PORTADA (II) |
Por Rubén Chorny
Los primeros síntomas de la denominada crisis subprime en Estados Unidos se desataron un lunes de fines de agosto de 2007. Martín Lousteau era presidente del banco Provincia y se desayunaba de un estallido cuyas advertencias solo constaban en 15 bibliografías previas, que él también había leído.
Por entonces el gobernador bonaerense era Felipe Solá y Lousteau le hizo de inmediato una presentación de alerta con filminas, que ya como primer ministro de Economía del Gobierno de Cristina Kirchner repitió meses después con datos actualizados ante Néstor Kirchner: expuso sobre la incertidumbre que se abría, el buen rumbo que traía la economía nacional, que la crisis era tan grande como incierta su duración y le subrayó tres focos de tensión acumulada: de la inflación, la fiscal y la energética.
"Le dije que no creía necesario que el país cambiara su agenda pero sí que había que acelerar ante tamaña incertidumbre –narra en su nueva oficina que mira hacia el lago Regatas de Palermo–. No lo tuvo en cuenta, porque pensaba que era un tema político y que si Bush ponía el dinero se resolvería. Ya han pasado más de cuatro años y medio casi desde el estallido de la burbuja y, si bien hubo paliativos, seguimos en la misma crisis".
Para reseñar la crisis global iniciada en 2007 con el estallido de la burbuja financiera, la gran depresión de las economías occidentales que siguiera y la actual derivación hacia las deudas soberanas y la estabilidad de las monedas europeas, Mercado consultó al ahora diputado Eric Calcagno, graduado en la parisina Sorbona y en la prestigiosa L´Ecole Nationale d´Administration, embajador en Francia, subsecretario de Pymes y senador por el Frente para la Victoria:
"El Producto Bruto Mundial (PBM) de 2011 fue de alrededor de US$ 79 billones (millones de millones). Si sumamos los PBI de EE.UU., Unión Europea, Japón y China, equivalen a 60% del PBM, y sus poblaciones, también sumadas, dan cuenta de poco menos de un tercio de toda la humanidad. Si al grupo le restamos China, significa 45% del PBM pero 4% de la humanidad".
Este planteo lo conduce a calificar la crisis como global, "justamente, porque afecta a EE.UU., Unión Europea y Japón. La recesión de 2008-09 fue la primera caída global desde 1946. Se originó en el corazón del sistema financiero mundial y golpeó con mayor intensidad a las economías desarrolladas", sostiene.
Bernardo Kosacoff
El muro de Lehman Brothers
Desde el mirador regional de la dirección general de la oficina de Cepal en Buenos Aires, un especialista en organización industrial, como Bernardo Kosacoff, palpitó hasta julio de 2010 los cimbronazos que recorrían de ida y vuelta el Atlántico Norte. Ya en la docencia universitaria estudió esa trayectoria hacia sus secuelas en la producción y el empleo.
El apacible reducto actual en la escuela de negocios de la Di Tella le permite leer y releer un artículo escrito en 2008 en "Portafolio" de Bogotá por el profesor de la Universidad de Columbia José Antonio Ocampo y así cada vez está más convencido de que la crisis de Lehman Brothers marcó un antes y un después para el fundamentalismo de mercado, coincidente con la definición de Joseph Stiglitz en que equivalió a lo que fue la caída del muro de Berlín para el comunismo.
Pero también alertaba que al menos en Estados Unidos los fundamentalismos siguen muy vivos en el poder financiero y que la política debería imponérseles, ya que, por el momento, la regulación financiera a escala mundial seguía siendo dominada por los intereses particulares.
Kosacoff sintetiza el bien común a priorizar en "los temas de inclusión, de equidad, de educación, de innovación, cambio climático. En definitiva, la agenda de desarrollo".
"Codicia", fue la figura del pecado capital que eligió el último compañero de fórmula presidencial de Ricardo Alfonsín, Javier González Fraga, para descartar que los mercados financieros puedan volver a autorregularse y concluir que "consecuentemente la intervención estatal es inevitable".
