Una encuesta realizada por la consultora Telesurvey depara más de una sorpresa a la hora de evaluar hasta qué punto la población laboral femenina se considera postergada en el mercado de trabajo. A fines del año pasado, el Consejo Nacional de la Mujer encomendó a la consultora Telesurvey, que dirige el sociólogo Heriberto Muraro, una extensa investigación para indagar en las actividades y demandas de las argentinas. Un capítulo de esa encuesta estuvo específicamente dirigido a la cuestión laboral. Las 1.200 encuestadas mayores de 18 años y residentes en zonas urbanas respondieron a seis preguntas en las que se les pedía que evaluaran si, en las mismas condiciones de capacidad y antigüedad, las mujeres tienen ahora mayores, iguales o menores oportunidades que los hombres para lograr una retribución adecuada, el reconocimiento de empleadores y compañeros, un ascenso o un nuevo empleo.
Las respuestas son, por cierto, elocuentes. Entre 40% y 45% de las encuestadas consideran que los hombres tienen más oportunidades que las mujeres. En cambio, la proporción de quienes sostienen la opinión opuesta varía entre 16% y 18%.
Más sugestivos parecen los resultados si se los compara con la composición de la muestra. Del total, 42% son mujeres que tienen actualmente una ocupación remunerada, 38% no tienen empleo ahora pero lo han tenido en algún momento de su vida y el 20% restante no cuenta con experiencia laboral.
En general, la proporción de mujeres que consideran que su género padece discriminaciones o postergaciones es mayor entre quienes tienen o tuvieron empleo. Esto es particularmente notable en relación con el reconocimiento por parte de los compañeros de trabajo, a las oportunidades de conseguir un nuevo empleo y, en menor medida, de recibir una remuneración adecuada.
La encuesta realizada por Telesurvey parece indicar, por lo tanto, que el contacto efectivo con el mercado laboral incrementa la sensación de discriminación de las mujeres.
Además, Telesurvey exploró -aplicando una técnica de análisis multivariado- qué factores determinan el grado de sensación de discriminación con respecto al empleo, es decir, cuáles son las características de las mujeres incorporadas al mercado laboral que se sienten más (o menos) postergadas con respecto a sus jefes o compañeros de trabajo.
Para eso, se integraron las respuestas a todas las preguntas en un único índice. Los datos utilizados para este análisis abarcaron a todas las entrevistadas que trabajaban al momento de la encuesta o habían trabajo en el pasado bajo relación de dependencia. Del análisis de estos casos (732 mujeres)
resultó que el grado de percepción de la discriminación laboral está relacionado con los siguientes factores:
* El de más peso, según el análisis estadístico, es el lugar de residencia. Las mujeres del área metropolitana (Capital Federal, Gran Buenos Aires y Gran La Plata) se consideran a sí mismas relativamente más discriminadas que las que residen en otras ciudades del interior.
* El segundo factor determinante es el estado civil: las mujeres divorciadas tienden a considerarse más postergadas. Este resultado es curioso, debido a que las separadas conforman una minoría dentro de la muestra y, por ende, resultaba poco probable que fueran identificadas por el análisis estadístico.
* Otro elemento que influye poderosamente en la percepción de la discriminación laboral es el hecho de ocupar un puesto que involucre tener manejo de personal. Las entrevistadas que cuentan con uno o más empleados a sus órdenes muestran menor sensación de postergación.
* Finalmente, la cuestión de la jerarquía tiene un efecto aparentemente paradójico: a mayor nivel de calificación técnica o profesional, se observa una creciente percepción de haber sido postergadas.
Amor con Barreras.
Los resultados de la investigación de Telesurvey conducen a conclusiones reveladoras. Los factores laborales específicos que en mayor medida influyen sobre las mujeres son la jerarquía y el manejo de personal dependiente. La encuesta indica que, al ascender en la escala de cargos las mujeres tropiezan en algún momento con una barrera (el célebre techo de cristal) y que ese obstáculo se presenta, sobre todo, cuando la gerencia debe decidir si se les confiará o no una tarea que suponga la dirección de subordinados. Entre las relativamente pocas mujeres que trasponen esa barrera, es decir, que acceden a puestos de conducción de personal, disminuye la sensación de postergación. El núcleo de la frustración laboral parece estar en las posiciones cercanas a los cargos gerenciales, en mujeres que advierten que sus posibilidades de ascenso están postergadas.
Menos clara es la interpretación de factores no relacionados estrictamente con el trabajo. Las encuestadas del interior pueden sentirse menos postergadas porque el concepto mismo de discriminación de la mujer está menos difundido, o bien porque el nivel de competencia por los puestos laborales es menor. Otro tanto puede decirse acerca de las divorciadas: ¿son particularmente sensibles a la postergación debido a que dedican más tiempo y esfuerzo a su carrera? ¿O esto se debe a que han desarrollado una actitud de emancipación que las torna más alertas a los signos de discriminación?.
Los interrogantes y revelaciones que surgen de este estudio conducen, inevitablemente, a nuevas indagaciones acerca de un tema que promete dominar buena parte de los debates en los próximos años.