Techint, N°1

    Los analistas más ponderados dicen que hay mucho de leyenda en este
    tipo de afirmaciones. Críticos constantes y admiradores entusiastas coinciden
    en que es una gigantesca maquinaria de producción física y también
    infatigable constructora de poder. Desde esta perspectiva Techint siempre trata
    de influir sobre los poderes públicos y sobre la opinión pública.
    Jamás ha estado mal con un gobierno. Pudo tener más o menor inserción,
    pero nunca ha practicado el aislamiento.
    Gracias a Techint, advierten algunos industriales, el país tiene una
    clara y bien pensada estrategia de desarrollo industrial. Para otros, especialmente
    los del sector automotriz, merced al proteccionismo que siempre impulsó
    el grupo de los Rocca, hay que pagar caro el acero en la Argentina.
    Los que han sido –a lo largo de los años– interlocutores
    de sus directivos sostienen que nunca plantean un tema pedestre o de corto plazo.
    Para la izquierda, el deporte favorito de la Organización es imponer
    a los sucesivos ministros de Economía, desde Krieger Vasena hasta Roberto
    Lavagna. Lo que a todas luces parece una desmesura, aunque sin duda la gestión
    de ambos ministros satisfizo y convino a los intereses del grupo.
    Para confirmar aquello de que “nadie es profeta en su tierra”, el
    grupo no ha tenido demasiado éxito en el gremialismo empresarial. Especialmente
    en la Unión Industrial, un organismo de base federal, donde las disparidades
    de tamaño y geografía se traducen en intereses pocas veces convergentes.
    En todo caso, Techint siempre mantuvo un discreto think tank que ha monitoreado
    lo que ocurre y lo que se dice sobre temas económicos y políticos
    y propone visiones articuladas acordes con la estrategia del grupo.
    En su momento se empeñó en mantener y defender el IDI, el Instituto
    de Desarrollo Industrial dentro de la UIA –con pocas simpatías
    entre los demás industriales–. Fue durante el gobierno de Carlos
    Menem y tuvieron el coraje de poner a su frente a José Luis Machinea
    –y a su equipo–, quien después se convertiría en el
    ministro de Economía de la Alianza.
    En la primera mitad de la década pasada, Techint abrazó entusiasta
    la ola privatizadora –según sus detractores se había terminado
    “la patria contratista”– participando en distintos sectores.
    Para la segunda mitad del decenio pasaron cosas importantes: se desprendió
    –con ganancias– de esas participaciones; comenzó a liderar
    activamente el grupo de opinión industrial que señalaba los riesgos
    de la convertibilidad –“clamaban por la devaluación”
    sostienen algunos actores de esa época–, y acentuaba su internacionalización.
    Se definió en esa época su presencia en Venezuela, Italia y otros
    mercados.
    Durante la primer década del siglo fue el tiempo de llegar a Wall Street.
    Primero fue Tenaris y más tarde Ternium. Ambas empresas cotizan en el
    principal mercado bursátil del mundo.
    Lo cierto es, más allá de luces y sombras, que a través
    de Techint, la Argentina logró exportar un modelo de organización
    y gestión empresarial, con un conglomerado que es una verdadera multinacional
    originada en el país.


    Roberto Rocca


    Paolo Rocca

    Cinco grandes áreas de negocios
    En 61 años de actividad, las compañías del grupo han operado
    y adquirido una vasta cantidad de experiencia en cinco áreas complementarias
    de negocios:
    a)- acero;
    b)- infraestructura;
    c)- energía;
    d)- plantas industriales;
    e)- servicios públicos.
    La producción y fabricación integrada de acero es la actividad
    central del Grupo Techint y representa la mayor parte de sus ingresos. Con unidades
    de producción ubicadas en la Argentina, Brasil, Canadá, Italia,
    Japón, México, Rumania y Venezuela, Tenaris es líder en
    fabricación global de productos de tubos de acero y proveedor de servicios
    de manejo, almacenamiento y distribución de tuberías para las
    industrias energética, mecánica, de petróleo y gas, y primer
    proveedor de tubos de acero en la región sudamericana.
    Agrupadas en Ternium, Siderar en la Argentina y Sidor en Venezuela son grandes
    productoras de productos planos y largos de acero y ofrecen, a través
    de sus instalaciones y centros de servicios, productos competitivos para mercados
    nacionales y de exportación. Las instalaciones siderúrgicas combinadas
    del grupo tienen una capacidad total de producción de más de 10,7
    millones de productos de acero terminado por año.
    Para una mayor integración de las capacidades del grupo en el negocio
    siderúrgico, las compañías en Italia, Alemania, Estados
    Unidos y recientemente China diseñan y proveen una variedad de equipos
    y maquinarias de la más avanzada tecnología.