Vaticina que la Unión Europea que sobreviva a esta etapa turbulenta "va a ser mucho más restrictiva, tanto en las regulaciones comunitarias, como en los patrones de riesgos que acepten los bancos. Este es también un ejemplo de la codicia desmedida de banqueros, que fácilmente aceptan riesgos para no ganar menos que los colegas más audaces y terminan comprometiendo la solvencia del capital".
Alimento escaso, tecnología abaratada
Sin embargo, desde la atalaya empresarial ya se asume que "los Estados van a tener que intervenir como guías, marcando el norte y promoviendo la generación de empleo, economías estables y un horizonte a sus habitantes. Tienen urgencias a más corto plazo que una compañía", manifiesta ante la consulta de esta revista Miguel Kozuszok, Executive Vice President Unilver Latam y Cono Sur.
El ejecutivo ya registra un entorno distinto como consecuencia del "cambio de precios relativos, la explosión demográfica, por ejemplo. Esto genera volatilidad e incertidumbre, que impacta más en Europa porque no están habituados. Latinoamérica sí lo está. Los ciclos que hay entre las crisis y la estabilidad hoy son más cortos porque el mundo se conectó, pero el proceso va a durar un tiempo", evalúa.
Traza el escenario de un nuevo paradigma que consiste, por un lado, "en el histórico vuelco de las locomotoras del mundo hacia países D&E (economía dinámica), representado por los BRIC, pero con impacto en su zona de influencia", y en que "estamos en un momento único, en el que un kilo de carne vale más que uno de un auto Audi en Europa". Subraya que "la tecnología se abarata; es una realidad. Hoy lo escaso es el alimento y la tierra. En cada proceso de cambio hay quienes ganan y quienes pierden. Y se necesita capacidad de adaptación".
Miguel Kozuszok
Reinvención
Como economista e investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), y reciente académico titular en la Academia Nacional de Ciencias Económicas, José María Fanelli sostiene precisamente que "una de las características salientes de este sistema en crisis es su capacidad para reinventarse a través del tiempo y de las geografías. El capitalismo del siglo 19 era muy distinto del capitalismo con Estado de Bienestar de fines del siglo 20 y, en el siglo actual, el capitalismo chino es muy diferente del noruego", contrasta.
La teoría del crecimiento –reflexiona ante la pregunta de si podría volverse a las fuentes de Adam Smith, Karl Marx y J. M. Keynes–está muy lejos de haberles hecho caso omiso, a punto tal que el Banco Mundial dejó de fastidiar con el Consenso de Washington y ahora habla de crecimiento inclusivo y, créase o no, acaba de publicar un libro de Lin con el sugestivo nombre de "New Structural Economics" escrito con la experiencia China en la cabeza. Si no alcanza con esto: The Economist, en su nota de tapa, dice que… el capitalismo de Estado puede ser exitoso".
Lousteau no cree que haya terminado el libre mercado, sino la desregulación absoluta. ¿Cómo? Mediante la modificación de las figuras jurídicas-financieras hiperliberalizadas que, con la excusa de facilitar el cauce de los capitales en los grandes proyectos, se tornaron tan hiperbólicas que desnaturalizaron el rol de las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada, las que así perdieron prácticamente vinculación con el riesgo personal".
Eric Calcagno
Tasa Tobin
Calcagno atisba en el horizonte una regulación internacional de los capitales, así como de los países en los que se originan esos flujos. Se basa en la propuesta que impulsa Angela Merkel, una nueva versión de la tasa Tobin, llamada así en homenaje al premio Nobel 1981, de aplicar un impuesto o comisión añadida a todo movimiento de compraventa de bonos o contratos sobre activos financieros que se haga en el mundo.
