Lo que ocurre con la balanza comercial se ha situado en el centro del debate sobre el futuro del Plan de Convertibilidad. El déficit del año pasado -las importaciones superaron a las exportaciones- y el que inevitablemente se producirá en 1993, se exhiben como el principal problema que enfrenta la conducción económica, según los críticos.
Para el ministro Domingo Cavallo, el déficit es saludable porque evidencia la apertura económica del país, el ingreso de bienes de capital (dato que no está muy claro), y además, sostiene, en poco tiempo la tendencia habrá de revertirse.
Así planteadas las posiciones, podría ocurrir que haya que esperar los resultados para determinar cuál de los dos pronósticos es correcto. Con la salvedad de que, si aciertan los críticos, poco habrá por hacer en el cementerio industrial que puede quedar.
En verdad, ésta es la opinión mayoritaria de los industriales que no se atreven a vocear su posición por temor tanto a las iras del ministro como a nadar contra la corriente del pensamiento dominante.
Desde la perspectiva de MERCADO, la cuestión esencial -aun si el ministro tiene razón- es cómo aumentará la corriente exportadora que permita generar las divisas que el país necesita e insertarlo en las grandes corrientes del comercio internacional. O dicho de otro modo, qué va a exportar la Argentina para aumentar sus ventas externas, y a quién le va a vender.
Lo que complica bastante el análisis es la pobreza de datos estadísticos confiables, de los que puedan extraerse conclusiones. Por eso es meritorio el esfuerzo de UNIDA (Unión de la Industria de la Alimentación, la nueva agrupación de industriales del sector, que se abrieron de Copal) por arrojar claridad sobre la realidad de la exportación y de la importación, por lo menos en el sector de interés primario de la entidad.
INFORMACION CONTRA LA INERCIA.
“La calidad y la cantidad de información disponible de un país tienen creciente importancia en la competencia internacional”, dice el profesor Michael Porter en su libro La ventaja competitiva de las naciones. “La información es un medio para vencer la inercia y crear una sensación de apremio en las empresas.”
Los integrantes de UNIDA no sólo leyeron al catedrático sino que también vencieron esa inercia, tal como dan cuenta en el prólogo del primer informe publicado por la entidad en junio de este año. “En una economía abierta y competitiva como la de Argentina en el presente”, sostienen, “la información actualizada de comercio internacional es una herramienta indispensable para la toma de decisiones empresarias relacionadas con la participación en el mercado doméstico, el posicionamiento en el mercado ampliado del Mercosur y la inserción en los mercados internacionales.”
Así como la entrega inicial abordó el universo del intercambio con todos los países del mundo, el segundo trabajo que vio la luz en el mes de julio se concentró en la evolución y la coyuntura referidas al ámbito del Mercosur, con la desagregación de los datos para cada uno de los quince capítulos de la Nomenclatura Arancelaria y respecto de los países de destino y origen de los productos.
Tal esfuerzo de compilación y análisis es particularmente destacable para un sector ancestralmente instalado en una premisa rayana en el lugar común. Al fin y al cabo, la Argentina fue el granero del mundo.
Tan hondo han calado esas convicciones que pocas semanas atrás, en una conferencia convocada por la revista Criterio, el secretario de Coordinación del Ministerio de Economía, Juan Llach, sostenía algunas de sus reflexiones a partir de la hipótesis de que “el nuestro no es un país importador de alimentos”.
Sin embargo, las cifras que reflejan la evolución del comercio de alimentos, tanto en el marco internacional como en la esfera restringida del Mercosur (ver cuadros 1 y 2), permiten apreciar que la Argentina no sólo importa sino que -pese a mantener el saldo positivo en el sector- lo hace cada vez en mayor medida.
ALZAS Y BAJAS.
Los indicadores en el contexto internacional señalan que durante 1992 las exportaciones del sector -con un valor total de US$ 2.263 millones- decrecieron a una tasa de 6,6%, mientras que las importaciones continuaron con la tendencia ascendente iniciada a partir de 1990, hasta alcanzar el año pasado una tasa de crecimiento de 71,6%, y un valor total de US$ 690 millones (ver cuadros 3 y 4). Consecuentemente, el saldo de la balanza comercial alimentaria, positivo en US$ 1.573 millones, – contra un saldo global negativo de US$ 2.873 millones en el período- muestra en 1992 un decrecimiento de 22% con respecto al año anterior (ver cuadro 5).
Las cifras correspondientes al Mercosur acompañan los mismos vectores: en 1992 las ventas externas sumaron US$ 311 millones, lo que representa una caída de 18,5% con respecto a 1991, mientras que las compras del exterior alcanzaron un total de US$ 274 millones, 64,1% más que el año anterior (ver cuadros 6 y 7).
María Beatriz Nofal, presidenta del Departamento de Comercio Internacional y Mercosur de UNIDA, esbozó algunas reflexiones acerca de los datos globales contenidos en los informes y específicamente de la presencia llamativa de algunos rubros en la composición de las compras al exterior.
