Pueden ser ciertas las dos afirmaciones siguientes?
1) Hay una irresistible tendencia a la globalización de la economía.
2) El mundo se encamina hacia la consolidación de bloques económicos regionales, en abierta competencia unos con otros.
En verdad, lo que está en discusión es el modelo que debe conformar la economía y el comercio mundial en el inicio del próximo siglo. La economía global se vincula habitualmente con la noción de la más amplia libertad de comercio o, dicho de otro modo, con la profundización y ampliación de los
postulados de la Ronda Uruguay del GATT.
Esa ronda comenzó en 1986, lleva siete años de debates, fue declarada muerta y enterrada en varias oportunidades, resucitada a último momento y ahora cuenta con un último plazo antes de que termine el año. Si se repitieran los fracasos anteriores, y aunque por algún artilugio se pretenda mantener la agonía, la opinión dominante será la de extender el certificado de defunción al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio.
Se ha estimado que, de lograrse coincidencia sobre el GATT, las ganancias que resultarían para el ingreso mundial en el 2002 serían de US$ 213 mil millones. Esa cifra resulta de reducir en 30% la protección efectiva sobre productos agrícolas e industriales. Como en el caso de las manufacturas la reducción arancelaria ha sido notable, las principales ganancias provendrían de la liberación del comercio agrícola y del fin de los subsidios. De lograrse esta meta, es obvia la ventaja que reportaría para la Argentina -y para todo el grupo de Cairns-, ya que buena parte de nuestras exportaciones son productos de este origen.
Por otra parte, la constitución de bloques regionales parece estar atravesando por muchas dificultades. En la Europa comunitaria, Maastricht está en período de hibernación, y el gran entusiasmo de 1992 ha dado paso a una oleada de europesimismo.
Tampoco el NAFTA, el proyecto integrador de América del Norte, pasa por un buen momento. El nuevo primer ministro de Canadá se apresuró a declarar que es necesario revisar sus términos. En Estados Unidos crece la oposición al tratado porque -aunque parezca ridículo, habida cuenta de la diferencia de tamaño entre ambas economías- se recela de los perjuicios que puede acarrear México.
En especial se teme a la emigración masiva de empleos al sur del río Grande.
Aquí, en nuestras latitudes, comienza a insinuarse un espíritu anti-Mercosur. Como las divergencias macroeconómicas con Brasil son grandes, aparecen las voces que recomiendan dejar de lado la “utopía integradora”.
La cuestión es central, porque el país -y no un partido o un gobierno- debe tener una estrategia definida en este asunto. Para MERCADO está claro que la integración con Brasil y los otros vecinos es cuestión de vida o muerte para la Argentina.
Pero, en todo caso, hay que tener respuesta para cualquiera de estas circunstancias:
1 ) ¿qué pasa, qué actitud se toma, si el GATT fracasa definitivamente?, y
2 ) ¿cómo se sigue si el NAFTA naufraga antes de fin de año?