Derivativos en el mercado de arte

    Lo
    que faltaba

    Derivativos en el mercado de arte
    Los fondos de cobertura empiezan a ingresar en el arte. Una operatoria
    tan volátil como los derivados seria letal para un negocio basado
    más en especulaciones y –a veces– mentiras que en valores
    verificables.
    En 2003, el magnate Daniel Loeb (grupo de fondos Third Point, Londres)
    compró un cuadro del alemán Martin Kippenberger, pintado
    en 1984. Dos años más tarde, se lo vendió a otro
    millonario, Charles Saatchi, empresario de publicidad. Hizo una diferencia
    de 500% y ganó un millón de dólares. Pero, a diferencia
    de este coleccionista, Loeb trató “UNO-Gebaudehaus per la
    pace” como un activo financiero, no como un objeto artístico.

    Ya no es el único financista que especula con inefables. Según
    explica Robert Frank (“Wall Street Journal” en la web), los
    gestores de fondos “están reinventando el comercio de arte”.
    Pero, a diferencia de otros segmentos, tratan el asunto como especulación
    personal.
    En general, quienes manejan esas carteras son ricos prematuros, ostentosos,
    forzosamente pasatistas –su mundo es un casino donde pueden perder
    todo en horas– y “snobs”.
    Este grupo de jóvenes potentados ha colocado cientos de millones
    en cuadros, esculturas y mamarrachos “pop”. Uno de ellos,
    en 2004, llegó al extremo de ordenar una réplica del célebre
    mingitorio dadá de los 20 (mucho después imitada por Andy
    Warhol, un verdadero “poseur”)… toda de oro. Tiempo más
    tarde, se la vendió a alguien más loco por diez veces el
    costo.

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    Caros
    y codiciados

    Los
    famosos carteles de Times Square

    Los carteles publicitarios de Times Square son una atracción turística
    en sí mismos. Con dominio absoluto sobre los alrededores de Broadway
    y 42nd Street, son los más codiciados y caros del país.
    El último número de Advertising Age, la revista líder
    en publicidad de Estados Unidos, publica una tabla con lo que cuestan
    y hace comparaciones significativas. Mientras en el Super Bowl un comercial
    de 30 segundos cuesta US$ 2,6 millones y llega a 80 millones de personas,
    la torre uno en Times Square atrae a 211 millones de pares de ojos cuando
    cae la bola en la víspera de navidad, según Brian Turner,
    presidente de Sherwood Outdoor, un grupo que compra y vende espacio publicitario
    en la emblemática plaza. Los cálculos generales sobre tarifas
    mensuales para los 11 espacios en los dos puntos centrales oscilan entre
    US$ 200.000 y $ 350.000 cada uno.
    Los vendedores de medios aclaran que los precios varían según
    tamaño y ubicación. Pero esos precios cubren solamente el
    espacio físico en alquiler y no el precio del cartel propiamente
    dicho o de la tecnología que lo soporta, algo que puede llevar
    el costo total a millones si incluye protección contra los elementos
    y pantalla de alta definición. Por ejemplo, el cartel de J.P. Morgan
    Chase, de 41m de largo por 7,92m en la base del edificio de Reuters en
    42nd Street y 7th Avenue, significó una inversión de US$
    10,3 millones. Tiene una resolución 10 veces mayor que un televisor
    común.
    El negocio publicitario anual de Time Square se estima en US$ 69 millones,
    en un mercado dominado por jugadores de vía pública como
    Viacom, Clear Channel, Sherwood, Van Wagner y Vista Media.

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