La incertidumbre define el contenido de las tendencias

    Cuando se trata de indagar qué forma tomará el futuro, es fácil
    recordar que todos los intentos por imaginar lo que vendrá suelen resumirse
    en fracasos. Sin embargo, la necesidad del ser humano de trascender los estrechos
    límites temporales de la existencia ejerce una irresistible fascinación
    sobre la tarea de predecir.
    Tal vez el único esfuerzo sensato sea tratar de imaginar el comportamiento
    de las que hoy valoramos como fuerzas transformadoras y de los esfuerzos destinados
    a controlar esas mismas fuerzas.
    Lo que caracteriza a este principio de siglo y de milenio es una diferente percepción
    del futuro. Ya no hay, como hace cien años una casi ilimitada confianza
    en el progreso y el bienestar de la especie humana (aunque los millones de víctimas
    de esa centuria dan testimonio en contrario de lo inocente de esa visión).

    Lo que predomina hoy, tanto en las zonas más prósperas, pacíficas
    y democráticas del planeta, como en las asoladas por la violencia, la
    tiranía y la pobreza, es el reino de la incertidumbre sistemática.

    Es esa obsesión recurrente por explorar el porvenir lo que ha derivado
    en el campo del marketing y la publicidad en el surgimiento y consolidación
    de actividades de planning en las principales agencias de comunicación.

    Esas unidades de servicio elaboran investigaciones que luego comparten con sus
    clientes. No pretenden tener la verdad revelada, pero ayudan a desentrañar
    signos elocuentes de lo que vendrá y a estar preparados y evitar sorpresas.
    En JWT (ex J. Walter Thompson), el área Scope es una unidad de investigación
    y pensamiento estratégico integrada por los planners Sebastián
    Esteverena, Sebastián Codeseira y Fernando Cabarcos. Una síntesis,
    una versión condensada de algunos de los trabajos que se ofrecen a los
    clientes de la agencia, es lo que consignamos a continuación. Uno es
    sobre la nueva dimensión de la energía personal, el no detenerse.
    Otro sobre el abanico de ofertas que concentra el vacío. El tercero sobre
    la sublimación de la individualización y la personalización.
    M

     

    Todo en torno a la energía

    Los tecno-consumidores

    Una tendencia de los comportamientos sociales analizada por JWT recoge y encierra
    en un paradigma la filosofía del ser humano actual, cautiva de la tecnología
    y proyectada imaginariamente hacia la “naturaleza perdida”. Según
    el estudio, la energía es la clave de la vida moderna y un fin en sí
    misma.

