Por Daniel Alciro
Cuando Néstor Kirchner despidió a Roberto Lavagna, algunos analistas políticos lo juzgaron un error. No sólo porque el Presidente se privaba de un ministro solvente, prestigiado y exitoso. También porque -al elegir a una mujer capacitada pero falta de historia y vuelo propio– Kirchner asumía la responsabilidad directa de la economía.
"Se queda sin fusible", argumentaron los críticos. "A partir de ahora, cualquier deterioro económico afectará a la imagen presidencial. Con Lavagna en el ministerio, era distinto: si se producía una crisis, Kirchner podía decir que se había agotado el ciclo del ministro, y producir un recambio. Si hay crisis a partir de ahora, no podrá resolverla pidiéndole la renuncia a Miceli, porque nadie cree que las decisiones las tome ella".
Kirchner no razona de esa manera.
Sabe que la Argentina es harto presidencialista. Cuando la cosecha es buena, el Presidente puede acaparar las mieses; pero, al llegar la sequía, debe
Diccionario Felisa B Banca privada internacional. "Se decía que era muy bueno tener un sistema financiero extranjerizado porque la banca internacional daría respaldo en caso de crisis. Nosotros sabíamos que no era así, y no fue así. La banca extranjera tiene un lugar, pero no puede ocupar todo el sistema". Banca privada local. "Es indispensable que se desarrolle, porque la banca pública no puede atender a todo el mundo". Banca pública. "Hay que usarla como un instrumento para el desarrollo económico y no como instrumento político". C Convertibilidad. "La crisis financiera de finales de 2001 fue la expresión monetaria de lo que pasaba, desde cinco años antes, en la economía real. Si uno tiene una economía con tipo de cambio fijo, y una moneda que por lo mismo se revalúa constantemente, u además tiene apertura indiscriminada y unilateral –tanto financiera como comercial– no puede terminar sino como terminó la Argentina en 2001. En otros países, como Indonesia, Rusia o Turquía, el efecto fue el mismo: una sobrevaluación de la moneda local provocó burbujas en los sectores financieros e inmobiliarios, y mucha recesión y depresión en los sectores productivos industriales". D Distribución del ingreso: "La principal meta en esta etapa es mejorar la distribución del ingreso. Tomaremos medidas que reduzcan la pobreza y permitan una mayor inclusión". E Estado. 1. "Reivindico el rol del Estado en la economía".| 2. "Necesitamos un Estado fuerte -no enorme, sí fuerte— articulado con un sector privado muy activo". 3. "Como recuerda el ex Director Gerente del Fondo Monetario Internacional Horst Köhler, actual Presidente de su país, ése fue el modelo que permitió la recuperación de Alemania en la postguerra. De la articulación de ambos sectores, el público y el privado, que se potenciaban mutuamente, surgió una de las primeras economías del mundo". F Financiero, Sistema. 1. "No se ha escuchado hablar de mí en el sistema financiero durante los ´90. Yo fui directora del Banco Provincia entre 1983 y 1987 y me retiré del sistema financiero porque veía que se venía un país sin destino, con un desempleo estructural enorme, con pobreza". | 2. "Cada uno de los bancos que hoy operan en plaza tendrá que ver a qué segmento del mercado se va a dirigir, ya que el sector público no demanda más crédito y creo que no lo va a ser por muchos años" FMI (Fondo Monetario Internacional). "El Fondo, no bien subieron un poco los precios, volvió con la recomendación de ajustar el gasto y subir las tasas. Eso lleva a la recesión. Las teorías del Fondo son de un simplismo que espanta. Si se las sigue, se termina en depresión, cierre de empresas y desempleo". I Industria. 1. "Este país destruyó su industria en los ´90". | 2. "Un país capitalista no puede existir sin industria. El proyecto de los ´90 fue el de un país primario y terciario, mientras el sector secundario de la economía se destruyó". Industrialismo. "Yo soy industrialista. Industrialista, keynesiana y desarrollista. Una mezcla de todo eso". Inflación. "Necesariamente debemos pasar por una inflación un poquito más alta que la deseada; pero es eso o la paz de los cementerios". IVA (Impuesto al Valor Agregado). "Con una alícuota de 21%, este impuesto –que afecta a los sectores de menos ingresos– es más distorsivo que las retenciones o el impuesto al cheque". L Lavagna, Roberto. "Conozco al doctor Lavagna desde que yo era estudiante universitaria. Tengo 50 años y eso fue hace más de 