Los próximos meses definen el futuro del país hasta 2011

    ANÁLISIS | Perspectiva

    Por Osvaldo Cado y Nicolás Bridger (*)

    Sorprende y preocupa, en este contexto, escuchar expresiones que hacen mérito del error ajeno y alarde de autosuficiencia. Aunque el lector informado sepa que no es más que verborragia política, dichas expresiones envían una señal que puede interpretarse de la peor manera: estamos subestimando la crisis y, por ello, no se están tomando las medidas necesarias para minimizar los costos derivados de los coletazos.
    Es cierto, los efectos no los veremos en el corto plazo. La Argentina está fuera del circuito financiero internacional, como lo demuestran los bajos volúmenes operados de bonos y acciones, y el crédito es inexistente. Pero tampoco hay que hacer mérito del error. Esto era malo antes y lo sigue siendo ahora, a pesar de la crisis.
    La economía brasileña está completamente integrada al mundo y ostenta indicadores económicos y financieros consistentes y sostenibles. Su economía crece sólidamente, redujo en 22 millones de personas la cantidad de pobres, su riesgo país apenas supera los 300 puntos e incluso se pudo dar el lujo de devaluar su moneda 25% en 45 días con una inflación que no supera 6%.
    En el mediano plazo, la situación es algo más compleja para la Argentina y es donde aparecen algunos nubarrones.
    Dos de los pilares sobre los cuales se sustentó el crecimiento durante el último lustro se deteriorarán en 2009. El combo formado por la caída de precios de commodities, desaparición del superávit comercial energético y empeoramiento del industrial (ya en niveles de hace 10 años), reducirán el saldo comercial de 2009 en US$ 4.000 millones, ubicándolo cerca de US$ 6.500 millones (la mitad de lo presupuestado).
    En el mismo contexto internacional y, sumando los recientes anuncios sobre jubilaciones, asignaciones familiares y mínimo no imponible, el Gobierno deberá remontar una merma de US$ 6.000 millones en su ahorro esperado.

    Recursos agotados
    Durante el último lustro crecimos en base al stock de capital preexistente, un alto desempleo, el ahorro interno, la rentabilidad extraordinaria en el sector primario y las elevadas utilidades empresarias. Estos recursos se han ido agotando y no hubo un manejo responsable de los mismos durante el período de “vacas gordas”. Se volvió a la fórmula de siempre, la búsqueda de competitividad nominal, reflejo casi natural del empresario argentino fruto de 30 años de inestabilidad económica.
    La crisis global nos encuentra con una coyuntura local compleja, con ajustes económicos pendientes (precios de energía sobre todo), sin acceso al mercado de capitales y con alta inflación. Será complicado capear la crisis global sin que se refleje en el crecimiento, el cual sin lugar a dudas se desacelerará en los próximos dos años.
    En este contexto se pueden hacer dos conjeturas respecto a lo que se viene.

    Se profundizan las actuales políticas regresivas
    La situación actual, a la luz de un horizonte político de corto plazo, aumenta significativamente las probabilidades de que se tomen medidas “populares” que concentren aún más la riqueza, recorten el crecimiento de mediano plazo y generen volatilidad, todas características que vienen empobreciendo a gran parte de los argentinos durante los últimos 30 años.

    Se toman las riendas de la situación
    La inflación es por lejos el mayor problema que enfrenta la actual gestión. El marco actual genera margen político y económico para encaminar esta cuestión; es una oportunidad. El reconocimiento del fenómeno inflacionario, la normalización del Indec, ajustes de tarifas que impacten sobre 30% más rico de la población (tramo en donde hoy se gastan unos US$ 4.000 millones), acuerdos con sindicatos y una legislación laboral más realista para las Pyme (tratadas con el mismo régimen que una unidad productiva de magnitud), son medidas factibles y de gran impacto social, que mejorarían las expectativas y ayudarían a pasar el mal trago de una manera menos dolorosa. Paralelamente, con el control de la inflación, naturalmente reaparecería el crédito interno, un detalle muy significativo de aquí en más.
    Recientemente, en la celebración del día de la industria en la sede de la Unión Industrial Argentina, la Presidenta hizo una afirmación que no puede ser pasada por alto, “Un tipo de cambio muy alto es inconsistente en el marco de una verdadera lucha contra la inflación. Nuestro desafío es mantener el tipo de cambio competitivo y eso significa abordar el tema de la inflación”. Esto nos obliga a no descartar algo más cercano a la segunda hipótesis y a mantener, aunque pequeñas, las esperanzas de que no se tome un camino que ya nos ha llevado a continuos fracasos.

    (*) Osvaldo Cado y Nicolás Bridger son analistas económicos de Prefinex.