Por primera vez en la Argentina, el sector privado es sometido a examen en un terreno sobre el que abundan los discursos pero escasean las acciones concretas: el cuidado del medio ambiente.
Agrupadas por sector, las empresas locales aparecen aquí medidas según rigurosos criterios a partir de una encuesta realizada por la firma Telesurvey y procesada por Taiga, una consultora especializada en el tema.
Nivel Ambiental
(sobre 100 puntos)
Sector Puntaje
Alimentos 32
Metalúrgico 24
Textil 21
Químico 20
Metodología: Tras evaluar los factores considerados en cada indicador en que se dividió la encuesta encomendada a Telesurvey (que se analizan a partir de la página 54), se combinaron los resultados con un coeficiente de peligrosidad asignado a cada industria y surgió así el puntaje final, que refleja en sus valores más altos a los mejor posicionados en el sentido ambiental, y más bajos, a los peores.
El día en que apareció un proyecto de basurero nuclear en Gastre, un minúsculo rincón de las irredentas extensiones de la Patagonia, los argentinos -enceguecidos por la loca carrera de las remarcaciones de precios y la violencia latente sobre la democracia- recibieron un sacudón ecológico que hasta entonces parecía reservado a un puñado de militantes conectados con corrientes conservacionistas del hemisferio norte.
La iniciativa fue desbaratada por la sociedad. Aunque en la Argentina el smog no quede estacionado como en la ciudad de México o en Santiago de Chile, ni las aguas estén tan contaminadas como en Europa, la reacción colectiva por agresiones al medio ambiente reapareció cuando en la Aduana se descubrieron cargamentos de residuos tóxicos importados.
Por primera vez, el Parlamento legisló sobre algo tan elemental como el peligro de envenenamiento.
Todos se acordaron del negro espejo del Riachuelo, del pestilente río Matanza. Y luego aparecieron los jueces realizando procedimientos contra industrias que contaminaban más allá de los valores permitidos.
La preparación de la Eco ´92 en Brasil instaló tibiamente la inquietud en las grandes empresas, que se acoplaron a la corriente del desarrollo sostenido imperante en Japón, Europa y Estados Unidos. Un poco tuvo que ver el efecto de la asociación con consorcios de aquellas latitudes. Otro tanto, la condición ambiental impuesta desde los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial, y hasta el atractivo de las líneas de crédito ofrecidas para preservar los espacios comunes del planeta.
El Primer Mundo instauró el requisito ecológico como visa sanitaria para los países periféricos.
Estados Unidos se lo impone a los mexicanos para integrarlos en el NAFTA. Y en lugares como Alemania o Suiza, no se permite el ingreso de ningún producto extranjero que no observe las normas ambientales especificadas, desde el aire que respiran los obreros que lo manufacturan hasta el reciclaje de los envases.
Y los consumidores pagan. Bien lo saben algunos quinteros de esta parte del continente, que les venden verduras cultivadas con métodos orgánicos 40% más caras que el valor internacional de las tratadas con pesticidas y fertilizantes.
La ecología es ética. Imagen. Por lo tanto, marketing, donde se la tiene por un valor cultural insoslayable. La revista Green Market Alert calcula que el mercado de productos verdes sumó el año pasado US$ 110.100 millones y que para 1997 se prevén 154.000 millones.
¿En qué punto de la onda verde se halla la Argentina? Una encuesta de Gallup, encargada por el CEAMSE, refleja una pobre opinión de la gente en la Capital y el Gran Buenos Aires acerca de la preocupación de las empresas por el medio ambiente. Casi todos (96%) aseguran que las industrias tiran los residuos en lugares inadecuados. Y la mayoría se siente impotente para proteger el medio,
sea por no saber cómo hacerlo o porque los poderes públicos no se ocupan demasiado.
Sin embargo, una encuesta encomendada por MERCADO a Telesurvey revela que, si bien el nivel de protección ambiental de la industria argentina es muy bajo, las empresas están en la etapa de asesoramiento y estudio del tema. Cuentan con el margen que les confiere la falta de severidad en la aplicación de las normas por parte de las autoridades y con la ausencia, por el momento, de
fricciones con los vecinos.
Aún no está claro cómo se distribuirán los costos de la preservación ambiental en la sociedad, algo que está ocurriendo con los impuestos que antes iban a la misma bolsa de la inflación. Los desperdicios líquidos y sólidos, las emanaciones y los ruidos no constituían un factor de costo para quienes los producían, sino que se transferían a la salud de la población.
