Las empresas están expuestas a demandas crecientes por parte de la sociedad: mayor transparencia e información, mayor responsabilidad social, códigos de ética, conducta ecológica, excelencia de productos y servicios, etc. Al mismo tiempo, aparecen temas emergentes, a los que hay que dar respuesta. Un ejemplo de máxima actualidad es el Sida, una enfermedad hasta no hace mucho desconocida, que rápidamente pasó a convertirse en un problema de salud pública y que ahora demanda políticas a las empresas. Para iniciar un debate que seguramente habrá de prolongarse por mucho tiempo, MERCADO organizó una mesa redonda de la que participaron los responsables de Recursos Humanos de cinco empresas de primera línea: Roberto Reksas (Carrier-Lix Klett), Ricardo Taormina (BAESA – Pepsi Cola), Federico Faerron (American Express), Carlos Lelio (Sevel), Manuel Luis (Xerox Argentina) y la consultora Gloria Cassano.
Lo que sigue es una síntesis de la reunión.
Reksas – En Carrier-Lix Klett existe una política escrita con respecto al Sida; sin embargo, creo que es un tema que requiere mucho manejo individual, caso por caso. La empresa está condicionada por el medio laboral y, además, hay que tomar en cuenta el trauma que representa para una persona reconocer que tiene Sida. Hay que determinar si el medio laboral acepta a una persona que tiene Sida y si la persona reconoce o no reconoce estar enferma. Creo también que el problema se fue atenuando muchísimo, los primeros casos que a mí me tocó vivir, en 1986, fueron realmente traumáticos, a veces era posible trabajar con la persona y a veces era difícil entablar una conversación con alguien que padecía Sida, porque no se encuentra cómo ayudarlo, cómo colaborar con él.
MERCADO – ¿La empresa asume el papel protagónico o simplemente siente que es un aspecto más dentro de la vida de esa persona, que se desenvuelve también en otros ámbitos, como la familia y los amigos?
Reksas – Creo que la empresa tiene que jugar un papel protagónico, pero está condicionada no sólo a que el enfermo esté dispuesto a ser ayudado, sino a que la familia quiera que la ayuden.
Cassano – ¿En general se puede decir que la familia deposita en la empresa la posibilidad de ayudar al enfermo?
Reksas – Así es. En mi opinión, depende mucho de la persona, del ámbito familiar y del medio laboral que la empresa pueda hacer algo. Porque los tabúes existen: hace diez años realmente era traumático compartir la mesa o estrechar la mano a un enfermo de Sida. Ese tipo de cosas fue desapareciendo, pero todavía hay tabúes. Hay gente que no quiere ser ayudada, prefieren irse de la compañía, desaparecer, ¿y qué se puede hacer en esos casos?
MERCADO – Hace algunos años, encontrarse con un caso de Sida en una empresa era más bien algo raro. ¿Sigue siendo así, o se trata ya de situaciones de rutina?
Reksas – Creo que se puede decir que, en este tema, hablar de rutina significa hablar de un caso cada seis meses. Puede darse el caso de personas que presentan síntomas que determinan que se las derive a centros médicos especializados, donde surge el diagnóstico de Sida.
Cassano – O sea que, en realidad, aparece el enfermo, no el portador sano.
Reksas – Aparece el enfermo, con deficiencias pulmonares, debilidades y otros síntomas que indican que existe algo extraño y a esa persona se la deriva a centros de mayor complejidad, donde la empresa no está involucrada.
Taormina – Un aspecto de la llamada Ley de Sida es por qué las empresas no incluyen, en el examen preocupacional, el test de Sida. La ley dice que si no hay conformidad no se puede obligar al aspirante o al empleado, ya sea en el examen preocupacional o en el periódico anual, a someterse a un examen de Sida. ¿Por qué? Porque dentro de la normativa que comentamos se contempla
fundamentalmente la privacidad del individuo. Pero a pesar de que en toda la normativa, tanto la nacional como la internacional, existe la intención de proteger la privacidad, esto de alguna manera significa, entre comillas, una suerte de segregación.
