Volver… ¿pero adónde?

    Gardel adivinó el parpadeo de las luces, le puso música e hizo historia, aprovechando la letra que en verdad pertenece a un

    brasileño, pero hoy el Mercosur nos permite unir mercados, comercio, industria y emociones. Borges regresaba cada tanto

    al siempre eterno Palermo Viejo y recorría sus laberintos de baldosas con los pasos dubitativos que da el talento y la ceguera no

    disimula. Cortázar volvía menos de lo deseado, se tomaba un cortado con Parisiennes fuertes en La Fragata y

    comprobaba que todo estaba igual.

    Esta ciudad-vientre de resolución edípica altamente dificultosa marca a fuego, una vez y para siempre, como el primer

    amor, la primera muerte o los tatuajes, los de antes, los que usaban los marineros, no estos que venden ahora por la

    calle y que resisten apenas dos baños sin demasidado jabón.

    Pero esta ciudad se transforma: los talleres literarios son reductos jurásicos, los cines de arte no existen, los kioscos son

    drugstores, las galerías comerciales se convirtieron en shoppings, algunos bares históricos parecen una exposición de acrílicos

    iluminados hasta el desenfreno, otros se murieron y no de pie. Pero los puestos de diarios merecen un capítulo aparte, pues son

    un verdadero mosaico sintético de profundos cambios comunicacionales, que afectan a esta sociedad de final de siglo,

    convirtiéndose en verdaderos salones exhibidores de videos, revistas pocas, apenas una excusa para ofrecerlos tentadores y en

    bolsita aptos para coleccionar. Fellini al lado del sexo explícito y sin explicaciones. Se puede aprender a sacar fotos, hablar en

    inglés o esquiar; sentado en el living, con una única herramienta necesaria: el control remoto.

    Serrat convive con dudosos cursos de tarot. El secreto de las pirámides egipcias con la dieta disociada. Almodóvar con

    Batistuta y La tregua histórica de Renán con Jesús de Nazareth. Pasen, compren y véalo en su casa, cómodo y

    tranquilo… después rebobine y guárdelo. Su cultura queda a salvo. Grandes temas en 90 minutos, temas triviales o

    menores en 12 minutos, todo vale, hagamos zapping con todo y con todos… Un ratito de cada uno no hace mal a

    ninguno. Tampoco bien.

    Información sin imaginación, ésa es la consigna de este tiempo sin tiempo. Para qué leer las obras completas de

    Shakespeare si ver el video sobre su vida consume apenas una hora y alcanza para sacar carnet de informado. Dale que

    va.

    Un tiempo sin cambio de opinión, nada se discute. Bajáme línea reemplaza al discutamos. No existe demasiado análisis

    conceptual para buscar consenso. Importa solamente la cantidad de datos, cifras, frases y encuestas. Preferimos que nos

    muestren a que nos cuenten, es más cómodo ver que pensar. Como si todo pudiera manejarse tipo multiple choice si-no-

    No sabe/no contesta. ¿Y las dudas, los matices, las interpretaciones? No se preocupe, lo conceptual, lo analítico, lo que

    obliga… ya fue.

    No hay debate. Aquello de tener una sola idea y desarrollarla, de lo que alguna vez se enorgulleció Einstein, en el

    Buenos Aires de hoy tiene menos adeptos que la gomina. La comunicación actual se parece bastante a un video clip,

    muchas imágenes y poco texto. Hay que mostrar todo y rápido. Tragar información sin proceso de digestión; entonces,

    cuanto más light y descremada mejor. El colesterol agradecido, el futuro preocupado. q