Si hasta ahora no escuchó hablar de economías de aglomeración,
distritos industriales, clusters o manchones ponga atención. Es probable
que en breve estos conceptos rompan la cáscara de los ámbitos
académicos, se instalen en los medios de comunicación y hasta
ocupen un lugar en la agenda del nuevo gobierno. La revalorización de
la pequeña y mediana empresa en la economía que viene, y las exitosas
experiencias de otros países en la materia podrían estar impulsando
esta tendencia.
En cualquier caso, los conceptos remiten a la idea de la concentración
de Pymes; sus diferencias, en tanto, pasan por el mayor o menor grado de articulación
entre estas empresas. Así, mientras un cluster se caracteriza por la
complementación vertical con homogeneidad tecnológica y estrategias
compartidas entre las empresas que lo integran, el distrito industrial presenta
un perfil de relación más horizontal. El manchón, por su
parte, demuestra concentración sectorial y regional pero escasa o incipiente
articulación. En la Argentina está fuera de discusión la
existencia de bolsones de Pymes de sectores iguales o afines, pero desde hace
un buen tiempo se discute acerca de la vinculación e interacción
entre esos agentes.
“Tal como lo muestra el ejemplo de Silicon Valley, reunirse es una muy
buena idea, pero es condición necesaria y no suficiente para que las
Pymes desarrollen innovación y mejoren su competitividad”, señala
Gabriel Yoguel, investigador de la Universidad Nacional General Sarmiento (UNGS).
No son pocos los que opinan que en la Argentina sólo hay amontonamiento
de empresas, a diferencia de lo que pasa en Italia, por ejemplo, donde se produce
una verdadera economía de aglomeración. Sin embargo, Vicente Donato,
director del Observatorio Pymis (pymes industriales) de la Unión Industrial
Argentina (UIA) y vicedirector de la sede Buenos Aires de la Universidad de
Bologna, observa que “las empresas tienen la misma fisiología en
todo el mundo. La cooperación existe de hecho y no hay organismos encargados
de institucionalizar la aglomeración como reclaman algunos colegas”.
Precisamente, un trabajo conjunto de la UIA y la sede porteña de la universidad
italiana revela el mapa de las principales concentraciones de Pymis del país
(ver recuadro). El plano permite deducir que las empresas se atraen entre sí
y que en buena parte los nacimientos se producen en zonas donde prevalecen emprendimientos
de un mismo sector. De ese modo, la concentración operaría como
un mecanismo de defensa: “Una empresa que produce confecciones en Pergamino,
donde se contabilizan 258 firmas textiles, tiene mayor potencial de supervivencia
que una de Santa Rosa, La Pampa, donde hay muy pocas y aisladas. Esto sucede
porque la primera va a acceder a la información que necesita más
rápidamente que la segunda”, agrega Donato.
Más allá de la trama de las vinculaciones, no hay discrepancias,
en cambio, en torno a las ventajas de la concentración. “Las empresas
naturalmente tienden a organizarse y articular las distintas etapas”, afirma
Francisco Gatto, investigador de la Comisión Económica para América
latina y el Caribe (Cepal). “Muchas veces el proceso se da en un mismo
territorio con muchos efectos positivos, como sinergias, estrategias comerciales
y ganancias de identidad”, detalla.
La importancia de estar cerca
Si bien la tendencia a la concentración industrial de la que ya hablaba
Alejandro Bunge en 1940, cuando se refería al “país abanico”,
sigue tan vigente como entonces, los ’90 marcaron a fuego buena parte de
las experiencias asociativas. “Fue una década absolutamente desarticulante”,
subraya Gatto, desde la Cepal. Aun así, el trabajo del Observatorio Pymis
y la Universidad de Bologna revela que no todos los sectores sufrieron por igual
durante la década pasada. Dos ejemplos ilustran lo expuesto. Por un lado,
en los manchones de vinos y conservas de frutas y verduras de San Juan, Mendoza
y Neuquén, la ocupación se incrementó 36%, mientras que
por afuera de la concentración el crecimiento fue de sólo 9%.