El ahora diputado reivindica la intervención de los Estados en los mercados, en especial el cambiario, para evitar la sobrevaluación en el tiempo que lleve el reordenamiento del sistema financiero global, cuyo plazo supedita a cómo vayan decantando las relaciones de poder.
Se esperanza en medidas conjuntas, primero entre las potencias y luego extensibles al resto, que surjan de "pactar el control del movimiento de capitales para fijar el tipo de cambio y disociarlo de la tasa de interés, como se hizo con las limitaciones durante el orden de Bretton Woods".
Que se siga usando el dólar como moneda mundial continúa priorizando las necesidades del país emisor, y en consecuencia, Calcagno no cree que los estadounidenses pacten, si es "a costa de perder una parte importante del privilegio exorbitante. Si lo europeos lo hicieren, implicaría reconocer ese exorbitante privilegio, y permitir que los mecanismos monetarios, a través de las balanzas de pagos, les trasmitan los desequilibrios estadounidenses a ellos, con lo que el eje París-Berlín-Moscú vería peligrar su consolidación".
La conclusión de Calcagno es que "mientras las sociedades civiles aguanten el desempleo, los dirigentes de los países centrales con su retórica liberal seguirán sin ánimo ni necesidad de pactar".
Precisamente en la recuperación del mercado de trabajo identifica Kosacoff uno de los temas centrales a encauzar mediante políticas públicas que impulsen educación e innovación. Así, subraya que "las economías demostraron capacidad de reacción muy notable, y en particular la de EE.UU., que aplicó políticas adecuadas e intervención, no solo para rescatar a las entidades financieras y corporativas, sino para dar las políticas anticíclicas necesarias a fin de que la recesión no sea más profunda".
Líderes e indignados
Lousteau brinda un enfoque cultural a la actual etapa, reñido con la comprensión social de los cambios que acuerden los líderes políticos.
"Hay una generación entera a la que le habían prometido que viviría con una determinada calidad y no se va a cumplir. Los indignados son la primera manifestación, lo escribí en el libro Economía 3D, en 2010, cuando todavía no había ese tipo de expresiones –hilvana–. Esa generación ya traía una serie de problemas de empleo, le era difícil insertarse. Pero no se trata solo del desempleo actual, sino que sería algo así: vamos a ajustar, tu jubilación no va a ser la que dijimos, ni tampoco tu salud ni la educación, o sea, todas las oportunidades ya no serán como se prometieron".
La resolución de fondo de estas cuestiones plantea la gran duda: "El déficit en la calidad de generación de los liderazgos políticos para concebir, entre las alternativas, el color de las soluciones. E independientemente del contenido ideológico, no hay parangón entre Cameron y Thatcher; Sarkozy y Mitterrand; Zapatero y Rajoy con Felipe González, o Merkel, que sería como un Churchill para el mundo de hoy, con Köhl. Y hasta al propio Obama con Reagan", enumera.
Martín Lousteau
No al eurocentrismo
Fanelli piensa que de todos modos la democracia concentra gran poder para cambiar el capitalismo. "El desafío es hacer compatible la iniciativa privada, la inclusión social y la democracia política. La acción colectiva se expresa a través de la política. Es ingenuo pensar que el problema está en el ´sistema´ y que si lo cambiamos todo el resto es una consecuencia. Por el contrario, creo que si queremos libertad, igualdad y justicia tenemos que lograrlo a partir de la participación política", reflexiona.
Al mismo tiempo, invita a no caer en "eurocentrismo" y dar por sentado que si le va mal a Europa y Estados Unidos, entonces el capitalismo seguro que está en crisis y no le puede ir bien a nadie.
"Por supuesto, esto no niega la gravedad de la crisis actual y el hecho de que, efectivamente, podría haber una regresión mundial. Pero considero que el capitalismo seguirá existiendo y va a cambiar lo que no funcionó: las regulaciones financieras y ciertas políticas monetarias y fiscales".
