‘Un fanático de la concertación’

    El 10 de diciembre habrá una nueva Cámara de Diputados, debido a la modificación de la mitad del cuerpo, como ocurre cada dos años. Los cambios, en cuanto a colores políticos, no son de mucha significación. Los justicialistas pasarán de 108 a 120; los radicales mantienen sus 90 bancas. A bastante distancia numérica, sigue el conjunto de partidos provinciales, el bloque de la UCD, los pequeños partidos de izquierda y los tres diputados del Modin de la provincia de Buenos Aires, la agrupación que nuclea a los simpatizantes de Aldo Rico.

    Otra es la novedad significativa de esta nueva Cámara. José Luis Manzano y César Jaroslavsky ya no estarán al frente de los dos bloques principales. Estos cambios, prácticamente simultáneos, al cabo de ocho años, permiten adelantar que la Cámara de Diputados tendrá un estilo distinto de trabajo.

    Tanto en la conocida vidriera del recinto como en las tareas menos visibles bajo la cúpula del Congreso.

    Quienes no frecuentan la vida parlamentaria pueden tener sólo una vaga idea de lo que es un presidente de bloque. La confusión deriva, en parte, de la connotación protocolar que acompaña a todo cargo presidencial.

    Tampoco ayuda a la comprensión el término “bloque”, que, según el diccionario, designa a un trozo de roca maciza, grande y sin labrar.

    Un bloque legislativo puede ser grande o chico, podrá estar sin labrar, pero de macizo no tiene nada.

    Cada parte integrante es una individualidad díscola, traviesa, bastante imprevisible, difícil de gobernar.

    No se requiere que el presidente de semejante conjunto sea un maestro del protocolo. Debe tener, en cambio, cuando las circunstancias lo imponen, habilidades de domador, de tropero, y hasta de director técnico de gallos de riña.

    PRIMERO ENTRE PARES.

    Desde hace un par de meses, el titular del bloque de diputados justicialistas es el pampeano Jorge Rubén Matzkin, que anteriormente presidió la neurálgica Comisión de Presupuesto y Hacienda.

    Contador (graduado en la Universidad de Santa Rosa), 48 años, casado, con tres hijos, Matzkin nació en un pueblo bonaerense pero sus raíces argentinas están en los comienzos del siglo, cuando su abuelo, escapado del “fosco imperio de los zares”, como lo describe el escritor Alberto Gerchunoff, se instaló en una colonización judía en Bernasconi, un paraje pampeano, a mitad de camino entre Bahía Blanca y Santa Rosa.

    Los recuerdos familiares de Matzkin podrían convertirse en un capítulo inédito de “Los gauchos judíos”. “A mi abuelo le dieron 150 hectáreas. Ahora, en esa zona, la unidad económica se estima en 500. Eran colonos destinados a una economía de subsistencia. Tenían granjas y huertas en tierras recién conquistadas al indio”, relata. “Los colonos fijaban la frontera. En esas penurias crió a más de diez hijos. Pero la nueva tierra era, para esos hombres, salvar la vida asediada por los pogroms. La tierra era escasa y difícil pero podían subsistir y disfrutar de su libertad”.

    Como presidente del bloque justicialista, Matzkin deberá conducir a 12 pares. Insiste en el concepto de pares “porque al hablar de conducción surge la idea de subordinados; son pares a los que hay que persuadir ante eventuales desinteligencias”.

    Matzkin es, además, el vocero del bloque en la Cámara y el nexo natural con los otros dos poderes del Estado.

    Con respecto a los dos presidentes de bloque que ya no estarán en la nueva Cámara, Matzkin admite que las opiniones sobre Manzano y Jaroslavsky “suelen ser turbulentas, a favor y en contra”. Sin embargo, agrega, “estoy seguro de que se ligan un par de páginas en la historia” como dos figuras que desde el Parlamento contribuyeron a estabilizar la democracia, con errores y aciertos, pero “con un balance totalmente positivo”.

    “Quedan dos hombres que jugaron muy fuerte y muy bien en favor de las instituciones”, afirma.

    Con respecto a lo que puede esperarse ahora de la conducción de los bloques, Matzkin prefiere opinar sólo sobre su sector. “Yo tengo con Manzano una amistad y un respeto muy particulares. Es una personalidad política sobresaliente, con una dialéctica envidiable. No creo tener esas virtudes.

    Pretendo hacer una conducción más ordenada y abierta, más participativa. Son estilos distintos”.

    Matzkin se define a sí mismo como “un fanático de la concertación y el consenso. Eso debería ser una búsqueda constante de los principales grupos políticos”.

    CONCERTAR EL DESACUERDO.

    El bloque justicialista está muy cerca de la mayoría propia. ¿Por qué buscar, entonces, los caminos trabajosos del acuerdo?

    En los cuerpos colegiados, como las cámaras parlamentarias, relexiona Matzkin, las decisiones se toman por mayoría, que es suficiente para imponer un criterio. Pero aun así, debe privilegiarse el consenso en el mejor sentido de ese concepto. “Y debe ser así porque la Argentina del futuro tiene que ser el país de las grandes mayorías”.

    marcha de los Estados Unidos y Europa, en el fondo se encontrará la concertación política: “Hasta han logrado concertar el disenso”.