    Infraestructura
    Gracias a su vasta y dilatada actividad, las empresas Techint acreditan una
    reconocida capacidad para diseñar e implementar grandes proyectos de
    infraestructura, aun en los terrenos más difíciles y de acuerdo
    con los exigentes requerimientos ambientales de la actualidad. Como principales
    contratistas de tuberías para petróleo crudo y gas natural, esta
    unidad de Techint ha instalado más de 70.000 kilómetros de tuberías
    en todo el mundo, inclusive 16 tendidas en la Cordillera de los Andes, llegando
    a altitudes de 5.000 metros sobre el nivel del mar.
    Las empresas del grupo también son activas en una serie de otros campos
    de infraestructura como plantas para el tratamiento de aguas y efluentes, tuberías
    para agua y minerales, redes de telecomunicaciones, líneas de transmisión
    de energía, sistemas de automatización e informática, ferrocarriles,
    caminos y autopistas, terminales marinas, puentes, diques y aeropuertos. Las
    empresas desarrollan diferentes áreas de negocios y know how
    para satisfacer necesidades específicas en los países donde operan,
    mientras simultáneamente comparten su experiencia en todo el grupo.

    Plantas industriales
    A lo largo de los años, las empresas Techint han desarrollado una amplia
    experiencia y destreza en el campo de plantas e instalaciones industriales,
    donde son capaces de proporcionar servicios de contratación, construcción
    e ingeniería para una amplia selección de sectores industriales.
    Ellos incluyen plantas siderúrgicas, químicas y petroquímicas,
    energéticas y de producción para la industria eléctrica.
    Esas capacidades son integradas y fortalecidas por la producción de maquinaria
    industrial especializada.
    Empresas en Brasil, China, Italia, Alemania y Estados Unidos proporcionan maquinaria
    y equipamiento innovador para plantas siderúrgicas, hornos de precalentamiento
    y recalentamiento; rollos moledores para acero, aluminio e industria del papel;
    sistemas y equipamientos para manejo de materiales; maquinaria especializada
    para la industria plástica y de latex; líneas de procesamiento
    para acero y aluminio; y maquinaria para producir lana de vidrio y otros productos
    aislantes.

    En el campo energético
    Con Tecpetrol el Grupo Techint se involucra en el desarrollo, operación
    y exploración de yacimientos de petróleo y gas en la Argentina,
    Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela. A través de Tecgas, Techint
    actúa en la operación de empresas de transmisión de gas,
    entre ellas TGN, la compañía de Transporte de Gas del Norte en
    la Argentina, y TPG, la compañía de viaductos Camisea en Perú,
    además de otros desarrollos energéticos en el Cono Sur.
    Servicios y tubos para la industria del petróleo y gas son suministrados
    por Tenaris, líder mundial en producción de tubos sin costura,
    y también principal proveedor de caños soldados para oleoductos
    y gasoductos en Sudamérica.
    Las empresas Techint son constructoras de primera línea de oleoductos
    y gasoductos en todo el mundo.
    También poseen una fuerte tradición de servicios de ingeniería
    y contratación para la industria energética. Su expertise
    incluye el diseño y ensamblado de plantas energéticas, de instalaciones
    para el manejo a granel de combustibles, además de construir las líneas
    de alto voltaje y subestaciones.
    Dalmine Energie fue una de las primeras compañías proveedoras
    de energía y en entrar, con la liberalización, a los mercados
    italianos de gas natural y electricidad.

    Servicios
    En Italia, Techint es activa en salud a través de TecHosp y el Grupo
    Humanitas.
    TecHosp promociona, implementa y maneja iniciativas sanitarias. El Grupo Humanitas
    incluye un muy bien equipado Instituto Clinico Humanitas (ICH) , hospital cercano
    a Milán, construido por Techint, y prestigiosos hospitales privados en
    Bergamo, Turín y Catania. La provisión de salud en estas estructuras
    está basada en el modelo de gestión, económicamente exitoso,
    sostenido por un alto nivel de información integrada. A través
    de redes y compañías de ingeniería en sistemas, el Grupo
    Techint es activo en el sector telecomunicaciones, tanto en Italia como en la
    Argentina, donde la experiencia también incluye el manejo de servicios
    de telecomunicaciones. Compañías especializadas también
    aportan servicio de facturación e información geográfica.
    M