Nosotros tenemos un solo aspecto compulsivo y es que la ley exige a todo inmigrante que quiera radicarse definitivamente que se someta al test del Sida. Otros países son mucho más estrictos; en Estados Unidos no puede ingresar nadie que no tenga previamente hecho el examen y si ingresa violando esa norma es sancionado penalmente. Un país muy estricto es Cuba, que exige a las embarazadas hacerse el examen dentro del primer trimestre. Lo que sucede es que el concepto de segregación es muy amplio, y en tanto la ley obligue al profesional que detecte a un portador a comunicarlo a la autoridad de aplicación dentro de las 48 horas, se está marcando una pauta de diferenciación entre el portador o el enfermo y el resto de la población.
A nivel mundial, las estadísticas señalan que 0,01% de los contagios se atribuye a posibles causas laborales, mientras que 80% corresponde a relaciones sexuales, entre 5 y 10% a contagio por drogadicción endovenosa, la transmisión perinatal es responsable de otro 5 a 10% y las transfusiones
de 3 a 5%. Esto significa que la incidencia de las causas laborales es pequeña.
MERCADO – Sin embargo, la presencia del Sida en las empresas es alta.
Taormina – Así es. Lo que también compartimos en la empresa es la política de tomar un papel protagónico en caso de presentarse el hecho. Pero es verdad que no hemos tenido conocimiento de casos de Sida y la única forma de tomar conocimiento es si el dependiente tiene un síntoma y decide hacerse un examen específico. De lo contrario, no habría manera, excepto que haya un
consentimiento expreso. Creo que el aspirante no va a ser tomado en el mercado laboral si se niega a un examen, y para quien está trabajando creo que la aceptación a someterse al examen va a ser un factor importante en el mercado laboral, de seguir esta propagación de la enfermedad. Si bien tener
Sida no es causal para cortar la relación laboral, en absoluto, esto que quede bien claro.
Faerron – Básicamente, la política de American Express ha sido tratar los casos de Sida como una enfermedad más. Tenemos, sí, la política de no hacer exámenes, salvo que el empleado los solicite.
En el ingreso, la persona no es chequeada, no hacemos examen de Sida, ni de drogadicción, algo que sí comienzan a hacer otras empresas en Estados Unidos. Hemos tenido casos de Sida a nivel mundial, incluyendo Argentina, y éste es un tema en que la prevención es, más que todo, educación, charlas
con el personal, y como la empresa tiene esta política, el individuo que tiene Sida, aunque muestre algún síntoma de la enfermedad, tiene voluntariamente que decir: “Tengo Sida”.
MERCADO – ¿Cómo se hace la comunicación en estos casos?
Faerron – Puede hacerla el área de Recursos Humanos, pero nosotros recomendamos que se hable con nuestro médico interno, con el fin de que sea el profesional quien canalice bien el problema.
Porque la gente, con el conocimiento que tiene del tema, puede marginar y tratar mal al enfermo, por temor al contagio. En los casos que tuvimos en la Argentina la persona se presentó voluntariamente y requirió medicamentos (el que se utiliza ahora en Estados Unidos cuesta unos 220 dólares por semana).
Lelio – En Sevel tenemos una política preventiva, con campañas periódicas de capacitación y educación, con folletos, y en lo que hace al tratamiento individual tenemos todos los elementos para enfrentar este problema. En los exámenes de ingreso la ley prohíbe hacer test de Sida, pero sí ofrecemos la posibilidad de que voluntariamente la persona que va a ingresar pueda someterse a examen, y lo mismo ocurre con el personal interno, que puede también solicitarlo. Como empresa, nos preocupa primero distinguir entre el enfermo y el portador; al portador lo tratamos como a un trabajador normal, no está incapacitado, puede desarrollar todas las tareas, etcétera. Con el enfermo, conforme lo señala la ley, se hacen las comunicaciones a los centros correspondientes y se lo apoya a través de todo el desarrollo de la enfermedad.