    La explicación, al menos en teoría, y como expresión de buenos deseos, es sencilla. Hay una franja sobre la que es fácil concertar, porque existe un acuerdo básico, y resultaría estéril volver a discutir esos temas: reactivación, crecimiento, distribución más equitativa de la riqueza, control de la evasión fiscal. Lo sensato y útil es determinar cuáles son los puntos en los que no hay coincidencia y avanzar en ellos hacia el acuerdo.

    “Eso es, simplemente, consensuar el disenso, lo que parece un galimatías, un trabalenguas, aunque está probado que funciona. Entre nosotros muchas veces lo logramos, y en otros países estabilizados es cosa de todos los días en la vida parlamentaria y política”.

    Matzkin está convencido de que los políticos argentinos tienen sobrada experiencia. “Todos conocemos el negocio parlamentario y político. Los que éramos oposición, hoy somos oficialistas.

    Todos sabemos dónde acertamos y dónde nos equivocamos. No podemos persisitir en los errores cambiando de juego simplemente porque cambiamos de arco”.

    LAS ALIANZAS.

    La distribución de las bancas entre las fuerzas políticas a partir del 10 de diciembre es fácil de contabilizar: 120 justicialistas, 90 radicales, los partidos provinciales, 10 de la UCD y otros 10 de izquierda. Pero este recuento general puede resultar exageradamente simplista. En muchos casos, los bloques mayores tienen que lograr la cohesión interna, y casi siempre es difícil garantizar la presencia de los legisladores al momento de votar. Los provinciales responden a partidos distintos y a intereses regionales muy diversos. La UCD también sorprende por el reflejo parlamentario de sus conflictos internos. Y la izquierda es, hasta ahora, una amalgama nominal de “líberos” que -para proseguir con la jerga futbolística- se ubican en cualquier lugar de la cancha. La curiosidad se concentra ahora en la actitud parlamentaria que asumirán los tres diputados de Rico.

    En el diálogo con MERCADO, Matzkin no apeló a eufemismos para definir su estrategia de alianzas.

    “Mi función es sacar las leyes. Si no tengo mayoría propia para hacerlo, intento hacer acuerdos con aquellos que me permitan lograr el objetivo en cada caso.”

    “Si me dejan elegir, me gustaría concertar con las principales fuerzas. Y si los radicales no quieren o no pueden, que sean ellos quienes lo digan. De cualquier manera, nuestras relaciones con los partidos provinciales y con la UCD en el terreno parlamentario son excelentes.”

    Matzkin recordó que hay antecedentes muy concretos en la suma de votos parlamentarios de justicialistas, provinciales y ucedeístas, y que en el futuro inmediato podrían repetirse.

    Aclaró, sin embargo, que ésas son líneas generales de posibles alianzas, pero que no hay que atarse a “mecánicas simplistas”. Se sabe que las decisiones del Estado no se toman sólo a nivel parlamentario y que “todo repercute en este inmenso tambor que son los cuerpos legislativos”.

    “El conflicto de Catamarca se refleja aquí. Un problema en Corrientes se puede reflejar en la actitud de los legisladores del Pacto Autonomista-Liberal. Los bloquistas sanjuaninos también podrían mostrarse molestos porque acabamos de ganar en su provincia. Todo se refleja y no hay que sorprenderse ni sentirse defraudado. Son contingencias de la política.”

    Pepe Treviño.

    “SIEMPRE ES MAS FACIL DESTRUIR”.

    En el diálogo con MERCADO, Matzkin reveló esperanzas y temores acerca de las perspectivas que abre la desregulación.

    “Muchas de las áreas o instrumentos que hoy desregulamos habían nacido con el sano propósito de equilibrar o proteger sectores o regiones. Con el tiempo, fundamentalmente durante los gobiernos de facto, esas protecciones terminaron beneficiando a sectores que nada tienen que ver con el propósito inicial. Por ejemplo, la Junta Nacional de Carnes o el Fondo del Tabaco.”

    -¿Qué va a pasar ahora con esos sectores protegidos?

    -Parte de esa función tendrá que cumplirla el mercado. Somos conscientes de que hay riesgos en esto. El Estado tiene asignados roles muy importantes para equilibrar las tensiones sociales.

    Además, no vamos a estar distraídos ni mirando para otro lado en cuanto a salud, educación, vivienda, seguridad, justicia Esas funciones estaban postergadas y se cumplían mal. La desregulación nos dará tiempo y recursos para que el Estado pueda cubrir como corresponde sus verdaderas funciones.

    Esto no lo he creído en otros momentos. Lo veo ahora, porque lo veo y porque soy un hombre realista y pragmático. Pienso que el concepto de soberanía tiene que encuadrarse en la evolución, procurando mercados regionales y normas jurídicas y políticas más abiertas.

    -¿Se están desmantelando las resistencias?

    -Esto lo hemos pensado mucho.

    Nos preocupa la vigencia real y efectiva de la justicia social. De otro modo, dejaríamos de ser lo que somos. Y esto está estrechamente vinculado con la eliminación de la inflación, que es el impuesto a los pobres.

    Nuestro deseo, como el de toda la gente, sería hacerlo más rápido. Pero los cambios en la economía real tienen un ritmo que no es fácil apresurar. Como en todas las cosas, en la economía real es más fácil destruir que construir.