El gurú que gana y hace ganar millones

    Cuando Michael Milken ocupaba las páginas de la prensa especializada por ser el hombre que más millones había ganado en un año -antes de su caída en desgracia-, George Soros seguía haciendo dinero, sigilosamente. Una actividad en la que había empezado antes que Milken. Y en la que continúa con más éxito que nunca. Tres décadas en la cumbre, ganando y haciendo ganar, es un caso sin precedentes.

    Todos los ídolos de la codiciosa década de los años ´80 se han derrumbado. O están muertos, o presos, o rumiando sus caídas y fracasos. En cambio, el exiliado húngaro de 62 años que hizo millones aconsejando a inversionistas (que siempre quedaron satisfechos) avanza en nuevos y arriesgados terrenos con el mismo éxito de siempre.

    No es sólo el éxito. Hay algo fascinante para el universo de inversionistas, de todo tamaño, en el accionar de Soros. Ejerce un extraño poder: el de convocatoria e imitación. Por el sendero que él elige transitar, se produce de inmediato congestión de tránsito. Seguidores en todos los mercados del mundo están alertas a sus movimientos. Por el efecto imitativo que genera puede levantar o hundir mercados.

    Casi 30 años de éxitos sin sombras es causa suficiente para consolidar una reputación de primer orden. Pero lo que está ocurriendo en los últimos meses es diferente. Soros adquirió una nueva estatura. Entre los medios periodísticos que cubren este mundo de las inversiones, el húngaro se ha convertido en una estrella de primera magnitud.

    Tal vez la coronación de la leyenda ocurrió en noviembre pasado. Tras la conmoción sufrida por el Sistema Monetario Europeo, Soros aceptó públicamente que sus fondos habían ganado US$ 1.000 millones, apostando aquel miércoles negro a que el Banco de Inglaterra no podría resistir la presión sobre la libra esterlina.

    La apuesta era importante. Según los analistas, del orden de los US$ 10 mil millones haciendo fuerza para deprimir el valor de la divisa británica. Ese monto y esa decisión que demostró ser correcta le ganaron un curioso prestigio: el del hombre que torció la mano a The Old Lady, como se llama al Banco de Inglaterra.

    Según Financial World (una prestigiosa publicación de EE.UU.), los fondos de inversión dirigidos por Soros -todos off- shore- manejan US$ 7 mil millones de pequeños y medianos inversionistas que idolatran y siguen a Soros en la dirección que éste apunte. El barco insignia de la flota es el Quantum Fund.

    En el informe anual de esta revista se incluyen los 100 personajes de Wall Street que más dinero ganaron durante el año. El primero en el ranking correspondiente a 1992 es el discreto Soros, que habría ganado US$ 650 millones en 12 meses (US$ 19.000, el ingreso medio familiar en EE.UU., cada cinco minutos).

    ¿Cómo se puede obtener esta fabulosa cifra? Se calcula que US$ 400 millones provienen de las ganancias netas sobre US$ 800 millones de recursos propios invertidos en los fondos que administra. Otros US$ 200 millones se originan en los premios que los inversionistas le reconocen por asegurarles rendimientos que fluctúan entre 45 y 80% sobre lo invertido. Y finalmente otros US$ 50 millones es la porción que le corresponde como honorarios por gerenciar estos fondos de inversión.

    Si Soros fuera una empresa que cotizara en Bolsa, sus ganancias se habrían adjudicado el puesto número 68 en Wall Street, entre Sara Lee y Warner Lambert.

    ULTIMOS MOVIMIENTOS.

    Las últimas dos movidas de George Soros han creado conmoción en los medios financieros internacionales. Primero habló públicamente contra la supuesta fortaleza del marco alemán. Con una economía débil y una moneda sobrevaluada, dijo, todo empeño del Bundesbank por evitar un descenso en las tasas de interés es vano. Los que creen en la visión de Soros apuestan a que el anuncio presagia algo parecido -para el marco- a lo ocurrido con la libra esterlina el año pasado.

