ANÁLISIS | Escenario global
La elaboración de pronósticos de precios, demandas, innovaciones, fenómenos sociales y políticos no puede ser resuelta con modelos simples a veces atractivos pero poco rigurosos.
La prospectiva es una disciplina consagrada a la elaboración de pronósticos (es decir “escenarios”: trayectorias temporales de fenómenos complejos) empleando estrategias de actores y variables cuantificables o no.
Los equipos de prospectiva se diferencian de los futurólogos o de quienes emplean esquemas simples por la utilización de una gran variedad de técnicas seleccionadas y adaptadas a cada caso.
Actualmente, los principales Gobiernos y empresas del mundo contratan o incluyen servicios prospectivos de todo tipo, en el primer caso para desarrollar políticas de Estado, estrategias macroeconómicas, militares, programas de desarrollo regional, etc. y en el segundo, para lanzar nuevos productos al mercado, introducir innovaciones, implementar expansiones de largo aliento, realizar especulaciones financieras de corto plazo, etc.
El argentino Jorge Beinstein tiene una larga trayectoria en prospectiva. Sus trabajos arrancan desde los orígenes de la disciplina, en Francia en los años 1970, donde formó parte de los equipos pioneros en el tema. Desde entonces, dirigió numerosos ejercicios prospectivos en Europa y América latina, tanto en el ámbito empresario como en el sector público.
Es doctor de Estado en Ciencias Económicas de la Universidad de Franche Comté-Besançon, Francia, actualmente es profesor titular de la Universidad de Buenos Aires, dicta cursos y seminarios de posgrado y entrenamientos empresarios en prospectiva en varios países de América latina y Europa. También desarrolla consultorías prospectivas para empresas y Gobiernos.
Ha colaborado frecuentemente en Mercado sobre estos temas. En esta entrevista alude al estado de la disciplina en el mundo y ejemplifica con la realidad más acuciante la situación geopolítica mundial.
–El mundo transita actualmente situaciones inesperadas, las grandes potencias tradicionales se hunden en una crisis gigantesca: Japón offline, la Unión Europea al borde de la desintegración, Estados Unidos aplastado por un deuda que no puede superar, el oro rompiendo la barrera de los US$ 1.600… ¿quién lo hubiera imaginado hace un lustro?
–La situación actual era predecible hace un lustro y, como se puede confirmar en la colección de esta revista, en especial desde 2005 (ver algunos artículos como “La próxima crisis” – Mercado, noviembre 2005; “Es hoy aquel mañana de ayer” – Mercado, enero 2008). “The Economist”, por ejemplo, alertaba hacia esa época acerca del inminente desinfle de las burbujas inmobiliarias.
Existían pronósticos acertados, el problema es que los grandes medios globales de comunicación concertados con las burocracias de los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, etc.) y los Gobiernos de las grandes potencias se dedicaron de manera sistemática a distorsionar la realidad y, cuando la crisis estalló en 2008, trataron de minimizarla, la presentaron como un fenómeno pasajero rápidamente superable. Creo que jamás en la historia moderna ha existido una manipulación mediática tan exitosa y de semejante magnitud.
Jorge Beinstein
–¿Podemos decir entonces que hemos sido victimas de una conspiración, de un ocultamiento sistemático de la realidad?
–En parte fue así aunque también hubo autoengaño, confusión entre los deseos y la realidad. Hacia mediados de la década pasada un miembro prominente del equipo de G. W. Bush repetía que Estados Unidos era el mayor imperio de la historia y que en consecuencia estaba en condiciones de fabricar su propia realidad, lo que expresaba una profunda crisis psicológica que se extendió hacia sectores decisivos de las élites globales.
La misma se basaba en la sobrestimación del poder imperial, predominaba el convencimiento difundido hasta el hartazgo de que la superpotencia era “demasiado grande como para caer”; ahora constatamos su declinación y que precisamente por ser desmesuradamente grande no hay nadie en el planeta capaz de rescatarla. Yo creo que existe una correlación muy fuerte entre la decadencia estructural marcada por el proceso de financierización y la crisis de percepción de esos dirigentes.
–¿Esa irracionalidad del poder no nos estaría demostrando que el futuro es impredecible, que puede ocurrir cualquier cosa a escala global?
–No lo creo, yo diría que el futuro es plural, que existen diversos escenarios posibles determinados por combinaciones muy complejas entre lo que denominamos “el pasado” y la libre decisión de los seres humanos, quienes en última instancia son actores con historia acumulada, con cultura, estructuras tecnológicas etc., lo que respalda pero también limita sus acciones.
Un gran historiador, Le Roy Ladurie, señaló que “la crisis propone pero que la cultura dispone”, los protagonistas visibles u ocultos, presentes o potenciales no pueden hacer cualquier cosa, aunque en ciertas circunstancias puedan llegar a confundir sus deseos con la realidad y cometan tonterías a veces trágicas.