    Comienzos heroicos y continua expansión

    El nombre original era “Compagnia Tecnica Internazionale”.
    Pero pronto se reemplazó por Techint según el código
    abreviado que la identificaba en el telex. Desde la cuna, en 1945, fue
    concebida como una corporación internacional. El fundador, Agostino
    Rocca, tenía un curriculum impresionante (ingeniero innovador,
    gestor eficaz y emprendedor infatigable); y era protagonista de excepción
    en el desarrollo de la industria siderúrgica italiana en los años
    ’30 del siglo 20.
    En sus años como CEO de Dalmine (la fábrica italiana de
    tubos de acero) y luego como coordinador de todo el sector siderúrgico
    nacionalizado durante la Segunda Guerra Mundial, Agostino Rocca fue concibiendo
    la estrategia industrial que habría de inspirar la evolución
    de Techint a partir de la postguerra.
    El primer proyecto importante de Techint fue construir tuberías
    de gran diámetro en la Argentina y Brasil. Después vino
    el tendido del gasoducto austral en la Argentina (inaugurado en 1949),
    viaductos, y actividades de ingeniería y construcción que
    se extendieron durante los años ’50 hacia el campo de la
    infraestructura energética.
    Pero la visión de Rocca exigía otros movimientos: la empresa
    diversificó sus actividades de ingeniería y construcción,
    fundando y luego operando dos plantas para la fabricación de tubos
    de acero sin costura: Tamsa en Veracruz (México) y Siderca en Campana
    (Argentina). Ambas plantas comenzaron a producir en 1954. A finales de
    los ’60 Techint estableció una fábrica de aceros planos
    laminados en Ensenada (lo que fue Propulsora Siderúrgica).
    Para los años ’70 Techint logró instalarse como uno
    de los grandes fabricantes de tuberías en el mundo y proveedor
    de plantas llave en mano para producción desde acero hasta petroquímicos.
    Las empresas de construcción e ingeniería del grupo han
    completado con éxito más de 3.000 proyectos en alrededor
    de 50 países en otros tantos años de actividades comerciales
    y actualmente se ocupan de grandes proyectos industriales y de infraestructura
    en todo el mundo.
    El negocio central del grupo, el siderúrgico, también siguió
    creciendo. A mediados de los ’80 la empresa implementó una
    gran expansión de la planta de tubos sin costura Siderca, y adquirió
    Siat, fabricante de tubos de acero al carbono. En 1993, luego de aumentar
    significativamente su participación en Tamsa, fabricante mexicana
    de tubos de acero, Techint asumió el control de la compañía
    y efectuó una rápida reestructuración. A principios
    de 1996 la Organización tomó el control de Dalmine en Italia,
    donde había brillado el fundador. También instaló
    fábricas para fabricación de tuberías en Brasil,
    Venezuela, Japón, Canadá, y más recientemente Rumania.

    En 2002 todas las actividades de manufactura y servicios en el negocio
    de los tubos de acero se fusionaron en Tenaris, una empresa que cotiza
    en Bolsa y que hoy es fabricante de tubos sin costura de clase mundial.

    La producción de acero plano siguió creciendo en los ’80.
    En 1992 el Grupo adquirió una participación mayoritaria
    en la privatización de Somisa, la mayor planta integrada de acero
    plano en la Argentina, que pronto fue llevada a niveles de producción
    internacional mediante un importante programa de inversiones. Todas las
    instalaciones de acero plano en la Argentina están integradas en
    Siderar, que hoy tiene una capacidad de producción anual de más
    de 2,4 millones de toneladas de productos de acero plano.
    Techint también lidera también el consorcio que posee 60%
    del capital de Sidor, la planta siderúrgica más grande de
    Venezuela y una de las más grandes y más eficientes en América
    latina, que fabrica tanto productos planos como largos. La planta ha mejorado
    continuamente su desempeño y ahora es capaz de producir 4 millones
    de toneladas de productos por año.
    Durante los ’90, además de incursionar brevemente en la privatización
    de varias empresas, tanto en la Argentina como en Italia, el grupo invirtió
    en petróleo y gas en Argentina a través de su empresa Tecpetrol,
    de exploración y producción. Más adelante, adquirió
    operaciones en Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador y Perú. A través
    de Tecgas también logró participación operativa en
    una serie de negocios de transmisión de gas, como TGN en la Argentina
    y TGP en Perú. Esta última tiene la concesión de
    los dos viaductos trasandinos Camisea, uno para gas y otro para líquidos,
    cuya construcción fue uno de los proyectos más difíciles
    jamás acometidos por Techint.
    En Italia, Techint entró al sector de los servicios de salud a
    mediados de los ’90 mediante la construcción y administración
    de Humanitas, un hospital de avanzada cerca de Milán. La compañía
    especializada TecHosp luego adquirió el paquete mayoritario en
    otros importantes hospitales privados en Bergamo, Turín y Catania,
    donde replicaron el modelo gerencial basado en alta tecnología
    y centrado en el paciente adoptado en Humanitas.
    En total, el Grupo Techint comprende más de 100 empresas.

     

    La gravitación del grupo

    La tan mentada influencia

    Hacía muy poco que Néstor Kirchner estrenaba la banda presidencial.
    No había revalidado aún los vozos y la línea de poder heredados
    del interinato de Eduardo Duhalde. El 24 de noviembre de 2003, dos de los grupos
    económicos más influyentes del país, como Techint y Repsol,
    concurrían a la Casa Rosada a fotografiarse con el primer mandatario.

