Desde el día en que decidieron ingresar en el campo de los servicios públicos, los grandes grupos empresariales argentinos perdieron el low profile que cultivaron durante décadas. Cada vez que haya un corte eléctrico la gente se acordará de Pérez Companc o de Techint; si se interrumpe el suministro de agua corriente, el recuerdo será para Soldati. De nada valdrá que las empresas prestadoras de servicios tengan su propio logotipo y cultiven su propia identidad, Para la percepción popular tienen nombre y apellido.
Alguna de las heterodoxias que promete 1993 es una renovada discusión -dentro y fuera del ámbito empresarial- sobre el papel de los empresarios en la transformación económica del país, su verdadera influencia, capacidad y responsabilidad.
Estos son algunos de los temas que aparecerán en forma recurrente:
* La concentración del poder. Como reflejo de una tendencia mundial, también en la Argentina se registra -y en todos los órdenes- una concentración de la decisión empresarial. Tras la ronda de privatizaciones, hay media docena de grupos que crecieron en estatura e influencia. Curiosamente, este mismo proceso promete repetirse en el campo sindical, donde tras la reforma de las obras sociales puede quedar una docena de sindicatos fuertes y poderosos.
* La capacidad y eficiencia de la empresa privada. Tras la condena inapelable al Estado empresario, ahora es el turno del sector privado. Será importante comprobar si los empresarios pueden aportar la gerencia y la organización necesarias para dar eficiencia a estas grandes unidades. La eficiencia
empresarial estará, como nunca bajo la lupa.
* Efectos de la post-privatización. En 1993 se verá funcionando a los nuevos entes reguladores dispuestos a preservar los intereses del usuario. Una rica experiencia puede devenir de esta constante tensión entre regulador y regulado. No faltarán incidentes y conflictos. Ya se sabe que es casi seguro que se pedirá reconsideración de tarifas o de algunas condiciones de los pliegos originales de las licitaciones.
* Aparecerá, con nitidez, la polémica sobre el poder interior en los grupos empresariales. Al igual que en países industrializados, el tema es si prima el interés y la decisión de los propietarios o de los gerentes. En muchos casos los niveles gerenciales altos y medios tensaron la cuerda para que un grupo entrara en una licitación privatizadora. La posibilidad de aumentar ventas, ganancias, tamaño, prestigio, y de generar nuevos puestos de primer nivel, está en la lógica del proceso.
* El modelo de los grandes grupos. Cobrarán forma las acusaciones: “Se trata de una nueva oligarquía”. Los grandes grupos deberán explicitar su modelo de actuación, ganar consenso y legitimidad ante la opinión pública -si es que de verdad les preocupa la seguridad jurídica- y persuadir sobre el efecto positivo que pueden tener en la transformación del capitalismo en la Argentina y en la innovación económica.
* El debate iniciado por Michael Porter volverá con toda fuerza: la competitividad, ¿dónde está? ¿en la nación, en algunas empresas o en un sistema empresario? ¿Cuál será el modelo a imitar: el de las empresas estadounidenses que se obsesionan con la rentabilidad a corto plazo; o el de las alemanas o japonesas que privilegian absorber porciones de mercado, invertir, y exhibir capacidad tecnológica?
FALTA CAPITAL EN EL MUNDO.
El bien más demandado en esta década, el más escaso, es el capital. La disponibilidad de recursos financieros, de créditos, se hace aguda cuando más se requiere para inversión. La transformación de las economías de la antigua área soviética en zonas donde operen las fuerzas del mercado no puede realizarse sin un masivo aporte de capitales. Si no se consiguen estos recursos, el capitalismo puede fracasar en esa región, y el mundo puede ser más inestable y peligroso que lo que es ahora.
Hay otros competidores en la lucha por recursos para invertir: las economías latinoamericanas y las africanas. En Asia, en cambio, se generan ahorros suficientes para seguir impulsando el proceso, lo que se traducirá en mayor gravitación económica y política de esos países.