    El segundo movimiento es todavía más intrigante. Si hay un mercado deprimido en el mundo industrializado, pero en Gran Bretaña en particular, es el inmobiliario. En los exultantes años ´80 los precios de las propiedades treparon a alturas astronómicas. Tras la caída bursátil de 1987, y la recesión que siguió, los precios se derrumbaron provocando quiebras y pérdidas cuantiosas. Entre tanto, se sobreconstruyó. Millares de edificios y millones de metros cúbicos vacíos son testimonio de ciclos de auge y decadencia agudos.

    Nada indica que hayan cambiado las condiciones generales. La recesión persiste, el mercado inmobiliario sigue en la congeladora. Sin embargo, el rey Midas está invirtiendo en el sector. En una sociedad a partes iguales con British Land, Soros decidió invertir US$ 375 millones de los US$ 750 millones que demanda el emprendimiento. De inmediato, el mercado inmobiliario mejoró sus precios en 6% y todos los analistas coincidieron en que “lo peor ha pasado”. Movimientos parecidos está realizando en Estados Unidos.

    George Soros puede ser un personaje enigmático en la Argentina, pero no absolutamente desconocido. Según reveló The Wall Street Journal, el gran inversor tiene 38,8% del capital de Inversiones y Representaciones (IRSA), que también opera en el sector inmobiliario (según reveló Claudio Chiaruttini en El Cronista Comercial, también estaría conectado al Citicorp Equity Investment, el grupo industrial del Citibank).

    En la segunda quincena de abril pasado otra decisión de Soros ganó espacio en la prensa especializada y desató febriles movidas entre inversionistas: la disparada en los precios internacionales del oro se produjo cuando se confirmó la versión de que uno de los fondos de Soros había comprado 10% de una compañía minera que explota este metal.

    El cuartel general de Soros está en un piso 33 de un edificio de Manhattan. Allí opera el Soros Fund Management, que es el cerebro que fija la estrategia de inversión para el Quantum Group -con sede offshore-, que maneja una masa de recursos que oscila entre US$ 7 y 8 mil millones.

    Soros nació en Hungría en 1930. Durante la Segunda Guerra vivió con su familia judía en la clandestinidad, escapando a la atención de los ocupantes nazis. Terminada la contienda, Soros emigró a los 17 años a Gran Bretaña, donde estudió en la London School of Economics. En 1969, en Estados Unidos, luego de trabajar como broker y analista de varias firmas importantes de Wall Street, inició su carrera como cabeza del Quantum Fund. Durante la década de los ´70 sus principales logros fueron acertar con acciones que mejoraron su cotización. En 1985 dio el gran golpe, especulando contra el yen y ganando una fortuna. También hubo grandes pérdidas: el crash bursátil de 1987 le dejó un quebranto de US$ 800 millones, a pesar de lo cual logró recuperarse y terminar el año con ganancias promedio de 14%.

    Lo cierto es que el record de Quantum es impresionante. En 24 años de operaciones, una sola vez dio pérdidas (en 1981), y la ganancia se mide con una tasa compuesta de crecimiento de 35%, después de pagar gastos y honorarios. Hacia el futuro, el campo de acción predilecto de Quantum parece estar en el mercado internacional de divisas, donde el volumen de transacciones diarias y las oscilaciones permiten realizar grandes utilidades.

    Desde hace años, antes de la caída del Muro de Berlín, Soros se dedica a promover la libertad de expresión y el surgimiento de ideas y movimientos democráticos en los antiguos satélites de la ex URSS, especialmente en su país, Hungría. Su actividad en este campo se ha multiplicado, y se estima que ha derivado fondos propios calculados entre US$ 200 y 300 millones a esos fines. Es difícil tener más precisiones, porque, además de la discreción y sigilo de Soros, es proverbial su renuencia a ser entrevistado por la prensa.

    En los medios académicos, George Soros es conocido por su formulación de la ahora conocida teoría de la reflexividad, que sostiene que, en gran medida, los mercados se mueven por estímulos psicológicos irracionales, más que por reglas científicas. Las percepciones de la gente influyen y modifican los acontecimientos, y éstos, a su vez, gravitan sobre las percepciones.