CALIFICACION DEL RIESGO.
Los resultados de la encuesta fueron procesados por la empresa Taiga, especializada en asesoramiento y evaluación ambiental, que elaboró un ranking para determinar qué sectores están mejor plantados frente al tema ambiental y cuáles presentan las mayores falencias.
Para ello se ponderaron las respuestas empresarias sobre interés y/o preocupación; ubicación de cada uno ante las normas vigentes y el control de las autoridades; los puntos de fricción con las comunidades vecinas y los recaudos de seguridad adoptados y, por último, las acciones concretas
para reducir los conflictos con el ambiente.
Midiéndolas con el grado de riesgo que entraña cada sector, se extrajo un puntaje que sitúa a la industria alimenticia en un nivel superior (o de menos peligrosidad) respecto de las otras. Su mayor exposición a los controles de salubridad explicarían esa ventaja relativa.
Le sigue la metalúrgica, catalogada como más molesta que riesgosa. A diferencia de la industria textil, este sector puede realizar inversiones en medio ambiente sin perder competitividad y por ello es el que aparece más activo en la búsqueda de asesoramiento.
Las químicas surgen como las más integradas a la vida social de las zonas donde actúan, las que más se monitorean y creen que las normas pueden respetarse, aunque por ser tan peligroso su proceso se exige mucho más de ellas. Las textiles se encuentran mejor ubicadas en el ranking, no tanto porque
declaren hacer más, sino porque manejan menos riesgos.
EDAD DE LA RAZON.
La muralla cordillerana en Chile, las humeantes chimeneas de San Pablo o el pozo de la ciudad de México plantearon más rápidamente otras necesidades ambientales que las argentinas. En una encuesta realizada por la revista América Economía, los empresarios brasileños aducen estar mayoritariamente entre mucho y bastante preocupados, lo mismo que los mexicanos. La relación es directa con lo que piensan sus gobiernos al respecto. Los chilenos, tanto moradores de la Casa de la Moneda como empresarios, se quedan en un más o menos que no condice con el desarrollo económico que exhiben con ortodoxo orgullo en sus estadísticas.
Una treintena de grandes compañías en la Argentina abordó la etapa intelectual, de concientización, de lo que significa el desarrollo sostenido. MERCADO entrevistó al director del consejo que las agrupa y realizó un sondeo entre las empresas para ver qué acciones llevan a cabo para no seguir “barriendo abajo de las alfombras”. En las páginas que siguen se despliega todo este trabajo.
En el Club de las Privatizaciones se señala al Estado productor y prestador de servicios que heredaron como el gran y sempiterno contaminador. Una costumbre muy argentina de echarle la culpa de lo que no se hace al que estaba antes.
Rubén Chorny.
Nivel de Tratamiento de los Elementos Peligrosos
Componente Textil Alim. Metal. Quím.
Si los tratamientos son
de circuito cerrado 50 50 62 64
Si se hace tratamiento
de efluentes líquidos 58 60 64 57
Destino final que se da
a los residuos sólidos 13 17 5 10
Valor ponderado 23 24 26 25
Riesgo Global de Cada Sector
Alimenticio 100 (Inocuo)
Textil 70 (Molesto)
Metalúrgico 60 (Riesgoso)
Químico 40 (Peligroso)
LOS NUEVOS EXPERTOS.
La empresa encargada de procesar y evaluar los resultados de la encuesta encargada por MERCADO para esta edición es, ella misma, pionera en un campo relativamente inexplorado en la Argentina: el asesoramiento ambiental. Los expertos reunidos en Taiga vienen acumulando una experiencia
singular como consultores del sector privado en las áreas de contaminación, seguridad e higiene industrial, análisis de riesgos, evaluación de impacto ambiental y asistencia jurídica.
También atienden a entes públicos, básicamente en materia de auditorías ambientales y asesoramiento en licitaciones. En la nómina de quienes han empleado sus servicios sobresalen empresas de primera línea y organismos como El Ceamse, la Corte Suprema de Justicia, la Cepal, y la Corporación Venezolana de Guayana, para la que realizaron estudios de impacto ambiental de la represa de Guri, en el río Orinoco.
Los interesados en obtener mayor información acerca del material publicado en estas páginas pueden consultar a Alberto Larrondobuno, director de Taiga, por el teléfono 72-2950 o el fax 801-5109.
– Encuesta –
CASI TODO POR HACER.