Ventajas asociadas
González Fraga estima que, "como parte de nuestra exportación está destinada a los mercados de la órbita de Europa y Estados Unidos, seguramente sufriremos una desaceleración en nuestro crecimiento, como consecuencia de la crisis que ha afectado a 50% del PBI mundial".
No obstante, cree que Latinoamérica y Asia, por ejemplo, están en condiciones de gestar alguna alternativa consensuada. Destaca que "el menor desarrollo financiero de China, el sudeste asiático y Latinoamérica han sido muy ventajosos para estas regiones. Hemos basado nuestro crecimiento en industrias reales, ya sean agropecuarias, mineras, o manufactureras; los activos pueden palparse y están menos expuestos a la especulación que predominó en Europa y Estados Unidos".
Según Kosacoff, esta crisis internacional toma mejor parada a la Argentina en el canal financiero que el efecto tequila, la rusa o las de los 80. Lo atribuye al desendeudamiento y a que fue el único país de desarrollo intermedio que estuvo al margen en toda la etapa de crecimiento espectacular de los derivados financieros que se dio entre 2004 y 2007, cuando se multiplicaron por 20 en los industrializados. Pero en el flanco comercial, pone de manifiesto la desaceleración de los países industrializados y que la moderación en los que están en desarrollo creará excedentes de producción y mercados más reducidos, "lo cual derivará en prácticas agresivas y guerras de divisas, que obviamente nos afectan".
Sin embargo, hace la salvedad de que nuestra especialización en los últimos años dio una fuerte participación a la soja, a insumos básicos y minerales, cuyos precios internacionales fueron espectaculares.
"Está visto que era bueno tener recursos naturales pero ahora se impone aprovecharlos para salvar dinámicas de cambio estructural y atender que países como el nuestro transiten hacia la sociedad del conocimiento", comenta.
2006, divisoria de aguas
Yendo a lo que debería haberse hecho y no se hizo, González Fraga señala que "Argentina debería haber seguido con la política que se mantuvo hasta 2006, con superávit fiscal y externo, inflación controlada, peso competitivo, poniendo el esfuerzo en el desarrollo de la actividad industrial y agroindustrial".
Se lamenta que desde 2006 se hayan ido debilitando esas fortalezas macroeconómicas, y ahora estamos sintiendo las consecuencias, "con un gasto público desbordado, que supera 43% del PBI, una inflación superior a 20%, un déficit fiscal superior a 1% del PBI, y un superávit comercial solo sostenible con trabas a las importaciones, lo que explica el menor crecimiento económico en los últimos meses".
A lo que Lousteau añade que la economía argentina creció sin un propósito, sin identidad, y ahora se integra sin estrategia de largo plazo a un mundo cada vez más regulado y proteccionista de sus comunidades.
Explica: "Algunas cosas que hacíamos en un principio de este proceso, en 2003, 2004, no fueron defendidas y son radicalmente opuestas a las actuales: era importante tener un tipo de cambio competitivo, y cuando era hipercompetitivo, el Gobierno compraba reservas, a pesar de que fueran caras, para mantener el valor alto siendo que la tendencia era a bajar. Hoy estábamos vendiendo reservas baratas, con un tipo de cambio que ya no es competitivo, lo cual habla de una falta de concepción u orientación y que se vive de las zozobras cotidianas".
La visión del oficialismo, en la palabra de Calcagno, por el contrario, radica en que, con las marcadas dificultades del caso, "Argentina encontró un sendero para seguir creciendo. En tal sentido, lejos de pensarse en una solución preconcebida y empaquetada, el gobierno puso en práctica una serie de medidas que permiten mostrar el período de mayor crecimiento económico en la historia del país".
Marca la hora de consolidar el proyecto político con el correlato económico que incluya a todos los actores sociales, que aunque no sea por "nuestras pocas coincidencias, sino a pesar de nuestras sonadas diferencias, debemos abonarlo cuando el amoral Dr. Strangelove transmutó la bomba –que nunca aprendimos a querer– en un inofensivo billete".