    Por Rubén Chorny

    Era el marco para la presentación del proyecto con el que prácticamente
    el gobierno estrenaría su gestión: el gasoducto nordeste.
    Kirchner dijo entonces: “Señores: nosotros convocamos al capital
    nacional, convocamos también a las inversiones que quieran venir a la
    Argentina a hacer crecer este país, con todas las posibilidades que les
    brinda, pero que todos entiendan que queremos hacer un país con sustentabilidad
    interna y con integración externa”.
    Minutos antes habían mantenido una reunión a solas con Paolo Rocca,
    heredero del imperio industrial imaginado desde Milán 61 años
    antes por el abuelo Agostino.
    El empresario coincidió: “Esperamos que este proyecto integrador
    contribuya a catalizar otras inversiones internas y externas, atraídas
    por un contexto favorable, por un gobierno que tiene un rumbo definido y políticas
    adecuadas, por un país que crece y ofrece ventajas competitivas sostenibles”.
    Desde la cabecera, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, asentía
    orondo: se estaba consumando la comunión entre el grupo que había
    sido uno de sus principales clientes en la consultora Ecolatina y el gobierno
    que él integraba en una inédita línea de continuidad respecto
    de la administración anterior.
    El párrafo atribuido por el periodista Carlos Liascovich a Luis Verdi,
    comunicador de Eduardo Duhalde, en el libro “Lavagna, la biografía”,
    editorial Planeta, 328 páginas, sugiere las ligazones: “Yo, el
    día anterior había hablado con vos (le dice Verdi a Duhalde según
    la entrevista) sin saber que estabas buscándolo a Lavagna, y esa misma
    sugerencia me llega a mí de Luis Betnaza y de Héctor Massuh, de
    la Unión Industrial… Y yo después te llamé por teléfono
    y te dije que no había contraindicaciones”. Betnaza, vicepresidente
    de la UIA y titular de la Fundación, es el encargado de las relaciones
    gubernamentales de Techint.
    La carpeta del gasoducto entregada por Lavagna marcó un antes y un después
    en las relaciones de Techint con el poder, signadas por la decisiva participación
    que había tenido uno de sus aliados, Ignacio de Mendiguren, en el réquiem
    a la convertibilidad. La etapa que asomaba desplazaría el eje hacia la
    exportación, la normalización de la banca y el superávit
    fiscal que garantizaría el repago de la deuda con los organismos internacionales
    y los reprogramados. Se inspiraba en un plan entregado a los candidatos presidenciales
    en el ’99, elaborado por dos operadores externos de la Organización,
    Carlos Tramutola y Javier Tizado.
    Tres años después de la gran devaluación y del clamor “que
    se vayan todos” disparado de la clase media hacia arriba, el proyecto
    del gasoducto presentado por Rocca en persona hacía su entrada en el
    radio de acción de un entonces enigmático ministro de Planificación,
    Julio de Vido.

    En el otro hemisferio
    Mientras Lavagna timoneaba como podía las amenazas presidenciales ante
    el establishment financiero internacional, del lado boreal del Ecuador,
    otro “amigo de la casa”, el entonces secretario de Relaciones Económicas
    Internacionales dependiente de la Cancillería, Martín Redrado,
    lidiaba con las autoridades de la administración de George Bush para
    formar una comisión mixta que estudiara levantar las restricciones a
    la importación de productos siderúrgicos. Techint había
    comprado la mexicana Hylsamex, con cinco centros de servicio en Estados Unidos,
    destino que absorbe 20% de sus ventas junto con Canadá. La gran apuesta
    era el ALCA. Y si Kirchner pateaba el tablero, como muchas veces amagara, las
    puertas podrían cerrársele al complejo siderúrgico. Así,
    se hizo transnacional: Tenaris estableció su sede en Luxemburgo, desde
    donde una nueva sociedad, Ternium, monitorearía las principales plantas
    productoras: Siderca y Siat (la Argentina), Siudor (en Venezuela), Confab (Brasil),
    Tamsa (México), Algoma (Canadá), Dalmine (Italia), Silcotub (Rumania)
    y la japonesa NKK a riesgo compartido desde 1999.
    Paolo Rocca alternaba Buenos Aires, Luxemburgo y Milán, que es donde
    reside la mayor parte de la familia accionista.
    Desde que la carpeta del único proyecto de Techint dentro del país
    se transfiriera a la órbita de Planificación Federal, a Lavagna
    no le quedó más sustento político dentro del gobierno que
    el afán de Kirchner por obtener un rotundo triunfo en las legislativas
    de octubre de 2005.
    Pero De Vido tuvo, al menos, dos intervenciones decisivas que compensaron al
    grupo:
    1) Durante la última Cumbre de las Américas, en Mar del Plata,
    apeló a su contacto directo con Hugo Chávez y armó para
    Rocca y Daniel Novegil de Ternium una reunión, en la que participó
    también el canciller Alí Rodríguez. El primer mandatario
    venezolano había amenazado con expropiar Sidor, la empresa de Techint.
    Había US$ 250 millones en disputa y se partió la diferencia.
    2) Al facilitar el ingreso directo del grupo en el contrato de Yacyretá
    a través de Impregillo.

    Relaciones exteriores
    Las relaciones diplomáticas con el establishment del Norte siempre
    estuvieron aceitadas. Desde que el abuelo Agostino viajara a Nueva York, en
    1945, para entrar con su know how siderúrgico y la ingeniería
    en los planes de reconstrucción de los países devastados por la
    guerra. El apellido Einaudi pesaba en la mesa del Plan Marshall.
    Después de ser presidente de Italia, Luigi fue embajador ante la OEA
    y trabajó en el llamado Diálogo Interamericano. Medió en
    representación de Estados Unidos en el conflicto entre Perú y
    Ecuador. Es hermano de Sergio, la cara institucional más fuerte del grupo
    en la Argentina. Otro Einaudi, Mario, había formado parte del equipo
    fundador de Agostino en 1946.
    Las puertas del despacho del canciller de Perón, Juan Bramuglia, se abrieron
    de par en par luego que Torcuato Di Tella padre, el hacedor de Siam, regresara
    de Turín adonde había ido a interesar a Agostino para fabricar
    tubos sin costura en la Argentina. También Fiat con Pirelli empujaron,
    localmente, el proyecto de trasplantar Dalmine a la localidad bonaerense de
    Campana. De este modo, Techint pasó de ser una sigla extraída
    de los télex a lanzar en 1947 el gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos
    Aires, de 1.800 km de longitud, inaugurado en 1949. Entre 1948 y 1950 construyó
    2.000 km de líneas de alta tensión, 150 subestaciones y 1.000
    km de red ferroviaria.
    Esa incursión fundacional de su familia en la primera época peronista
    fue la que refrescó Paolo en la Casa Rosada frente a Néstor Kirchner.