“En las exportaciones, la caída de las ventas a Brasil fue muy significativa y tiene que ver básicamente con la recesión imperante en aquel país; tanto es así que cuando allá se recuperó levemente la demanda -3 o 4 puntos a comienzos de este año-, eso impactó enseguida en la tendencia del intercambio. En cuanto a las importaciones, dentro de los factores que inciden se puede señalar la recuperación del consumo interno que no puede abastecerse con la producción local, el tema de los precios relativos y, vinculados a éste pero en estricta relación con Brasil y potenciando el problema, los movimientos divergentes de ambas monedas: nosotros nos hacíamos más caros al tiempo que ellos se hacían más baratos.”
“Esto ha facilitado la penetración de sus productos, cosa que en una situación de mayor equilibrio en la paridad no se hubiera dado de ese modo. Porque incluso muchos de esos productos son elaborados a partir de materia prima de origen argentino, con lo que incluyen el costo de un doble flete. El esquema de precios relativos les hizo más rentable la operación de penetración, pero no creo que se trate de algo coyuntural; es una competencia que vino para quedarse.”
El hecho de que el subsector de lácteos, huevos y miel sea el de mayor participación relativa está fuertemente determinado -según Nofal- por el gran aumento que se operó el año pasado en la importación de leche, que no alcanzaba para abastecer el consumo interno. El segundo rubro en el ranking de compras lo ocupó la carne, gracias a los US$ 80 millones en aves y porcinos que se trajeron de Brasil. “El subsegmento donde la penetración ha sido más agresiva”, sostiene la experta, “es el de pollos; aparentemente han industrializado todo el proceso y tienen muchísimo más concentrada la oferta. Exhiben ventajas competitivas muy marcadas. Pero fuera de ese caso puntual,
podría decirse que en el resto de los rubros la importación cubrió básicamente el aumento de la demanda que la producción local no estaba en condiciones de abastecer.”
SIN CAPACIDAD DE RESPUESTA.
La comprobación de que el ingreso de los productos importados alcanzó hasta ahora sólo aquellas franjas que los actores locales no podían abarcar deja abierto el interrogante -planteado ya en algunos foros- con respecto a la eventual incapacidad de la estructura agroindustrial argentina para dar respuesta a desafíos más ambiciosos.
En este sentido, Nofal estima que en el corto plazo eso sería así. “Esta situación se nota mucho en el sector de los productos frescos; en hortalizas y verduras, por ejemplo, cuando la demanda aumenta mucho por factores estacionales inmediatamente suben los precios porque la oferta no alcanza.
Evidentemente, la Argentina viene de un proceso de achicamiento de larga data y, frente a un período de fuerte recuperación de la demanda, no tiene capacidad de respuesta. Muchos de estos sectores son de mano de obra intensiva, y la incertidumbre existente en el mercado de trabajo respecto de las regulaciones, el costo de tomar gente y, en caso de que el crecimiento no se sostenga, tener que despedirla, hacen que el empresario muchas veces prefiera -hasta estar seguro- abastecer su red de distribución a través de la importación en vez de asumir el riesgo de aumentar su propia oferta.”
“Si no se da ese salto cualitativo -que a la larga significa inversión-, podemos encontrarnos con problemas importantes en términos de crecimiento y también de estabilización; si la oferta no aumenta, se hace difícil frenar la presión inflacionaria de la demanda. Por eso es clave la expansión con destino a la exportación, ya que es la que permite la flexibilidad necesaria para hacer frente a los aumentos del consumo interno. Los incentivos y las señales claras en esta materia son muy importantes, y todavía hay bastante incertidumbre acerca de este punto.”
Con respecto a la cuestión cambiaria, la asesora de UNIDA considera que la actual paridad afecta a la industria de los alimentos en materia de costos laborales. “Pero por otro lado la desventaja se compensa con la calidad y cantidad de la materia prima; es un sector donde, si bien el valor del dólar es una variable, hay otras que hacen a la competitividad. Si no, le sería imposible seguir manteniendo el superávit que todavía ostenta a pesar de la caída global de la balanza comercial. La convertibilidad se conjugó con una recesión internacional, especialmente fuerte en nuestro principal comprador,
que es Brasil. Aun con la apreciación de nuestra moneda, si en aquel país no hubiera existido tal retracción del consumo, no habría estado en condiciones de penetrar en la forma en que lo hizo, ya que tendría que haber atendido a su propia demanda en otra medida.”
Puestos en circulación los dos primeros informes, UNIDA se propone avanzar en la desagregación y actualización permanente de los datos, para que el sector disponga de una precisa radiografía de su comercio internacional y sepa claramente dónde está situado. “Ver cuáles productos están creciendo en términos de exportación o de importación”, concluye Nofal, “es fundamental para decidir estrategias de producción y de comercialización, concentrar esfuerzos en las áreas más fuertes y evaluar la conveniencia de abandonar aquellas que exhiban signos de debilidad irreversibles. El proceso de reasignación de recursos que se da en la economía se produce también en el interior de cada empresa. Un panorama en detalle es clave para concretarlo con éxito.”