El objetivo explícito del plan de convertibilidad no era sólo reducir o detener el ritmo de crecimiento inflacionario: debía, además, producir deflación. Los precios tendrían que bajar.
Con el paso de las semanas, la promesa se fue diluyendo y ningún funcionario prefirió recordarla. En cierto sentido, el éxito logrado fue espectacular: menos de 2% mensual en septiembre,
18,3% acumulado en seis meses. Comparado con los índices anteriores, el país está en el reino de la estabilidad.
Aun así, y en medio de la natural euforia, es preciso tener en cuenta tres elementos en el análisis. Primero, la tasa inflacionaria todavía sigue siendo importante si de verdad se pretende comparar la economía argentina con las del Primer Mundo. Segundo, la inflación acumulada es -por efecto de la convertibilidad- en dólares. Y tercero, en función de los propios objetivos, el plan ha fracasado. Los precios no se redujeron: aumentaron más de 18% en seis meses.
Si abril de 1990 era el punto de referencia en el plan de convertibilidad, ya que los precios en dólares debían tender a igualar esos valores, la comprobación es que, entre esa fecha y septiembre de 1991, la inflación en términos de dólar creció 104%.
Puesto que resulta casi imposible lograr que los miembros del equipo económico ejerciten la memoria, es oportuno recordar algunas declaraciones de funcionarios y las expectativas que generaron en la prensa:
* “El salario debe aumentar porque tienen que bajar los precios. “(Domingo Cavallo a “Clarín”, 24 de marzo.)
* “Creemos que en algunos sectores debe y va a producirse una baja de precios en dólares.” (Juan Llach, a “El Cronista”, 10 de marzo.)
* “Hay precios que van a bajar, pero no me atrevo a decir si eso va a originar índices negativos. Lo que sí me interesa es que los principales precios de los insumos argentinos estén a niveles internacionales.” (Juan Schiaretti a “Página 12”, 31 de marzo.)
* “El equipo económico tiene entre una de sus preocupaciones el peligro de la inflación en dólares. Ayer, Cavallo pronosticó que “con una moneda fuerte, los precios tienen que bajar”…Pero Juan Llach, jefe de asesores del Ministerio de Economía, pronosticó una inflación de apenas 1% mensual a partir de abril.” (“El Cronista”, 22 de marzo.)
* “Domingo Cavallo… admitió ayer la existencia de los aumentos y subrayó que “eso se va a revertir porque no tiene ningún justificativo cuando todo baja, las tasas de interés, el dólar e incluso algunos servicios públicos y los alquileres.” (“Clarín”, 26 de marzo.)
* “La convertibilidad requiere que los precios nominales en la Argentina sean tan flexibles a la baja como lo son en los países desarrollados.” (Alfredo J. Canavese, del Instituto Torcuato Di Tella, en el artículo “Deflación: la apuesta fuerte del Cavallo II”, en “Ambito Financiero”, 27 de marzo.)
* “Las autoridades del Palacio de Hacienda sugieren que el tipo de cambio será mayor porque habrá deflación de los precios internos. Pero al mismo tiempo admiten una inflación nacional superior a la internacional, lo contrario a la deflación.” (Comentario de Daniel Muchnik en “Clarín”, 31 de marzo.)
* “La inflación proyectada en el borrador de la carta de intención (se refiere a la negociación con el FMI) es del cero por ciento a partir de mayo.” (Marcelo Bonelli en “Clarín”, 23 de abril.)
LA INQUIETUD DEL MINISTRO.
Domingo Cavallo está consciente de que todavía tiene a su favor la gratitud de la población, para la que el descenso del índice inflacionario es una tregua que demandaba desesperadamente.
Pero si advirtió en su reciente mensaje televisado que había que postergar compras, gastar menos, y reparar en que los índices inflacionarios seguían siendo altos, es porque el ministro tiene memoria de lo ocurrido en épocas recientes.
En términos de dólares, el índice de precios al consumidor está en los niveles alcanzados durante la época de Martínez de Hoz. En 1980 (tomando 1988 como índice 100), el nivel general se movió entre 190-275. Durante casi toda la década osciló, a veces arriba, otras abajo, en torno de 100.
