¿Que le decimos al FMI?

    Hay una larga historia de negociaciones con el FMI, con una secuela de frustraciones que podrían haberse evitado si las demandas del Fondo no hubieran sido de cumplimiento imposible, y si los negociadores locales hubieran resistido la tentación de mostrar un éxito momentáneo, a sabiendas que se estaban comprometiendo a algo que fatalmente se incumpliría.

    El texto de la presentación formal argentina, en esta oportunidad, establece “que 25% de cada uno de los cuatro desembolsos que estarían disponibles bajo el acuerdo propuesto sean destinados a operaciones de reducción de la deuda”, lo que revela una especial preocupación por la situación de nuestra deuda externa y por la situación de los acreedores internacionales. (También se advierte que en julio se incrementarían las jubilaciones mínimas, en tanto se obtengan los recursos originados en las leyes enviadas al Congreso, bien sea la elevación de 2 puntos en la recaudación del IVA -de 16 a 18%- o bien un nuevo impuesto a la propiedad en la Capital Federal, o un incremento en la actual tasa.)

    Los periodistas fueron los primeros en descubrir -como técnica- que lo importante va al comienzo. La gente de marketing, los empresarios, y hasta los políticos, pronto descubrieron las ventajas del procedimiento.

    A lo largo de las 22 páginas del documento, la expresión “crecimiento económico” se cita solamente en dos oportunidades y “casualmente” en los dos últimos capítulos, “reducción de deuda- obligación externa” y “tributación e impuesto”, figuran en decenas de oportunidades. ¿No es suficiente para tener una clara percepción del espíritu que anima a los negociadores?

    Si el orden de presentación de los temas refleja la importancia que tienen, se pueden extraer algunas conclusiones.

    Lo primero que se menciona es el déficit fiscal (arts. 1 a 6) en seis oportunidades; luego viene la política tributaria (arts. 7 a 12), también con seis menciones. Enseguida, la administración y el gasto público (arts. 13 a 16) en tres ocasiones; las empresas públicas y los servicios (arts. 17-18 y 36 al 39) seis veces; el sistema previsional (19 y 20) dos veces; los gastos provinciales (art. 21) una vez; la política monetaria y situación de los bancos (del 22 al 28) siete veces; el balance de pagos y la apertura económica (del 29 al 32) en cuatro oportunidades; la inversión extranjera (art. 33) una vez; la deuda externa, además de figurar en la introducción (en arts. 34 y 35) tiene dos menciones; la política laboral (art. 40) una vez; y el crecimiento (41 y 42) dos veces.

    Esta Carta podría tener por título “Volver a pagar”, parafraseando un no tan viejo libro del ministro Cavallo que tuvo uno más promisorio: “Volver a crecer”.

    ¿Por qué no intentar la elaboración de un guión titulado “Volver a crecer, para poder vivir y tambiéné pagar”? En tal caso, con seguridad los argentinos y sus acreedores no reaccionarían del modo habitual ante estas Cartas. Los primeros, encogiéndose de hombros y pensando para sí: “esta película ya la vi” y los segundos con el consabido (hipócrita) “se están haciendo bien los deberes”.