Es imposible fijar una fecha precisa, pero en algún momento entre el boom de los ´80 y la caída de los ´90, el significado de la palabra éxito comenzó a cambiar. La clásica definición norteamericana -ganar más y ascender- rebasó su estrechos márgenes y se diseminó en todos los sentidos. Docenas de
entrevistas y una investigación realizada para Working Woman por la organización Roper señalan con claridad que en las definiciones del éxito quedó afuera la ortodoxia y se multiplican las opciones.
Y con las opciones llega la aceptación de que son los individuos, y no la sociedad, quienes deben dar la definición. “El éxito, para mí, es hacer lo que quiero hacer. No se trata de satisfacer las expectativas de otros”, dice Barbara Alpert, copropietaria, junto con su esposo, de una productora de televisión.
Bajo las nuevas definiciones del éxito, todo vale, pero ciertos temas adquieren más importancia. Una vida exitosa consta de muchas partes. Contempla el compromiso (con los colegas, la empresa y la comunidad), la flexibilidad y el tiempo para la familia, los amigos y los intereses personales. Es un avance a un ritmo sostenido, y no una sucesión infinita de saltos y corridas.
También están cambiando las nociones acerca del éxito económico. Los sueños de opulencia van dejando paso a la esperanza de la seguridad. En la encuesta de Roper, 86% del millar de entrevistados dijeron que preferían recibir un sueldo razonable por un trabajo que contribuya a hacer un mundo mejor que ganar un montón de dinero. Según una encuesta auspiciada este año por la compañía Avon, casi 90% de las mujeres norteamericanas piensan que la independencia económica es vital, pero menos de 30% creen que el dinero es la clave de la felicidad. En 1991, cuando la revista Good Housekeeping y la organización Roper les pidieron a las mujeres que mencionaran cuáles eran sus
principales aspiraciones, la riqueza apareció en el último lugar del ranking. En los primeros puestos se situaron la igualdad de oportunidades, la libertad de elegir, tener una casa propia, una jubilación segura, una carrera satisfactoria y una buena vida familiar.
En las entrevistas realizadas por Working Woman en todo el territorio de Estados Unidos para hablar sobre el tema del éxito, la mayoría de las mujeres (especialmente las mayores de 40 años) se refirieron al tema en los mismos términos en que lo hace Hillary Clinton, como un medio más que como un fin, una herramienta que puede usarse para abrir puertas y derribar muros en una sociedad que necesita urgentemente una remodelación.
Cimas Lejanas.
¿Es ésta una tendencia generalizada? ¿Qué pasó con los yuppies? ¿Qué es lo que está pasando?
Mucho. Ante todo, está la cuestión de la economía, que en 1990 cayó en un sueño profundo del que no parece dispuesta a despertar. El cruel chasquido del machete del downsizing y la reconversión ha obligado a millones y millones de norteamericanos a abandonar las ambiciosas expectativas que
parecían normales en los ´80. Los seres humanos, en su mayoría, prefieren cambiar su definición de éxito antes que calificarse a sí mismos como fracasados.
“La gente percibe que hay menos oportunidades de llegar a la cima”, señala la psicóloga Baila Zeitz, coautora del libro The Best Companies for Women. “Las escalas superiores de la gerencia media, es decir, los puestos a los que aspiraban tantas mujeres de empresa, están desapareciendo”. Muchas
mujeres, y también muchos hombres, responden cambiando la orientación de su carrera. “En lugar de esforzarse tanto por ascender, ahora se preocupan por ser mejores en lo que hacen”, afirma Zeitz.
“Tratan de desarrollarse como especialistas, más que como gerentes.”