    Pero, en realidad, el golpe de Estado que derrocara a Perón en 1955 marcó
    un nuevo viraje en la política de negocios de Techint. Raúl Prebisch
    había convencido a la “Revolución Libertadora” para
    que la Argentina ingresara en el Fondo Monetario Internacional. Hacia Washington
    partió Adalbert Krieger Vasena, un recordado ministro de Economía
    “aperturista” del gobierno del general Juan Carlos Onganía.
    Siempre se lo ligó a los intereses de Rocca y de una famosa ley referida
    a los contratos públicos que sacó en 1967 se creó la simiente
    de las privatizaciones.
    Si algo habría para festejar de las conquistas obtenidas durante el paso
    de Menem (y sobre todo de Domingo Cavallo) por la Casa Rosada fue la “pichincha”
    de comprar Somisa y juntarla con Propulsora para liderar la siderurgia de planos
    y no planos con la síntesis llamada Siderar.
    En el medio habían alternado administraciones no tan amigas, por distintas
    razones, como la de José Ber Gelbard y José Alfredo Martínez
    de Hoz (aunque con él recibió los beneficios de YPF para Tecnopetrol),
    con otras muy cercanas, como cuando Juan Sourrouille y José Luis Machinea
    fueron convocados por Raúl Alfonsín para reencauzar la economía,
    luego de la experiencia fallida de Bernardo Grinspun. En ese período
    se incorporó el ajuste de las empresas públicas, usado luego como
    piedra angular de las privatizaciones. Lavagna comulgaba con ese equipo de economistas
    y fue funcionario del gobierno radical.
    Ya por entonces Techint redoblaba la apuesta por Somisa. El 15 de setiembre
    de 1985, “La Prensa” lo puso de relieve en un comentario sobre la
    disertación de un conspicuo miembro del grupo, Arnaldo Musich (un frigerista
    que presidía F.I.E.L. y el instituto CARI orientado a la política
    exterior): “Con el plan Baker el sector privado será el protagonista
    del desarrollo”.
    Musich operaba con Einaudi en las relaciones internacionales, de resultas de
    las cuales llegó Rockefeller al país y compartió un almuerzo
    con Roberto Rocca en el departamento del edificio Cavanagh. Había ido
    el extinto hijo Agostino, junto con Rudenstine y señora, presidenta de
    una de las tres fundaciones más importantes de los Estados Unidos: Andrew
    Mellon. Se hizo trascender que Rockefeller, entre salmón y ensaladas,
    ponderó durante la comida lo bien que le había caído Carlos
    Menem. M

     

    El pensamiento inspirador

    El Príncipe Mercante

    En el invierno de 1899, un grupo de empresarios italianos, radicados en Latinoamérica,
    exhibió sus logros en la Mostra degli italiani all’estero, que
    fue parte de la Exposición Nacional Italiana de Turín. Luigi Einaudi,
    destinado a ser Presidente de la República Italiana (1948-1955) tenía
    entonces 25 años y acopió cuanto documento presentaron los expositores.

    Por Daniel Alciro

    Le impresionó una “magnífica carpeta” del “grupo
    ítalo-argentino”: folios ilustrados con fotografías de laboratorios,
    fábricas, campos y viñas, obra de italianos que, a fuerza de trabajo
    y coraje, habían pasado de humildes jornaleros a hombres de considerable
    posición económica”.
    Pero nada le interesó más que un manuscrito del comerciante lombardo
    Enrico Dell’Aqua.
    Fue en honor de aquel hombre que, en febrero de 1899, escribió el libro
    Un Principe Mercante.
    Conviene evocar aquél libro, publicado en Turín en 1900, y del
    cual Techint hizo imprimir, en 1995, mil facsímiles en Venecia.
    El libro es importante porque:
    1)- Muestra cómo, a principios del siglo 20, ya estaban dados los factores
    que inspiraron la fundación de Techint en 1945: la magnitud del mercado
    italiano externo, y de la comunidad de negocios establecida en países
    con gran inmigración italiana; en particular la Argentina.
    2)- Einaudi tuvo gran influencia en el pensamiento de Agostino Rocca.
    Dell’Aqua había abierto una textil algodonera en su pueblo, y en
    1885 concibió un proyecto que parecía temerario: exportar productos
    de aquella fábrica recién nacida y carente, aún, de la
    protección arancelaria que la industria italiana gozaría a partir
    de 1887.
    Confiado en superar a Italia y Alemania en calidad, entendió que necesitaba,
    también, una ventaja cuantitativa. Para conseguirla, decidió seguir
    la corriente inmigratoria de su país; esto es, venir a la búsqueda
    de los italianos radicados en América, y de aquellos que seguirían
    llegando.
    Según el censo de 1895, la Argentina tenía 3.954.911 habitantes,
    de los cuales 496.059 eran oriundos de Italia.
    La comunidad italiana era mucho mayor: estaba formada por las familias que formaban
    los inmigrantes. Aun sin contar con esa extensión, las cifras del censo
    eran disputables. En los 38 años previos habían ingresado por
    aduana casi un millón de inmigrantes italianos; exactamente 934.095.
    Había que descontar los muertos (entre ellos, unos 9.000 que fueron víctimas
    de la fiebre amarilla) y los que podían haber abandonado el país,
    pero quienes seguían llegando superaban cualquier pérdida. En
    1895 entraron 41.203 italianos; y en 1896, 75.204.
    Aquí prosperaron, y en algunos casos se hicieron:

    • Marinos fluviales y portuarios. Un caso notable fue
    el del dálmata Nicola Mihanovich, de Dubrovnik, “la perla del Adriático”.
    Aunque su ciudad pertenecía al Imperio Austro-Húngaro, Mihanovich
    –fundador de la gran empresa naviera– hablaba en italiano y se sentía
    parte de la comunidad ítalo-argentina.
    • Agricultores. Algunos adquirieron grandes proyecciones,
    como Carlos Nolasco, propietario de La Empresa Agrícola Pastoril. En
    Mendoza y San Juan, los italianos ayudaron a desarrollar la industria vitivinícola.
    Einaudi tenía en alta estima a “Antonio Tomba, el más grande
    y famoso viticultor de América del Sur”.
    • Industriales y metalúrgicos. Entre ellos, algunos
    muy exitosos, como el fundidor Pietro Vasena, cuyos logros fueron eclipsados,
    en la historia política de la Argentina, por la Semana Trágica
    (1919; enfrentamientos de la policía con obreros de la fábrica,
    que reclamaban mejoras sociales; la lucha se esparció a otros establecimientos
    y dejó como saldo varios muertos).
    • Artesanos y fabricantes. El censo de 1895 registró
    que 275 de las 395 fábricas de Rosario (y 127 de las 164 que había
    en La Plata) eran italianas.
    • Obras públicas. Gian Battista Medici fue un
    ingeniero muy importante, que intervino en la construcción de la ciudad
    y el puerto de La Plata, aunque Einaudi exageraba al decir que había
    hecho el trazado de la capital bonaerense. Arquitectos italianos, como Fernando
    Tamburini y Vittorio Meano, fueron autores de obras monumentales: el Teatro
    Colón y el Palacio del Congreso, que este año cumple un siglo.
    Gian Buschiazzo fue el creador de la “españolísima”
    Avenida de Mayo.
    • Arquitectos y albañiles. Hasta el año
    1880, en Buenos Aires nunca se habían construido más de 705 casas
    al año. A partir de 1880, se duplicó tal cifra, y hacia fines
    de siglo el promedio anual era 1.724 casas. Los italianos sobresalieron en esta
    carrera por levantar palazzi, no sólo en Buenos Aires sino en Rosario,
    La Plata y otras ciudades.
    • Banqueros. El Banco de Italia e Rio de la Plata fue
    establecido en 1872. El Nuovo Banco Italiano en 1885. En la Bolsa de Buenos
    Aires, a fin de siglo, 1 de cada 4 socios era italiano.
    El 12 de enero de 1887, Dell’Acqua abrió en la calle San Martín
    una tienda con tejidos finos de Italia: E.D.F. (Enrico Dell’Aqua e
    Fratello
    ). Al año siguiente ya tenía una sucursal en San
    Pablo, donde también existía una colonia italiana importante.
    Era todavía un importador, que además de las telas traía
    otros productos de su país; por ejemplo, Fernet Branca, del cual tenía
    la licencia para el Brasil.
    La crisis argentina de 1889, que derivaría en el default del año
    siguiente, y enseguida la crisis brasileña de 1890, sumió a Dell’Aqua
    en graves problemas financieros. Sus negocios estaban al borde de la quiebra.