Por el otro, entre 1991 y 2002, en el rubro cuero y marroquinería, el
empleo se redujo 5,8% dentro del manchón, localizado básicamente
en Lanús, La Matanza, Mataderos y Villa Lugano de la Ciudad de Buenos
Aires, y 14,2% por afuera del mismo.
La principal explicación a este dispar desempeño en términos
de empleo está vinculada al ambiente favorable que se crea en torno al
manchón especializado. Con un mayor grado de cooperación y costos
de transacción más bajos, las empresas desarrollan espaldas más
anchas para hacer frente a la competencia extranjera y luego a la recesión.
Según este razonamiento, es bastante más probable que tanto un
proveedor como un comerciante de productos de plásticos y caucho, por
ejemplo, busque hacer negocios en el partido de San Martín, donde hay
652 fábricas del rubro, antes que en Moreno donde sólo hay 40.
Por la misma razón, aseguran, el fabricante de San Martín va a
tener menos dificultades para encontrar mano de obra especializada dentro de
su zona de influencia que fuera de ella.
Por otro lado, la ventaja de estar cerca también puede permitir solucionar
problemas puntuales, contar con otras fuentes de información y hasta
desarrollar cierta capacidad de lobby. Para Rubén Ascúa, director
de Fundación Potenciar de Rafaela, en la provincia de Santa Fe, “es
imposible que ante cualquier amenaza o problema de competitividad, el empresario
recurra a una universidad para encontrar la solución. Muchas veces, las
vinculaciones informales con otros empresarios aportan la información
necesaria”. Problemas tecnológicos, impositivos o laborales, o aquellos
vinculados con la captura de nuevos mercados o con la incorporación de
prácticas de mejoras continua, son algunos de los temas que pueden resolverse
en una zona de aglomeración empresarial. “Cuando la firma está
aislada la solución debe buscarse a través de consultoras que
generalmente exigen inversiones importantes para el bolsillo de una Pyme”,
resume el director de la fundación santafesina.
Una aglomeración más o menos articulada también puede aliviar
el presupuesto de las empresas en una vasta gama de iniciativas. “Hace
unos cuantos años, más de 250 curtiembres de la zona nos propusimos
hacer una gran planta de tratamientos de efluentes, que se sabe es el gran problema
del sector”, ejemplifica Roberto Tortosa, propietario de la curtiembre
homónima, sita en la localidad de Valentín Alsina, en la provincia
de Buenos Aires. “El proyecto quedó trunco porque muchas empresas
se cayeron pero, así y todo, pudimos terminar la primera planta de tratamiento
de cromo que costó US$ 2 millones”.
En tanto, en La Matanza, donde el trabajo del Observatorio Pymis registra la
presencia de 558 emprendimientos vinculados a la fabricación de calzado,
algunas empresas del sector formaron una asociación virtual llamada G9,
que exhibe un importante repunte de la actividad tras la caída de las
importaciones desde Brasil. “A partir de la imagen que surgió de
las exposiciones del grupo en Chile y en Córdoba, apareció la
posibilidad de hacer grandes exportaciones al otro lado de la cordillera”,
cuenta Jorge Ganimian, presidente de la empresa del mismo nombre, fabricante
de las líneas de calzado Oxígeno y Madonna, entre otras. “Luego,
empezamos a comprar materiales en forma conjunta, lo que nos permitió
acceder a mejor financiación y a lograr bonificaciones. Y ahora estamos
incursionando en intercambio tecnológico y asesoramiento cruzado”.
En Esperanza, provincia de Santa Fe, donde se contabilizan 96 fábricas
de muebles que emplean a unas 600 personas, se registran distintos tipos de
vinculaciones, como grupos de compra de insumos, consorcios de exportación
y la organización de Expodema, la exposición que aspira a convertirse
en la gran feria nacional del mueble. “Aún no hay una integración
productiva con fábricas de partes que luego consoliden en una sola que
es la que ensambla, lustra y vende, como ocurre en Estados Unidos y en los distritos
de Italia”, dice Carlos Correa, gerente de Comercio Exterior de Mehring,
una de las fábricas de muebles de aquella localidad santafesina. “Pero
algunos estamos trabajando para lograrlo”, remata.