– La consulta realizada por MERCADO a las empresas*, acerca de sus planes, acciones y opiniones en torno de la cuestión ambiental, revela un grado de conciencia apenas incipiente, aunque el interés parece prometedoramente mayor que el que podía detectarse algunos años atrás –
Basta con detenerse un minuto en la desembocadura de las arterias que cruzan el microcentro porteño y absorber el ensordecedor ruido de los escapes del transporte público y la densa estela con que impregnan la atmósfera para ubicar en qué punto está parado el país dentro del debate ecológico que se libra en las naciones más avanzadas del planeta.
Pero, detrás de las bambalinas, la contaminación, en realidad, acecha con mayor peligrosidad desde las napas contaminadas por el derrame de líquidos no tratados que compromete la potabilidad del agua, desde los turbios caudales de los ríos y desde los basurales donde los residuos tóxicos despiden emanaciones que podrían cortarse en el aire con un cuchillo.
Recién en los últimos dos años empezó a percibirse por una tibia brisa de preocupación por el medio ambiente, como rebote comunicacional del mundo desarrollado. La prédica de los partidos verdes y de las organizaciones ecológicas viene aterrizando con algún retraso en la opinión pública vernácula,
aunque fue la apertura económica la que permitió importar lentamente ciertas pautas conservacionistas en el ámbito de los negocios.
Sin embargo, la corriente no parece abarcar aún a más de algunas decenas de empresas. Una impresión que se confirma con el relativamente bajo nivel de respuestas a una encuesta ambiental realizada a pedido de MERCADO: sólo contestaron 62 empresas, 10 de ellas pertenecientes al sector de alimentos, 14 textiles, 3 curtiembres, 4 frigoríficos, 17 metalúrgicas/ automotrices y 14 del rubro laboratorios/química.
CONCIENCIA PREVENTIVA.
En el perfil de las opiniones que permitieron elaborar un ranking ecológico, el control y prevención de los problemas ambientales aparece como el paquete de mayor peso relativo, y los conflictos que presentan las empresas en el medio en que actúan, como la segunda ponderación en orden de importancia.
El interés detectado y la situación en que se ven a sí mismas las industrias ante las normas vigentes configuran el resto del panorama, que se completa con las inversiones específicas declaradas.
Las respuestas identifican a las empresas de origen extranjero y a las químicas como las mejor posicionadas en materia de interés por la cuestión ambiental. Las nacionales son las que requieren en general mayor asesoramiento, aunque conocen el marco legal tan bien como las foráneas. Pero, tanto en un caso como en el otro, son pocas las que tienen áreas o personas dedicadas íntegramente a los problemas ambientales e inclusive algunas grandes compañías comparten especialistas.
La encuesta reveló que, en general, las cuestiones ambientales se manejan a niveles que no se reportan a los cuadros de decisión y casi se ignora por completo de quién dependen.
Es prácticamente nula la existencia de productos ecológicos y lo que más llama la atención es que sobresalga el sector químico en su elaboración, aun por sobre el alimenticio.
Apenas llega a la mitad de las encuestadas el número de las que realizaron cursos de capacitación o seminarios dentro de las empresas (las químicas y las fábricas de alimentos son las más activas en este terreno).
El balance de los cursos se inclina hacia los profesionales en primer lugar, y las gerencias luego.
JUICIO A LAS REGLAS.
Sólo un tercio de las empresas consultadas cree que el sector en el que actúa cumple con las normas de preservación del medio ambiente. Es curioso cómo se acomoda el nivel de autocrítica por grado de exposición a los controles específicos: mientras predominan las metalúrgicas y alimentarias que
afirman respetar las normas, y dentro de éstas, cada una dice estar mejor que su competidor, las químicas y textiles (que se saben en la mira, por los materiales que procesan) admiten no alcanzar los parámetros establecidos.
De todos modos, no es relevante el porcentaje de los que aseveran que las normas son imposibles de cumplir, y dentro de éstos se contabilizan mayores opiniones originadas en firmas nacionales.
En rigor, son más los que creen que las pautas argentinas son menos severas que las internacionales, pero en este aspecto la convicción mayor se sustenta desde la vereda de las filiales de compañías extranjeras. Llama la atención que la rama metalúrgica haya sido la que más hincapié hizo en la comparativa permisividad local, lo cual podría interpretarse como un signo de la debilidad de la legislación argentina en cuanto a prevenir la contaminación del aire (a la que se vinculan los metales). Esto no sería de extrañar por cuanto el Estado (natural regulador del bien común) mantuvo tradicionalmente fuertes intereses en la extracción de minerales de hierro y su posterior transformación afectadas al proyecto militar.
