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    EL DILEMA ETICO.


    Miguel Angel Diez.


    Las resonantes declaraciones de Carlo De Benedetti, presidente
    de Olivetti -el quinto grupo industrial del país- ante
    la justicia de Italia abren una nueva vertiente en el debate ético
    que hoy se extiende a ambos lados del Atlántico.


    Que la sorpresa fue mayúscula lo reveló el titular
    de un diario: "Hasta Olivetti págó". El
    conglomerado dirigido por De Benedetti, que logró mantener
    95% de sus negocios fuera de todo contacto con los poderes públicos,
    mantuvo una solitaria batalla contra la influencia política
    en la adjudicación de contratos, y la percepción
    pública era que tanto el grupo como su jefe eran víctimas
    de discriminación por negarse a pág. ar coimas.


    Sin embargo De Benedetti, quien sistemáticamente negó
    el pág. o de comisiones, decidió presentarse voluntariamente
    ante la justicia y asumir toda la responsabilidad por lo actuado
    por sus subordinados en cinco casos donde la empresa pág.
    ó comisiones ilegales. Hasta ese momento el debate era
    en torno de las vinculaciones entre corruptos del sector político
    y del sector empresarial, o, según otro enfoque, de la
    relación entre los corruptores que daban la coima y los
    corruptos que la aceptaban.


    La irrupción de Carlo De Benedetti supone una nueva tesis:
    en Italia era imposible sobrevivir sin pagar comisiones. Desde
    esta perspectiva, los empresarios son víctimas de un sistema
    perverso. Para preservar la vida de sus empresas, para mantener
    las fuentes de trabajo, a veces no les queda más


    remedio que pagar coimas. La defensa de Olivetti es que se resistió
    al pág. o de coimas todo el tiempo que pudo, hasta que
    fue imposible soportar la presión.


    Existe otro ángulo en esta cuestión. ¿Por qué
    De Benedetti hace la denuncia ahora y no cuando ocurrió
    la demanda ilícita? La respuesta es terminante: "
    1993 no es 1987. Entonces había un régimen en el
    poder". Lo cual quiere decir dos cosas: el tradicional sistema
    político italiano está destruido y ya no se le teme
    como antaño; y, además, el momento es bueno para
    tomar la revancha


    de un poder corrupto que victimizó a los empresarios que
    quisieron actuar de manera honesta.


    Toda analogía es arbitraria y a veces caprichosa. Pero,
    en relación con las cosas que se escuchan en sordina en
    nuestro medio, ¿podría ocurrir que dentro de unos
    años, en una distinta circunstancia política, un
    empresario local se animara a denunciar que era imposible hacer
    negocios sin pagar comisiones a personajes del mundo político?
    Nadie podría desechar esa posibilidad.


    Volviendo a Italia, la intervención de Carlo De Benedetti
    prenuncia la aparición espontánea de muchos empresarios
    que, sea porque están en idéntica situación,
    sea porque intuyen la ventaja de un blanqueo preventivo, pueden
    desfilar próximamente ante jueces y fiscales. Simultáneamente,
    la Fiat,


    el primer grupo industrial italiano (dos de sus principales ejecutivos
    están involucrados en causas por coimas), acaba de adoptar
    un código de ética que debe regir las relaciones
    de sus empleados con los poderes públicos, funcionarios
    o dirigentes políticos. En todo el mundo industrializado,
    los códigos


    de ética, antes una excepción, gozan ahora de notable
    predicamento entre la mayoría de las empresas importantes.