El papel del Estado
Tanto el tipo de cambio como la política arancelaria de los ’90
–cuando, como apunta Gatto, “era más negocio importar la bomba
de nafta completa en lugar de que se armara con el aporte de autopartistas locales”–
explicaría que en Buenos Aires se consuman quesos de cabra franceses
y se desconozcan los de Catamarca, o que hace unos años el prosciutto
italiano tuviera más presencia en las góndolas porteñas
que el jamón serrano cordobés. Sin embargo, algunos de los especialistas
consultados sostienen que lo acaecido en realidad obedeció a una política
de clusters presente en los países mencionados.
Es que hasta ahora, subrayan, poco se ha hecho por promover una concentración
industrial destinada a favorecer fórmulas asociativas que no sólo
incluyan estrategias productivas sino también de marketing y comercio
exterior. “Aquí siempre predominó la intención de
apoyar a las firmas y no a los sectores, como fue el caso de la promoción
industrial, que alentó la localización de empresas de distintos
rubros con muy poca articulación entre sí. Entre otras cosas,
porque una empresa beneficiada con diferimiento de IVA no le puede comprar a
otra con igual beneficio”, sentencia el investigador de la Cepal.
Pero la salida de la convertibilidad podría inducir a la consolidación
de manchones y clusters porque, tanto los sectores orientados a la sustitución
de importaciones como aquellos que aspiran a exportar, están demandando
tecnología y mano de obra. Por otro lado, la promesa de avanzar hacia
un modelo de sesgo productivista abre expectativas en el mismo sentido. “Se
requieren inductores desde el Estado porque, en muchos casos, se trata de promover
inversiones de lenta maduración”, agrega Gatto.
El mapa de las Pymis: juntas pero no revueltas
El trabajo del Observatorio Pymis y la Universidad de Bologna sitúa la
zona de mayor densidad empresarial en el centro del país, en la franja
determinada entre los paralelos 31 y 36. La investigación discrimina
las regiones por su grado de industrialización, ubicando el nordeste
de la provincia de Buenos Aires, el sur de Santa Fe y el sudoeste de Córdoba;
el centro de San Luis y casi toda Mendoza y el sur de San Juan, como territorios
con desempeño industrial en alza, de nueva industrialización o
en vías de industrializarse.
El estudio, además, hace foco en algunas concentraciones, destacando
al corredor de la provincia de Buenos Aires, que forman los partidos de Luján,
San Andrés de Giles, San Antonio de Areco, Capitán Sarmiento,
Bartolomé Mitre y Pergamino, hasta el departamento de Constitución
en Santa Fe, y los departamentos del sur de esa provincia.
“El eslabón que falta para que la Argentina avance hacia una economía
de aglomeración son las instituciones, sean públicas o privadas”,
coincide Gabriel Yoguel desde la UNGS. “También hacen falta traductores
que ayuden a conectar el lenguaje de empresarios, universidades e instituciones
de promoción o regulación”, señala. “Las instituciones
gubernamentales tienen buenas intenciones pero, por lo general, les falta presupuesto
y tienen mucho miedo de apoyar con acciones concretas a las empresas, quizá
debido a que en los últimos años esto sonaba a subsidio y estaba
mal visto”.
Si bien desde el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti) reconocen
que hasta ahora la entidad no ha tomado contacto con las aglomeraciones industriales
en el país, también sostienen que la actual conducción
le da mucha importancia a pensar en términos de cadena de valor y, complementariamente,
de clusters regionales. “Se han constituido varios grupos de aproximación
a una visión conjunta con el Inta (Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria), en carnes, lanas, algodón, miel”, indica Enrique
Martínez, su presidente. “Y, además, se está trabajando
con la cadena de valor de bicicletas y la de maquinaria agrícola”,
completa. M
Nino Fernández