Por otra parte, hay que tener en cuenta el enorme aumento del número de parejas con dos ingresos: en Estados Unidos, pasaron de 20,5 millones a 31 millones en las últimas dos décadas. Tres de cada cinco matrimonios norteamericanos están en esta situación. Esto les ha dado más libertad para
cambiar sus estrategias laborales. “Al quinto día de empezar a trabajar como contadora, me di cuenta de que me había equivocado de carrera”, dice una profesora de matemática de Detroit. “Me gusta lo que estoy haciendo ahora y no me interesa ascender. Quiero jubilarme como maestra.”
Linda Schon, de San Francisco, trabaja como directora del departamento de salud y bienestar de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA). Sus ingresos equivalen a la mitad de lo que ganaba hace tres años, cuando era vendedora de bienes raíces. “Antes, el éxito era, para mí, ganar mucho dinero en una profesión dominada por hombres. Ahora, el éxito es hacer que la gente que acude al YMCA se sienta bien consigo misma”, explica.
La profesora de matemática está casada con un ingeniero, Schon con un abogado, y ambas admiten que cambiar de carrera habría sido mucho más difícil si estuvieran solas. Hasta ahora, todo indica que las esposas están mucho más dispuestas que sus maridos a cambiar las expectativas de éxito
económico por la oportunidad de dar mayor sentido a sus vidas. Y probablemente esto siga siendo así mientras los hombres continúen ganando sueldos mayores y considerándose a sí mismos como el sostén del hogar.
“En mi grupo de reflexión, solía darse por descontado que las mujeres tenían que aprovechar cualquier oportunidad que se les presentara, porque las oportunidades no abundaban”, dice la experta en marketing Susan Rebell. “Ahora, tenemos más opciones. ¿Cuántos hombres tienen la libertad psicológica para encarar los cambios que tantas mujeres están emprendiendo?”
Uno de los resultados paradójicos de la desigualdad económica entre los sexos es que las mujeres han tenido más libertad que los hombres para rechazar las definiciones convencionales del éxito, reemplazarlas por otras y trabajar en ese sentido. La sociedad espera menos triunfos materiales de las mujeres. Esto, la brecha salarial y las interrupciones de la carrera que impone la maternidad han contribuido a que muchas mujeres asuman mayores riesgos porque tienen menos que perder.
(Obviamente, este fenómeno surge de la desigualdad, no es algo que deba celebrarse y provoca más daños que beneficios a las mujeres.)
Adiós al Consumismo.
Juliet Schor, una economista de Harvard, opina que el cambio en el concepto de éxito se debe a otros factores, además de la recesión, la reestructuración y la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral. Autora de The Overworked American, Schor sostiene que los años ´80 fueron sólo una interrupción de una profunda tendencia que se manifiesta desde hace décadas y que apunta al ocaso del materialismo. “La gente viene advirtiendo que la riqueza no está aportando un significado a la vida ni produce la satisfacción esperada. Muchos están expresando su rechazo al consumismo y optan por la austeridad. Comienzan a poner la mirada en otras cosas”, señala Schor.
Para algunos, el movimiento es interior, hacia las relaciones personales; para otros es exterior: hacia la comunidad. El célebre teórico del management Peter Drucker señala en su nuevo libro La sociedad postcapitalista que existen en este momento en Estados Unidos casi un millón de organizaciones dedicadas a fines sociales y atribuye este fenómeno, no tanto a un aumento de la necesidad, sino a “la búsqueda de compromiso y solidaridad con la comunidad”. La mayoría de quienes conforman esta tendencia pertenecen a la generación del baby boom, hombres y mujeres de 30 a 40 años que fueron
protagonistas del movimiento por los derechos civiles, el pacifismo, la ecología y el feminismo.
El camino al éxito también ha sido ensanchado por una década de cambios radicales en las empresas.
Las estrellas de los ´80 no fueron las corporaciones gigantescas, aferradas a una cultura conservadora, sino los emprendimientos independientes y audaces, que alentaron la libertad individual.