    La energía, el aura, la unidad entre cuerpo, mente y alma, han desvelado
    a los pensadores orientales en su intento infinito por comprender la vida y
    la creación. La esencia del ser humano en su paso por la Tierra.
    Los profesionales de la comunicación, como JWT, encararon su propio análisis
    sobre la cultura y sociedad moderna, regidas por la tecnología, aunque
    con un propósito más pedestre: entender los comportamientos para
    anticipar tendencias de consumo.
    Y por esa vía llegaron también al enigma de la energía,
    pero corporizada en las formas de relación exterior.
    Así, de la meditación para conectar el interior con el cosmos,
    el hombre contemporáneo se materializó en sus propios inventos:
    las máquinas. Esa es la tesis sobre la que asienta su trabajo interno
    JWT: “desde el reloj despertador hasta el microondas, desde el ascensor
    al semáforo con walkman puesto, del subte a la PC, y de la máquina
    de café a la PC, otra vez”, repasa como coordenadas, en las que
    se intercala el auto, el teléfono celular encima y la televisión
    en el hogar. Más los acoples inalámbricos, como cámaras
    digitales, GPS, palms. Entonces, la irradiación energética
    del hombre termina siendo adquirida, lo convierte en tecno y así termina
    reflejándose en el espejo, de modo que las mutaciones tecnológicas
    que le llegan crean nuevas necesidades. La vida en sociedad no deja escapatoria.
    El e-mail ya es ineludible, al igual que el celular.
    El ensayo contrasta a Shakespeare o Napoleón que ignoraban la necesidad
    de energía para lograr resistencia, según los libros de historia,
    con la “vitamina” de los videojuegos para obtener “vidas extras”
    y con los crecientes temores a las enfermedades, que son precisamente las antítesis
    de la energía. La adicción a las drogas, las recetadas y las otras,
    ha sido la red de contención social a tamañas exigencias. Antes,
    el refugio era la religión, el paraíso después de la muerte.
    Hoy se trata de resistir todo lo que se pueda hasta la desaparición:
    con frasquitos multicolores llenos de complejos multivitamínicos, multiproteicos,
    energizantes, calóricos, el surtidor del hombre en las vidrieras de todas
    las ciudades de Estados Unidos. Las sociedades tecnologizadas también
    generan su propia utopía: la naturaleza.
    Las transformaciones que se sucedieron entre la generación de la posguerra
    de los años 60 y las siguientes de la era espacial y tecnológica
    giraron precisamente como una rosca de adentro del individuo hacia fuera: de
    integrarse a partir de un equilibrio interior (el hippismo, el vegetarianismo,
    la occidentalización de filosofías orientales) hasta alimentarlo
    bajo las formas del feng shui, las medicinas alternativas, lo new
    age
    , la politización del medio ambiente con Greenpeace, etc., al
    finalizar el siglo. Los denominadores comunes entre ambas corrientes son: la
    comida sana, el ying yang como fórmula absoluta de bienestar
    psicológico y corporal, más todo lo que tiene que ver con homeopatía,
    terapias naturales, acupuntura, con lo cual “estos movimientos y sus concepciones
    hacen que la idea de energía posea un sentido nuevo de contacto con la
    naturaleza”, como destaca el ensayo.

    Las barras de cereales
    El ícono de la concepción tecnológica de la alimentación
    son las barras de cereales, que prometen un aporte energético asociado
    a la salud. Son portátiles como los celulares, porque se cargan en el
    bolsillo, condensan la equivalencia a un almuerzo como la palm hace
    con la información que carga de la PC, son higiénicas como el
    high-tech. Eso sí, adiós a la comida como hecho social
    o familiar…
    La barrita es alimenticia, saludable e individual; por tanto, provee la resistencia.
    Contiene el tríptico sobre el que se asienta la vida moderna, el “no
    puedo parar”.
    Las máquinas tampoco tienen resuello voluntario, sólo el mantenimiento
    o el desperfecto consiguen plantarlas, y ello las torna vulnerables. Así
    como se le carga el Norton con actualización semanal a las computadoras,
    el homo technologicus adquiere la resistencia mediante el software
    de la onda salud.
    Los estímulos sexuales y las “vitaminas” análogas
    a las de los videojuegos ingresaron de lleno en el campo magnético de
    las personas. El sexo virtual penetra en la mente por Internet y en el cuerpo
    por el Viagra, una droga que exime de destinar tiempo a la seducción
    y las prácticas amatorias artesanales. La electrónica y la química
    constituyen la naturaleza adquirida por el individuo tecno.
    El material de tendencias de JWT precisa respecto de la sexualidad y energía:
    “También hay una relación de proyección y un paralelismo
    entre el poder de la tecnología y el poder sexual. Una máquina
    más poderosa será una máquina ‘sexualmente’
    más potente y esa ‘potencia sexual’ será atribuida
    al usuario. (Esto no sólo se formula con relación a lo high-tech,
    de hecho es la fórmula más usual en la categoría automóviles.)”.
    Y si la máquina es “bella”, estilizada y musculosa, mejor
    aún. Porque se exalta la energía tecnológica incorporada.
    Para un aspecto están los aparatos del gimnasio y para el imaginario
    tres grandes marcas: Adidas, Paco Rabanne y Dior. Todos estos aditamentos son
    como “afrodisíacos” y remiten al sexo=energía.
    Los avisos del champú Fructis combinan belleza, fuerza, frutas y sex
    appeal
    y se remiten ideológicamente a los jóvenes con la
    apelación al non stop.