Los países industrializados no sólo representan 75% de la producción mundial, sino también -hasta hace poco- el mismo porcentaje de la capacidad de ahorro y de generación de recursos. Lo que ha ocurrido en el interior de estas economías ha reducido la oferta de capital disponible. Durante los años ´70 descendió la capacidad de ahorro de esos países, supuestamente por las crisis petroleras de esa década. Durante la siguiente reducción en la tasa de ahorro interno se debió a la necesidad de financiar déficit de los gobiernos, situación que está empeorando durante estos años ´90.
En el G-7, las principales siete economías occidentales tuvieron déficit fiscal durante el año pasado, igual a 50% de la capacidad de generar ahorro en esos países. El endeudamiento público de las mismas economías pasó de 4#,4% del producto bruto en 1980 a 59,3% en 1991. La tasa de ahorro interno del G-7 (Japón excluido) fue de 15% anual entre 1970 y 1980. Para la década siguiente, el porcentaje se redujo a 9,3%.
Las fuentes mundiales de financiamiento privado esperan un retorno anual de 30% en cualquier inversión que se les proponga. Si los países necesitados -sean de Europa oriental o de América latina- quieren participar de ese flujo de fondos deberán garantizar tasas más altas de redimiento para desviar recursos que suelen aplicarse a las mismas economías industrializadas. La inversión extranjera directa, gobernada por criterios estratégicos distintos de los del inversor puro, puede aceptar una menor tasa de retorno si las perspectivas de largo plazo son alentadoras, si le permite captar mercados consumidores de gran potencial de crecimiento o con buena perspectivas de exportación.
En América latina, que durante 1991 recibió US$ 36 mil millones de flujos foráneos, el proceso parece haber alcanzado niveles que difícilmente se repetirán. Si éste se demora o se detiene, la inserción de estas economías en el contexto mundial será casi imposible.
Para los próximos años, la demanda internacional de capitales se estima en U$S 500 mil millones anuales, y 40% de esos requerimientos provendrán de Asia. En este continente, la tasa promedio de ahorro interno es de 30% del producto bruto. En consecuencia, la demanda de recursos de esta región será cubierta con los propios ahorros, y tal vez queden excedentes para invertir en otras partes del planeta.
CLAVES PARA UN AÑO DECISIVO.
Si lo que se ha avanzado en la transformación económica es mucho, todavía es imponente lo que falta. Para no caer en el elogio simplista y voluble, es preciso un gran esfuerzo por parte de muchos de los actores económicos. También para evitar la predicción apocalíptica a la que se recurre con frecuencia. Un vistazo a los temas que encontrarán lugar en la agenda para 1993 -y después- ayuda a tomar perspectiva. He aquí un listado -seguramente incompleto- de las materias que ocuparán la atención de la opinión pública:
* El rezago cambiario en el año que puede ser decisivo. Se pondrá a prueba la tesis que sostiene que es imposible devaluar.
* El aumento de las exportaciones, especialmente las de origen industrial. El ministro Cavallo admitió (contra lo que decía hace pocos meses) que el déficit comercial será de US$ 1.000 millones, justo en el momento en que opiniones calificadas lo sitúan entre US$ 1.300 a 1.500 millones.
* Resurgimiento del debate central sobre política industrial; sobre el papel del Estado como promotor del crecimiento; sobre el renacimiento de políticas sectoriales y sobre la calidad y costo del trabajo local.
* La esperada transformación de las obras sociales incorporará el tema de la economía de la salud; 10% del PBI se gasta entre la salud pública y la privada.
* La educación -que insume en torno a 5% del PBI- se convertirá en eje del debate el próximo año. En ambas vertientes: la economía de la educación, y la educación como negocio. Se entrará a debatir a fondo el papel del sector privado en la materia: calidad, productividad, capacitación en el trabajo.
* Tras la privatización, será el tiempo de la regulación. Crecerá el interés por saber sobre la misión de los reguladores, cómo se relacionan con los regulados, y sobre la experiencia acumulada en los casos en que ya están operando.