    Lejos de amedrentarse, viajó a Italia para conseguir socios y constituir
    la Società per la esportazione di prodotti italiani nell’America
    del Sud
    , con sede en Milán, y sucursales en Buenos Aires y San Pablo.
    La nueva sociedad asumió el pasivo de E.D.F. y ofreció acciones
    de la nueva sociedad italiana a los acreedores argentinos y brasileños;
    esto, en cancelación de sus créditos. Dell’Acqua se sometió
    al control de un Consejo de Vigilancia. Era una suerte de convocatoria privada;
    un salvataggio.
    Para que el mecanismo funcionara, era necesario que se pudiera remesar oro desde
    la Argentina y Brasil a la central milanesa: una misión que se hizo muy
    difícil por las restricciones que ambos países impusieron tras
    la crisis de 1889-1890. Dell’Aqua ideó entonces una “serie
    especial” de acciones llamada Carta dell’ Argentina y Carta
    del Brasile
    : títulos privados que –para socios y acreedores
    italianos– tenían valor oro, respaldados en el giro comercial de
    las filiales sudamericanas. Luego, frente a la volatilidad del precio del oro,
    Dell’Acqua también creó un “fondo de seguro de cambios”
    y una “reserva cambiaria”.
    El propósito de este “príncipe mercante” no era hacer
    negocios financieros sino pasar la tormenta. Para él, lo importante era
    retener estos mercados en cuyo potencial confiaba; y, en cuanto fuera posible,
    comenzar la faz industrial.
    Después de la crisis, tanto la Argentina como Brasil decidieron proteger
    a las industrias instaladas en sus territorios. Se inició entonces la
    etapa que Dell’Acqua había aguardado con paciencia.
    En 1892 inauguró en San Pablo “la primera fábrica moderna
    de tejidos en América del Sur”. Dos años después,
    abrió una planta de 13.000 m2 en Buenos Aires.
    La sociedad comenzó a repartir dividendos (10 a 15%) todos los años
    y a engrosar sus reservas. Fue, según Einaudi, la storia triunfale de
    Dell’Acqua. No una historia trascendente. Su empresa no lo sobrevivió.
    Sin embargo, como solía recordar Roberto Rocca –hijo y sucesor
    de Agostino, que lideró Techint hasta su muerte, en 2003– la experiencia
    de aquél lombardo había servido, a Einaudi, de ocasión
    para sentar una doctrina.
    La historia del principe mercante muestra que el éxito empresario
    requiere:
    • Un programma.
    • Un mercado seguro.
    Capitali.
    Uomini; hoy diríamos: recursos humanos. Y no indiscriminados.
    Einaudi le da, en su libro, gran importancia al lavoro scelta; esto
    es, la mano de obra calificada.
    • Imaginación, entereza y perseverancia.
    No porque sí, cuando Einaudi aún vivía, Techint realizó
    la edición fascimilar de aquel libro escrito en 1899. M

    Fascismo

    Alrededor de Techint circulan los mitos más diversos.
    Uno, inspirado en el deseo de ensombrecer su origen, sostiene que la fundó
    un hombre de Benito Mussolini, que –al finalizar la Segunda Guerra
    Mundial– debió huir de Italia y buscó protección
    en la Argentina de Juan Domingo Perón, convertida en refugio de
    nazis y fascistas. Es una maliciosa distorsión de la realidad.
    Nacido en Milán en 1895, Agostino Rocca estudió en el Colegio
    Militar de Roma y, en 1913, accedió a la Academia Militar de Turín.
    Voluntario durante la I Guerra Mundial, en los años 20 adhirió,
    en efecto, al fascismo. El temor a la expansión de la Revolución
    Rusa, había dado origen a ese movimiento.
    Sin embargo, Agostino no tuvo militancia política. Ingeniero industrial
    desde 1921 (graduado en el Politécnico de Milán), pertenecía
    a la siderúrgica Dalmine y, en 1933, se incorporó al famoso
    IRI: Instituto para la Reconstrucción Industrial. Allí le
    tocó racionalizar la siderurgia bélica.
    El líder fascista, Benito Mussolini, metió a Italia en la
    Segunda Guerra Mundial y la gobernó hasta 1943. Ese año,
    el país quedó doblemente ocupado: por Estados Unidos en
    el sur, y por Alemania en el norte.
    Agostino debió convivir con el ocupante alemán pero nunca
    lo aceptó. Rehusó afiliarse al Partido Fascista Republicano
    (nazi) y rechazó el Ministerio de la Industria de la República
    de Saló, llamada así por la ciudad de Brescia donde tenía
    sede el gobierno títere de Mussolini.
    Poco después, cayeron sobre Agostino diversos pedidos de arresto.
    Uno, interpuesto por el delegado regional del Partido Fascista Republicano
    de Asti, a raiz de “declaraciones contrarias al régimen expresadas
    durante una reunión en Ansaldo”. Otro, planteado por la SS
    de Génova, fundado en su “colaboración con una organización
    pro-inglesa”. Por fin, uno del Tribunal Extraordinario de Génova,
    motivado en su “traición a la causa” y su participación
    en la “propaganda antifascista”.
    La acción del Tribunal terminó en arresto efectivo. Cuando
    salió en libertad, Agostino fue removido de Dalmine, donde era
    Vicepresidente y Administrador Delegado. Se vio obligado, también,
    a abandonar el cargo de Director General de Ansaldo: la fábrica
    de barcos y motores, que había sido integrada al IRI.
    Eso no impidió que, tras la victoria aliada, el Prefecto de Milán
    demandara (infructuosamente) que se lo arrestara por haber adherido, original
    y formalmente, al fascismo.
    Fue entonces cuando Agostino decidió fundar la Compagnia Tecnica
    Internazionale
    (Techint). y partió hacia Latinoamérica,
    con la intención de iniciar un emprendimiento regional, con base
    en Buenos Aires.

