MEMORANDO.
Para: Señor Ministro de Economía.
De: Presidente de la Nación.
Asunto: Próxima reunión de gabinete.
Fecha: 6 de mayo de 1992.
En la agenda de la reunión de gabinete de la semana próxima he previsto una exposición del Ministro de Economía, a fin de suministrar un panorama completo del desenvolvimiento previsto para la economía nacional hasta fin de año, y contestar simultáneamente muchas dudas e inquietudes que me han hecho llegar otros integrantes del gabinete, y algunos colaboradores y amigos.
Su exposición será la primera en esa sesión, y deberá versar sobre los siguientes asuntos:
1) Solucionado el frente de la deuda externa -y de alguna forma también el de la deuda interna- y visto el comportamiento conocido de los factores económicos durante el primer trimestre de este año, el tema que suscita mayor atención es el de la tasa de cambio entre el peso y el dólar. O, más precisamente, entre la valuación del dólar y el ritmo inflacionario.
Está claro que no se logró uno de los objetivos del Plan de Convertibilidad, como era la deflación de precios. Las tasas inflacionarias de noviembre y diciembre pasado -menores a 1% mensual- fueron muy alentadoras. Pero las registradas durante los primeros tres meses de este año crearon desánimo. Muchos colaboradores me hablan de la “tasa subyacente” en la inflación argentina. Aluden a la porción del porcentaje inflacionario no afectado por variaciones estacionales (sospecho que el concepto lo han popularizado algunos teóricos de la economía, pero especialmente voceros del partido opositor).
De algún modo han estimado esa “tasa subayacente” en el orden de 1,5% mensual. Uno de los miembros del gabinete -con cierta experiencia en estas lides- me dice que, de confirmarse este supuesto, la inflación anual será no menor a 20%. Le ruego que se extienda en el análisis de este punto, y sobre todo, que dé a conocer la hipótesis de inflación anual que debe manejar el gobierno.
2) Este panorama inquieta a nuestra gente. Temen que la natural revaluación que se produciría en el tipo de cambio no sería neutralizada por un aumento equivalente en la productividad.
En la misma dirección apunta la incertidumbre sobre lo que puede ocurrir con la balanza comercial. En 1990 tuvimos un superávit de US$ 8.000 millones. En 1991, de US$ 3.800 millones.
Nuestra hipótesis para 1992 es que se reduciría a US$ 2.400 millones. Algunos economistas insisten ante muchos de nuestros colaboradores en que no habrá superávit; que las importaciones serán iguales a las exportaciones.
Como prueba de lo que afirman, dicen que es alarmante el ritmo de crecimiento de las importaciones alcanzado en setiembre y en octubre pasado, y la demora del Banco Central en dar a conocer cifras posteriores.
Hemos venido diciendo que lo que importa es lo que pase con la balanza de pagos, no con la comercial. Pero este punto también deberá ser clarificado. Si lo que se requiere, en este caso, es un ingreso de US$ 4.400 millones en el año, el superávit previsto en la balanza comercial más el aporte de las privatizaciones (que seguramente superará los US$ 2.000 millones) garantiza que todo está bajo control. Pero, si tienen razón los que anuncian que desaparecerá el superávit comercial, entonces será preciso que ingresen capitales del exterior. Ambos aspectos, lo que puede ocurrir con la balanza comercial y con el flujo de capitales que ingresen del exterior, deberán ser convenientemente abordados en su exposición.
3) Expectativas para el segundo semestre. Muchos industriales no pierden ocasión de trasladarme sus ansiedades. Insisten en que lo esencial para la segunda parte del año es qué puede ocurrir si nuestra inflación es más alta que la tasa internacional, y si habrá ingresos del exterior y de qué magnitud. Ellos están convencidos de que si se atrasa el tipo de cambio y la balanza comercial da un resultado neutro -o negativo- ese flujo de capitales externos se puede interrumpir.
Algunos miembros del gabinete que se hacen eco de estas lamentaciones preguntan cuál será el mecanismo de ajuste si no se produce ingreso de capitales desde el exterior. Me dicen que, puesto que el país está consumiendo más de lo que produce -debido a las mayores importaciones- la única solución será reducir el consumo y el gasto, ya que nuestro gobierno no está resuelto a devaluar bajo ningún motivo. Este proceso obligaría al Banco Central a vender dólares que mantiene en reserva, y por consiguiente a reducir la masa monetaria en circulación, con lo cual aumentará la tasa de interés real y se reducirá el salario real.
Lo que ven en el horizonte es algún grado de recesión, y por ende tienen la certeza de que, en ese contexto, se reducirá el ingreso fiscal. En este punto ven solamente dos alternativas: o emisión sin respaldo o nuevo endeudamiento externo. Ambas vías de escape significan la muerte del programa de convertibilidad.
Es necesario que en forma muy categórica y rotunda usted explique lo que realmente ocurrirá con la balanza comercial y con la de pagos, y la estrategia del gobierno para mantener el plan de estabilidad sin variantes.
(Por cierto, me dicen que en la última edición de Latin Finance, la revista que lo designó a usted “hombre del año”, le hacen decir en una entrevista que se está considerando una nueva paridad para el peso, vinculada a una canasta de divisas fuertes. Es conveniente que analicemos en el gabinete esta posibilidad y la estrategia de comunicación correspondiente).
4) El largo plazo. Los colegas más optimistas del gabinete tienen una inquietud diferente.
Ellos creen que el ingreso de capitales externos garantiza que no se presentarán este tipo de problemas por dos -incluso tres- años. Lo que los inquieta es que toda la actividad económica se está concentrando u orientando hacia el mercado interno. Dicen que no hay estímulos a la actividad exportadora, y que la única posibilidad de crecimiento sostenido es a través de un crecimiento importante de las exportaciones. Insisten en que el actual tipo de cambio favorece la inversión con vistas a operar exclusivamente en el mercado interno.
En síntesis, están encantados con los logros del programa económico, pero no tienen la menor fe en que esté asegurada una estrategia de crecimiento. Es imperioso revertir esta falsa impresión con un minucioso detalle de cómo se logrará el desarrollo del país de aquí a final de siglo.
Creo que ésta debe ser la parte central de su exposición.
5) Visto el final del debate parlamentario donde hubo que retirar la iniciativa del IEPE, y el enfrentamiento entre el Ministro de Economía y los legisladores, se teme por la suerte de algunas iniciativas de fondo para la transformación del Estado y de la economía, como la reforma del sistema previsional, la ley de obras sociales, la desregulación en el campo laboral, y naturalmente, el futuro del paquete de modificaciones impositivas. Es de vital importancia que Usted exponga sobre la estrategia de Economía para asegurar que esas iniciativas tendrán sanción del Congreso Nacional.
En cuanto a los aspectos sociales involucrados en la política económica, los trataremos en una reunión de gabinete posterior. Le ruego tomar nota de estas observaciones y hacerme llegar 24 horas antes de la sesión de gabinete, una versión condensada de su exposición.
El memorando que se puede leer a continuación es ficticio. Nunca fue escrito ni enviado. Tal vez, porque quien debería firmarlo ya tiene todas las respuestas a los interrogantes que plantea, o bien porque su atención está concentrada en otros temas. Pero no hay empresario ni lector de esta revista que no quiera conocer las respuestas del ministro de Economía a las dudas que flotan en los ámbitos económicos y financieros.
En todo caso, el ejercicio es útil para tener una visión de conjunto de los temas que dominarán la agenda del gobierno en los próximos meses y que -sin duda- serán titulares de los diarios en el futuro.