30. Después, en los ´80, él era secretario de Industria del Presidente Alfonsín y yo estaba con Aldo Ferrer en el directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires, que cooperaba con Lavagna en una programa de créditos para la industria. En 1990 trabajé en la consultora de él, Ecolatina. Nuestro trabajo conjunto tiene que ver con nuestra coincidencia sobre el país que queremos". M Mercado. "Como dice Köhler (v. Estado) durante muchos años la Argentina pasó de tener mucho Estado a tener mucho mercado. Necesitamos del mercado, pero hace falta que se lo articule con el Estado a través de marcos regulatorios". N Noventa, Década del. "Fui muy crítica de los ´90. Creo que la convertibilidad y todo el programa de reformas estructurales fueron los que llevaron a nuestro país a vivir en esta situación de pobreza y de indigencia". Neoliberales, Economistas. "Hay muchos miembros de nuestra profesión que, en vez de velar por el bien común, tutelan determinados intereses. Durante los ´90, sólo se los oyó opinar a ellos. Los demás no tuvimos casi la palabra". P PYMEs. "La banca pública debe destinar los depósitos de la gente a financiar a las pequeñas y medianas empresas" R Rentabilidad. "La economía es como una frazada: si tiramos de un lado, uno se tapa y otro se destapa. Yo no tengo nada en contra de la rentabilidad; al contrario. Pero en la Argentina hubo sectores que se enriquecieron exageradamente, provocando el emprobrecimiento general". S Salarios. "Si no hay ajustes de salarios, no hay distribución del ingreso. En la estructura de costos de las empresas, los sueldos tienen hoy una incidencia muy inferior a la de los ´90. Lo mismo ocurre con el costo financiero. Si hay aumento de oferta, el ajuste salarial no debería acelerar la inflación". Superávit. "Debemos garantizar el superávit primario para que el Estado no vuelva a endeudarse y no tenga que girar otra vez fondos al exterior, en detrimento de la actividad interna". T Tecnocracia. "Aunque soy licenciada en Economía, creo que la tecnocracia es un peligro. Mi designación es política, en el sentido de que formo parte de un proyecto nacional. Los tecnócratas no se dedican al interés comunitario sino a resolver los problemas de ciertos sectores". |
cargar con toda la responsabilidad. De nada vale, frente a la seca, echarle la culpa a un ministro.
A Kirchner le molestaba Lavagna porque -heredado de Eduardo Duhalde -ya antes del actual gobierno era considerado el héroe de la recuperación. Tenía, por lo tanto, algunos atributos casi-presidenciales.
Si el Presidente puso a Miceli, apta pero sin margen de maniobra, fue para transmitir este mensaje: "Yo ejerzo la Presidencia a full; y soy, además, mi propio ministro de Economía; el que reactiva la economía y crea empleo".
En caso de complicaciones, ya verá cómo se las arregla. Lo que no hará es esperar al cortocircuito para provocar cambios.
Al revés de lo que piensan sus críticos, él no cree en la utilidad de echar a un ministro en medio de una crisis. Le parece que eso es propio de un Presidente acorralado, que sólo acierta a dar manotazos.
Prefiere echar a los ministros cuando las cosas andan bien; o apenas empiezan a complicarse. De esa manera, sugiere que nadie es prescindible salvo él, lo cual satisface -Kirchner lo sabe muy bien– la avidez por liderazgos fuertes.
Después de 75 años, en la Argentina se sigue evocando una anécdota poco memorable. El 6 de septiembre de 1930, después de haber derrocado a un Hipólito Yrigoyen muy debilitado, el general José Félix Uriburu se hizo cargo del despacho presidencial y, cuando sus colaboradores se enfrascaron en una discusión menor, la cortó con un puñetazo en la mesa y un grito: "¡Aquí mando yo, carajo!".
El país sigue demandando -después de gobernantes parsimoniosos o períodos críticos– puñetazos de autoridad. Después de Yrigoyen vino Uriburu. Después de Arturo Illia, el general Juan Carlos Onganía. Después de Isabel Martínez de Perón, el general Jorge Rafael Videla. Después de De la Rúa y el "que se vayan todos", Kirchner.
No hay similitud ideológica o psicológica entre Kirchner y personajes tan disímiles como Uriburu, Onganía o Videla.
Lo comparable son las situaciones: tras un tiempo de debilidad o incertidumbre, sobreviene una demanda de gobierno "fuerte", sea civil o militar.
Kirchner interpreta la necesidad y goza la oportunidad.
No se prepara para fracasar.
No lo convence la teoría del fusible, y tiene razón.