–¿Por ejemplo?
–El caso de la crisis energética es bien ilustrativo. A mediados de los años 50, uno de los geólogos más prestigiosos de Estados Unidos, King Hubbert pronosticó sobre la base de estudios muy rigurosos que hacia comienzos de los años 1970 ese país habría consumido la mitad de sus reservas originales de petróleo y que, en consecuencia, a partir de ese momento dicha producción comenzaría a declinar.
Como sabemos eso fue lo que ocurrió, pero cuando Hubbert publicó la curva de extracción que ahora lleva su nombre, los medios de comunicación empujados por los intereses inmediatos de las grandes empresas petroleras desestimaron completamente su descubrimiento, argumentando que estaban a disposición cuantiosas reservas en los países periféricos y que los avances de la tecnología no solo permitirían explotar radicalmente mejor los recursos restantes a escala nacional (estirando su potencial hasta el infinito), sino también aportar innovaciones que permitirían aprovechar fuentes energéticas en ese momento desconocidas.
Ni magia ni generosidad
En suma la magia de la ciencia más la generosidad de la naturaleza resolverían el problema; no había por qué preocuparse. Actualmente Estados Unidos importa más de 65% del petróleo que consume. No fue emprendido ningún programa serio de reconversión energética y productiva a largo plazo; pudo más la obtención de beneficios en el corto o mediano plazo de las empresas petroleras y un amplio abanico de sectores industriales y comerciales (como los del sector del automóvil) a los que se sumó alegremente una poderosa red de intereses políticos e institucionales. La lógica concreta del sistema lo condujo hacia un callejón sin salida.
Más adelante, el escenario estadounidense se instaló a escala mundial. La generosidad de los yacimientos del Golfo Pérsico, de la Cuenca del Mar Caspio, etc., etc. tenía su límite y desde mediados de la década pasada la producción petrolera global está estancada. Tal vez crezca algo más en el futuro antes de iniciar su inevitable recorrido descendente, ya que hemos consumido aproximadamente la mitad de las reservas mundiales originales de petróleo. En el futuro, puede llegar a darse la paradoja de un producto bruto global estancado o en descenso con precios del petróleo altos y en ascenso.
Tanto en el caso estadounidense como más adelante en el global los pronósticos existían y fueron acertados, no los producían algunos iluminados marginales sino círculos científicos reconocidos, sin embargo no pudieron imponer soluciones racionales. Yo creo que el problema no es que carezcamos de buenos pronósticos sino que muchas veces quienes tienen que utilizarlos para tomar decisiones racionales no lo hacen.
–¿Por qué?
–Existe una amplia variedad de causas. La más obvia es que los encargados de tomar decisiones reaccionan de manera simplista, intuitiva, ante fenómenos que creen entender pero que los superan, aunque también puede ocurrir porque sus organizaciones (empresas, Estados u otras instituciones) están bloqueadas por rutinas, falsas ilusiones o intereses mezquinos que les impiden resolver los problemas que la evaluación prospectiva pone en evidencia.
–Usted menciona la palabra prospectiva y tengo la sensación de que presenta a dicha disciplina como expresión de la verdad científica opuesta muchas veces a decisiones irracionales que ignoran sus descubrimientos. ¿No está mostrando una imagen exagerada?, ¿es tan eficaz la prospectiva?
–Es posible que la contundencia de los casos que he señalado produzcan ese efecto; estaríamos sobrevalorando el potencial científico de la disciplina dejando de lado sus insuficiencias.
La prospectiva como disciplina de las ciencias sociales nació en Europa hacia los años 1970, desafiando metodologías tradicionales incapaces de incorporar un mayor nivel de complejidad de los fenómenos estudiados. En esa época, con el estallido de las crisis energética y monetaria y el fin de prosperidad estable de las dos décadas anteriores, se hizo evidente que era imposible pronosticar cosas tales como el Producto Bruto Interno de una gran economía, el precio del petróleo o la demanda de automóviles haciendo extrapolaciones de esas variables aunque sean sofisticadas, que es lo que hacía la llamada “previsión” (productiva, financiera, comercial, tecnológica, etc.) o bien pronosticar la evolución de un gran sistema urbano solo encuestando a un grupo de expertos como lo hacía la “futurología” o combinando ambas escuelas.
La realidad se expresa a través de numerosos actores (dirigentes políticos, empresarios, comunicadores, grupos sociales dinámicos, etc.) y de una gran cantidad de variables, algunas cuantificables (un precio, un volumen de ventas, un resultado electoral…) y otras no cuantificables vulgarmente llamadas “cualitativas” (el estado de ánimo de los consumidores, el clima político o social…) en ciertos casos cuantificadas de manera más o menos arbitraria. La naciente disciplina trató de incluir todas esas componentes en sus evaluaciones del futuro aportando nuevos instrumentos metodológicos.