A medida que empresas como Microsoft se convirtieron en iconos populares, millones de norteamericanos fueron adquiriendo la convicción de que el trabajo serio no exige reprimir la propia personalidad. Los empleados comenzaron a pedir horarios flexibles y otras modalidades de trabajo porque sabían que estos esquemas funcionaban en otros sitios. Comparando a las mujeres de empresa de hace dos décadas con sus colegas actuales, Lynn Bignell, de la firma Gilbert Tweed, especializada en la búsqueda de personal ejecutivo, afirma que “el sentimiento de gratitud ha sido reemplazado por la conciencia de los propios derechos”.
Otra especialista en el tema, Dana Friedman, señala que “ha habido un cambio ético. En los ´80, las mujeres estaban dispuestas a hacer sacrificios para ascender en la pirámide. Siguen interesadas en progresar, pero también quieren organizar sus carreras del modo que les resulte más satisfactorio, y
no del modo que establezcan otros”.
Esta nueva actitud no podría haber surgido sin el explosivo aumento en el número de madres que trabajan (en Estados Unidos pasaron de 18,9 millones a 22,7 millones durante la última década) y de mujeres en puestos gerenciales (de 2,8 millones a 4,9 millones en el mismo período).
Aunque el mundo empresarial no es aún totalmente comprensivo con las necesidades de padres y madres, las cuestiones familiares que antes se consideraban fuera de lugar en el ambiente de los negocios comienzan a ser consideradas. Belle Frank, directora asociada de investigaciones en una
importante agencia publicitaria de Nueva York, trabaja tres días por semana desde hace nueve años, cuando nació su primer hijo. Sin embargo, recibió dos ascensos durante este período.
“Mi actitud hacia el éxito no varió tanto”, dice. “Siempre me he orientado hacia mi propia vida. Lo que sucedió es que el mundo ha cambiado a mi favor. Ahora la gente es libre de establecer su propia definición de éxito y además recibir un reconocimiento externo. Es una transformación muy grande.”
Pero, ¿llegará alguna vez Belle Frank a un cargo de presidente? No. Pero no le importa. “No envidio la vida de ninguna otra persona”, afirma. Y es difícil imaginar un testimonio más contundente del éxito.
Nuevas Opciones, Viejas Actitudes.
A pesar de todo lo que se dice acerca de las presiones que conlleva el éxito, las mujeres que se sienten más satisfechas son las que ocupan puestos de prestigio y perciben altos ingresos. En una encuesta realizada por Roper el año pasado, entre 87% y 98% de las ejecutivas y profesionales dijeron que estaban por lo menos bastante conformes con sus sueldos y con las retribuciones personales que les brindaba el trabajo. En general, todas se mostraron más satisfechas que las encuestadas cinco años atrás, cuando Roper formuló las mismas preguntas, y que el promedio de la fuerza laboral norteamericana, cuya satisfacción con el trabajo viene descendiendo sostenidamente.
Y no es que la vida sea perfecta, ni siquiera para esta elite. La discriminación sexual continúa siendo dolorosamente percibida. “Hay frustración entre las mujeres exitosas”, asegura Rosalind Barnett, una investigadora del Wellesley College. “Sienten que pagaron su derecho de piso, confían en su capacidad, y no entienden porqué no pueden acceder a lo mismo que los hombres. Pero aun así, la mayoría no cambiaría su vida, con todas las tensiones y dificultades.” Algunas enfrentan la situación con una mirada a largo plazo, preparándose para el futuro. También están tejiendo fuertes redes de solidaridad. “Estas mujeres comprenden los problemas de otras y están dispuestas a compartir sus
contactos profesionales.”
Otra fuente de preocupación es el contraste entre las nuevas opciones y las viejas actitudes hacia las madres que trabajan. “No hay suficientes pautas culturales que les aseguren a las mujeres que está bien combinar la vida de familia con el trabajo”, dice Barbara Kaplan, presidenta de una firma de
investigación de mercado de Connecticut. “Con respecto a los hombres, las cosas están claras: son más exitosos cuando ganan más. Pero las mujeres viven en una zona gris. Si ganan demasiado dinero, la gente se pregunta qué clase de esposas y madres serán. Si prestan demasiada atención a los hijos, no se las considera suficientemente comprometidas con su trabajo. La publicidad podría ejercer una fuerte influencia para cambiar estas actitudes pero, salvo algunas excepciones, sigue reflejando valores conservadores.”