    Non stop
    ¿No parar? ¿Días de 48 horas? Prueba de resistencia reservada
    a los cuerpos bisoños, en todas las épocas. La distinción
    de la actual es la música electrónica, que no tiene loops
    como la pop, con grandes parades de días enteros (hoy
    Creamfields, como antes era Woodstock), los afterhours después
    del baile, a las 7 de la mañana.
    El uso de estimulantes es fundamental para estas maratones. El informe distingue:
    “El discurso de los ‘insalubres’, como la cocaína,
    y de los ‘saludables’ (bebidas energizantes como ‘Speed’)
    es casi idéntico. La principal promesa es el exceso, el ir más
    allá de los límites-fronteras, el ‘superhombre’, el
    non stop. Aunque claro, las bebidas energizantes enfatizan su aspecto
    saludable. Estas bebidas unen dos conceptos que tradicionalmente fueron contradictorios
    ‘lo saludable’ y ‘el exceso’.”
    Detrás de las apariencias, la fragancia y las demostraciones de resistencia,
    se armó una cultura tecno y su modo de expresarla es el lenguaje. Su
    argot gira en torno de la energía: flashear (buena
    impresión instantánea), desenchufarse, maquinarse (obsesión),
    darse manija (antigualla por una obsesión mecánica), tildarse
    (sin respuesta, como las computadoras), ver a otro apagado, sintonizarse, prender
    la lamparita, tener los cables pelados.
    La energy trasunta al hombre, su cuerpo, relaciones y estilo de vida.
    El símbolo de hoy es Matrix, como en los 60 era el Hombre Nuclear (partes
    mecánicas), en los 80 Robocop (partes humanas) y en los 90 Maxheadroom
    (digital).
    Los hermanos Wachowski concibieron en el celuloide un mundo hecho por máquinas
    del futuro que siembran cuerpos humanos para abastecerse de energía y
    generan una matriz virtual como mecanismo para controlarlos. Esto se rescata
    del filme a la hora de analizar la sociedad contemporánea: el “abastecimiento
    de energía” Es decir, la “energía” en un sentido
    económico: la escasez de energía y la energía como pilar
    de un sistema económico y social (la matrix).
    El trabajo rescata que filósofos alemanes como Walter Benjamin o Theodore
    Adorno han estudiado la relación entre la imagen del hombre y el sistema
    económico en el que está inmerso y que determina esa imagen. En
    este sentido, el “tecno-hombre” estaría determinado por los
    sistemas económicos centrados en la escasez de energía. Tal como
    sucede en Matrix, el personaje central, Neo (el nuevo), no sólo tiene
    el look representativo de la tecno-cultura (tecno look), es
    también un producto de ese sistema económico (la escasez de recursos
    energéticos) a través del sistema simbólico (matrix)
    que esa economía produce y reproduce.
    Probablemente, el tema de la energía como recurso económico no
    tenga nada de ficción y en cambio sea una obsesión diaria que
    vemos en los noticieros: desde la guerra de Irak y el petróleo hasta
    Kirchner y los vaivenes del gas, la luz y el combustible. M

     

    Abanico de ofertas

    El vacío como valiosa ideología

    Las tiendas, las galerías de arte, y la gastronomía envuelven
    en espacios cada vez más generosos a los pequeños productos, obras
    o anoréxicos platos de comida que cotizan más por lo que representan
    que por su peso y tamaño.

    “Nada” era lo opuesto al “ser” en la concepción
    sartreana. Sebastián Codeseira, de JWT, la asoció a la reivindicación
    del “vacío”, a su consumo oneroso, para rescatarla del nihilismo.

    La entrega del cuerpo en los spa, tanto como la anulación del
    correo electrónico con el spam, constituye la potenciación
    del vacío, el cero a la derecha que agrega valor.
    “Experimentar el espacio vacío en un concept-store o en
    un plato de sushi, el universo spa y todos sus derivados de jabones
    o high-tech, la anorexia aplicada a todo, un nuevo mundo blando (soft-world),
    son algunas de las expresiones de la necesidad del vacío. Esto irá
    proliferando, el mercado seguirá abriendo su abanico de ofertas, generando
    más innovaciones de vacío, formas y estéticas nuevas de
    consumo de vacío”, concluye el trabajo.
    Los patrones de consumo, en este caso, marcan la curva de los indicadores macroeconómicos
    modernos. Los servicios (el aire) han ido ganando terreno en el producto bruto
    interno hasta duplicar a las mercaderías tangibles (la industria).
    Cualquiera que entre en un local de Nike o Adidas se encontrará en un
    lugar amplio con productos distribuidos prolijamente y una gran porción
    de la locación destinada a un único uso: ser espacio vacío.
    Los decoradores de otros tiempos se desvelaban en arreglos para cubrir cada
    espacio, los actuales trasladan la idea de la galería de arte: 90% vacío
    para que el restante 10%, donde están las obras, se destaque, se sobredimensione:
    la zapatilla es una pieza de arte, el bolso deportivo, una escultura contemporánea.