MERCADO – ¿Tuvieron casos en la empresa?
Lelio – Como consecuencia de la explosión productiva en la industria automotriz, con ingresos de alrededor de 10.000 personas, aproximadamente 2.000 se sometieron voluntariamente al examen de Sida (todos aspirantes); de ellos, 4 por mil eran portadores. De los ocho casos, sólo uno lo había contraído por ser drogadicto e incluso se sospecha que tal vez no haya sido ésa la razón, sino que para comunicar a la sociedad que tenía Sida utilizó la droga como pretexto. Pero los otros siete ignoraban su condición de portadores y no se trataba de homosexuales ni de drogadictos. Todos se habían contagiado por relaciones heterosexuales y la mayoría señaló que concurría asiduamente a
casas de masajes. Y esto nos debe llevar a una reflexión: mal podemos enfrentar este tema mientras el Sida permanezca en las sombras, mientras no sepamos dónde estamos. No hay estadísticas; cuando recién decíamos: “No tenemos conocimiento de casos”, no quiere decir que no existan.
MERCADO – Tomemos el caso de una empresa que toma personal y ofrece un test voluntario de Sida.
Noventa de 100 postulantes se someten al examen, pero hay 10 que no lo aceptan. Evidentemente, las sospechas acerca de este grupo van a ser grandes. El sentido común indica que si el aspirante no está obligado a someterse al test, la empresa tampoco está obligada a incorporar gente que se
niegue al examen.
Lelio – Lo notable del caso es que le hacemos un examen de la columna, le hacemos un examen de tuberculosis y por eso discriminamos en el ingreso. Lo importante es que el Sida no es una enfermedad en la medida en que se trate de un portador sano, por lo menos así lo entienden los organismos mundiales de salud. Pero el enfermo, al menos frente al médico, presenta algunos
síntomas que pronto aparecen.
Luis – En Xerox tenemos, obviamente, políticas corporativas, a las cuales tenemos que atenermos. Las políticas están armadas fundamentalmente para Estados Unidos, donde este tema tiene una profundización mucho mayor que en la Argentina. La política, en términos generales, no hace ningún tipo de discriminación hacia el portador o el enfermo de Sida y mantiene total privacidad sobre la situación de cada empleado. Sí hay una diferencia entre lo que se dijo aquí y lo que nosotros tenemos: una persona del área de Recursos Humanos tiene que estar al tanto. Si la persona quiere contar, naturalmente no es que salimos a investigar. Pero a partir de ahí el área de Recursos Humanos tiene la obligación de derivarlo al médico. No tenemos ningún caso detectado, lo cual no significa que no tengamos algún portador; dentro de la probabilidad estadística algún portador tendríamos que tener en nuestra población.
MERCADO – ¿Cómo se tratan los casos una vez detectados?
Luis – Yo hice una investigación aquí, en la Argentina, porque el departamento médico de la compañía no está preparado para atender estos casos en profundidad. En determinado momento hay que derivarlos a especialistas y mi problema fue detectar quién puede dar ayuda en el caso particular del Sida, donde se da el problema de la familia que rechaza al enfermo. La cuestión es qué tipo de ayuda puede salir a buscar la empresa para brindarle al hombre, independientemente del aspecto médico. Bien, detecté un grupo de gente que trabaja en este tema, también en drogadicción y alcoholismo, y tienen claro dónde termina su tarea con los drogadictos y los alcohólicos: trabajan
con el paciente, informan a la empresa y el grupo termina su trabajo cuando al drogadicto lo llevan al Programa Andrés y al alcohólico lo llevan a Alcohólicos Anónimos. En el caso del Sida no está tan claro, es como que no sabe cuándo terminar, y creo que este problema todavía no está resuelto, incluso en Estados Unidos.
Taormina – Creo que el punto de inflexión aquí es que tanto el drogadicto como el alcohólico tienen una posibilidad, mientras en el Sida no la hay.
