país. Que
    lo pida Brasil. Ya soy amigo del hindú. Me invitó a
    Bombay. Argumento Oreo. Junta 14 votos. No basta. Volvemos a votar
    porque es un buen amigo y cumple los pactos. Oro para Oreo, Pragma,
    Rodrigo y Lucho. Me gusta. Grand Prix para Nike. Me gusta. Me lamento
    por Fargo, que tuve que soltarle la mano porque estaba en la misma
    categoría que Oreo. Me lamento por Disco, Scholl y TyC.
    Sólo esta última estuvo a tres votos de un bronce. Pido
    que el jurado aparezca en la entrega después del reel y no
    antes, así el público podía aplaudirnos o
    abuchearnos. De cualquier modo sería más divertido. Al
    jurado le gustó la idea. A la organización, le
    pareció muy arriesgada.

    Fue duro pero estimulante. Fue cansador pero no aburrido.
    Conocí gente y me conocieron. Fue bueno para la Argentina. Fue
    bueno para Agulla & Baccetti. Fue bueno para mí.

    No fui todo lo profesional que soy. Pero sí todo lo
    argentino.

    Volvería a ser jurado otra vez. Es más divertido que
    estar esperando en la playa.. ¿o no?