El observatorio de la RSE

    ESTRATEGIA | Empresas

    Desde ahora, en cada edición de Mercado se analizarán nuevas experiencias, los grandes temas en debate, los actores de este proceso. Todas las empresas y organizaciones que trabajan sobre RSE están invitadas a hacernos llegar sus propuestas para el abordaje periodístico del caso (bastará con enviar un mail a Carina Martínez –coordinadora editorial de la revista– a cmartinez@mercado.com.ar ).
    Será una manera de cooperar activamente con un tema central de la literatura empresarial, donde florecen las novedades. Y de seguir actualizados.
    ¿Cuáles eran los términos del debate hace un lustro? Entre los apóstoles del nuevo credo de la RSE que sostenían que era de la esencia empresarial involucrarse en el tema, de un lado, y del otro, los exegetas del libre mercado a ultranza que repetían que el único objetivo de la empresa era maximizar las ganancias para sus accionistas o propietarios.
    De a poco, los primeros fueron ganando terreno y se convirtieron en mayoría.
    Entonces, ¿cuál es el debate del día? El eje se ha desplazado. Ya nadie pregunta si debe existir la RSE. Después de años de virulenta discusión, hay acuerdo: la RSE existe, se consolida y se ha convertido en corriente principal del pensamiento en el ámbito empresarial. La nueva pregunta es: ¿realmente funciona? Y además: ¿cómo funciona? Por dónde pasa la discusión en el mundo, cómo evoluciona la agenda de la RSE en el plano local, cuáles son las nuevas acciones y pensamientos de todos los protagonistas. El escrutinio es en torno a los distintos programas e iniciativas en marcha. Hay que privilegiar el ambiente, la educación, la salud, combatir la pobreza. ¿Cuáles son las opciones más eficientes?
    Lo que nos lleva al último –por ahora– interrogante ¿Cuál será el debate del futuro?
    Seguramente al paso con que se avanza en el nuevo contexto internacional será sobre si debe ser obligatoria. Sobre si Gobiernos nacionales u organismos internacionales deberían legislar sobre la materia. Lo que explica la calidad de iniciativas privadas recientes para que las empresas de todo tamaño y peso adhieran a los principios.
    El debate tiene especial relevancia en este preciso momento. No es fácil mantener el rumbo la crisis obliga a revisar todo presupuesto, todo programa. Aquí es donde se prueba la fortaleza de las convicciones. Para los que seguían la moda o especulaban con que medidas cosméticas mejorarían la imagen de sus empresas, no habrá mucha resistencia que oponer.
    Los que saben que una imagen responsable se moldea a través de décadas de esfuerzo persistirán en la sustentabilidad de sus programas. No hay opción: las empresas tienen éxito en el largo plazo gracias a una coherente conducta responsable.
    El verdadero desafío de la RSE es tener respuestas a las necesidades sociales no solamente en época de bonanza. Muy especialmente en plena crisis económica global. Es probable que las circunstancias impongan ajustes. Pero lo esencial es mantener el rumbo.

    Iniciativa de la CNV

    Ir a la comunidad con un “buen gobierno societario”

    El planteo es que, así como una empresa identifica sus grupos de interés cuando lleva adelante sus programas y políticas de RSE, también es necesario que esos grupos o la comunidad en general sepan cómo es y qué características tiene la firma que realiza esas acciones. La demanda y la oferta de información tienen que ir en ambas direcciones.

    Por Gustavo Baiman


    Héctor Helman
    Foto: Gabriel Reig

    Desde este año, las empresas que cotizan en bolsa tendrán una nueva herramienta para mostrar su compromiso con la sociedad y si son “ciudadanos responsables”. A través del “Código de buen gobierno societario”, impulsado por la Comisión Nacional de Valores (CNV), deberán informar sobre las decisiones de su directorio. Es una medida que tiende a trasparentar el manejo de las compañías.
    La crisis económica mundial desatada el año pasado, entre otras cosas, dejó en evidencia la mala praxis en la gestión de muchas grandes corporaciones, sobre todo en el sector financiero. Esto vigorizó y actualizó la discusión sobre la transparencia de las compañías en relación con la Responsabilidad Social Empresaria.
    Una gestión adecuada de cara a la sociedad impacta directamente sobre el valor de una empresa y sobre los principios de sustentabilidad, dos atributos indispensables para definir la RSE. Sobre este concepto la Comisión Nacional de Valores a través de la resolución 516/07 armó el Código de Gobierno Societario, un indicador que mide cómo se gestiona una empresa y cuál es su compromiso con la sociedad. Este año por primera vez las empresas que cotizan en bolsa publicarán en su memoria y balance una evaluación de la calidad de su gobierno corporativo.
    “El gobierno corporativo es uno de los principales componentes de la Responsabilidad Social Empresaria –dice Héctor Helman, director de la Comisión Nacional de Valores–; hay cuatro grandes áreas que definen la RSE: una es la política de empleo, con acciones concretas para salir de la informalidad y el cumplimiento de todas las políticas relacionadas con el desarrollo del capital humano; la segunda tiene que ver con los asuntos relacionados con la ecología y el cuidado del medio ambiente, la tercera se refiere a la responsabilidad tributaria, pagar correctamente los impuestos que correspondan; y la última es la del gobierno corporativo, que obliga a las empresas a ser más transparentes con respecto a los inversionistas, al personal y a la sociedad en general”.
    “Estos son desde un punto de vista pragmático los cuatro pilares de la RSE. Después hay una serie de indicadores que toman distintos organismos internacionales para ver en qué nivel de avance se encuentra cada actor. Importa todo lo que tiene un impacto positivo en la relación de la empresa con la sociedad: se pagan impuestos, se emplea en blanco, no se contamina y se es transparente. Se busca que las empresas emisoras, como los intermediarios financieros, tengan mayor transparencia frente a los clientes y a los inversores”.