Luis – Volviendo a nuestra política, en el último chequeo anual pusimos, en forma abierta, el examen de Sida, para aquellos que quisieran hacerlo en forma voluntaria: 10% de la gente aceptó el chequeo: 45 sobre 450.
MERCADO – Parece poco. Tal vez funciona un mecanismo que dice: “Si soy portador prefiero no saberlo”. “Si soy un portador sano y no lo sé, puedo llevar una vida normal por años, e incluso me puedo morir de otra cosa, o puede aparecer una cura para el Sida. Pero si me ponen el rótulo de portador significa un via crucis, el rechazo familiar y de los amigos, problemas en el ámbito laboral.”
Cassano – Hay dos cosas a tomar en cuenta, por un lado es la empresa donde esa persona está trabajando la que hace el chequeo, lo cual genera cierto miedo a que si lo identifican puede perder el trabajo. Es muy importante que se sepa que la empresa no tiene acceso a esa información, para que la gente pierda el miedo. Hay también un porcentaje de temor a asumir que uno es portador.
Luis – Otro punto es buscar quiénes pueden brindar ayuda más allá del aspecto médico. Yo no sé si en la Argentina existe eso. Nosotros tenemos hoy un contrato con la obra social, estamos encarando el tema a través de ellos, pero la única duda que me genera es que es una ayuda solamente desde el
punto de vista médico y no sé si contempla toda la contención que requiere el enfermo de Sida. Y de alguna manera me preocupa un aspecto más: en el momento en que se diga: “Aquí tenemos un portador de Sida” (no digamos ya un enfermo), hay que ver qué sucede con el resto de la gente.
Porque el mismo empleado puede pedir que se diga a sus compañeros que es portador y yo tengo la obligación de transmitirlo. El único punto que hasta ahora nadie me ha podido explicar es qué nivel de exigencia puede tener el empleado sano, por estar trabajando (y la empresa saberlo), con un portador de Sida.
Lelio – Lo que a mí me angustia es que ninguno de nosotros sabe dónde está parado, porque si yo tengo una hija que sale con un muchacho que no sabe que tiene Sida, sí o sí la va a contagiar. Pero si él supiera seguramente sería diferente.
Cassano – Creo que los jóvenes de hasta 20 años están mejor informados que los adultos. Que tienen más conciencia y más conocimientos sobre el tema. Hay que ver que las revistas para adolescentes tienen algo sobre el Sida en cada edición.
Luis – Me gustaría decir, como conclusión, que este panel me pareció de mucho interés por las cosas que se dijeron, pero tal vez sólo en algunas empresas argentinas exista el grado de toma de conciencia, de innovación y de preocupación por el Sida que se evidenció aquí. En ese sentido creo
que éste es un grupo muy especial de empresas. Creo que hay que entender que este tema, en la Argentina, con este nivel de discusión y de conocimiento, no se encuentra frecuentemente.
Cassano – Yo quisiera corroborar esto con un dato: en el mes de julio hicimos un curso para Pymes y salió este tema cuando se habló del examen de ingreso. Y esa gente dijo que se hacía el examen de Sida preingreso, no se le decía nada a la persona y no se la incorporaba si era positivo. Y no había chequeos médicos anuales ni nada de eso.
MERCADO – El problema del Sida aparece ahora con fuerza y la pregunta sería cuántas empresas tienen diseñada una política o al menos una preocupación al respecto. Política es algo más que lo habitual en la Argentina, que es reaccionar frente al problema. El clásico impromptu argentino, la improvisación. La famosa frase del presidente de la empresa, que un día exclama: “¡Hay que hacer
algo con esto!”, sobre todo cuando se acerca fin de año y se quiere mostrar que se hicieron cosas, no importa mucho cuáles. Y el tema del Sida es demasiado serio como para manejarlo con impromptus o con criterios disímiles del médico de la empresa, de un directivo o del presidente.