    La abundancia es como un tenedor libre
    Atestar un local de mercaderías enriquece la capacidad de selección
    del cliente, lo “marea” de información, pero no resalta.
    Era el culto a la abundancia. En cambio, ahora se invirtió la ecuación:
    la posibilidad de poder dar pasos atrás y adelante, cambiar la óptica,
    otorga el generoso margen alrededor del producto para erigirlo en “estrella”.
    La exigencia estética está en su presentación, en el envase,
    que necesitan de un entorno espacioso y luminoso: vacío.
    Con la comida sucede otro tanto. Se la esteriliza en platos anoréxicos
    para apreciar la obra gastronómica antes que darse un atracón.
    Codeseira pregunta y se responde: “¿Alguna vez fue a un restaurante
    moderno y pagó $50 por un plato donde la comida ocupaba un cuarto de
    la superficie? Si lo hizo, permítame sugerirle un cálculo: pagó
    $12,50 por comida y $37,50 para que 75% de su plato estuviera vacío.
    No sólo pagó por ese vacío, sino que incluso lo saboreó
    visual y anímicamente: lo experimentó, pagó por esa experiencia
    y lo que representaba”.
    El estudio filosofa acerca de la ideología de la época, que justamente
    se caracteriza por la falta de grandes ideologías: “La verdad comenzó
    a ser relativa y las religiones fueron perdiendo peso, se fueron vaciando. El
    muro de Berlín se esfumó y los grandes ideales políticos
    detrás de los cuales marcharon generaciones enteras durante los 60 y
    70 fueron desapareciendo, dejando en su lugar un vacío pleno”.
    Sin embargo, esa ideología del vacío no es tal porque –como
    afirma un párrafo más abajo– “el desarrollo de los
    medios de comunicación, del mercado de consumo y de la publicidad generaron,
    algo de lo que ya hemos oído hablar: la contaminación visual”.

    La publicidad llena por día a un neoyorquino con más de 20.000
    logotipos. Cada ángulo de visión en la ciudad contiene innumerables
    marcas, colores, formas, etc. No es posible dar un paso sin estar rodeado de
    avisos, de afiches, etc. Los periódicos nos inundan de avisos, diseño.
    Ni hablar de la TV: la tanda, los pnt. Los e-mails se llenan
    de correo basura y navegar por la Web es ir a los saltos entre pop
    ups
    que brotan eufóricos: mundo contaminado, mundo spam.
    En todo caso, el contenido del que se llena la vida de las personas es hueco
    y deja una sensación de vacío en el mismo momento en que el acto
    en sí del consumo se consume.
    El aire libre y el agua articulan la promesa del spa: vaciar el cuerpo
    de suciedad, enfermedad y todos los mitos adyacentes que inspire. Los japoneses,
    con el zen, han sido precursores culturales del vacío: en el decorado
    sin muebles, en el bonsái, en la meditación.
    Poner la mente en blanco aislarse de los ambientes ruidosos, “cargar las
    pilas” son la contracara del estrés urbano, un cable a la nada
    que cada vez cotiza más.
    El Principito de Saint Exupery, pilar del new age, le dio la gran idea
    al mercado del consumo moderno: lo esencial es invisible a los ojos. Así,
    los geles, perfumes, cremas y demás ingresaron por el ser, al que la
    publicidad instó a ser auténtico, “sé vos mismo”.

