Thomas de Mun (1571-1641)

    Propulsor del imperio colonial británico, comerciante y funcionario, Thomas de Mun aún sobrevive en la legislación proteccionista norteamericana. Partidario de la circulación como motor económico, alegaba que Inglaterra se beneficiaría promoviendo el comercio antes que buscando oro y plata.

    Afirmaba que las importaciones y el consumo de productos importados debían limitarse, y fomentarse las exportaciones. En La riqueza de Inglaterra por el comercio exterior (1630) analizó no sólo el comercio de objetos sino también de servicios: si el comercio se hace en barcos ingleses ganarán el comerciante, el asegurador y el flete. Los astilleros también se benefician por la mayor

    construcción naval, y los pueblos costeros con el mayor empleo, y la flota de guerra con la abundancia de marinos entrenados, y los dueños de manufacturas elaborando la materia prima de las colonias y el intercambio.

    Reconoció la importancia del Tesoro Real como reserva para la guerra, pero insistió en la importancia del comercio, para el cual el dinero es sólo un medio. Condenó la circulación en el país de monedas extranjeras sobrevaluadas, ya que esto promovería represalias contra el comercio inglés.

    El Tesoro Real debía tener un límite: “Si el Soberano acumula más dinero del que se gana por el excedente exterior, arruinará a sus súbditos, y no tendrá ingresos futuros”. Moderno, afirmaba que el tipo de cambio monetario es la balanza comercial.

    Sobre las colonias, su idea era que los emigrantes se hubieran ido de todas formas a Alemania u Holanda, o a la horca, y en su nuevo destino producían por sí mismos y por los nativos que ocupaban, multiplicando gratis la fuerza de trabajo y creando nuevas necesidades a los nativos.

    Bernard Shaw decía que en el Imperio Británico siempre iba adelante un predicador enseñando lo pecaminoso de la desnudez; atrás venía el comerciante vendiendo telas a las nativas. De Mun era partidario de comprar barato en países lejanos, nunca en los próximos, y de no dar jamás

    oportunidades a los competidores.

    A quienes criticaban su programa de expansión comercial y creación de un imperio mercantil citando la baja rentabilidad anual de las primeras expediciones, les recordaba que España invirtió treinta años sin beneficio hasta obtener México, y cuarenta hasta obtener Perú. Ningún manager hubiera

    soportado semejante cantidad de fracasos anuales, ni lo hubieran soportado. Pero la circulación monetaria, laboral, industrial, comercial y técnica de las expediciones hizo que la actividad general fuera grande, sin el oro. Con el oro, la balanza comercial ibérica explotó, las importaciones superaron muchas veces a las exportaciones, y el agro, la industria y la minería españoles estaban en ruinas en medio del oro.

    Precursor, sostenía que no era conveniente vender barato para eliminar competidores y luego elevar los precios: privilegiaba la duración y estabilidad de la relación por sobre el beneficio a corto plazo.

    En una época en que 70% del ingreso fiscal se destinaba a la guerra, alertaba sobre el peligro inflacionario de la expansión monetaria: en el siglo XVI España había subido sus precios en 500%, Inglaterra en 250% y Portugal en 350%. Inglaterra y Holanda se dedicaron a llevarse el oro americano vendiendo a España todo lo que ésta no producía pero compraba a precios alucinantes. De Mun se oponía a la abundancia de dinero sin crecimiento de producción correlativo, ya que en definitiva la carestía bajaría el uso y consumo de productos.

    Luego, De Mun pasó de la balanza comercial a la “balanza de contratos”, la moderna balanza de pagos, y comenzó el refinamiento estadístico, llegándose al extremo de exigir a todo comerciante exterior que obtuviera beneficio como fuera. Pero de la balanza se entró francamente a la promoción económica, creación de fuentes de trabajo y ocupación, fomento de la industra, prohibición de exportar materia prima sin elaborar, un verdadero y casi moderno programa económico. Incluso se prohibía la salida del país de los obreros calificados.

    De Mun adoptó como pionero la teoría imperial japonesa, que antes fue española: invertir durante décadas aun con cero beneficio con un activo inmediato, la plena ocupación de todos los factores de la producción, y otro mediato y muy lucrativo, la posición dominante en los mercados, aunque

    hubiera que esperar décadas.