Fue esa teoría la que llevó a los constituyentes a crear, en 1994, la figura de Jefe de Gabinete. La idea era precisamente ésa: que ante una falla en la "instalación", saltara ese funcionario, preservando al Presidente.
Nadie puede imaginar que Fernando de la Rúa habría salvado su gobierno echando a Chrystian Colombo. O cambiando de Ministro de Economía, como le pedían sus correligionarios.
Como en las malas no hay fusible que valga, Kirchner prefiere -en las buenas– aprovechar la energía al máximo.
Presuntas garantías
Miceli no debería confiar en ninguna de las tesis que han circulado en los últimos días:
· "Como la ministra no compite con Kirchner, se irá cuando se vaya el Presidente".
La experiencia Lavagna hace pensar a muchos que el Presidente sólo se desprende de los ministros que pretenden disputarle poder. No es así. Puede apartar a un ministro porque tiene ideas propias (caso Rafael Bielsa) o porque quiere tener un manejo más directo del área (caso de su propia hermana, Alicia Kirchner). Temperamental, duro y dominante, hay mil razones por las cuales el Presidente puede disponer un cambio en el gabinete.
Mucho más ahora: el 35% que sus partidarios obtuvieron en las elecciones de octubre está muy lejos del "plebiscito" al que aspiraba el Presidente; pero con la posición atomizada, esa primera minoría es suficiente para asegurarle un poder casi omnímodo.
· "Después de haber echado a Lavagna, el Presidente no puede darse el lujo de seguir jugando con la economía".
La economía funciona en virtud de hechos externos y de medidas implementadas por Lavagna que lo sucederán a él y podrían suceder, también, a Miceli:
1. Los altos precios internacionales del petróleo y la soja. De los dos, al menos uno es difícil que baje: el precio del petróleo, sujeto a la crisis de Irak y la amenaza iraní.
2. La relación US$ 1 = $1. Si se hubiera mantenido, ni el precio de las commodities habría salvado a la economía argentina.
3. La reestructuración de la deuda, que aligeró los compromisos de corto plazo.
4. El superávit fiscal, fruto de retenciones que atentan contra la competitividad pero -en lo inmediato- hacen bien a las finanzas públicas.
Esto puede seguir operando con lo que, altri tempi, se llamó "piloto automático". Por supuesto, habrá problemas:
1. La reactivación ha agotado la capacidad industrial ociosa.
2. Es difícil reponer esa capacidad, dado el bajo nivel de inversión. La incertidumbre disuadió a muchos inversores privados. La necesidad de contar con superávit fiscal limitó la inversión pública.
3. Como consecuencia, la oferta se va restringiendo.
4. A la vez, la misma reactivación ha creado puestos de trabajo y suscitado demandas laborales. Cuando uno de cada cuatro argentinos estaba en la calle, el desocupado aceptaba un salario muy bajo con tal de conseguir empleo; y los tres que tenían trabajo toleraban rebajas salariales para evitar el despido. Ahora, la situación ha cambiado.
5. El resultado es un aumento de la demanda que, combinado con la restricción de la oferta, producirá inflación.
6. Así hubiera una política de aliento a las inversiones (que no la hay), el efecto beneficioso no sería inmediato. La inversión empieza por aumentar la demanda (insumos, mano de obra) y sólo después de un tiempo incide sobre la oferta. Una fábrica en construcción, cuya puesta en funcionamiento está prevista para 2008, en los próximos tres años demandará cemento, energía, trabajadores, y contribuirá a la suba (no a la baja) de los precios.
Dada la tradición inflacionaria de la Argentina, cuando el índice de precios al consumidor empieza a trepar, suenan todas las luces del tablero. Sin duda, la inflación es un problema, y exige urgentes políticas fiscales y monetarias para combatirla. El problema es que -dada la triste memoria que dejó en todos-cualquier desajuste inflacionario se convertirá en un serio problema de psicología social. La clase media entrará en pánico y no logrará diferenciar una inflación muy alta (digamos, 20%) de la hiper. Los medios de comunicación se volverán obsesivos con el tema. Los economistas neoliberales se sentirán reivindicados. Los gremios tratarán de compensar el deterioro del salario real.
Si ese escenario se traduce en pérdida de popularidad y fuerza electoral del Presidente, éste no vacilará en realizar cualquier cambio -cosmético o quirúrgico, alopático u homeopático– a fin de evitar el deterioro político.
· "Kirchner quiere fijar las grandes líneas; pero le va a dejar libertad a la ministra".