Un punto de vista flexible
Una segunda característica es que a diferencia de la previsión y de la futurología que elaboraban futuros únicos para cada fenómeno estudiado, la prospectiva asume un punto de vista mucho más flexible, presentando una amplia variedad de caminos posibles hacia un horizonte futuro determinado, es decir escenarios alternativos, complejos, cargados de interacciones entre actores y variables. Esto resultaba sumamente útil para la elaboración de planes estratégicos a distintos niveles (empresarios, nacionales, internacionales…) una de cuyas fortalezas decisivas radica precisamente en su flexibilidad, la dinámica de los cambios demostraba la ineficacia de los planes rígidos. Planeamiento estratégico y prospectiva marcharon paralelos.
Yo diría que hasta los años 1990 se produjo de hecho una suerte de división del trabajo entre prospectiva y previsión. Por su parte la futurología fue siendo poco a poco relegada a trabajos de difusión mediática destinados a influir sobre grandes masas de población, a veces adornando documentos públicos con pretensiones estratégicas.
En síntesis, tanto la previsión (que buscaba renovar sus técnicas) como la prospectiva aparecían como instrumentos útiles pero con fronteras de aplicación, restricciones, debilidades.
–¿Y después de los años 90?…
–Desde fines del siglo pasado fue emergiendo lo que al principio solía ser denominada prospectiva de segunda generación y que multiplicando sus métodos e incorporando incluso como instrumentos complementarios al conjunto de técnicas más avanzadas de la previsión y la futurología es capaz ahora de elaborar escenarios de corto, mediano y largo plazo, evaluar el recorrido futuro de grandes fenómenos (macroprospectiva) o de realidades de pequeña dimensión (microprospectiva). Actualmente, se realizan estudios prospectivos utilizados en planes estratégicos o en decisiones importantes de grandes empresas, Gobiernos y organismos regionales e internacionales pero también de pequeñas empresas, localidades, etc.
–¿Puede darme algunos ejemplos?
–Podríamos empezar citando un caso hoy en día acusado justificadamente de muchos pecados, como es el de la especulación financiera.
Esa actividad, sobre todo la que opera a escala global, trabaja con grandes cifras y en plazos muy cortos; puede ser un índice bursátil, una tasa de interés, el precio futuro de una acción, del oro, de algún commoditie o sobre el comportamiento de un amplio conjunto de productos financieros derivados.
La ventaja de la prospectiva es que no se limita a unas pocas variables, rechaza todo lo posible las simplificaciones y trata de operar con la mayor complejidad a su alcance. Si tomamos el ejemplo del precio del oro, una buena evaluación prospectiva (más allá del plazo considerado) además de trabajar con esas variables extrapolando, detectando ciclos, haciendo correlaciones con otras variables (como la producción de oro, los principales índices bursátiles, algunos precios de commodities, etc.) lo hará también con el comportamiento real, las estrategias supuestas o conocidas de actores decisivos como algunos Gobiernos, bancos centrales, especuladores financieros, etc. El resultado son escenarios que permiten al especulador alejarse de la mentalidad del jugador de poker y adoptar decisiones racionales (un buen ejemplo es el artículo “La tercera burbuja y el irresistible ascenso del oro –Mercado, abril 2006–. Yo advertía acerca de la posibilidad (alta) de que el precio del oro atravesara cómodamente en menos de un lustro la barrera de US$ 1.000 (hoy está por encima de US$ 1.600 dólares).
Un cuarto ejemplo es el de una gran empresa que estudia el lanzamiento de un nuevo producto al mercado, lo que requiere recursos humanos calificados, nuevas tecnologías, conocimiento de la demanda, las estrategias de inversión, que por lo general presentan diferentes alternativas con sus ventajas y costos, pueden ser muy bien orientadas por escenarios complejos (aunque presentados de manera sencilla, útiles en la toma de decisiones).
Todos estos ejemplos los estoy tomando de los miles de estudios prospectivos realizados y en curso desde el nacimiento de la disciplina cuyo objetivo, no está de más señalarlo, no es el de predecir el futuro (para eso están los adivinos y los profetas) sino desarrollar un riguroso abanico de caminos futuros posibles que dependerán tanto de acontecimientos no controlados por quien toma las decisiones en una organización determinada como de las decisiones de dicha organización.
“La próxima crisis” – Mercado, noviembre 2005.
http://www.mercado.com.ar/archivo_nota_revista.php?id=9&id_edicion=1052
“Es hoy aquel mañana de ayer” – Mercado, enero 2008.
http://www.mercado.com.ar/archivo_nota_revista.php?id=9&id_edicion=1078
“La tercera burbuja y el irresistible ascenso del oro” – Mercado, abril 2006.
http://www.mercado.com.ar/archivo_nota_revista.php?id=8&id_edicion=105