Las mujeres, en suma, han contribuido enormemente a cambiar el significado del éxito, y sus voces seguirán escuchándose. “Recién estamos comenzando a ver la profundidad de la fuerza interior y la confianza en sí mismas de las mujeres exitosas, especialmente cuando llegan a los 40 años”, dice
Kaplan. La encuesta de Avon confirma esta tesis: 87% de las entrevistadas se manifestaron convencidas de poder lograr casi cualquier cosa que se propongan, y 89% dijeron que se sentían orgullosas de sus logros.
Pero no hay que confundir satisfacción con conformismo. “Pienso en el éxito en términos de desarrollo”, afirma Helen Mill, una empresaria de Washington. “A medida que uno crece y aprende, su esfera de influencia se expande, y cada nuevo círculo significa un avance.” Para Mills y muchas otras mujeres, el éxito se parece más a un viaje que a una meta. Algo para compartir, más que para
poseer.
Patricia O´Toole.
c 1993 Working Woman.
MERCADO.
La Receta.
MERLUZA A LA GALLEGA.
Casi centenario, enclavado en las privilegiadas cercanías de Corrientes y Florida, el restaurante Sorrento pasó por varias manos, no siempre benévolas ni sabias. Esta primavera, sin embargo, le deparó una promesa de nueva vida con el desembarco del español Manuel Mosquera, quien se encargó de remozarlo sin alterar el espíritu original. Al timón de la cocina se encuentra Fidel Ríos, de reconocido tránsito por los hoteles Claridge, LIbertador, Elevage y Llao Llao.
El jamón de jabugo con morrones asados, el cocktail de langostinos con palta y queso gruyere, las pastas caseras, el lomo al estragón y el pollo deshuesado al champagne son algunas de las ofertas más solicitadas del extenso menú. No menos popular es la paella valenciana (de pollo y conejo) y la ensalada especial de la casa, con brotes frescos de alfalfa y soja, endivias, lechuga, apio, palta, melón y choclitos.
Pero las vedettes del lugar son, sin duda, los pescados, de diferentes orígenes y preparados a la usanza de cada región de España. Para muestra, vale la pena probar un plato de austera sencillez y seguro impacto: la merluza a la gallega.
Los medallones de pescado se cocinan primero al vapor o a la plancha y luego se completa la cocción en una cazuela con una salsa que lleva medio pocillo de aceite de oliva, dos dientes de ajo machacado, una cucharadita de pimentón dulce español y una pizca de tomate triturado. La merluza puede ser reemplazada por salmón del Pacífico, abadejo o lomos de atún. El acompañamiento, naturalmente, papas a la española o verduras al vapor.
EL PERFIL DE LAS DIRECTORAS.
Una encuesta realizada por la firma especializada Catalyst, de Nueva York, demuestra que las mujeres que ocupan puestos en el directorio de grandes empresas asumen una posición activa en las políticas de promoción y apoyo al personal femenino. Fueron entrevistadas 162 directoras de compañías que aparecen en el ranking de la revista Fortune, de las cuales 80% afirmó que ha
realizado acciones concretas en este tema, y no por convicción personal, sino porque lo consideran una práctica aconsejable para los negocios.
El estudio indica, además, que en este momento las mujeres ocupan 6,2% de los puestos en los directorios de las 1.000 empresas más grandes de Estados Unidos (hace un año, el índice llegaba a 5,7%).
En contra de lo que suele suponerse, estas mujeres que llegaron a la cima son, en su mayoría, madres y esposas: 75% tiene hijos y casi dos tercios están casadas.