     

    (Agostino Rocca, 1966)

    Lecciones de competitividad

    “El plan siderúrgico de Italia, que convirtió a ese país
    en uno de los principales productores mundiales de acero, fue en gran medida
    inspirado por el ingeniero Agustín Rocca. Así lo reconoció
    el gobierno italiano al otorgarle el título de Cavaliere del Lavoro,
    con el que se premia a quienes prestan servicios de excepcional mérito
    en el campo económico-industrial. Radicado desde 1946 en la Argentina,
    cuya ciudadanía adoptó en 1948, el ingeniero Rocca preside la
    empresa consultora Techint S.A. y el más importante y moderno centro
    siderúrgico argentino en el sector privado: el complejo Dalmine Siderca,
    con una producción de 220.000 toneladas de acero, además de tubos
    y otros productos terminados e intermedios. La inagotable energía del
    ingeniero Rocca se vuelca ahora sobre el importante proyecto de Propulsora S.A.
    (empresa que también preside) para la instalación de una planta
    siderúrgica totalmente integrada”.

    De esta manera, el semanario Confirmado –que dirigía Jacobo Timerman–
    presentó el 8 de septiembre de 1966 una entrevista exclusiva al viejo
    Agostino Rocca.
    Gran parte de la entrevista giró sobre aspectos coyunturales, que ya
    no tienen vigencia. Por ejemplo, “el proyecto de Propulsora” se
    hizo realidad y, más tarde, la empresa fue unida a Somisa –la ex
    siderúrgica estatal, adjudicada en 1992 a Techint– para formar
    Siderar: un gigante con siete plantas y una capacidad de producción de
    2.700.000 toneladas de acero crudo.
    Sin embargo, hay conceptos de aquella entrevista que siguen teniendo valor.

    Por un lado, hay una nítida visión “industrialista”
    y planificadora:
    • “La Argentina está quedando seriamente rezagada como productora
    y consumidora de acero y bienes terminados; urge llevar adelante los distintos
    proyectos aprobados, para abastecer las necesidades de un país en expansión”.
    • “Debe coordinarse los proyectos existentes para evitar la sobreproducción
    en determinados renglones y los déficit en otros”.
    Por otro lado, la entrevista muestra una noción de avanzada sobre la
    competitividad.
    En 1966, todavía había quienes sostenían que la Argentina
    no disponía de “suficiente hierro” ni “suficiente carbón”
    para fabricar acero a precios internacionales. Los postulantes de tal criterio,
    orientado a las materias primas, afirmaban que la industria siderúrgica
    debía estar cerca del mineral; y que necesitaba ser protegida de la industria
    extranjera.
    Rocca enseñaba que las siderúrgicas debían estar “cerca
    de los centros de consumo” y que –como lo habían probado
    Italia y Japón– se puede fabricar acero a precios internacionales,
    aun careciendo de materias primas. A su juicio, “la siderurgia argentina
    podrá competir en el mercado externo a condición de que se instalen
    plantas modernas y eficientes y que se eliminen o reduzcan las cargas que pesan
    sobre la industria privada”.
    En el curso del reportaje dejó en claro que, aparte de la organización
    y la tecnología de las empresas, un factor era clave a fin de asegurar
    la competitividad: el tipo de cambio efectivo.
    En un momento de la entrevista desarrolló así su idea, utilizando
    un ejemplo de la época:
    “Las industrias argentinas, siderúrgicas y de otro tipo, que disponen
    de equipos modernos y eficientes, podrían producir a costos internacionales
    y exportar sin necesitar subsidios. Hoy la situación no es esa, y nuestros
    costos son elevados, sensiblemente más elevados que los internacionales.
    Pero esto se debe a razones de carácter general, en primer término
    a la inestabilidad monetaria y económica, no a la ineficiencia de las
    empresas. Citaré un ejemplo: en 1957, Dalmine Siderca exportó
    tubos a varios países, entre ellos Turquía, sin subsidios, obteniendo
    precios altamente remunerativos; hoy, a pesar del draw back y de la
    devolución de impuestos, se exporta a precios que cubren apenas los costos
    directos y una mínima cuota de gastos generales. ¿Por qué?
    Por una razón muy sencilla: en 1957, el cambio promedio fue de 40 pesos
    por dólar, y el índice del costo de vida, que corresponde con
    buena aproximación al de los costos de producción, era de 28 (base,
    1960=100); hoy, el dólar está en 215, es decir, 5,35 veces más
    alto, y el costo de vida es 366, es decir, 13 veces más elevado. Consecuencia,
    los costos han subido 13 veces y los ingresos sólo 5,35, lo que evidentemente
    hace difíciles, sino imposibles, las exportaciones. Para restablecer
    la situación, no solamente el cambio debería fijarse a un valor
    más elevado, sino también eliminarse o reducirse gravámenes
    a la importación para fomentar, a través de la competencia, una
    mayor eficiencia de las empresas. Con todo esto, insisto en recordar que las
    causas de los mayores costos están fuera del control de los empresarios,
    ya que radican básicamente en la inestabilidad económica general”.

    Cuarenta años después, el modelo de Rocca conserva validez.
    En el mundo de la globalización –no vislumbrada en 1966–
    una industria nacional carente de subsidios, sometida a la competencia extranjera,
    necesita de la eficiencia propia; pero también de un alto tipo de cambio
    efectivo.
    El oxígeno de la exportación no lo provee el proteccionismo. Lo
    suministran la estabilidad y una adecuada política cambiaria. M