LA NECESARIA COORDINACION.
En todas las reuniones internacionales se recita el mismo discurso: hace falta la coordinación de políticas macroeconómicas. La interdependencia de la economía global y la gravedad de la situación así lo requieren. Sin embargo no se pasa del plano retórico. Ningún país ve el beneficio de sacrificar el interés nacional en aras de la salud del sistema global. O mejor dicho, ningún país cree que tiene la fuerza necesaria para actuar como locomotora de la economía mundial, y en ese sentido todo esfuerzo carece de sentido.
En 1982-83, al reducir las tasas de interés, bajando notablemente el impuesto a las ganancias, y duplicando el presupuesto para defensa, Estados Unidos sacó al mundo de la recesión. Pero ésa fue la última actuación de la locomotora estadounidense. Ese país ya no puede actuar solo. Lo que Estados Unidos solía hacer en forma individual ahora deben hacerlo las políticas macroeconómicas coordinadas a través de los países. En el período que siguió al colapso del mercado de valores de 1987, cuando se esperaba una aguda recesión para 1988, todos practicaron la estimulación macroeconómica en los principales países industriales y el mundo logró su mejor crecimiento anual de la década del ´80, precisamente en ese año.
Cuando fue evidente que los peligros de la caída de la Bolsa en 1987 habían pasado, el mundo volvió a sus políticas macroeconómicas descoordinadas y se continuó con una historia de cada vez menor crecimiento.
El nuevo gobierno demócrata en Estados Unidos concentrará sus esfuerzos en la economía doméstica. Otra gran potencia económica como Alemania subordina todo su accionar a las necesidades derivadas de la unificación con la zona oriental. Y el tercer grande, Japón, aun sabiendo que un notable superávit comercial crea más fricciones, persiste en su esfuerzo exportador. Ante una recesión, Japón infla los excedentes de sus exportaciones que este año oscilarán entre US$ 1#0 y US$ 160 mil millones. Por cada US$ 40 mil millones de excedentes de exportación japonesa, se genera un millón de desempleados en otras partes del mundo industrializado, y mucho más cuando esos excedentes son con el mundo en desarrollo.
GRANDES BLOQUES COMERCIALES.
Igual que en los años ´30, se están formando bloques comerciales excluyentes. Como señala con agudeza Lester Thurow, el Mercado Común Europeo se protege diciendo que está diseñado para liderar la integración política -la única situación en que las reglas de GATT permiten una violación de los más sagrados principios de nación- pero en el Tratado de Libre Comercio de Norte América (TLC) nadie siquiera piensa -y mucho menos habla- en una eventual integración política. El TLC es una abierta violación de las reglas y del espíritu del GATT. Y también lo es la posibilidad que se está planteando de convertir a los países de Europa Oriental en miembros asociados de la Comunidad
Europea y que formen, con EFTA (European Free Trade Association) el Espacio Ecónomico Común Europeo antes de formalmente agregar esos países a la Comunidad Europea.
Aunque todavía no es un bloque comercial formal, los buenos resultados obtenidos por los países del Anillo del Pacífico a principios de la década del ´90 están generando excedentes de exportación y transfiriendo demanda agregada de América y Europa al Pacífico. El sudeste asiático y la parte sur de China están haciendo lo mismo que los excluyentes bloques comerciales de la década del ´30 trataron de hacer: lograr un excedente comercial con el resto del mundo y mantener la propia economía a expensas de las economías del resto del mundo, haciendo que a éstas les sea difícil funcionar.
Tarde o temprano el resto del mundo reaccionará como lo hizo en los años ´30 y aplicará los controles de importación para impedir que los países del Pacífico sigan acentuando sus recesiones locales. Cuando el resto del mundo diga basta, como deberá hacer más tarde o más temprano, el crecimiento también se aminorará en el sudeste asiático como lo ha hecho en el resto del mundo.