No es así. El Presidente le impuso a Miceli, como Secretario de Finanzas, a un hombre que participó de la década del ´90, cuando ella (ver Diccionario) se retiró del Banco Provincia y se refugió en la consultoría, disgustada con el neoliberalismo de la época.
Alfredo J. Mac Laughlin fue, durante el Proceso, Secretario de Economía de la Ciudad de Buenos Aires. En la era Menem asesoró a Domingo Cavallo y a Daniel Marx, fue consultor del Banco Mundial en las privatizaciones. Luego, se desempeñó como director de varias empresas privatizadas y en la banca extranjera.
El Secretario de Finanzas no sólo está identificado con aquello que Miceli critica del pasado: tiene poder propio, porque su jefe es el propio Kirchner. Este le tiene gran confianza, dado que Mac Laughlin asesoró a Santa Cruz sobre el manejo de los fondos por regalías mal liquidadas, que la provincia aún mantiene en Suiza.
Pero la imposición de Mac Laughlin no fue el único condicionamiento. Miceli debió aceptar también a Lisandro Salas como Secretario de Coordinación Técnica: un cargo desde el cual se controla, entre otras cosas, el cumplimiento de la Ley de Defensa de la Competencia. Salas es hombre de Julio de Vido y, de hecho, reportará al Ministro de Infraestructura.
Por otra parte, apenas asumida Miceli, Kirchner mandó a de Vido (no a ella) a exponer sobre la situación económica argentina ante el Council of Americas, en Nueva York.
· "Kirchner le dará más poder a De Vido, pero protegerá a Miceli".
La Ministra no necesita "protección" sino autoridad. Si se extiende la idea de que Miceli no es la decision maker (porque unas materias se las reserva el Presidente y otras las manejan, libremente, algunos subordinados de ella) el Ministerio de Economía quedará en posición desairada.
Ocasionalmente, Kirchner podrá aparecer junto con Miceli y pronunciar palabras de confianza y elogio; pero la autoridad se gana demostrando diariamente poder de decisión; no mediante shows de respaldo.
· "Ella no le va a discutir a Kirchner porque sabe que eso es cavarse la propia fosa".
Los prejuicios pueden provocar errores de pronóstico. El comportamiento de Miceli no es fácilmente predecible:
1. Ella es, para la mayoría de la gente, una desconocida.
2. Es mujer, en un país que a diferencia de otros (ver Mujeres que Manejaron la Economía) ha hecho de esto un "asunto de hombres" (ver La Misógina Historia de la Economía Argentina).
3. Es, además, soft spoken. En esto se parece a Lavagna: la antítesis de Cavallo. Pero la voz baja, el tono pausado, la poca propensión a irritarse, pueden hacer que – para un observador que combine desconocimiento del personaje con prejuicio machista– Miceli aparezca muy débil.
4. Se supone que llegó al puesto como "soldado de Kirchner" y que está allí para practicar la obediencia debida; no para dirigir rebeliones.
La Ministra es kirchnerista, suave y no conflictiva; pero eso no significa que vaya a aceptar un papel decorativo. Si no logra frenar este proceso a tiempo, eso es lo que tendrá; y lo que no podrá resistir mucho tiempo.
Lo mejor y lo peor
Para Miceli (pero también para Kirchner) lo mejor sería que el Presidente diera libertad a la Ministra. El ideario de ella y él coinciden. Es más: ella lo profesa desde mucho antes.
Dado que su competencia técnica no es puesta en duda, la coincidencia política debería ser suficiente para darle a Miceli el mayor poder posible.
Si el Presidente quiere ser su propio Ministro de Economía (como sugirió en su campaña electoral, en 2003, y a veces sigue trasuntando) puede cometer graves errores.
En caso de que De Vido aparezca como "el verdadero Ministro", no habrá Ministerio de Economía. Para eso, habría sido preferible que el titular de Infraestructura cambiara de cartera.
Es posible que, después de haberlo pensado, Kirchner haya desistido en razón de los cuestionamientos que -con razón o sin ella– De Vido ha recibido del radicalismo santacruceño (por su pasado como Ministro de Economía local), la diputada Elisa Carrió y (lo más importante) el Banco Mundial.
En todo caso, la economía necesita decisiones muy claras.
Si se eligió a Miceli, ahora hace falta que ella tenga todo el apoyo presidencial.
Si lo tiene, puede hacer un buen trabajo.
Si no, algo que hoy parece imposible -la caída de la Ministra, o su renuncia– podría darse en cualquier momento.
Sería lo peor.