Las filas empresarias se cierran ante la pregunta de qué pasaría si se aplicaran en el país las normas internacionales: de la mitad que responde que tendrían que abandonar la actividad, se destacan netamente las de origen nacional y en especial las textiles, inmersas en una crisis que las inhibe de pensar en inversiones comunitarias.
Las dudas se acrecientan cuando se aborda el tema de la competitividad luego de la incorporación de tecnología ambiental: en general, el elevado costo argentino, las estructuras oligopólicas del mercado interno y su tamaño se esgrimen como condicionantes, y en mayor medida contribuirían a descolocar a las industrias afuera de la frontera.
Las químicas y textiles son las que se ven más alejadas en este sentido, no sólo por la recesión mundial, sino por las exigencias ambientales que entrañan. Las metalúrgicas gozan de la ventaja de una cierta liberalidad doméstica y las alimentarias, de estar controladas por su relación con la salud pública.
Un porcentaje importante de las firmas encuestadas se muestra conforme con las autoridades encargadas de vigilar el cumplimiento de las disposiciones, en especial con las municipales. Las textiles y las químicas son las más satisfechas, tal vez por sentirse mejor comprendidas por los funcionarios que las tratan más de cerca. Es significativo el bajo margen de las que se quejan de
recibir presiones bajo cuerda para arreglar supuestas infracciones.
RELACION CON EL MEDIO.
Aunque la mayor parte de las empresas se encuentran desde hace muchos años (más de 20) instaladas fuera de los parques industriales y en zonas pobladas, compartiendo en muchos casos con los habitantes el servicio de cloacas y agua corriente (y sus déficit), no se sienten presionadas por el
medio, ni a través de vías informales ni de asociaciones vecinales.
Tanto es así que la mayoría no acusa intención de relocalizarse y ni siquiera de encarar significativas obras de expansión. La curiosa excepción proviene del sector químico, donde se detectaron gran cantidad de proyectos de ampliación en el mismo lugar que ocupan, lo que induce a pensar que, si hasta ahora tenían problemas ambientales, éstos aumentarán.
Como un tercio de las empresas manifestaron no contar con cloacas ni agua corriente, podría avizorarse un futuro conflicto en el conurbano de las grandes ciudades, una vez que las vías administrativas de queja se pongan al alcance de la población, hecho en el cual la presión que ejercen las organizaciones verdes tendrá fuerte gravitación.
CHEQUEOS Y OMISIONES.
Recién en los últimos seis meses aparece un tenue movimiento interno en las empresas para evaluar el impacto ambiental que ocasiona su ciclo productivo. Los tiempos coinciden con la acción que llevaron a cabo algunos jueces contra empresas que excedían los parámetros de convivencia.
La multa de $ 100 mil que prevé la ley de residuos peligrosos y las penas que se conocieron por daños ambientales movilizaron también a organismos administrativos de contralor, que vieron en esta corriente un seguro filón recaudador.
Las alimentarias excedieron la media de las auditorías, fundamentalmente por su grado de exposición a las verificaciones de salud pública y a la popularización de las ligas barriales de consumidores.
Sin embargo, la actividad global que reflejaron las respuestas acerca del monitoreo de los procesos luce bastante pobre, a excepción de la industria química. El acento estuvo puesto en el agua y el aire.
En menor medida las napas (que no están a la vista) y en mucho menor el ruido (que no parece considerarse factor dañino por estos lares) ocuparon un sitio comparable en los monitores.
De la encuesta surgió que las industrias no cuentan con planes de contingencia y que la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano tomó muestras en cerca de la mitad de los establecimientos, con especial dedicación a los químicos y alimentarios. Las respuestas se reparten entre los que acusan tener todo en orden y los que no contestan.
LOS HECHOS Y LAS PALABRAS.
El tema ambiental recién empieza a instalarse en las esferas de decisión de las empresas, sobre todo de las nacionales. El nivel no excede aún de una demanda de asesoramiento profesional por parte de los directivos, ya sea externo o de gestación interna desde los cuadros gerenciales. Comienza a
hablarse de auditorías mientras se abordan tareas de mantenimiento preventivo para preparar el terreno.
Por eso, no extrañó el bajo índice de respuesta en lo referente a inversiones específicas durante 1992 y el elevado porcentaje de los que no contestaron ni que sí ni que no. De las pocas (cuatro empresas) que sí declararon su intención en ese sentido, la mayoría no proyecta destinar a este propósito más de US$ 100 mil.