    La relación entre la dimensión y peso (por ejemplo en los electrodomésticos,
    audio y monitor) y la precisión de su contenido (sonido e imagen), ha
    sido el gran obsequio de la tecnología anoréxica al culto de la
    economía del espacio. Y el aporte digital ha sido determinante. El celular,
    las bases de datos, el plasma, cuanto menos espacio ocupan más se valoran.
    M

     

    Individualización

    Elegir un ringtone, la opción personalizada

    El consumidor pasó de elegir las ofertas para sentar “pertenencia”
    con las mayorías a recibir, a través de los medios de comunicación,
    pautas de éxito para identificarse. Abrió así un canal
    de acercamiento a las marcas que dan la posibilidad de personalizar matices
    en cada producto.

    La huella que imprime el dibujo de la suela de la zapatilla, respetando el
    peso y la comba de quien la calza. El ring con diferentes músicas
    que cada uno le programa a su teléfono celular. El ofrecimiento de la
    página web de Nike para armar un calzado propio, eligiendo el
    color, la forma, los cordones, la suela y hasta la incorporación del
    nombre al lado de la marca…
    Son las tantas maneras que encontró el marketing de acercarse a las personas.
    De imbricárseles.
    El chateo permite dibujar la identidad del que se conecta a través del
    MSN, las pantallas en los estadios de béisbol reflejan a los espectadores
    junto con los detalles del partido, el cine japonés filma en un paneo
    las butacas e incorpora las imágenes de los rostros del público
    a la película.
    En la sociedad industrial, la producción era la vedette. Las
    marcas trasuntaban prestigio, confiabilidad, identificaban al fabricante para
    garantizar el producto. El genérico podía ser el auto, pero la
    marca era Ford.
    La masificación de la sociedad dotó a los productores de las escalas
    económicas para construirse el mercado, el consumo. Los medios de comunicación
    lo difundieron. La homogeneización, el rebaño, los liderazgos,
    los símbolos patrios, las grandes marcas, dieron pábulo a Sigmund
    Freud para escribir Psicología de las Masas.
    La igualdad se daba en torno de un rasgo, un estilo de vida y justificaciones
    ideológicas en torno de un conjunto de valores nuevos que se inoculaban
    en el imaginario colectivo.
    La apelación a cada persona para que se uniera al rebaño se cambió
    diametralmente con la exhortación a abandonarlo, a diferenciarse, de
    las corrientes publicitarias modernas.

    El tránsito de la oferta a la demanda
    La regla antigua consistía en innovar para ampliar la oferta, abundar.
    La masificación de las comunicaciones paradójicamente registró
    el rebote de esa oferta en la demanda y así sobrevino la individualización
    como rechazo a la generalización de generaciones anteriores, pero como
    alternativa a la depreciación de los valores colectivos, como la religión
    y la ideología.
    “Ser uno mismo” pareciera ser una liberación de las imposiciones
    ajenas y la única opción dentro del vacío ideológico
    del mundo.
    Se empezó reemplazando el concepto de “consumir todo lo mismo para
    ser todos iguales” con las variedades en la oferta “para todos los
    gustos” que llevaran a la idea de consumir lo mismo para ser todos diferentes.
    La comunicación es la que ahora dibuja los diferentes modelos: deportistas,
    triunfadores, ejecutivos exitosos, el glamour, la frescura, la energía,
    para que cada uno se identifique inconscientemente primero y, luego, se individualice
    con el consumo para inscribirse en el be your self.
    “Personalizar el auto: el tunning. MTV tiene un programa donde
    arman y lookean el auto a la medida de la personalidad del conductor.
    Y a escala local, la calle Warnes es un paraíso para que los ‘tuercas’
    puedan elegir el tamaño de los alerones o el color de las puertas que
    mejor represente su personalidad. Suzuki Fun con ‘Hacélo como vos
    querés’ entra de lleno en esa tendencia y permite vía Web
    armar el propio auto, personalizarlo”, describe el informe.
    La televisión habla mucho de esta tendencia a elegir quién ser.
    A personalizarse uno mismo. En programas como el de canal 13 “Transformaciones”,
    hasta en “Extreme Makeover” en el canal de Sony, se exalta
    ese rasgo distintivo de la época: “personalizar hasta el propio
    cuerpo”. M