    Seis capítulos
    El “Código del Buen Gobierno Societario” tiene seis capítulos definidos: 1) ámbito de aplicación de la resolución; 2) obligaciones del directorio en general; 3) independencia de los directores; 4) relación con los accionistas; 5) relación con la comunidad; y 6) formación de los comités.
    Algunos de los temas que se tratan a través de estos capítulos son la definición de políticas de dividendos, la cantidad de directores independientes –aquellos que representan los intereses de los accionistas minoritarios que no tienen el control de la empresa– y la conformación de los distintos comités que fijan las políticas de auditoría, de remuneraciones y de nombramientos.
    “Nosotros instrumentamos el código a través de un sistema de consulta pública, invitamos a todas las empresas que cotizan a adherirse, publicamos los lineamientos generales en la pagina web de la Comisión Nacional de Valores y al mismo tiempo tuvimos reuniones con las cámaras de sociedades anónimas y con todas las instituciones del mercado de capitales. Lo que hicimos fue dar un tiempo bastante amplio, fueron seis meses o un poco más, para que se analizara y se criticara la resolución y se hicieran los ajustes y modificaciones necesarios”, dice Helman.
    Otros temas que se deben definir en el código son las políticas de riesgos y control del medio ambiente, las formas y los canales por los cuales la empresa se comunica con sus inversores, ya sea a través de un sitio en Internet o en reuniones informales al margen de las asambleas ordinarias, las políticas de inversión y las estrategias a futuro.
    “Un punto importante que también se contempla en el código es lo que se llama la flotación, que es el porcentaje de acciones que están en el mercado. Las sociedades tienen que tener un mínimo de acciones en el mercado que tendría que ser de 25% del total de su paquete; si el porcentaje es muy bajo quiere decir que las decisiones están absolutamente concentradas en el grupo de control y le resta transparencia a la empresa. Otro tema importante es el de la política de dividendos. Las empresas deben informar cómo y cuándo se los distribuye; es importante que los inversores sepan cuáles son los parámetros que utiliza la compañía para repartir ganancias”, afirma Helman.

    Amplia adhesión
    Si bien el código no es de carácter obligatorio su adhesión fue muy amplia, sobre todo si se tiene en cuenta que este es su primer año. Además cada empresa decide sobre qué puntos responder de acuerdo al grado de compromiso que tenga en relación con los diferentes capítulos. En la CNV advierten que este es un mecanismo progresivo que apunta a que el inversor busque participar en las empresas que demuestren más transparencia y mejor conducta social. También se aspira a que con el tiempo el código vaya sumando nuevas exigencias.
    “Las empresas vieron que esto no es un costo sino que tiene que ver con un beneficio. Es positivo que el mercado las vea como organizaciones comprometidas y gestionadas responsablemente. El código es un instrumento, es un canal de comunicación para decir todo lo que se hace. También implica un aprendizaje en la relación entre lo público y lo privado; a medida que la empresa va teniendo una actitud proactiva, de ser más responsable en términos sociales y de incorporar todas estas prácticas, adquiere más valor, la gestión va a ser más eficiente. Esta actitud se transfiere al valor de la acción, tiene más valor en la cotización aquella empresa que tiene todos estos atributos que la organización que no los tiene”, dice Helman.
    En cuanto a la adhesión al código, del total de las empresas con oferta pública de acciones, 12,04% adoptó todas las previsiones, 27,38% incorporó algunas de las previsiones, 50,62% informó que cumple con la ley 17.811 (de Oferta Pública), con la ley 19.550 (de Sociedades Comerciales) y con el Decreto 677/01 del Régimen de Transparencia. Solamente no contestó 9,96%.
    “En algunos países se decidió que las empresas que adhieren al código tienen una tasa de interés con un punto menos. Esto existe en varios mercados y es un incentivo muy importante, pero puede durar un tiempo determinado porque los recursos para lograr ese subsidio de tasa son limitados. Al final, las empresas tienen que adherirse porque se dan cuenta que les conviene”.
    “Por ahora no hemos adoptado ninguno de estos incentivos pero no descartamos que en un futuro podamos ofrecer algún beneficio adicional. Hoy las ventajas son las que ofrece la mayor transparencia. Hay que destacar que las empresas que van por oferta pública, en cualquiera de los instrumentos, tienen un costo de financiamiento mucho menor; las Pyme, cuando se tienen que financiar, tienen que pagar costos muy altos. Cuando una empresa se financia en el mercado de capitales abriendo su capital, el único costo que tiene es el de la información; es decir dar a conocer a la sociedad sus resultados. Se consigue capital a tasa cero o a tasa cero más el costo de abrir la empresa, pero a la larga cuando los inversores o la comunidad en general ve lo que se hace puertas para adentro, mostrando los balances, la forma en que se le paga a la gente, como se cuida el medio ambiente, la empresa se vuelve más sólida y sustentable”, concluye Helman.