El despertar de una economía

    ¿Qué tienen en común —además de la
    latitud geográfica— Sudáfrica y la Argentina?
    Aparte de algunas ideas trasnochadas durante la década de los
    ‘70, cuando los gobiernos de ambos países soñaron
    con controlar el Atlántico sur, los contactos no abundaron y
    nunca el comercio bilateral fue muy activo. Durante 1995 las
    exportaciones argentinas a Sudáfrica sumaron US$ 337 millones,
    y las importaciones alcanzaron apenas a US$ 124,5 millones, lo que se
    reflejó en una balanza comercial favorable de más de
    US$ 212 millones.

    La tendencia se mantuvo en el primer semestre del año pasado.
    La Argentina vendió por valor de US$ 141 millones, y
    Sudáfrica por US$ 51 millones, con lo que el saldo fue
    nuevamente favorable, por US$ 90 millones.

    Entre los principales rubros que los sudafricanos colocan en la
    Argentina sobresalen las heladeras, bombas, secadoras y
    máquinas diversas, carbón bituminoso, transformadores y
    artículos eléctricos, diversas clases de papel, aceites
    destilados de carbón, fertilizantes, herbicidas, hierro y
    producto ferroso, y también diamantes, radium y monedas de
    oro.

    Los más importantes productos de exportación argentina
    son el aceite de girasol, aceites de soja y maní, trigo,
    maíz y arroz, petróleo, otros aceites, mosto,
    máquinas, repuestos de autos y maderas.

    Un nuevo proceso ha comenzado en mayo de 1994, cuando el nuevo
    gobierno de unidad nacional liderado por Nelson Mandela,
    significó la reinserción de Sudáfrica en el
    contexto internacional, después de años de
    marginación debido a la generalizada condena política
    por el mantenimiento del appartheid. Y aunque hay un renacer
    comercial sudafricano con todo el mundo, las perspectivas de
    crecimiento en la relación con la Argentina son limitadas por
    las características de ambas economías.

    Un sector económico de veloz crecimiento es el turismo.
    Según las cifras oficiales, 4,4 millones de personas visitaron
    Sudáfrica en 1995 (de ellas, 3,3 millones vinieron del
    continente africano; el resto, de Europa, Asia y América). El
    turismo representó ese año 5% del producto bruto
    interno, y la tendencia va en aumento. Hoy el turismo es el cuarto
    sector en importancia como generador de ingresos para el
    país.

    Tanto por la belleza de los escenarios naturales, por la diversidad y
    riqueza de la fauna y flora del país, por las antiguas
    culturas africanas como, también, por ser un destino
    relativamente económico, Sudáfrica tiene un enorme
    potencial turístico para ofrecer al mundo. Pero en forma muy
    especial a los turistas sudamericanos, y en particular a los
    argentinos.

    Desde este mes de julio, además de los usuales vuelos a
    Johanesburgo, South African Airways ofrece un vuelo semanal a Ciudad
    del Cabo, un destino —poco más de siete horas de
    vuelo— particularmente atractivo para los argentinos.

     

    Un destino cautivante

    La oferta de escenarios turísticos en Sudáfrica es
    enorme. Desde el poderío de Johanesburgo (la ciudad del oro),
    el discreto encanto de Pretoria —la capital administrativa del
    país—, el Parque Nacional Kruger, con todas las
    alternativas imaginables para captar la belleza de la fauna y la
    flora africana, o Sun City, un espléndido centro
    turístico que en algunos aspectos hace empalidecer a Las
    Vegas.

    Pero la joya de la corona es Ciudad del Cabo. Una espléndida
    ciudad sobre el Atlántico con la característica Table
    Mountain —una montaña con forma de mesa—, que domina
    el paisaje.

    Ciudad del Cabo es sede del Parlamento nacional, tiene una
    población del orden de los dos millones de habitantes y,
    además de las lenguas inglesa, afrikaans (herencia de la vieja
    influencia holandesa) y xhosa, uno de los principales lenguajes
    nativos, exhibe la particularidad de su propio dialecto, que es una
    mezcla del inglés y el afrikaans.

    En 1652 los holandeses se establecieron en este puerto
    estratégico, con su inmensa bahía, cerca de donde
    convergen dos océanos, el Indico y el Atlántico.
    Allí instalaron una base naval para el tránsito de la
    época alrededor del cabo de Buena Esperanza.

    A fines del siglo XVIII llegaron los ingleses, que, previo acuerdo
    con Holanda, asumieron el gobierno del país. Desde ese momento
    la villa emprendió un acelerado crecimiento, hasta convertirse
    en la segunda ciudad del país y el segundo puerto.

    Ciudad del Cabo está llena de atracciones turísticas.
    Un viaje de pocos minutos le permite al visitante adentrarse en la
    rica región de viñedos y bosques característicos
    de la provincia Occidental del Cabo, donde la ciudad de Stellenbosch
    mantiene en su arquitectura las huellas de los colonos holandeses,
    además de albergar a una de las universidades más
    prestigiosas del país.

    Hacia el sur, se puede hacer una recorrida completa hasta el extremo
    del Cabo de Buena Esperanza, pasando por pequeñas y
    pintorescas localidades, con más de cien playas, sobre ambos
    océanos. La recorrida de un bellísimo parque con la
    flora del lugar culmina en el mismo punto donde desembarcaron los
    portugueses y donde se unen las aguas de ambos océanos. La
    vista desde el mirador del viejo faro es una experiencia
    inolvidable.

    Las calles de Ciudad del Cabo ofrecen un sinfín de
    posibilidades. El viejo centro colonial con edificios de la era
    georgiana y victoriana, calles empedradas, museos, cuidados jardines,
    y la singular belleza del Barrio Malayo, testimonio de la
    inmigración asiática.

    Muchos barrios residenciales cuentan con su propia playa, centros de
    compras y excelentes restaurantes con una enorme diversidad de
    cocinas étnicas.

    Sobre el mar, el majestuoso complejo de Victoria & Albert
    Waterfront, con sus históricos edificios remozados, centro de
    artesanías y enormes shopping centers respetan la línea
    arquitectónica y ofrecen una variadísima oferta de
    productos refinados a precios razonables para los estándares
    argentinos.

    Definitivamente, es una ciudad para disfrutarla. Una semana se pasa
    volando. Habrá quien prefiera pasar dos días en Sun
    City o en alguna reserva para un safari fotográfico. Puede
    hacerse usando a Ciudad del Cabo como base de operaciones. Pero, si
    de verdad se quiere conocer el alma de una de las más bellas
    ciudades del mundo, entonces conviene concentrarse en Ciudad del
    Cabo.