Desde febrero de 1990 comienza a crecer constantemente, hasta alcanzar 255,9 en septiembre de este año.
Para que la comparación sea consistente, es preciso considerar, en cada intento de estabilización, la devaluación que precedió a la puesta en marcha de cada plan. En el caso del vigente esquema de convertibilidad, el punto de partida obligado es el mes de febrero de este año, cuando el tipo de cambio pasó de 6.356 a 9.400 australes por dólar.
Si se toman iguales parámetros -el inicio del período es el mes en que se produce la devaluación y abarca los seis meses siguientes-, en el caso de Martínez de Hoz y de Juan Sourrouille (en 1985, con el plan Austral) la comparación, además de procedente, es preocupante.
LA ETAPA MARTINEZ DE HOZ.
Diciembre de 1979 es el punto de arranque obligado en el caso de Martínez de Hoz, con plena vigencia de la “tablita cambiaria” que, como herramienta antiinflacionaria, se juega el todo por el todo. A julio de 1980 -siete meses después- la inflación acumulada a valor dólar era de 26,84%, lo que significa una tasa equivalente mensual de 3,45%.
Para Sourrouille, el comienzo de la comparación se sitúa en julio de 1985 y se extiende hasta febrero de 1986. La inflación acumulada en dólares fue de 29,85%, y la tasa equivalente mensual, de 3,8%.
En la gestión de Cavallo, el punto de partida debe situarse en febrero. Desde ese mes a septiembre, el aumento en el índice de precios al consumidor, siempre a valor dólar, es de 24,15%. O, dicho de otro modo, una tasa equivalente mensual de 3,14%.
Un dato interesante para el análisis es que, a siete meses de iniciada la etapa decisiva del plan antiinflacionario de Martínez de Hoz, el índice de precios al consumidor, medido en dólares, era 231. El correspondiente a siete meses de Cavallo, a fin de septiembre, era 255,8 (el de Martínez de Hoz, inferior en 9,6% al de Cavallo).
En diciembre de 1990 -si bien en circunstancias distintas- el equipo Antonio Erman González-González Fraga fue arrollado por una generalizada distorsión en los precios relativos. En ese momento el índice para los precios minoristas, dolarizado, era 276.
El riesgo es percibido con claridad por el equipo económico. En los primeros cinco meses del plan de convertibilidad, el salario industrial cayó casi 7%. Es cierto que se partió de un nivel bajo de importaciones, pero también lo es que en siete meses crecieron 81,3%. En este contexto, a Cavallo sólo le queda la opción de persistir en el ajuste, aunque ello signifique dilatar la recesión y postergar el crecimiento.
La estrategia estabilizadora de Domingo Cavallo comienza en verdad a principios de 1990, aun cuando el ministro de Economía era Erman González. La paternidad de la idea de congelar los depósitos a plazo fijo fue en verdad de Cavallo (admitida implícitamente). Desde entonces el objetivo era contar con una paridad cambiaría que impidiera el ascenso del valor del dólar frente al austral.
Durante el año pasado, la meta se logró con la brutal reducción del circulante a través de mayor encaje bancario y el bloqueo de los depósitos a plazo fijo. El equipo de Erman González no tuvo la idoneidad que aportó el de Cavallo, y el proceso se fue de las manos de Economía.
Con Cavallo en el ministerio, el objetivo se persiguió a través de una paridad fija entre el dólar y el austral, que aumentó sustancialmente los costos internos. El sector exportador sufre y es consciente del atraso cambiario, pero no se anima a alzar la voz por temor a ser percibido como enemigo de la estabilidad.
El equilibrio fiscal se ha logrado con ingresos “no genuinos” como los que aportaron las privatizaciones y las ventas de las áreas centrales de YPF. Para obtener el superávit que se requiere, en los próximos meses es preciso que no haya dilaciones en el proceso de privatizaciones. Como las demoras son ya evidentes, ello explica el malestar del presidente Menem, que ha reclamado a sus ministros por la falta de ritmo en este proceso.
Miguel Angel Diez.
Bernardo Grebnicoff.